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El ejemplo más reciente de nuestro esfuerzo de transformación y de construcción de un
horizonte claro y posible para los próximos años, fue el ejercicio de planeación estratégica que condujo a las universidades
públicas estatales a elaborar sus programas integrales de fortalecimiento institucional. De esta experiencia y de las que le
anteceden debemos extraer las mejores conclusiones y enseñanzas que nos permitan asegurar y mejorar la calidad de nuestras
instituciones, y perfeccionar los programas académicos que las integran.
Esto será un tema a abordar en esta reunión, junto con otros que le son afines y
complementarios.
No puedo dejar de señalar en esta
intervención, la enorme preocupación que se ha expresado en el seno de
nuestra Asociación y de nuestras asociadas en el sentido de que el esfuerzo
de planeación y de construcción de objetivos y metas claras en cada una de
nuestras instituciones, y en el sistema en su conjunto, se vean
interrumpidos por la caída presupuestal que se nos anuncia para el próximo
año. No podemos permitir y resignarnos a que hoy, que tenemos mayor
claridad sobre el rumbo y destino que deseamos, factores ajenos a nuestra
voluntad de cambio conviertan nuestro esfuerzo en ejercicio inútil y el
programa de educación que hemos construido en una quimera. Grave sería que
las circunstancias adversas evaporaran nuestra esperanza y que la
incertidumbre minara nuestro entusiasmo y fe en el futuro.
Reconocemos que el país se encuentra
en transición, en la búsqueda de una reconstitución institucional que le
permita proyectarse hacia el futuro. El pacto social que imperó en México
llegó a su límite: quedaron agotados hace tiempo algunos de sus acuerdos
sociales fundamentales y sus modelos económicos de crecimiento. La
transición del país hacia nuevas formas sociales, políticas y
económicas, es un imperativo que con graves dificultades se va imponiendo.
Ante el nuevo desafío
El nuevo proyecto en marcha está
asociado con la gradual y difícil organización de una sociedad política e
ideológicamente abierta, en el marco ineludible de la globalización.
Globalidad y sociedad abierta implican
un conjunto cada vez mayor de transformaciones de nuestra organización
social, política y económica. El sector educativo mexicano enfrenta
probablemente el mayor desafío que haya vivido nunca en el pasado. Las
reformas, el crecimiento sustantivo de su calidad, el aumento efectivo de su
cobertura y de su eficiencia de egreso, son retos formidables que exigen de
un esfuerzo continuo durante lustros; sin ese esfuerzo sostenido sería
imposible alcanzar las metas necesarias. El reto se agiganta en un país que
se halla en los prolegómenos de una nueva institucionalidad política, y
que aún no genera la posibilidad de crear políticas de Estado, único
medio para dar continuidad a los programas, más allá de los cambios en los
regímenes políticos y la administración nacional.
En el caso del sistema de educación
superior del país, esas realidades nos obligan a un mayor acercamiento en
el seno de nuestra Asociación, que permita, en un marco de la estrechez
económica impuesta por la recesión internacional, a utilizar de la manera
más inteligente y eficaz los recursos con que contamos. Ello sin perjuicio
de que continuemos en esta coyuntura desarrollando el máximo esfuerzo para
contar con los recursos financieros del subsidio estatal para, al menos,
sostener el sistema en el nivel del año que ahora termina.
En México, para el sistema educativo,
nuestra tarea es doble: por una parte, conocer y participar en estos
procesos de transformación del mundo, por otra, buscar soluciones
específicas a los rezagos profundos pero a veces ignorados por el mundo
moderno. Los agentes y protagonistas del sistema de educación superior de
México aún deben cobrar conciencia de las implicaciones, para su trabajo
cotidiano, de las exigencias de la sociedad de conocimiento. La transición
del país hacia una sociedad abierta, plural y democrática, requiere de
conocimientos, exige la amplia socialización de éstos, demanda acuerdos
nacionales, reclama larga continuidad en los programas. No podemos hacer
oídos sordos a las evaluaciones de nuestro sistema educativo que hoy son de
conocimiento universal. No podemos hacerlo porque lo que está en juego, es
el futuro de la sociedad. Aún tenemos que hacer un esfuerzo mayor para que
la sociedad como conjunto asuma la prioridad que significa la educación de
alta calidad y la necesidad ineludible que ello implica de destinar un monto
sustantivo de los recursos nacionales a ampliar y mejorar la educación
mexicana.
Deseo y aspiro que de esta reunión
salgamos más fortalecidos como Asociación y como Consejo y con mejor
visión y estrategia para enfrentar los retos de hoy y del futuro.
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