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Reseña |
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Por Martín López Ávalos*
En noviembre del año 2000, la Universidad Autónoma de Baja California y la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior convocaron al Congreso Nacional sobre la Historia de la Educación Superior en México. Primero en su tipo, el Congreso fu una propuesta del Instituto de Investigaciones Históricas de la propia UABC con la intención, según sus organizadores, de contar con una reflexión general sobre la educación superior en la historia mexicana. A partir de esa idea, aunada al cambio de siglo que coyunturalmente la justificaba, la organización y realización del evento contó con los apoyos institucionales necesarios. Un año después, en octubre de 2001, salió a la luz el primer volumen de las memorias dedicado al Panorama general y Épocas prehispánica y colonial; en enero de 2002 apareció el segundo volumen sobre el siglo XIX y siglo XX; en marzo del mismo año el volumen tres sobre las Cuestiones esenciales y Prospectiva del siglo XXI y en abril el tomo cuatro dedicado a las Semblanzas de instituciones. En estos volúmenes contamos con la
gran mayoría de las ponencias presentadas en el Congreso, tanto las
sesiones magistrales como en los ejes temáticos, lo cual nos da una idea de
las dimensiones del evento y la composición de la investigación sobre la
educación superior en nuestro país. Se registraron ocho ponencias
magistrales y más de 176 ponencias temáticas distribuidas en 45 mesas de
trabajo.
La publicación de estas memorias es, sin duda, un aporte
interesante para calibrar el llamado “estado del arte” que guarda esta
área de estudio, razón por la cual, resulta indispensable comentar al
respecto, con el afán de contribuir, a su vez, a alimentar un debate que se
torna necesario porque es, al mismo tiempo, un debate en torno a la propia
educación superior.
La historia sin paradigma En
primer lugar llama la atención la estructura con la cual se desarrolló el
Congreso a partir de la intención primaria de sus organizadores que nos
lleva a dar con la clave de los criterios con los cuales se asignaron temas
y periodos. Como apuntamos anteriormente, los organizadores del Congreso
señalaron que su intención era obtener un panorama general de la
educación superior desde una perspectiva histórica para ofrecer “una
reflexión válida sobre los sucesos registrados en ese periodo”1.
El objetivo, en sí mismo, no tendría nada de particular sólo que se basa
en una consideración que no ayuda a comprender lo que más adelante se
denomina “los múltiples procesos que se dan en una sociedad” y que
éstos “tienen su tiempo intrínseco”. Tamaña complejidad conceptual
del proceso histórico está sustentada en la “cronología
general” que “propicia el entendimiento de lo sucedido:
Desde luego, no pasamos por alto que cada uno de los
múltiples procesos que se dan en la sociedad tienen su tiempo intrínseco.
Pero también advertimos que la cronología general propicia el
entendimiento de lo sucedido durante un lapso determinado en el proceso
específico, como lo es, en nuestro caso, el de la educación superior.2
Planteado de esta manera, entonces, la historia no puede
ser entendida como un auténtico proceso ya que su ámbito es única y
exclusivamente la sucesión de “hechos”, es decir, un relato
cronológico que define por sí mismo el encadenamiento de los
acontecimientos. Si suponemos que la cronología general es la que propicia
el entendimiento de la historia, entonces ésta no requiere fundamentación
teórica alguna que verdaderamente nos “explique” el proceso porque esa
no sería su función en cuanto “ciencia”. Este problema no es menor ni
mucho menos banal en la medida que define los términos con los cuales se
conforma una comunidad científica, en este caso la dedicada al
estudio de la educación superior.
Un Congreso de la magnitud del que reseñamos se
convierte, al mismo tiempo, en un reflejo de la conformación de una
comunidad científica, sobre su cohesión y profesionalización
disciplinaria en la medida que, como toda comunidad, comparte un conjunto de
valores que la identifica en la forma en que se mantiene viva y se reproduce
como tal. En este sentido, cabe preguntarnos cuál es el supuesto que hace
de la educación superior un objeto de estudio de una disciplina organizada
alrededor de una comunidad que comparte un conjunto de valores que tienen
que ver tanto con la disciplina como con lo que se denomina paradigma.
Notas
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