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Reunión del CUPIA


Es necesario contar con un apoyo social activo en pro de la calidad en la educación: Daniel Reséndiz Núñez

Es muy grato tener, una vez más, la oportunidad de compartir con ustedes este foro en el que se revisan asuntos de la educación superior del país. Agradezco, en nombre de la Secretaría de Educación Pública y de su titular, el secretario Miguel Limón Rojas, la invitación de la ANUIES a estar aquí, y la hospitalidad que el gobierno de Baja California y la Universidad Autónoma del propio estado brindan a todos los participantes en esta reunión.

Como el país, la educación superior de México ha estado viviendo años que podríamos calificar como de cambio prometedor y firme. Cambio prometedor, porque para cosechar todos los frutos que de este proceso estamos esperando se requiere un periodo largo de esforzada labor; cambio firme, porque estamos seguros de que algunos de tales frutos ya están maduros.

Transformación cualitativa en marcha

Cabe recordar que tomó tiempo coincidir en que debería emprenderse la transformación cualitativa que hoy está en marcha. Durante los años ochenta, muchas de las políticas de educación superior que en las décadas anteriores habían contribuido a la movilidad social, la democracia y la productividad económica, comenzaron a tener rendimientos decrecientes, que justificaban una revisión crítica. Aquellas políticas estuvieron regidas, casi exclusivamente, por una amplia y justificada voluntad social de mantener elevadas tasas de crecimiento de la matrícula. En aras de tal propósito solieron sacrificarse o posponerse otros atributos deseables de la educación superior, como la calidad de la atención a sus estudiantes, la diversidad de sus programas y modalidades, su relevancia social para el futuro, la moderación del tamaño de las universidades para preservar la calidad de su vida comunitaria, su gobernabilidad, e incluso su equidad, virtudes todas ellas que suelen debilitarse con la masificación de las instituciones.

El tránsito a las nuevas políticas no ha sido fácil, ni rápido, ni lineal, porque nada que sea trascendente es fácil en los tiempos de hoy, en que nuestro sistema educativo y nuestra sociedad exhiben ya todas las complejidades de la modernidad a la vez que muestran resabios de problemas sociales graves y acuciantes. Además, los ajustes necesarios para atender a la calidad en todas sus facetas tienen mucho de cambio cultural, en el que la educación misma juega un doble papel, de objeto y de sujeto de las transformaciones.
La dinámica demográfica, y el terrible rezago educativo con el que México se encontró al reinstitucionalizar su vida política y su educación en 1920, fueron factores determinantes para que después, en educación superior, se diera prioridad al crecimiento. Tal política fue exitosísima: en el último medio siglo permitió multiplicar la matricula por 67 y ampliar la cobertura de poco más de uno por ciento a casi 19 por ciento. No obstante, las condiciones internas del país y las de su entorno han cambiado tanto, que el puro crecimiento como política educativa agotó ya, desde hace al menos 10 años, su capacidad de beneficiar al país y a sus habitantes, aunque haya quienes todavía no se den cuenta de ello. Hoy sólo la educación de muy alta calidad sirve al país y a sus estudiantes.

Por otra parte, la población de 20 a 24 años, con respecto a la cual se mide la cobertura, aumenta ya de modo desacelerado: pasará de crecer este año 0.7 por ciento, es decir, mucho menos de uno por ciento, a cero crecimiento cerca del año 2015, y luego decrecerá.

Por tanto, en igualdad de otras condiciones, el esfuerzo necesario para que siga aumentando la cobertura de educación superior será cada vez menor y a partir del 2015 dicha cobertura crecería aunque la matricula se mantuviera constante, pues la población en el intervalo de edad indicado estará decreciendo.

Cruzada en pro de la calidad

Así pues, por un lado, los intereses nacionales y las condiciones externas obligan a México a asignar máxima prioridad al mejoramiento cualitativo de su educación, y por otro, se atenúan las presiones demográficas y de rezago en cobertura que en el pasado hicieron casi imposible tener altos estándares de calidad. En resumen, la cruzada en pro de la calidad es ahora no sólo necesaria, sino viable. Este es el postulado central en la política de educación superior de la administración del Presidente Zedillo.

Los hechos muestran que atender la calidad no implicó en estos seis años desatender el crecimiento, sino distribuirlo con mayor equidad en todo el territorio nacional y entre las diversas modalidades, instituciones y disciplinas: al término de la administración federal habrá crecido la matricula del sistema en más de 40 por ciento y la pública en más de 30 por ciento; se habrán sumado a la oferta de este tipo de educación más de 100 nuevas instituciones públicas y la cobertura habrá aumentado en promedio un punto porcentual cada año, para pasar de poco más de 13 por ciento en el ciclo 1994-95, a 19 por ciento en el ciclo 2000-2001.

En la vertiente de la calidad, los indicadores, aún imperfectos, que hoy tenemos, son públicos, para que cada quien pueda hacer su propio juicio sobre los avances:

  • Desde 1995 se ha logrado aumentar en más de 10 por ciento en términos reales el gasto anual por estudiante en el sistema de educación superior público; este incremento incide directamente en la calidad porque se ha orientado a rubros apropiados: estímulos a los académicos, equipamiento de laboratorios y bibliotecas, y mejora de la infraestructura.