Alfonso Rangel Guerra: homenaje a Raúl Rangel Frías(*)

(*) Palabras del Lic. Alfonso Rangel Guerra, en el acto de entrega de la medalla "Alfonso Reyes"
al licenciado Raúl Rangel Frías, Universidad Autónoma de Nuevo León,
28 de agosto de 1978.

 

La máxima casa de estudios de Nuevo León entrega hoy la medalla "Alfonso Reyes" al humanista, maestro universitario rector ilustre de la Institución en el periodo 1949-1955, ex gobernador del Estado y nuevoleonés distinguido, quien durante toda su vida ha ejercido el alto magisterio de la inteligencia y promovido el desenvolvimiento de la educación y la cultura en Monterrey y en nuestra entidad. La presea que hoy recibe el señor licenciado Raúl Rangel Frías lleva el nombre de Alfonso Reyes, el otro regiomontano ilustre, el mexicano universal, hombre de letras en el más alto sentido del término en el ámbito de la cultura occidental, presea con la cual la Universidad Autónoma de Nuevo León testimonia su reconocimiento a los universitarios que la han servido engrandeciéndola.

En efecto, como maestro en la Facultad de Derecho, después como Jefe del Departamento de Acción Social y más tarde en la Rectoría, Raúl Rangel Frías mantuvo, en las diferentes responsabilidades a donde lo condujo su destino universitario, la más elevada conducta, y con ella, la superación institucional de la casa que siempre concibió como el recinto donde se cumple la difícil, delicada misión de formar al hombre en el equilibrio y armonía de sus mejores facultades, en las que se sustenta la preservación de la colectividad y sus posibilidades de transformación, mediante el ejercicio de la inteligencia y la expansión del conocimiento. "Siempre he considerado -afirmó Raúl Rangel Frías en su mensaje al dejar la Rectoría de la Universidad- que el tesoro más preciado, la misión verdadera de la institución universitaria consiste en proveer a los hombres de un sentido de la vida, antes que de unas armas con las cuales realizar provechos propios y ajenos. Siempre he creído que la cultura, en la cual está el aliento de la misión universitaria es una corriente, un espíritu, una fuerza que presta alma a los procedimientos técnicos, a los medios de adiestramiento, a las capacidades -a que también provee la universidad- pero frente a los cuales recoge y conserva su substancia de humanidad."

Bajo este signo de cultura condujo a la Universidad de Nuevo León para ubicarla en el concierto de la educación nacional y perfilarla como centro superior de enseñanza en esta región del país. Con esta concepción animó sus actos desde el Poder Ejecutivo del Estado para proporcionar a la institución mejores condiciones de sustento y el ámbito material en el que ahora nos encontramos, diseñado como la Ciudad Universitaria que congrega a profesores y estudiantes en la tarea cotidiana de la transmisión y el estudio del saber. Cuando México recibió a los intelectuales españoles en el exilio, la Universidad de Nuevo León y Monterrey se beneficiaron con su presencia en la cátedra y en los cursos de la Escuela de Verano. Con ellos, y con la participación de poetas, escritores, científicos, historiadores y filósofos mexicanos, las anualidades de esta escuela temporal proporcionaron a nuestra ciudad, durante más de una década, el contacto con maestros e investigadores del más alto nivel, la exposición de sus ideas y el conocimiento de nuevas corrientes del pensamiento, semilla que germinó en jóvenes, adultos, maestros y alumnos, pero cuyo fruto todavía no ha sido valorado en toda su generosa dimensión. Esta etapa de la vida cultural de Monterrey alcanzó sus mejores alientos en el rectorado de Rangel Frías, a cuyos impulsos se debió la amplia dimensión que alcanzaron estos cursos de verano, como actividad de difusión cultural sin paralelo en la educación superior del país.

En 1950 sentó las bases para la creación de la Facultad de Filosofía y Letras, mediante la apertura de cursos iniciales que más tarde culminaron en la iniciación formal de los estudios. Tuve el privilegio de asistir a las primeras lecciones de filosofía que impartió Raúl Rangel Frías. Nos reuníamos unos pocos en el local del Departamento de Acción Social, en el ala noreste del segundo piso del edificio central de la Universidad. Me queda, como una vivencia imborrable, la exposición sobre el surgimiento del pensamiento filosófico de los presocráticos, no tanto por lo que éste tiene de asombroso como primera ontología, y como conciencia que de sí misma tomaba la filosofía en sus albores, sino como por la forma en que se nos iba develando en estas lecciones lo que Burnet llamó la aurora del pensamiento griego. Asistíamos al ejercicio de la palabra en la conducción de las ideas, para integrar la teoría en su sentido original de contemplación, mediante el pensar discursivo.

La generosidad del magisterio radica en su capacidad para crear en los demás la inclinación a descubrir por sí mismos lo que es el objeto del conocimiento; en el encuentro de maestro y alumno, la docencia como actitud del espíritu hace posible en quien la recibe no sólo la transmisión del saber y la cultura, sino también el surgimiento de las actitudes individuales para alcanzar la posesión del conocimiento. Esta forma de comunicación y creación, una de las más altas de la conducta humana, se sustenta en el valor de la palabra, portadora de la razón y puente para la convivencia de los hombres, y de las ideas de los hombres, en el proceso de su tiempo histórico.

"Creer en la palabra humana, hablada o escrita -afirmó Paul Valéry en su Política del espíritu-, es tan indispensable a los humanos como confiar en la firmeza del suelo." En esta profesión de fe del pensador francés podríamos sostener toda la concepción del humanismo, el originario, si así puede llamársele, de la cultura clásica que nos entregó el perfil del hombre, de sus obras y de sus valores, en su relación consigo mismo y con los demás; el del Renacimiento, que rescata la concepción del hombre en sus fuentes grecolatinas, y a partir de esta idea de lo humano abre las puertas de la modernidad; el de la Ilustración, que afirmó la perfectibilidad del hombre; el llamado nuevo humanismo, en fin, que en nuestra época contemporánea se percibe a contraluz del poderío y expansión de la ciencia y de la tecnología. Todo el devenir humano, toda la historia de los hombres, o mejor dicho, su propia condición histórica, se sustentan en la palabra. En ella va el aliento del espíritu, el reflejo del mundo y la conciencia del tránsito del tiempo. La palabra es el origen de la condición humana, la colectiva y la individual; es la poesía y el logos, el nombre de las cosas y el vehículo del saber. El maestro usa la palabra para enseñar, establece la comunicación y se sirve de ella para la docencia. En el encuentro generacional del aula, la palabra propicia el paso de lo individual a lo colectivo; así en el marco más amplio de la sociedad toda, así también en el marco total de la vida y su historia.

Por la palabra y el discurso podemos llegar a la comprensión de las características de nuestro tiempo, lo que se ha llamado la crisis de valores y se identifica en general bajo el amplio término de deshumanización. Encontrarnos insertos en esta crisis por ser la de nuestra situación vital, puede conducir al pesimismo y la duda, y de hecho las últimas corrientes de la filosofía condujeron a esta posición de escepticismo intelectual. La fe en el hombre es en última instancia la posibilidad de su salvación histórica y la de la sociedad. "Si se trazase un cuadro completo -escribió Raúl Rangel Frías en un viejo ensayo sobre la profesión del intelectual -en el cual destacaran las aspiraciones, promesas y profecías con que el hombre se ha obligado a sí mismo, eso que llama su cultura y que viene dialogando a manera de Ciencia, Arte, Moralidad y Filosofía; y por otra parte hubiese manera de representar la distancia que separa al hombre prometido de los ejemplares contemporáneos, habría lugar para dos actitudes: desesperar del hombre; o de sus promesas y de la palabra empeñada. ¿No sería, en suma, lo mismo, desconfiar de la palabra que perder toda esperanza de lo humano?"

Hicimos referencia a la deshumanización y al avance de la ciencia y la tecnología. No se trata de la existencia de dos culturas, la científica y la humanística, como ha pretendido explicarse, sino de un fenómeno que cala más hondo en los destinos de la vida humana. El mismo Valéry lo señaló en la obra ya citada, que data de 1932: "El mundo moderno en toda su potencia, en posesión de capital técnico, prodigioso, enteramente penetrado de métodos positivos, no ha sabido, sin embargo, procurarse ni una política, ni una moral, ni un ideal, ni leyes civiles y penales, que estén en armonía con los modos de vida que él ha creado, y aún con los modos de pensamiento que la difusión universal y el desarrollo de cierto espíritu científico imponen poco a poco a los hombres." Esto es un hecho, y Valéry hace su descripción. En un ensayo de Raúl Rangel Frías sobre el pensamiento filosófico contemporáneo, se ofrece una interpretación del fenómeno histórico cultural que se ha producido a partir del desarrollo del pensamiento científico. "Toda Ciencia principió por ser filosofía, sólo que se ha desasido de las exigencias de esta última y edificado su propio mundo esquemático de engranes muy bien ajustados, que trabaja en la más deseable perfección y del cual ha desalojado al hombre sin misericordia." Y en otra parte del mismo estudio: "La Ciencia tiene la estructura de un discurso monológico, que se inserta en la pluralidad de las cosas y la comunidad de los hombres por la cara externa de los resultados, sin cuidarse de la plenitud subjetiva de sus doctrinas y abandonando a otras agencias espirituales la preocupación de obtener la unidad espiritual del hombre en medio de las contradicciones."

Si pretendemos identificar los trabajos y estudios filosóficos de Raúl Rangel Frías concluiremos que se inscriben, en su gran mayoría, dentro de la filosofía de la historia. Su preocupación como pensador se ubica en la línea del acontecer histórico, o mejor dicho, de su interpretación como proceso vital del hombre y del discurrir de las ideas en torno a sí mismo, su origen y destino. Una perspectiva del hombre en su proceso histórico, se sustenta como conocimiento en las ideas que sean contemporáneas de quien emprende este tipo de análisis histórico. En un texto autobiográfico afirmó Dilthey, el pensador alemán de la filosofía de la historia, refiriéndose a sí mismo y a sus discípulos: "No estoy en posesión de ninguna solución del enigma de la vida, pero lo que yo quise comunicarles siempre fue el temple vital que en mí ha producido la meditación constante sobre las consecuencias de la conciencia histórica." Estas palabras trazan el perfil de la tarea docente unida a la reflexión sobre la historia y su significado; esta conciencia histórica inicia su búsqueda desde el presente y hacia el presente retorna. Para Ortega y Gasset la cultura es el sistema vital de las ideas de cada tiempo, y de esta concepción desprende que la relación del hombre con la cultura sólo se da cuando éste vive a la altura de las ideas de su tiempo. Esta identificación del hombre culto a partir de las ideas que usa, comparte y comprende, refiere la posesión de la cultura a la capacidad de cada uno para conocer, interpretar, valorar y analizar la circunstancia que le es propia, lo que a su vez implica la capacidad de identificar las ideas en torno a la cultura en sus diversas expresiones a través del tiempo. En este acto, y en estas palabras que me dicta la admiración y el respeto para el maestro universitario, me acojo a la afirmación de Ortega y Gasset, porque el testimonio de la vida y las obras de Raúl Rangel Frías, las que han surgido de la reflexión para la docencia, el estudio y la teoría, y las que derivaron de su función pública, lo muestran como un hombre lúcido, que vive a la altura de las ideas de su tiempo.

Lo nacional se identifica en lo universal. Lo propio de un país se reconoce en sus auténticos valores en el contexto de la cultura universal. En congruencia con su pensamiento, Rangel Frías ha postulado una concepción de la Patria a partir de la universalidad del conocimiento. En ocasión del Segundo Centenario del nacimiento de don Miguel Hidalgo, propone la tesis de los valores universales como vía para alcanzar la identificación de nuestra propia realidad como nación. "El conocimiento de nuestra intimidad histórica -afirmó- surge en la conciencia, menos que por una serie de hechos objetivos, en función de nuestra riqueza interior de valores universales. Mientras más ancha y profunda nuestra comprensión de la unidad humana, la presencia de la Patria resulta la más actual e inmediata de sus experiencias, la forma sustantiva de la comunidad universal de los hombres." A la luz de esta idea, el permanente interés de Rangel Frías en lo propio de la historia de Nuevo León y de la cultura nacional, se ha traducido en ensayos y trabajos escritos a lo largo de varios lustros. En estas páginas transitan Fray Servando Teresa de Mier, José Eleuterio González, José Sotero Noriega, Alfonso Reyes, nombres en los que se determina el hacer histórico y cultural de Nuevo León, y desde los cuales emerge nuestra propia identidad.

Al entregar la Universidad Autónoma de Nuevo León la medalla "Alfonso Reyes" al licenciado Raúl Rangel Frías, uno mi voz a la de la institución y dejo estas palabras de sincero homenaje y reconocimiento al distinguido maestro universitario.