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Introducción
Mucho se ha discutido en torno a la labor filosófica de Einstein, particularmente en el sentido de si
fue o no un filósofo, además de haber sido un científico, algo que realmente está fuera
de toda duda. Personalmente entiendo que esta fuera de toda duda que Einstein no fue un filósofo en el sentido
tradicional del término, en el sentido de tener un sistema de filosofía -más o menos discutible-.
Sin embargo, si bien Einstein no tiene un sistema filosófico en el sentido estricto del término,
ciertamente que en sus obras, a lo largo de sus escritos extracientíficos -quizá menos- ya sea de
una manera implícita o bien, de manera declarada, en más de una ocasión ha sostenido puntos
de vista que permiten de manera indudable inferir que profesaba una concepción particular, no siempre coherente
a lo largo de toda su vida intelectual -como lo haré ver- acerca de la realidad, acerca de la naturaleza
y de las relaciones que existen entre nuestra facultad intelectual y la realidad, que por denominar de alguna manera,
llamaré en este lugar, extramental.
En este sentido no resultan fuera de lugar el encabezado ni el tratamiento y desarrollo de la presente exposición:
la teoría del conocimiento de Albert Einstein.
Ciertamente, por el hecho mismo de no tener Einstein un sistema filosófico organizado, estructurado,
no es fácil precisar de manera a no dejar lugar a dudas su particular teoría del conocimiento. Quizá
sea esto -entre otras cosas- lo que hace que diversos autores sostengan distintas concepciones de Einstein en materia
de conocimiento. Pienso que un camino legítimo -quizá el único realmente valedero- es el averiguar
qué es lo que ha hecho, lo que ha escrito el mismo Einstein. Esto nos convencería definitivamente
de varias cosas; he aquí algunas de ellas.
Están, por un lado, los escritos de Einstein que yo denominaría autobiográficos y que no
nos dan informaciones realmente significativas acerca de su teoría del conocimiento. Cierto, estas declaraciones
que hace Einstein -se declara lector asiduo de Hume, Kant y Mach- es lo que ha hecho escribir a gran parte de sus
biógrafos que Einstein era un empirista o un positivista en materia de conocimiento.
Cuando se habla de las simpatías filosóficas de Einstein, conviene distinguir las impresiones
que fueron sólo episódicas en su vida intelectual, en su vida personal, de aquellas que lo prepararon
realmente para interpretar sus descubrimientos científicos.
Hay que notar igualmente la actitud característica de Einstein con relación a la literatura filosófica.
No atribuía sino un valor puramente estético a numerosas obras filosóficas y, al mismo tiempo,
atribuía un gran valor filosófico y científico a ciertas obras literarias. Su actitud era
la de un auditor simpatizante que acoge los puntos de vista del filósofo con una sonrisa indulgente o irónica,
según el caso. Podía admirar en una obra el refinamiento formal o la claridad de lo expuesto, podía
apreciar un efecto negativo útil, v. gr. el rechazo de un fetiche, pero no aceptaba sino muy raramente las
afirmaciones. Como en muchos científicos, tal posición nace de pretensiones seudofilosóficas,
es decir, la repetición de muy antiguos errores filosóficos y de un formalismo confuso y ecléctico.
Así, su actitud con respecto a la filosofía de los siglos XVIII y XIX podría ser resumida
de la manera siguiente.
Para los científicos que habían sido testigos de los progresos de la ciencia en el siglo XIX y
aceptado la idea de la infinita complejidad de la naturaleza, el sistema de Spinoza, por ejemplo, estaba muy íntimamente
ligado a la existencia ilusoria de una respuesta definitiva a los enigmas del mundo, del cosmos. A principios del
siglo 12 mayoría de los científicos estaban convencidos y consideraban como algo evidente la idea
expresada por Goethe que la solución de cada problema palntea un nuevo problema.
En la época en que Einstein hacía sus primeras incursiones en la literatura filosófica,
existía ya una escuela filosófica -que Einstein ciertamente no conocía- que pretendía
no obtener sus generalizaciones a partir de una imagen a priori del mundo, sino de una concepción continuamente
cambiante del universo. En otras escuelas filosóficas la crítica del formalismo dogmático
tomaba frecuentemente la forma de un agnosticismo igualmente dogmático. Este tipo de criticismo parte de
proposiciones valederas, pero que se han erigido en absolutos; la crítica de una imagen determinada del
mundo, históricamente relativa, se transforma entonces en una negación dogmática de la verdad
objetiva.
La explicación del mundo propuesta por Newton en sus Principia se prestaba a la crítica. Gracias
a los esfuerzos de numerosos filósofos -en particular Berkeley-, la crítica de las proposiciones
newtonianas se extendió a la ciencia misma. Desde un punto de vista general, este criticismo no se desarrolló
en forma de un solipsismo coherente como en Berkeley, más bien cayó en una forma de negación
de la existencia de un mundo objetivo y en la imposibilidad de comprenderlo.
Por otro lado, es fácil apreciar en Einstein una evolución por lo que se refiere a su concepción
filosófica; en todo caso, sobre lo que globalmente podría denominarse una teoría del conocimiento;
los textos están allí para mostrárnoslo. En último lugar apreciamos -también
hay que decirlo- que no hay congruencia siempre -como suele ocurrir frecuentemente entre los científicos
que escriben sobre filosofía- entre lo que escribe y lo que hace, cuando cotejamos su obra científica
y lo que escribe -filosóficamente- acerca de ella.
En este sentido Einstein se ha preocupado menos de definir sus maneras de pensar, de presentar una epistemología
-entendido este término como una teoría general del conocimiento- que de encontrar una actitud de
la mente, la más apta para asegurar la intelección de los problemas que habría que resolver.
I. Aproximación a la Filosofía de Einstein
Quisiera, en la medida de lo posible, destacar lo que en mi concepto podría denominarse una teoría
del conocimiento en Einstein. Dos palabras antes sobre la filosofía. Ciertamente que este término
no es del todo unívoco en nuestros días. Aun ente los profesionales destacados en las disciplinas
científicas existen espúreas concepciones acerca de la filosofía; algunas de ellas lamentablemente
confusas y han dado lugar -dan lugar- a malentendidos. Planck mismo, por ejemplo, señala que: "todo
científico, sobre todo si es notable científico, termina siendo en su ancianidad un filósofo
mediocre" (1). Da la impresión de que muchos científicos entienden que toda obra intelectual
que no se ajusta a los métodos y técnicas científicas positivas, pertenece al orden de la
filosofía, verse sobre lo que verse. ¡Cuántos científicos piensan que están haciendo
filosofía simplemente por el hecho mismo de estarse manejando dentro de lo que es opinable!
Sin entrar, por el momento, en discusión respecto de esto que se viene señalando, quiero subrayar
que el recto planteamiento de un problema estrictamente filosófico exige una anterior posición intelectual
de la naturaleza adecuada y de los métodos del saber filosófico, desde la cual pueda abordarse, con
un previo material interpretativo, la problemática propia del conocimiento. Esta antecedente información
filosófica podrá reducirse en su grado extremo, tal como lo haría una posición negadora
de la filosofía -como conocimiento objetivamente válido- a un estudio de la organización general
lógica de nuestro conocimiento. Pero en todo caso, no es posible aventurarse en el análisis del conocimiento
y menos aún en el de una ciencia determinada sin más armas que la posesión de esta misma ciencia
-además de un talento todo lo superior que se le quiera suponer- y el libre ejercicio directo de nuestra
facultad lógica no agudizada por la actuación reflexiva, que constituye la lógica con la amplitud
de-perspectivas que proporciona el estudio de nuestro conocimiento en toda su generalidad.
La corriente científica ha incurrido frecuentemente en estas faltas por no manejar en sus análisis
sino un parvo material lógico tomado de los conceptos de la vida cotidiana, en desproporción con
la riqueza de su conceptualización en el terreno científico a la cual aquél debía enfrentarse.
Ciertamente, en algunas ocasiones, estos científicos poseen alguna información filosófica,
pero mucho más raramente aún se han incorporado el espíritu propio de la filosofía
y el hábito de manejarse en horizontes especulativos diferentes del de su respectiva disciplina científica.
Así contrasta, lamentablemente, su seriedad de científicos cuando se mueven en su especialidad,
con el aire de ligeros aficionados con que abordan problemas filosóficos fundamentales. Es notoria la diversidad
de su rigor cuando consideran la vertiente científica y la filosófica.
II. La Teoría del Conocimiento de Carácter Realista
La filosofía tradicional ha enseñado, entre otras cosas, la doctrina de los 'trascendentales';
esta doctrina, todo lo abstracta y conceptual que se la quiera suponer, es, en fin de cuentas, una de las doctrinas
que a nuestro juicio da cuenta más cabal de muchos aspectos, difíciles e intricados problemas tanto
de la metafísica del conocimiento como de la metafísica como tal. No es ciertamente la ocasión
de entrar en todo el meollo de esta venerable doctrina con tantos años de existencia.
Si no es la ocasión de entrar en todo el meollo de esta doctrina, sí creo que deba señalar
aquí que esta doctrina, que germinalmente se encontraba en las grandes tesis de Aristóteles, concretamente
en su incipiente teoría del conocimiento, fue posteriormente desarrollada y sistematizada tanto en la Edad
Media como posteriormente por los discípulos de Aristóteles tanto modernos como contemporáneos.
En efecto, esta doctrina se ha desarrollado y ampliado notablemente. Los estudios de Maritain, Geiger, Sertillanges
y Marechal -entre otros- muestran la verdad del anterior aserto. Esta doctrina tradicional se ha enriquecido con
notables aportaciones de la filosofía moderna y contemporánea; en especial con las aportaciones más
serias de las filosofías críticas y trascendentales.
Dentro de la filosofía tradicional se consideraba que uno de los trascendentales es la 'verdad'; por
ésta entendemos que el pensamiento está todo él determinado, especificado por su relación
al ser. Nos preguntamos ahora: esta relación ¿tiene un sentido único, ¿o habrá
que decir que el ser a su vez está todo él enteramente determinado por su relación al pensamiento?
Si así hay que decirlo, ¿cómo habrá que entenderlo? Pues no queda muy claro si el ser
es relativo o bien es relación.
Las más de las veces creemos, de una manera un tanto ingenua, que conocemos las cosas como ellas son
en sí mismas. Cuando la experiencia nos ha instruido acerca de nuestros frecuentes errores, nos imaginamos
que éstos son debidos a una precipitación, a una determinada serie de prejuicios, a una deficiencia
en el método de investigación, a falta de información, a la estructura de las facultades humanas
de conocimiento.
No obstante, estamos persuadidos de que, si hubiéramos sido más hábiles, más circunspectos,
mejor equipados, más precavidos, mejor dotados por la naturaleza, etc., hubiéramos llegado a conocer
las cosas 'en su verdad'. Pero esto, ¿qué quiere decir en concreto? Que nuestro conocimiento hubiera
reproducido fielmente, bajo el modo propio del ser del pensamiento lo que las cosas son en si mismas. Ahora bien,
esto supone que éste en sí es de tal naturaleza que permite la penetración de la inteligencia,
que puede ser traspuesto al modo de ser del pensamiento. Dicho con otras palabras, que él es de tal manera
en sí que puede ser representado al espíritu, que no se oculta detrás de sí mismo,
que no se esconde, que es sincero, que existe sin disimulación, que puede develarse enteramente, en una
palabra: que es verdadero.
Ahora bien, en la teoría del conocimiento -entre otras cosas- se trata de saber si el ser es accesible
al pensamiento, o si, por el contrario, el ser es para el pensamiento, cuando menos de una manera parcial, un más
allá absoluto, un recinto de tinieblas, lo de suyo, ininteligible. ¿Es que existe ser -o seres- que
escapa totalmente a la captación del pensamiento? Y en el ser mismo que alcanza, ¿existen zonas de
suyo totalmente inalcanzables y que de ninguna manera serán alcanzadas?
Probablemente se nos diga que se trata de un asunto ocioso y que pertenece a los problemas puramente especulativos
sin ninguna incidencia práctica. A lo primero responderíamos que efectivamente -y no podría
ser de otra manera- se trata de un asunto especulativo; pero con relación a lo segundo, de ninguna manera
pensamos que se trata de un problema sin ninguna incidencia práctica; por el contrario, pensamos que es
éste un pivote central de la filosofía. La manera como muchas de las filosofías contemporáneas
-existencialistas, por ejemplo- obtienen sus conclusiones se debe en gran parte a haber optado por un determinado
rumbo en este central problema metafísico del conocimiento. En efecto, ¿el pensamiento se encuentra
en el universo como en un medio extraño y hostil? ¿O bien se encuentra en él como cabe una
presencia familiar? ¿Es que de veras estamos arrojados en el mundo sin ningún apoyo? ¿Somos
en realidad capaces de comprender con el pensamiento este mundo, este universo que desde el punto de vista de su
especialidad y temporalidad nos devora y parece englutirnos convirtiéndonos en un punto minúsculo?
¿El mundo en que vivimos, es un mundo absurdo o está pleno de logos?
Conviene notar que se trata de un problema que en parte desborda al problema crítico; no creemos equivocarnos
si señalamos que se trata de un problema metafísico -metafísica del conocimiento-; efectivamente
no se trata aquí de saber si la inteligencia humana puede alcanzar lo verdadero, lo absoluto, lo en sí,
sino de saber si la noción misma de verdad tiene algún sentido, si el pensamiento puede agotar el
ser.
Si el ser es verdadero, inteligible, se trata de un principio que es luz, luminosidad. Por otro lado, si el
fondo de las cosas es irracional nada puede garantizarnos la validez objetiva universal de los principios de la
razón. Pudiera ser que estos principios de la razón cesaran de valer a una profundidad en donde la
penetración del espíritu se detiene. Pero hay aún más; si el ser no es inteligible
quizá se opte por la inteligencia, pero con esto confiesa uno que se desinteresa totalmente por lo que son
las cosas en sí mismas, en todo caso, sólo se interesaría uno por lo que de las cosas puede
alcanzar la razón, la inteligencia; dicho con otras palabras: la inteligencia respondería de sí
misma, mas no de la realidad, de las cosas. Ciertamente que ésta no es la única opción pues
también se podría optar por la realidad, por las cosas, pero si la inteligencia no puede alcanzar
lo que ellas son en sí mismas se echará mano -para su alcance de ciertas fuerzas obscuras y ciegas
que, se piensa, pueden hacernos coincidir con la realidad, con las cosas. En principio no estarían descartadas
las personas que podrían optar también por el éxtasis supraintelectual. Puede ya apreciarse
que no se trata de una tesis más o menos conceptual y sin incidencias en lo práctico; en efecto,
por lo dicho hasta aquí, se puede ver que es la misma conducta del hombre la que estaría en juego
frente a esta tesis.
Se nos podrá argüir, ¿pero es que no somos aun conscientes de que la inteligencia no coincide
con la realidad? ¿No hemos cobrado conciencia que la mente no está adecuada a la realidad, a las
cosas mismas? He aquí una pregunta que habrá que resolver de una manera precisa. Prácticamente
en esta pregunta está contenida gran parte de la teoría del conocimiento.
A la luz de todo esto que se viene diciendo, ¿qué tiene que ver el pensamiento de Einstein? Mucho,
y esto es lo que nos proponemos mostrar en lo que sigue. Alrededor de los años 1928-1929 Einstein escribió
-concretamente en una obra, Physik und Realifat- una frase célebre por muchos conceptos; traducida la frase
diría de una manera muy aproximada: 'Lo que es eternamente incomprensible en el universo es su inteligibilidad
misma'. Indudablemente que Einstein no llevó a cabo la exégesis filosófica de la frase que
escribiera. Pero la frase misma está indicando su creencia completa en la verdad del mundo, en la verdad
del universo físico. Estaba convencido y no sólo por ésta su frase, que bien pudiera ser interpretada
como una manera un tanto romántica de expresarse, sino por la labor que como físico realizó;
estaba convencido, digo, de la inteligibilidad del universo físico. Es más, pensaba que los físicos
podrían desentrañar esta inteligibilidad.
¿Qué otra cosa si no esto fueron los estudios que llevó a cabo por comprender este universo
físico? Hay que reconocer que a lo largo de su vida intelectual, sobre todo en la segunda parte de su gigantesca
obra obtuvo fracasos, cuando menos parciales, en este desciframiento de la realidad. Sus teorías acerca
del campo unificado y del campo asimétrico no lograron explicar cabalmente el cosmos en su totalidad como
lo habían hecho -en el aspecto restringido de su alcance- las dos teorías de la relatividad.
Ahora bien, ¿en qué consistieron estos fracasos parciales? No en otra cosa sino en haber reconocido
que éstas sus teorías explicativas no daban cuenta de la realidad, no lograban captarla en toda su
complejidad y totalidad, complejidad y totalidad físicas, ciertamente.
¿No sería esto tanto como reconocer que es la inteligencia, la mente, la que debe doblegarse a
lo que la realidad es? ¿No significa esto precisamente el convencimiento intelectual que tenía Einstein
acerca de lo que es el conocimiento humano genuino dentro de una concepción epistemológica realista?
Desgraciadamente las cosas no son tan claras como aquí estamos dando la impresión. Declaraciones
y escritos del mismo Einstein van a enturbiar lo que pudiera señalarse como una teoría del conocimiento
realista de Einstein. Comentadores de su pensamiento y de sus teorías opinan de manera diversa a este respecto.
Biógrafos y divulgadores de sus teorías han sostenido el idealismo de Einstein, el positivismo o
aun el neopositivismo de Einstein, el empiriocriticismo o convencionalismo del sabio judío. Con algún
detalle veamos esto que se ha dicho y escrito.
III. Qué dice o escribe Einstein
Como ya lo he indicado, Einstein confiesa que la lectura de Hume -como la Kant y la de Mach- le ha sido muy
valiosa. Parecería que Einstein concedió un gran valor epistemológico- a la obra de Hume.
¿Pero qué fue en concreto lo que Einstein encontró en sus lecturas humeanas? Ciertamente que
puedo responder con seguridad a esta pregunta. El problema de Einstein era el de averiguar si es posible o no el
deducir de la observación de los fenómenos físicos las relaciones causales que los unen. La
respuesta de Hume es negativa; según él, es imposible penetrar la causalidad de los fenómenos
observables y la comprensión humana está entonces limitada, restringida a los fenómenos mismos.
Por otra parte -conocido de todos- Kant llegó a la noción del carácter a priori de la causalidad,
del espacio y del tiempo. Sin embargo, la concepción de Einstein según la cual el mundo real de la
materia es la causa de las impresiones de los sentidos y permite conocer las leyes objetivas del movimiento, no
pudo ser sacudida -ni menos aun, abandonada por la lectura de Hume.
Einstein parte de la idea siguiente: una serie de fenómenos observables no determinan inequívocamente
la naturaleza de las relaciones causales que los unen. Así pues, la descripción de las relaciones
causales se deduce, hasta cierto plano, independientemente de la observación directa. En este sentido Einstein
habla de la "libre construcción" de los conceptos que expresan relaciones causales. ¿Significa
esto que tales conceptos son nociones a priori, totalmente conceptuales o arbitrarias? ¡De ninguna manera!
La conexión causal de los fenómenos puede ser expresada por diferentes tipos de "construcciones"
y, en este sentido, la elección de estos conceptos es libre; pero deben estar de acuerdo con la observación
y resulta un deber de la inteligencia el elegir la construcción que realice mejor este acuerdo. Vistas Así
las cosas -a pesar de lo que dice textualmente Einstein-, las lecturas tanto de Hume como las de Kant no tuvieron
en Einstein sino influencia negativa.
Hay más. En cuanto a Kant, Einstein rechaza decididamente su epistemología. Prácticamente
Kant elevó el agnosticismo de Hume al nivel de un sistema sumamente elaborado, añadiendo ciertamente
algunas ideas sobre nociones físicas, v. gr. tiempo y espacio, que interesaban al joven Einstein. Lo que
he señalado sobre la manera puramente estética como Einstein evaluaba las doctrinas filosóficas,
se aplica plenamente a los trabajos de Kant. Einstein no aceptó nunca la epistemología de Kant; es
más, desde el punto de vista exclusivamente científico quizá sea la Teoría de la Relatividad
la doctrina que ha propuesto con mayor seriedad las objeciones más fuertes en contra de la concepción
kantiana acerca del tiempo y del espacio.
En particular rechaza Einstein la concepción a priori del espacio y del tiempo. Hume se había
interrogado acerca de la validez de la comprensión humana en general. Einstein se planteó la misma
cuestión a propósito de un dominio más restringido: la mecánica de Newton; estas dos
concepciones o, mejor, las soluciones a estos planteamientos se encuentran estrictamente opuestas una a la otra;
para discutir la validez de una teoría concreta históricamente limitada es preciso estar convencido
de la verdad objetiva de la ciencia, de su acercamiento a la verdad absoluta -que de ninguna manera quiere aquí
identificarse con verdad exhaustiva-; el criterio para juzgar, por parte del que niega -o por lo menos discute-
una teoría especifica es el acuerdo o no de esta teoría con la realidad objetiva. Einstein no podía,
pues, haber seguido el camino de la filosofía clásica en su evolución de Hume a Kant.
De hecho la filosofía clásica -la que aquí se ha mencionado- y las ciencias naturales buscaban
la verdad por caminos enteramente diferentes. Desde Newton las ciencias naturales habían progresado gracias
a la acumulación de datos empíricos y el aporte de la matemática, como de las aportaciones
de las ideas de conservación de la energía, de irreversibilidad y de evolución.
Por esta razón -entre otras- Einstein no podía encontrar en la filosofía clásica
que, por ejemplo, sigue Spinoza, un programa positivo para la interpretación de sus trabajos científicos.
IV. Einstein y la Doctrina Positivista
Por otra parte, queremos ver la influencia o las relaciones existentes entre el positivismo y Einstein, podemos
ponderar la influencia que el positivismo ejerció sobre sus trabajos iniciales de física. Desde el
punto de vista exclusivamente biográfico el problema se dificulta tanto o más que el anterior: las
relaciones e influencias del empirismo de Hume y el trascendentalismo de Kant vinculados con las teorías
de Einstein. Trataré de mostrar que así es, aunque sea con alguna brevedad. Esto está enormemente
relacionado con las concepciones de Mach, de las cuales elijo dos: "la ciencia estudia un conjunto de observaciones
y no existe causalidad objetiva independiente de la observación"; "los conceptos científicos
y las leyes son registros organizados de observaciones". La segunda, conocida también como una de las
tesis mayores del convencionalismo y asociada al célebre matemático H. Poincaré, declara que
los conceptos científicos son convenciones arbitrariamente -en todo caso, libremente- fijadas y que su acuerdo
o desacuerdo con la realidad no es algo que le competa a la ciencia.
Ahora bien, si desde un punto de vista biográfico, literario, Einstein fue un simpatizante de la concepción
de E. Mach, en ocasiones en que ciertamente no se comporta literariamente -su discurso a la Sociedad Francesa de
Filosofía (2)- declara más enfáticamente su rechazo de la concepción empirista,
convencionalista o positivista de Mach. Aludiendo en concreto a la circunstancia mencionada, no existe una declaración
de Einstein -casi provocativa más clara respecto de su concepción acerca de las relaciones ciencia-filosofía
y la filosofía de E. Mach; allí declara públicamente Einstein: "Mach es un triste filósofo"
(3). Lo cual no significa, que esto quede bien claro, que Einstein reprochara a Mach todo lo que este célebre
científico había escrito. En efecto, Einstein considero como una de las más afortunadas tesis
-pero no filosófica sino científica- en el terreno de la mecánica: su rechazo del concepto
de espacio absoluto.
En términos generales.la tesis de Mach afirma que todos los eventos naturales pueden ser explicados por
interacciones de cuerpos materiales. Esto, ciertamente no constituye -en sí mismo- una gran novedad dentro
de la ciencia. Mach, sin embargo, oponía ésta su tesis a la mecánica de Newton; Einstein denominaba
esta tesis como el célebre principio de Mach. Tal y como se mencionó renglones arriba, esta tesis
no es un principio filosófico, estrictamente se trata de una tesis de mecánica que ofrece una cierta
imagen o descripción del mundo, ciertamente diferente -no en cuanto a su aspecto matemático- de la
explicación y descripción newtoniana.
Ahora bien, de la crítica de la concepción newtoniana del espacio absoluto Mach pasa a la crítica
del espacio objetivo; he aquí un ejemplo de transformación en línea recta de un segmento de
la curva del conocimiento. Einstein, por el contrario, no dudó jamás de la objetividad del espacio.
La crítica de las concepciones newtonianas constituía para él un punto de partida en su investigación
de nuevos conceptos -de un nuevo concepto- de espacios, del espacio considerado como forma objetiva de la existencia
de la materia. No es lo mismo el principio -mecánico- de Mach, que ser partidario de la epistemología
positivista de Mach.
Hay que decirlo, por otra parte, Mach no estuvo de acuerdo igual que muchos de sus discípulos, con la
Teoría de la Relatividad. A lo sumo aceptaron el presentar las concepciones científicas de Einstein
-la Teoría de la Relatividad- como un ejemplo de aproximación positivista de la ciencia.
Curiosamente, Einstein tampoco tuvo simpatía intelectual estricta por las ideas filosóficas de
Poincaré. Sin embargo, ciertos científicos encuentran que, por los años treinta, Einstein
se aproximó a la idea formulada por Poincaré, según la cual las leyes y los conceptos científicos
son convenciones libres, seleccionadas de común acuerdo entre los científicos. Ciertamente, en sus
trabajos científicos -concretamente en sus investigaciones acerca de la unidad de los campos- Einstein enunció
con relativa frecuencia los criterios de claridad lógica y de universalidad para una teoría física.
Esto podría ser interpretado como significando la elección de una teoría haciendo abstracción
-no considerando- su correspondencia o acuerdo con la realidad objetiva.
En sus primeros trabajos sobre la Teoría de la Relatividad restringida Einstein privilegiaba el papel
de la observación directa y el recurso a cantidades y conceptos esencialmente observables. Sin embargo,
cuando dos hombres dicen o escriben la misma cosa, no piensan siempre y de manera necesaria en la misma cosa, sobre
todo si uno de ellos se llama Einstein. Me explico: Einstein y Mach hablan de experiencia, de observación,
etc. Pero para Mach estos términos no están asociados a fenómenos objetivos. Para Einstein,
observación y experiencia son manifestaciones de la realidad objetiva. Poincaré y Einstein hablan
-y también escriben- de una creación libre en el caso de las teorías físicas, pero
mientras que Einstein quiere significar que entre un cierto número de teorías, más o menos
"libremente creadas" -"libres" en el sentido que no proceden directamente de los datos experimentales
que pretenden explicar-, el científico debe elegir aquellas que concuerdan mejor con la realidad física.
Poincaré entiende por "creaciones libres" de la mente -a la hora de formular leyes como teorías
físicas- un conjunto coherente de proposiciones que no tienen nada que ver con la realidad.
V. Las Creaciones Libres Científicas
La idea de "libre creación de las teorías físicas" merece una particular atención.
En una conferencia impartida en Oxford en el año de 1933, Einstein habla del "camino exacto" de
la ciencia a propósito de las "creaciones libres de construcciones lógicas". Ahora bien,
esta idea de "creación libre", que aparece en numerosos escritos de Einstein, ha dado ocasión
a más de un malentendido. P. Frank, habitualmente imparcial cuando expone los puntos de vista de Einstein
en contra de la filosofía de Mach o contra el positivismo, ensaya al menos reconciliar el punto de vista
de Einstein y la epistemología "neomachiana" del "Círculo de Viena" razonando
a partir del concepto de "libre creación de construcciones lógicas" .
La significación que Einstein concedía al binomio "creación libre" en la ciencia
aparece a continuación -en la página siguiente- de la conferencia a la que he hecho alusión
anteriormente (4) y ahí señala, a la letra: "es mi convicción que la pura construcción
matemática nos permite descubrir conceptos con las leyes que a ellos se vinculan, que nos dan la clave de
los fenómenos naturales. La experiencia puede, ciertamente, guiarnos en nuestra elección de los conceptos
matemáticos útiles; ella no puede prácticamente ser la fuente de la cual brotan. En un cierto
sentido, pues, tengo como verdadero que el pensamiento puro es capaz de captar lo real como los antiguos lo pensaban"
(5).
Esta declaración de los derechos del "pensamiento libre" estaba dirigido contra el pensamiento
empirista de Mach, contra la "descripción pura" y el confinamiento de la construcción científica
en los reportes fenomenológicos acerca de los hechos. Sin embargo, ¿no se podría decir que
finalmente Einstein vuelve a caer en las posiciones aprioristas kantianas? En efecto, ¿no declara expresamente
que la mente, el espíritu deduce libremente la imagen del mundo a partir de formas a priori del entendimiento,
o a partir de "convenciones arbitrarias"?
Poseemos, afortunadamente, un criterio para responder a esta cuestión. La línea divisoria entre
estas dos actitudes se sitúa en el reconocimiento de la naturaleza objetiva de la realidad física.
La respuesta es, pues, negativa. Einstein está convencido, primero: de la realidad objetiva; segundo: del
reconocimiento objetivo de esta realidad y sus ideas físicas -más quizá que lo que escribe
sobre este particular- brotan naturalmente de esta posición epistemológica. ¿Qué significa,
entonces, la expresión "libres creaciones del espíritu humano"?
Trato de responder o perfilar mejor la respuesta a esta cuestión importante. Ciertamente que es el espíritu
el que desarrolló construcciones hipotéticas que no están necesariamente -cuando menos en
el campo de las ciencias naturales- impuestas por la experiencia. Las observaciones -nuestras impresiones sensibles-
nos guían en la elección de estas construcciones, que no son principios a priori, sino que más
bien derivan a su vez de la idea general del mundo, basada esta última en la totalidad de las observaciones
y en la acumulación de los conocimientos que tenemos acerca del mundo. Luego, en alguna forma sugeridos
por la experiencia y no deducidos de formas a priori de nuestro espíritu.
Para Einstein, si tales principios generales están en concordancia con las observaciones subsecuentes,
constituyen una refutación del subjetivismo en su forma extrema: el solipsismo. Forma extrema, ciertamente,
pero a la cual hay que llegar si se quiere ser consecuente y coherente con la concepción subjetivista.
En su "Respuesta a la critica" -artículo de Einstein que aparece en el libro publicado en su
honor: Einstein, filósofo, científico, Einstein declara que la actitud positivista de base se encuentra
al mismo nivel que la actitud de Berkeley: esse est percipi. El mejor argumento en contra del positivismo lo constituye
la confirmación continua de la concepción general del mundo, la confirmación de su existencia
y de su unidad. Si de conclusiones basadas sobre esta concepción -pero no derivando inmediatamente de los
fenómenos, en el sentido que nos fuesen impuestas necesariamente- son confirmados por la experiencia, el
conocimiento no está entonces limitado a los solos fenómenos; él puede penetrar más
allá de los fenómenos descubriendo sus causas objetivas. Las "libres creaciones del espíritu"
constituían, pues, a los ojos de Einstein, un argumento contra Berkeley y sus discípulos.
Pero, ¿cómo es posible que una pura "construcción matemática" nos permita
descubrir con las leyes que dicen alguna referencia con respecto a los objetos, dándonos la clave de los
fenómenos naturales? ¿Cómo es posible que el pensamiento puro -en el sentido en que lo hemos
explicado- sea capaz de captar lo real tal y como los antiguos lo pensaron, para emplear una expresión einsteniana?
Ciertamente que estos asertos epistemológicos descansan sobre un principio ontológico: el mundo,
el universo no es un caos de fenómenos aislados; es más bien una entidad en la cual los fenómenos
naturales están vinculados por una relación causal universal que determina su curso y desarrollo.
Nosotros percibimos esta conexión que nos permite penetrar más allá de los fenómenos,
trascendiéndolos; la existencia de la causa objetiva que los subtiende está probada por el acuerdo
de la "construcción libre" con los resultados de la experiencia. "Construcción libre"
entonces, significa que deriva más bien de una concepción general acerca del mundo en su totalidad
que no predeterminada por una determinada observación específica.
Tal esquema ontológico y epistemológico supone que las "construcciones matemáticas"
pueden o no coincidir con los resultados de una experiencia física y esto excluye inmediatamente la concepción
un tanto primitiva -en el campo de la ciencia natural y de la matemática- que declara que los teoremas geométricos
son convenciones arbitrarias o posesiones a priori del espíritu humano.
Einstein presenta una exposición extraordinariamente lúcida de lo que él entiende por "libre
creación del espíritu humano" en su artículo "La influencia de Maxwell sobre la
evolución de la concepción de la realidad física" (6). Comienza exponiendo su
creencia en la naturaleza objetiva de la realidad física.
"La creencia en un mundo externo, independiente del sujeto que lo percibe, se encuentra a la base de toda
la ciencia de la naturaleza" (7), señala Einstein. "Ahora bien, como sin embargo, las percepciones
de los sentidos no proporcionan sino informaciones sobre este mundo externo o sobre la realidad física,
esta última no puede ser aprehendida sino por la vía especulativa. Resulta, pues, de todo esto, que
nuestras concepciones acerca de la realidad no pueden ser nunca definitivas. Debemos estar siempre dispuestos a
modificar estas concepciones, es decir, el fundamento de nuestra física, si es que queremos estar de acuerdo
de una manera cada vez más perfecta, con los hechos de experiencia" (8).
Einstein, no opone, pues, cuando menos en forma radical, el razonamiento especulativo a la percepción
de los sentidos. La fuente del pensamiento especulativo reside en la experiencia, no en conceptos a priori -como
la había afirmado Kant- o en unas series de convenciones -como lo quiere Poincaré-. Se opone, sin
embargo, a las impresiones individuales de los sentidos en el sentido que ellas no presentan una imagen correspondiente
de manera idéntica a la realidad física.
Quiero formular en este momento que la solución que presenta Einstein no es la única viable -dentro
de una concepción realista y objetiva acerca tanto de la realidad extramental como acerca del conocimiento
que de ella tengamos-; sin embargo, primero: estoy exponiendo lo que podría denominarse la epistemología
-teoría del conocimiento- de Einstein; y, segundo: mostrando que ésta su concepción epistemológica,
por más que de forma un tanto literaria se ha querido hacerla coincidir con la filosofía kantiana,
con el empiriocriticismo de Mach y con el convencionalismo de Poincaré, un análisis serio desautorizaría
esta supuesta coincidencia.
Continúo con el pensamiento de Einstein. La naturaleza no apriorística y no convencionalista de
las "construcciones especulativas" se aprecia por el hecho que ellas no pueden nunca ser aceptadas como
definitivas, aun en el caso que se tratara de nociones fundamentales para la ciencia física. Dependen -estas
"construcciones libres del espíritu"- de la totalidad de las observaciones, de la ilimitada serie
de experiencias que hace progresar a la física hacia una descripción -y explicación (9)-
más exacta de la realidad. Los axiomas de la física no son jamás definitivos y el momento
de su revisión sobreviene irremediablemente, pero la independencia de la realidad física con relación
al observador no está sujeta a revisión; constituye la base de toda la teoría física.
"Libre creación del espíritu" significa pues, libertad con relación a los resultados
específicos y parciales de la observación, pero dependencia con relación a la concepción
general del universo y de la totalidad de las impresiones de los sentidos o de las experiencias. De ello resultan
conceptos científicos que no derivan únicamente de las observaciones -por más que de alguna
manera estén sugeridos por ellas- y que son "creaciones libres del espíritu". A veces se
denominan hipótesis y son, en cierto modo, "avanzadas a crédito" ya que están sujetas
a verificación o confirmación ulterior y pueden conducir a su rechazo o contribuir a elevarlas, sin
equívoco, al rango de teoría.
Puede apreciarse, pues, que Einstein rechaza tanto el empirismo fenomenista de Mach como la noción convencionalista
según la cual el pensamiento puramente lógico es independiente de la experiencia. Este ensayo muestra
igualmente que la oposición de Einstein a estos esquemas epistemológicos se basaba en una interpretación
de la historia del pensamiento científico que no es ciertamente el mismo en los albores de la humanidad
científica, en el Renacimiento y en la época actual de la ciencia. Sin embargo, Einstein ha señalado
que a través de estos diversos momentos se encuentran algunas constantes -invariantes- a las cuales no se
puede renunciar so pena de destruir la misma ciencia que se está construyendo: la objetividad de la realidad
externa, la objetividad de nuestro conocimiento de ella, la independencia -en materia de conocimiento- entre sujeto
y objeto y la universalidad de la causalidad en el dominio de las ciencias de la naturaleza, serían algunos
de estos invariantes. Que algunos de ellos, quizá en particular el último mencionado, le haya valido
a Einstein una serie de críticas -piénsese en su no aceptación tal cual y como definitiva
la teoría cuántica- es otro problema del cual no quiero ocuparme por el momento, desbordaría
los límites de un ensayo para ser presentado en el presente Coloquio Nacional de Filosofía.
"Sólo en un caso el entendimiento gigante de A. Einstein se permite -por decirlo de alguna manera-
un acto de fe, y es en la aceptación de un principio que ni parece gozar de una evidencia puramente lógica,
analítica, ni parece que pueda ser suministrada por la experiencia científica, como indicó
Hume -abriendo el camino a los juicios sintéticos a priori de Kant- puesto que toda experiencia científica
lo presupone: el principio de causalidad. En este punto Einstein fue inflexible como también lo fue Planck-
a lo largo de su carrera científica, frente a las afirmaciones excesivas del indeterminismo en la línea
de Heisenberg y Born" (10).
Se trata pues, de saber si el ser es accesible al pensamiento, o, por el contrario, el ser es para el pensamiento,
cuando menos de una manera parcial, un más allá absoluto, un recinto de tinieblas, lo de suyo ininteligible.
¿Es que existe ser -o seres- que escapan totalmente a la captación del pensamiento? Y en el ser mismo
que alcanzan, ¿existen zonas de suyo totalmente inalcanzables y que de ninguna manera pueden ser alcanzadas
por el pensamiento?
Conviene notar que es un problema crítico -epistemológico en el sentido de una teoría del
conocimiento-, pero que tratado a fondo tiene que ser desbordado por una consideración ontológica.
"No creo equivocarme si añado que se trata de un problema fundamental; efectivamente, no se trata aquí
de saber si la inteligencia humana puede alcanzar lo verdadero, lo absoluto, lo en sí, sino de saber si
la noción misma de verdad tiene algún sentido, si el pensamiento puede acceder al ser" ( 11).
NOTAS
- (1) M. Planck, Autobiografía, p. 208.
(2)Marzo de 1922.
(3)"Discurso en la Sociedad de Filosofía Francesa", marzo de 1922
(4)Oxford, 1933.
(5)P. Frank, Einstein, sa vie et son temps, p. 428
(6) Sabido es que Einstein mantenía una profunda admiración por Maxwell como físico.
Este último había introducido en la ciencia física de manera sistemática la noción
de 'campo' que Einstein posteriormente tratará de ampliar a sus teorías científicas.
(7)A. Einstein, Comment je vois le monde, p. 194
(8)Ibid.
(9) Apréciese que Einstein entiende que las leyes de la naturaleza, descubiertas y estudiadas por
la ciencias de la naturaleza, nos permiten hacer una explicación acerca del mundo físico, y no sólo
una descripción. De allí su célebre frase tantas veces citada: "Lo que permanece como
eternamente incomprensible es la inteligibilidad misma del universo".
(10)J. A. Serrano, Introducción a la filosofía de la ciencia, p. 26.
(11)J. A. Serrano, El Pensamiento de Albert Einstein, p. 28.
BIBLIOGRAFIA
Frank, P. Einstein, sa vie ef son temps. Editions Albin Michel.
Michelmore: Einstein, perfil de un hombre. Nueva Colección Labor.
Serrano, A . Jorge El pensamiento de Einstein . Ed . Edicol .
Poincaré, H. La ciencia y la hipótesis. Colección Austral, Espasa Calpe, Argentina,
S.A. Buenos Aires, México.
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