RESEÑAS

Ludwig von Bertalanffy. Robots, Hombres y Mentes. (La Psicología en el Mundo Moderno); Editorial Guadarrama. Colección: Punto Omega. Traductor: Fernando Calleja. 2a. Edición, Madrid 1974. 189 pp. 

  Las ideas expuestas por el autor en Robots, Hombres y Mentes proceden de su intervención en las lecciones inaugurales Heinz Werner en la Universidad de Clark (Worcester, Massachusetts), los primeros días de enero de 1966. Este libro se inscribe en el campo de la sociología del conocimiento, definida por Bertalanffy como el " ... estudio de las interrelaciones e interacciones de la situación sociocultural, la ciencia y la perspectiva mundial en un determinado periodo", (p. 7).

Ludwig von Bertalanffy es reconocido como un estudioso interdisciplinario y padre de la teoría general de sistemas de la que proveyó sus aportaciones preliminares al defender el punto de vista organicista en el terreno biológico. La obra reseñada ahora, ofrece una revisión de lo que el autor considera "psicología del hombre autómata", imagen humana derivada de la filosofía positivista conductista, y desarrollada tanto en la tecnología física (manipulación de la naturaleza) como en la tecnología sicológica (manipulación del individuo y la sociedad).

El libro se divide en dos grandes apartados: 1) "Hacia una nueva imagen del hombre", y 2) "Hacia una nueva 'Filosofía Natural"'En el primero de ellos, Bertalanffy rebate la interpretación conductista del hombre que lo limita al esquema Estímulo- Respuesta (E-R), arguyendo la existencia del comportamiento exploratorio, el juego, las actividades creadoras, y en general todas las actividades simbólicas. En la creación de un universo simbólico ubica el autor la diferencia esencial con el mundo de los animales. Propone entonces la concepción del organismo como "actividad primaria" (autónoma) trascendiendo lo formulado en el modelo E-R.

Para Bertalanffy, la capacidad netamente humana de crear simbolos nos hace vivir precisamente en un "universo simbólico", un mundo de valores más que de hechos. Es esta situación precisamente la que nos lleva más allá de la utilidad biológica de nuestro comportamiento, nos permite imaginar y prever un porvenir y realizar actividades intencionales con metas futuras, también representadas simbólicamente.

La conducta instintiva se ve sobredeterniinada por un marco simbólico, por una ideologia. El simbolismo es pues, "el invento básico del hombre": así, según Bertalanffy, el pecado bíblico consistió en "comer el fruto del árbol de la ciencia" (p. 57), lo que puede expresarse como la creación de universos simbólicos, productos humanos cuya autenticidad depende de un juicio previo y subjetivo. De esta manera -nos dice el autor-, la humanidad se, ha venido destruyendo por "aras inoperantes", artificios simbólicos (nación, religión, dinastía, democracia, comunismo, etc.) creados por la razón humana, y que proporcionan fuertes motivos de agresión debido a la superestructura simbólica que manejan. Bertalanffy presenta una "teoría simbólica" de los valores, es decir, considera que éstos son superestructuras simbólicas creadas en un plano superior al del instinto.

Vemos entonces que son los valores, las ideas, las que constitu- yéndose en concepciones del mundo, determinan actitudes y acciones humanas. De aquí que Bertalanffy se detenga en el papel que los profesores juegan en este proceso como traspuntes de la conciencia. En sus palabras: "somos nosotros quienes verdaderamente fabricarnos las gafas a través de cuyos cristales la gente ve el mundo y se ve a si misma, sin saber y sin darse cuenta de quiénes fueron los que se las casaron sobre su metafórico o metafísica nariz". Es posible que seamos los grandes fabricantes de gafas de la historia. Por eso la labor intelectual es algo más que copiar datos o construir ingeniosos artefactos. Es una responsabilidad tremenda y debemos afrontarla". (p. 76).

En la segunda parte, "Hacia una nueva 'Filosofía Natural'," el autor habla de que cualquier teoría o descubrimiento científico de alcance, propone a su vez una perspectiva del mundo, es filosofía natural o "metaciencia". Existe, como hemos visto, una metafísica positivista manifiesta en la imagen del hombre autómata. Ahora, el planteamiento en ciernes lo constituye la idea del mundo como organización. La ciencia clásica se ocupaba de la causalidad lineal, de la complejidad desorganizada, del mundo como caos.

Actualmente, el campo de la ciencia se ve invadido por concep- tos emanados de la teoría general de sistemas, de la cibernética, la teoría de la información, las teorías del azar y de las decisiones, cte. El campo común en estas disciplinas es precisamente el concepto de "sistema", conjunto ordenado de elementos en constante interacción. Esto facilita el estudio de partes de la naturaleza cada vez mayores y ubicadas en amplios contextos. Bertalanffy planteó el principio de organización en la biología organicista. ..... el orden y la organización de las partes y los procesos en todos los niveles del mundo vivo". (p. 81).

Vemos ahora que tanto en la biología como en las ciencias del comportamiento se encuentran fenómenos inexistentes en el campo de la naturaleza inanimada y para los que la física (ciencia exacta por excelencia) no ofrece conceptos, fenómenos sin significación para sus categorías conceptuales. Y es que los fenómenos y procesos del mundo vivo resultan contradictorios respecto al segundo principio de la termodinámica: éste plantea que los procesos físicos tienden hacia una creciente entropia, hacia estados altamente probables, hacia la desaparición del orden y la diferencia. Los sistemas vivos por su parte, tienden hacia estados improbables, se mantienen en estado de equilibrio y presentan un aumento en el orden y diferenciación de sus componentes. Esto es claro si observamos el desarrollo de un organismo o la evolución en general.

¿Qué "metaciencia" se desprende de estas consideraciones? Contrastando con el concepto del mundo como caos, emerge el del mundo como organismo ordenado. Se acepta la existencia de procesos de regulación, evaluación hacia una organización superior, orientación hacia una meta, cte., tanto en lo biológico como en lo social, características que los conceptos fisicistas tradicionales ubicaban en el terreno de la metafísica.

Así, la teoría general de los sistemas, continúa el autor, se nos presenta como una "ciencia de la integridad", de las entidades totalitarias que el prejuicio epistemológico mecanicista excluía como objetos del conocimiento científico. Las características de los sistemas son aplicables evidentemente al campo de la sicología apoyando la tesis del sistema activo de la personalidad, y del hombre como integridad. Para Bertalanffy, la teoría general de los sistemas puede contribuir al desarrollo de una teoría sicológica distinta radicalmente del conductismo y capaz de afrontar el problema de la complejidad organizada a nivel humano.

Vemos entonces cómo cada periodo de la historia vive una visión del mundo acorde con el pensamiento científico en boga.

Con el auge de la matemática aparecieron filosofías ajustadas a sus conceptos (Spinoza, Descartes). Posteriormente el desarrollo de la física puso en vigor el concepto mecanicista del mundo. Ahora que la biología y las ciencias del comportamiento se elevan a un primer plano, aparece el concepto del mundo como organización. Este concepto toma en cuenta aspectos de la realidad anteriormente relegados (como la unidad mente-cuerpo, por ejemplo) y lo que es más importante, reconoce que todo concepto del mundo es sólo un aspecto, una perspectiva de la realidad, nunca la verdad última.

De esta manera Bertalanffy plantea la necesidad de hacer una ciencia realmente humana, que abandone su papel de acumuladora de datos, base para la explotación tecnológica en beneficio de una minoria. Y este planteamiento resulta importante dado que hasta hoy, la ciencia ha contribuido en la tarea de hacer de los individuos autómatas manejados "como enormes ratas de Skinner " en los laboratorios del mundo "civilizado", en aras de la producción y el consumo, ofrecidos al dios económico (y por supuesto, a todo lo que éste nos puede brinda si cumplimos sus preceptos), que al parecer se ubican en la base de la "filosofía natural" imperante.

Alicia Lozano Mascarúa