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El propósito de este trabajo es plantear algunas interrogantes sobre los contenidos actuales de la enseñanza
de la ciencia económica, a la luz de los profundos cambios que tal ciencia ha sufrido como resultado, fundamentalmente,
de la "controversia de los Cambridge".
INTRODUCCIÓN Contenido
Para ubicar la importancia de las interrogantes a plantear, hemos creído necesario hacer un sintético
repaso de los principales contenidos de la "controversia", con el fin de estar en posibilidad de calibrar
los problemas que ésta plantea actualmente en la enseñanza de la economía. Está por
demás decir que los recientes desarrollos teóricos no tienen razón de quedarse "marginados"
en la literatura especializada, sino que deben difundirse en los niveles de la enseñanza media y superior
para que rindan ulteriormente sus frutos en provecho de la formación actualizada de nuevas generaciones
de economistas.
Finalmente, es necesario decir que nuestra motivación parte de la asombrosa lentitud con que las universidades
del país recogen en sus programas de economía, administración, educación, estas importantes
aportaciones que se han desprendido de la llamada "controversia de los Cambridge".
1. La "Controversia de los Cambridge" Contenido
En las últimas tres décadas la teoría económica neoclásica(1) se
ha visto cimbrada en sus más profundos cimientos. Las críticas iniciadas por Joan Robinson en su
célebre artículo de 1953 "The Production Function and the Theory of Capital"(2),
se convirtieron en un alud que desencadenó siete años después el trabajo de Piero Sraffa,
Production of Commodities by Means of Commodities(3), en Cambridge, Inglaterra. Un intenso flujo de
críticas, respuestas y contrarrespuestas llenó las revistas especializadas más prestigiadas
de economía (Quart Jornal, Economy Review of Economics Studies, Econométrica, etc.). A esta polémica
se le denominó la "controversia de los Cambridge" (4). A pesar de que renombrados economistas
de otros países, sobre todo de Italia (Luigi L. Pasinetti, Pierangelo Garegnani entre otros), entraron en
la discusión, la "controversia" se centró en dos polos: por un lado Cambridge Inglaterra
y por el otro Cambridge de Estados Unidos, teniendo este último por centro de operaciones al M.I.T. (Massachusetts
Institute of Technology). En Inglaterra el grupo estuvo encabezado por la misma Joan Robinson (aunque es claro
que bajo estrecha comunicación con Sraffa(5); mientras que en el M.I.T. por Paul A. Samuelson
(Premio Nobel de Economía, 1970). El punto medular de polémica era "la medición del capital".
Explicar la importancia de tal concepto estribaba en que para medir la tasa de beneficio (el concepto teórico
más importante en una economía de mercado) es necesario medir el capital heterogéneo, para
de ahí derivar la magnitud del beneficio por medio de la teoría de la productividad marginal.
(1.) La teoría neoclásica se denomina también teoría marginalista
o teoría microeconómica. La teoría neoclásica fue fundada por Walras, Jevons y Marshall,
entre otros, a finales del siglo pasado. Prácticamente ha sido la corriente dominante en lo que va del siglo
XX.
(2.) Robinson, Joan, "The Production Function and the Theory of Capital", Review of Economics Studies,
Vol 1953-1954, pp. 81-106. Existe traducción al español. Véase Lecturas del Fondo de Cultura
Económica, No. 18, 1977, pp. 51-67.
(3.) Sraffa, Piero, Production of Commodities by Means of Commodities. Cambridge: Cambridge University
Press, 1960. Existe edición al español bajo el título de Producción de mercancías
por medio de mercancías. Barcelona: OIKOS-TAU, S.A. 1966. Nos referiremos a esta obra más adelante.
(4.) Una historia de la polémica se encuentra en G.C. Harcourt "Some Cambridge Controversies in the
Theory of Capital", Journal of Economic Literature, 1969. Traducido al español en Teoría del
capital y la distribución de Oscar Braun, Editorial Tiempo Contemporáneo, 1973, pp. 213-279.
(5). Robinson, Joan, Contribuciones a la teoría económica moderna. México: Editorial Siglo
XXI, 1979 (1978), pp. 11-24.
Joan Robinson demostró en su artículo de 1953 que para medir el capital era necesario conocer los
precios, los cuales a su vez necesariamente contienen la tasa de beneficio, por lo cual esto no era posible. Este
punto es esencial (6), para comprender la "controversia de los Cambridge". Por tal razón,
nos detendremos en él tratando de explicitarlo. Con esto, a nuestro juicio, podremos ubicar al lector en
la dimensión real de la importancia de esta polémica no sólo para el pensamiento económico
sino también para su enseñanza y difusión contemporáneas.
(6.) Aunque no único, de él se derivaron directamente otros temas de discusión
no menos importantes.
Nuestros conceptos a discutir son: función de producción, medición del capital y productividad
marginal. Estos tres conceptos estrechamente vinculados entre sí determinan la oferta de bienes en el mercado
(teoría de la producción).
La oferta y la demanda (teoría de la conducta del consumidor) determinan en el mercado los precios (teoría
de los precios). Estos son los conceptos fundamentales sobre los cuales descansa la teoría neoclásica
para explicar el funcionamiento de la sociedad capitalista. Recordemos que los precios son el mecanismo mediante
el cual se asignan eficientemente los recursos escasos de una sociedad determinada. La eficiencia radica en que,
simultáneamente, el beneficio del empresario (teoría de la producción) y la utilidad del consumidor
(teoría de la demanda) se maximizan.
La "controversia de los Cambridge" va dirigida a la teoría de la producción. Esta a su
vez contiene una teoría de la distribución del ingreso, en tanto que, para explicar los bienes ofrecidos
en el mercado, debe hacerlo bajo la restricción de maximización del beneficio de la empresa y en
relación con la determinación de los salarios. Adentrémonos entonces en la explicación
neoclásica de la distribución del ingreso para poder mostrar su crítica.
Para la teoría marginalista el producto social es generado por las personas participantes en el proceso
de producción. Existen modos distintos de participar en tal proceso. Esta diferencia estriba en el tipo
de contribución que hacen. Pueden tratarse de trabajo (factor trabajo), tierra (factor tierra) o capital
(factor capital). En este sentido todas las personas proporcionan algún servicio productivo. El producto
realizado es repartido entre los factores que han contribuido a la producción. La regla objetiva que rige
la distribución del producto es denominada productividad marginal.
Obviamente la productividad marginal del factor productivo no es ajena al estado en que se encuentra la tecnología.
La función de producción nos expresa las posibilidades técnicas de producción actuales,
relacionando las cantidades de productos físicos que se pueden obtener a cada combinación de factores
productivos. Matemáticamente la función de producción se expresa en la forma siguiente: Q
= f(L, K, T) donde Q es la tasa de producción de bienes físicos, L la cantidad de trabajo, K una
cantidad de capital y T una cantidad de tierra.
Ilustremos la explicación neoclásica de la distribución del ingreso apoyada en los conceptos
de la productividad marginal y de la función de producción, porque en ellos descansa toda la estructura
teórica marginalista, y es a ellos, precisamente, adonde se dirigió la crítica. Supongamos
una hectárea de tierra, un trabajador y un determinado acervo de capital (tractor, bomba hidráulica,
etc.). Tenemos ahí reunidos los tres factores de la producción que coordinados nos darán,
por ejemplo, 100 toneladas de trigo. El problema radica en explicar cuánto produce cada uno de estos factores
y con ello conocer su retribución (el pago al factor). La forma en que los neoclásicos determinan
la distribución consiste en variar algunos de los factores dejando todos los demás constantes. Matemáticamente,
la productividad marginal se expresa a través de la derivada parcial sobre la función de producción
Q = f(L,K,T). Por ejemplo variemos el número de trabajadores a dos, y dejemos el mismo acervo de capital
y la hectárea de tierra. Pongámoslo a trabajar; tendremos como resultado 110 toneladas de trigo al
final del ciclo productivo. Eso nos indica que la incorporación de un trabajador más nos dio como
resultado 10 toneladas de trigo. Lógicamente la productividad de este último trabajador (al margen)
es de 10 toneladas. Este será su ingreso, o sea su salario como retribución a su servicio en trabajo.
Incorporemos otro trabajador, permaneciendo los demás factores productivos constantes y tendremos, por ejemplo,
que la producción fue de 118 toneladas. Tenemos ahora que el salario será el equivalente a 8 toneladas,
etc.
Realicemos el mismo procedimiento pero ahora para la tierra haciendo que permanezcan constantes los demás
factores (el acervo de capital y el trabajador). Anexemos a la producción una hectárea de tierra
más. Tendremos, por suponer, un producto total de 160 toneladas de trigo, de donde se deduce inequívocamente
que las 60 toneladas de trigo son resultado de haber incorporado una hectárea más de tierra y que
en consecuencia esas 60 toneladas de trigo deben ser los ingresos de quien prestó el servicio productivo
de una hectárea más (renta de la tierra).
En la misma forma, incorporemos hectárea tras hectárea y observaremos transparentemente la productividad
marginal de la tierra. Lo interesante e importante ocurre al tratar de medir la productividad marginal del capital.
En el caso de la tierra y los trabajadores podíamos haber supuesto que cada incremento, en alguno de estos
factores, era homogéneo; es decir era semejante al anterior. Los trabajadores incorporados al proceso productivo
tenían igual capacitación, y las tierras incorporadas eran de la misma calidad. Para el capital este
supuesto es imposible. El acervo (stock) de capital de una granja agrícola está lejos de constituirse
exclusivamente por un solo elemento; por el contrario tiene una variedad inmensa de componentes físicos
heterogéneos que son utilizados simultáneamente en la producción, como son: tractores, fertilizantes,
semillas mejoradas, bombas hidráulicas, palas, azadones, trilladoras, alambre de púas, electricidad,
etc. Nos encontramos entonces con la necesidad insalvable de medir un conjunto de bienes físicos heterogéneos
antes de poder estimar la productividad marginal (la ganancia) del capital. Este es el problema de la medición
del capital. El hombre de la calle sabe perfectamente que la única forma posible de medir las mercancías
totalmente diferentes (heterogéneas), es mediante la magnitud de su valor, es decir, a través de
los precios (7).
(7.) Sabemos que una llanta de automóvil es igual a cincuenta paquetes de cigarros solamente
porque aquélla tiene un precio de quinientos pesos y éstos de diez pesos cada uno.
Midiendo el conjunto de bienes físicos por los precios, hemos homogenizado lo que físicamente se
nos presenta como heterogéneo. Pareciera que estamos en posibilidad de pasar a medir la productividad marginal
del capital y determinar la ganancia en base a su contribución tal como lo hemos hecho anteriormente para
la tierra y el trabajo. Pero esto no es así. Veamos por qué. ¿De qué está compuesto
el precio de cualquier bien que se ofrece en el mercado, sea este bien de consumo o bien de capital? Está
compuesto de las siguientes partes: salario, ganancias y costo de los insumos necesarios para la producción.
Esto significa que para calcular la ganancia (pago al servicio prestado por el factor capital) es necesario conocer
de antemano los precios y por lo tanto la ganancia que ya está incluida en ellos. En otras palabras, la
escuela neoclásica está encerrada en un círculo vicioso que consiste en decir: para determinar
la ganancia por medio de la productividad marginal necesito saber primero... la ganancia. O dicho en términos
más generales, para determinar la distribución del ingreso entre los factores productivos participantes
debo conocer primero la distribución del ingreso. Veamos qué otro tipo de contradicciones se desprenden
de esta indeterminación en que se encuentra el concepto neoclásico de capital. Imaginemos que hay
un aumento en los precios de los elementos que constituyen el acervo de capital. Por ejemplo, una variación
en la tasa de ganancia -o sea en la distribución del ingreso- que conduce necesariamente a la modificación
de los precios. Supongamos que el conjunto de elementos del acervo de capital, antes señalados, tenían
un precio de 5,000 pesos. Es decir que ésa era la magnitud del capital antes del aumento de precios. Sabíamos
también que a esa magnitud del factor utilizado en la función de producción correspondía
una cierta magnitud de producto, digamos 230 toneladas de trigo. Con la elevación de precios que hemos supuesto,
los mismos elementos físicos del capital, cuestan ahora 7,000 pesos. Nótese bien, los elementos físicos
del capital no han variado. La variación de la magnitud del capital es resultado exclusivo del aumento de
precios. Si llevamos esta nueva magnitud de capital a la función de producción, obviamente nos ubicaremos
en otro punto del eje donde se mide el capital (antes en el punto correspondiente a 5,000 pesos, ahora en el punto
de 7,000 pesos). Necesariamente, por estar en otro punto, el producto correspondiente a esta última magnitud
es diferente digamos 280 tn. ¿Cómo explicamos la diferencia de 50tn. (280tn. contra 230tn.) producidas
si los insumos y el capital físico utilizados son exactamente los mismos?
La esencia del problema radica en que para conocer la magnitud del capital es necesario conocer de antemano la
distribución del ingreso (ganancia y salario) y con ellos los precios. O sea que tenemos la siguiente relación
causal:
Distribución del ingreso y precios |
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Medición del capital |
Los neoclásicos en su teoría de la distribución, proponen una relación causal inversa:
Medición del capital |
|
Distribución del ingreso y precios |
Pero lo que J. Robinson les ha demostrado es que su relación causal en el fondo es aparente, motivo por
el cual surgen las incoherencias antes señaladas. Es aparente porque para medir el capital y derivar de
ahí, la distribución y los precios, han tenido que presuponer la distribución (ganancia y
salario) y los precios. Tenemos entonces, en resumen, que es incoherente la forma teórica de proceder de
los neoclásicos para determinar la tasa de ganancia (y en general la distribución del ingreso y los
precios) por medio de la función de producción y la productividad marginal de los factores. Este
era, sencillamente, el contenido del artículo de J. Robinson en 1953.
En 1961 el profesor Paul A. Samuelson, principal representante de la versión neoclásica, invitó
a Joan Robinson a discutir el tema al M.I.T., en Cambridge, Estados Unidos (8). Poco después
en 1962, respondía al artículo de Joan Robinson, dedicándoselo y proponiendo en vez de una
función de producción, una función sustitutiva (9), es decir, un modelo que tenía
la capacidad de explicar la distribución del ingreso (el pago a los factores productivos), exactamente como
se realizaba en base a la función de producción con la noción de productividad marginal, pero
que partía explícitamente de considerar que el capital era heterogéneo, sin tener que recurrir
a los precios para homogenizar el capital. Esto es evitando el problema de la medición del capital.
(8.) Robinson, J. op. cit.
(9.) Samuelson, P.A. " ... and Realism in Capital Theory: the Surrogate Production Function", Review
of Economic Studies, vol. 39, 1962, pp. 193-206. Existe traducción al español. Lecturas del Fondo
de Cultura Económica, No. 18, pp. 211-230.
Sin embargo, sólo un año después (1963), el profesor Pierangelo Garegnani, de Italia, respondía
el artículo de Samuelson (10). No explicaremos la demostración de Garengnani, basta apuntar
solamente su conclusión: "... sólo existe una 'función de producción sustituta'
(la propuesta por Samuelson) para una economía donde un solo bien se produce a sí mismo y por trabajo"
(11). Esto significa que la teoría neoclásica, en resumen, sólo es capaz de explicar
una "curiosa" economía donde el producto es a la vez él mismo, su insumo. En otras palabras,
en las economías de mercado donde lo característico es el intercambio múltiple e inevitable,
dado que la producción descansa en una división del trabajo nacional e internacional, la teoría
marginalista sólo es capaz de reflejar teóricamente un mundo donde existe sólo una mercancía.
(10.) "heterogeneous capital, the production function and the theory of distribution",
Review of Economic Studies, vol. 37, 1970, pp. 407-436. Traducido al español en Lecturas No. 21, F.C.E.
México, pp. 233-276.
(11.) Ibid. Edición de Lecturas del F.C.E., p. 255.
Samuelson reconoció perfectamente la situación de la teoría neoclásica al decir "...
si todo esto causa dolores de cabeza a quienes suspiran por las viejas parábolas de la teoría neoclásica,
deberemos recordarles que los académicos no han nacido para llevar una existencia fácil. Debemos
respetar y evaluar los hechos de la vida" (12). Incluso, otro brillante neoclásico inglés,
John Hicks, en su discurso de recepción al Premio Nobel de Economía en 1972, catalogó explícitamente
la crítica de Joan Robinson de "decisiva" para la función de producción neoclásica
(13).
(12.) Samuelson, P.A., "A Summing Up", Quarterly Jounal of Economics, Vol. 80, 1966,
p. 583. Existe traducción al español, véase Lecturas del F.C.E., no. 18, p. 247.
(13.) Hicks, John, "The Mainspring of Economic Growth", The Nobel Foundation 1973. Existe traducción
al español, John Hicks. La crisis de la economía Keynesiana. Barcelona: Editorial Labor, S.A. 1976.
p. 115.
Ante este desenlace vemos que no es por ligereza que Joan Robinson, en su famoso artículo de 1953(14)
llamaba a los conceptos de productividad marginal y función de producción "... un poderoso instrumento
de la mala educación", donde el alumno "... antes de que llegue a preguntar /sobre la medición
del capital/, ya se habrá convertido en profesor, transmitiéndose así de una generación
a la siguiente hábitos de pensamiento torpe" (15).
(14.) Robinson, J., Op. cit.
(15.) Robinson, J., Op. cit. p. 107
II. La Temática de la Enseñanza de la Economía ante la "Controversia
de los Cambridge" Contenido
A pesar de que esta discusión ocupa la atención de altas esferas académicas, la enseñanza
de la economía, en términos generales, ha permanecido inmutable. La teoría neoclásica
predomina en casi todos los programas de las escuelas de economía en el mundo occidental, donde México
no es, en forma alguna, excepción. El pensamiento neoclásico se transmite de generación en
generación sin que se presente algún elemento de la crítica generada por la "controversia
de los Cambridge". El problema se agranda porque de la teoría marginalista se deriva todo un conjunto
de ramas estrechamente vinculadas, como son, teoría del crecimiento, economía agrícola, teoría
del capital humano, etc., las cuales sirven de sustento teórico para la planificación económica
(en sus más distintas modalidades), planeación educativa, etc., donde el concepto de productividad
marginal es el eje central explicativo.
Consideramos que algunas de las preguntas que surgen ante este panorama en relación al problema de la enseñanza
de la economía, son las siguientes:
1) ¿Cómo se explica la lenta o nula incorporación de todo el bagaje crítico a la
enseñanza de la economía, hoy en día?
2) ¿Hay alguna "teoría económica," alternativa?
IIa. La "Controversia de los Cambridge" y la Enseñanza de la Economía.
Más que fijarnos en los factores circunstanciales de las universidades mexicanas (calificación del
profesorado, falta de textos intermedios, etc.) que den razón de la falta de incorporación de los
contenidos temáticos de la "controversia" a los programas de enseñanza, quisiéramos
referirnos a un elemento explicativo que está en el interior mismo de la "controversia". Nos referimos
a la difusión que sus principales protagonistas han hecho de ella. Nos interesan sobre todo Paul Samuelson
y E. Ferguson porque sus libros de textos introductorios a la "teoría económica" han sido,
por espacio de casi dos décadas, los más recomendados en las escuelas y facultades de economía
y administración en México.
En la novena edición (1973) del texto introductorio de Samuelson Curso de Economía Moderna, capítulo
27 ("Teoría de la producción y la productividad marginal") se nos dice en una nota de pie
de página "... en el capítulo 30 veremos algunas de las dificultades implícitas en la
definición de capital" (16). Si pasamos al capítulo 30 ("El interés y
el capital"), nos encontramos con otra nota del mismo tipo que dice textualmente: "Piero Sraffa y Joan
Robinson han señalado (sin citar textos) que no es posible, en condiciones realistas, reducir un conjunto
de bienes heterogéneos de capital... a una magnitud significativa denominada capital homogéneo".
A pesar de que el profesor Samuelson había aceptado las serias dificultades que afrontaba la teoría
neoclásica, en este libro introductorio las minimiza poniéndolas a pie de página y sin dar
posibilidad a que el alumno y el profesor recurran a otros textos y se enteren por su propia mano de la "controversia".
(16.) Samuelson P. A. Curso de Economía Moderna, España: Ed. Aguilar, 1973.
Por otra parte, en las ediciones recientes del texto de C.E. Ferguson, Teoría Microeconómica (FCE,
1973), no hay, en los capítulos de productividad marginal y la teoría de la producción, un
solo comentario sobre la "controversia". Sin embargo, en su texto de nivel superior The neoclasical Theory
of Production and Distribution (Cambridge University Press, 1969) se incluye un comentario que explica su silencio.
Ferguson, refiriéndose a la "controversia", dice simplemente: "hay que tener fe" (17).
(17.) Ferguson, C.E. The neoclasical theory of production and distribution. Cambridge University
Press, 1969. pág. XVII.
Es claro que la actitud académica de Samuelson y Ferguson, no explica totalmente la falta de difusión
del análisis crítico en los programas de enseñanza e investigación aplicada. Hay todo
un universo complejo de determinaciones mucho más importantes y particulares en el caso de nuestro país,
que provocan esta especie de impermeabilidad frente a los avances relevantes del conocimiento científico.
Su análisis debe partir de un marco mucho más amplio que abarque no solo la enseñanza de la
economía en sí, sino la enseñanza de las ciencias sociales en general.
En este artículo nos hemos limitado a sugerir un elemento explicativo y nos proponemos profundizar, en un
trabajo posterior, sobre esta importante temática de la enseñanza.
IIb. Una "Teoría Económica Alternativa".
Intentaremos responder en este apartado a la última interrogante que hemos planteado. Para ello, es necesario
hacer un poco de historia. Hemos dicho, en las primeras páginas, que Joan Robinson había sido guiada
y orientada por Piero Sraffa (18). Este autor, a mediados de la década de los veintes, escribió
un par de artículos criticando ciertos aspectos de la teoría neoclásica. Durante las dos décadas
siguientes trabajó al lado de John Maynard Keyness; su labor fue la de hacer una nueva edición de
las obras completas del último y más importante pensador clásico: David Ricardo. La edición
de The Works and Correspondence of David Ricardo, con la colaboración de Maurice H. Dobb, en once tomos,
apareció de 1950 a 1955, publicados por Cambridge University Press de Londres para la Royal Economic Society
de Inglaterra (19). Esta edición va precedida de una introducción del propio Sraffa que,
con el tiempo, se volvería de importancia crucial para la "controversia de los Cambridge." En
pocas y densas páginas Sraffa hace un certero recorrido por el sinuoso camino que Ricardo tuvo que recorrer,
infructuosa pero fecundamente, para poder explicar la tasa de ganancia sin recurrencias tautológicas (20),
como hemos mostrado que ocurre en la teoría neoclásica. Diez años después aparece la
obra más importante de Sraffa publicada a la fecha: Production of Commodities by Means of Commodities (21).
El subtítulo es precisamente "preludio a una crítica de la teoría económica"
(neoclásico). En esta obra se muestra, por un camino muy diferente al neoclásico y mucho más
cercano al delineado por David Ricardo y los pensadores clásicos en general (el Dr. Quesnay, Adam Smith,
etc.), otra forma de enfrentar teóricamente el problema del funcionamiento económico de la sociedad
capitalista. En otras palabras, la parte crítica que se desprende de la obra de Piero Sraffa hacia el pensamiento
neoclásico, contiene una proposición positiva de lo que debe ser el estudio del "problema económico"
de la sociedad capitalista. El problema principal de toda la economía política clásica está
expuesto con toda nitidez por David Ricardo en la primera página de su obra Principios de economía
política y tributación, y es el siguiente:
(18.) Robinson, Joan. op. cit. Véase la Introducción.
(19.) De 1959 a 1965 el F.C.E. hizo una excelente edición en español en diez tomos con ayuda financiera
del Banco Nacional de Comercio Exterior, S.A. Hoy prácticamente agotada a excepción del primer volumen
que ha sido reeditado en varias ocasiones. Ricardo, David. Principios de Economía Política y Tributación.
México: F.C.E. (1950) 1973.
(20.) Véanse especialmente las páginas XXIV-XXXVI de la Introducción de Sraffa. Ibid. 1er.
volumen. op. cit. Como se podrá comprobar de este texto, Ricardo no pudo explicar en forma totalmente satisfactoria
lo que él consideraba el problema fundamental de la Economía Política. Sobre él hablamos
a continuación en este trabajo.
(21.) Sraffa, Piero. Production of Commodities by Means Commodities. Cambridge: Cambridge University Press, 1960.
Existe traducción al español: Producción de mercancías por medio de mercancías.
Barcelona: OIKOS-TAU, S.A. 1966.
"El producto de la tierra -todo lo que se obtiene de su superficie mediante la aplicación aunada
del trabajo, de la maquinaria y del capital- se reparte entre tres clases de la comunidad, a saber: el propietario
de la tierra, el dueño del capital necesario para su cultivo, y los trabajadores por cuya actividad se cultiva.
"Pero en distintas formas de sociedad, las proporciones del producto total de la tierra que serán imputadas
a cada una de estas tres clases, bajo los nombres de renta, beneficio y salarios, serán esencialmente diferentes,
dependiendo principalmente de la fertilidad real del suelo, de la acumulación de capital y de población,
y de la habilidad, del ingenio y de los instrumentos utilizados en la agricultura.
"La determinación de las leyes que rigen esta distribución es el problema primordial de la
Economía Política..."(22)
(22.) Ricardo D. Op. cit. p. 5 (subrayado mío).
El producto total está compuesto por dos partes: una asignada a los trabajadores (consumo productivo) y
la restante que ha de distribuirse entre los propietarios de la tierra y los propietarios del capital. Esta última
parte del producto total es la que los clásicos llaman: excedente o producto neto. La determinación
de la magnitud del excedente (la cual depende de la magnitud de los salarios porque si éstos crecen al excedente
y por lo tanto el beneficio disminuye necesariamente) y su distribución son el problema fundamental de la
economía clásica, presentado hoy en su versión moderna por Piero Sraffa.
Es conveniente resaltar algunas diferencias fundamentales entre la economía política clásica
con la teoría económica neoclásica. Para esta última no existe excedente alguno. Cada
factor productivo, ya sea tierra, capital o trabajo, producen su parte y ésa les corresponde a manera de
ingreso. Recuérdese que esto se explica mediante la productividad marginal del factor en cuestión.
En este sentido todo el producto total ha sido producido por algún factor de la producción. En cambio,
en la Economía Política Clásica la tierra, el capital y los trabajadores participan en la
producción generando el producto total. A éste le sustraemos el consumo que los trabajadores tuvieron
que hacer necesariamente para poder vivir a lo largo del proceso productivo (consumo necesario) y tenemos un sobrante
o excedente sobre ese consumo necesario. Ese excedente y su distribución dependen, como dice D. Ricardo,
de la fertilidad de la tierra, de la acumulación de capital, de la magnitud de la población y grado
de calificación de los trabajadores, y de la tecnología.
Nótese bien que aquí no hay discusión alguna sobre quién produce tal o cual parte del
producto, sino que existe un excedente que se distribuye en función a la dotación y calidad de los
recursos naturales, magnitud y tasa de crecimiento de la población, consumo de los trabajadores y de la
situación en que se encuentre la tecnología. En los neoclásicos el salario, por ejemplo, está
determinado por su productividad marginal del trabajo. Es por tanto una magnitud inherente a su capacidad productiva;
para los clásicos, en cambio, el salario "... depende del precio de los alimentos, de los productos
necesarios y de las condiciones para el sostén del trabajador y de su familia" (23).
(23.) Ricardo D. Op. cit. p. 71
Las concepciones clásica y neoclásica expresan dos versiones teóricas completamente diferentes
sobre un mismo fenómeno social. Es decir, sobre un mismo objeto social de investigación, diferentes
metodologías, sean éstas explícitas o no, se cristalizan teorías completamente distintas,
donde los órdenes de causalidad no corresponden e incluso llegan a ser tautológicos, como en el caso
de los neoclásicos.
Hoy en día, la economía política clásica, en su versión moderna, la presentada
por Piero Sraffa, nos brinda todo un nuevo abanico de posibilidades en la enseñanza de la economía
y la investigación aplicada, aunque éste haya sido puesto sobre el tapete de la discusión
científica hace casi doscientos años.
Sin embargo, es conveniente aclarar, por obvio que parezca, que la economía política clásica,
como cualquier ciencia social, no es inmune a la crítica. Así la rehabilitación de la economía
política clásica, en manos de P. Sraffa, ha abierto, o mejor dicho ha reabierto, una discusión
añeja que para muchos, sobre todo los neoclásicos estaba enterrada. Nos referimos a la polémica
entre Marx y los Clásicos. Pero esto es tema de otra discusión no ajena a la "controversia de
los Cambridge", y también, no menos importante para la enseñanza de la economía (24).
(24.) Es interesante recordar que es precisamente un brillante pensador neoclásico, Von
Böhm-Bawerk, quien inaugura, en las últimas décadas del siglo pasado, la crítica importante
a la Economía Política fundada por Marx.
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