RESEÑAS

Benveniste, Emile. Problemas de lingüística general II. Siglo XXI Editores. Traducción: Juan Almela. México, 1977. 282 pp.

  El volumen II de Problemas de lingüistica general de Benveniste reúne veinte estudios publicados entre 1965 y 1977, clasificados en seis partes: transformaciones de la lingüística, la comunicación, estructuras y análisis, funciones sintácticas, el hombre en la lengua y léxico y cultura.

Todos los temas están desarrollados con sencillez. Los dos primeros capítulos que tratan la evolución de la lingüística y los cambios recientes en las doctrinas del lenguaje, están escritos en forma de diálogo. Lo que podría, aparentemente, restar seriedad al trabajo; pero, lejos de eso, pronto se aprecia la riqueza de su contenido, el cual es más rápidamente aprehensible en la forma en que está presentado.

En cuanto al desenvolvimiento de la semiología de la lengua, compara el pensamiento de Peirce con el de Saussure a quien, finalmente, sigue más de cerca. Y aunque la semiología sólo fue "concebida" por Saussure, ha señalado a la lingüística corno parte de la semiología.

La lingüística encuentra su unidad y el principio de su funcionamiento en su carácter semiótica, por el cual define su naturaleza y se integra a un conjunto de sistemas del mismo carácter. Ve el signo como una noción lingüística que se extiende al dominio de hechos humanos y sociales. Dominio que comprende sistemas homólogos a los de la lengua. La semiología es la ciencia que estudia los sistemas de signos en el seno de la vida social y el problema lingüístico es esencialmente serniológico. Lo que vincula la lingüística a la semiología es el principio puesto en el centro de la lingüística, de que el signo lingüístico es arbitrario, pues el objeto principal de la semiología es el conjunto de sistemas fundados en lo arbitrario del signo. Los signos enteramente arbitrarios son los que realizan el ideal del procedimiento semiológico. Pero más que los sistemas de signos, el objeto mayor de la semiología lo constituye la relación entre esos sistemas.

Llegamos así al papel del signo que es representar, ocupar el puesto de otra cosa, evocándola como sustituto. Es fácil observar que la mínima atención prestada a nuestro comportamiento, a las condiciones de la vida intelectual y social, de la vida de relación, de los nexos de producción y de intercambio, nos muestra que utilizamos en simultaneidad y a cada instante varios sistemas de signos: los signos de la lengua cuya adquisición empieza al iniciarse la vida consciente, los de la escritura, los signos de cortesía, los de reconocirniento, los signos reguladores de movimientos de vehículos, los signos exteriores que indican relaciones sociales, signos de los cultos, ritos, creencias, del arte. La vida humana está encerrada en redes de signos de las que no puede suprimiese una sola sin poner en peligro el equilibrio individual y social.

Los signos se engendran y multiplican en virtud de una necesidad interna, que responde, en apariencia, a una necesidad de organización mental. El carácter común a todos los sistemas y el criterio de pertenecer a la semiología es su propiedad de significar o significancia, y su composición en unidades de significancia o signos.

La lengua combina dos modos distintos de significancia llamados el modo semántica y el modo semiótica. En el análisis intralingüístico se abre la mera dimensión de significancia, la del curso que llamamos semántica, distinta de la que está ligada al signo que es la semiótica. Lo semiótica (el signo) debe ser reconocido. Lo semántica (el discurso) debe ser comprendido. El privilegio de la lengua es llevar al mismo tiempo la significancia de los signos y la significancia de la enunciación de donde proviene su más grande poder: el de crear un nuevo nivel de enunciación, en el que se hace posible decir cosas significantes acerca de la significancia. Es en la propiedad metalingüística donde encontramos el origen de la relación de interpretación gracias a la cual la lengua engloba los otros sistemas.

De gran interés resulta la exposición acerca de la relación entre sistemas semióticos que puede ser de tres tipos: 1) un sistema puede engendrar otro. Esta relación es válida entre dos sistemas distintos y contemporáneos pero de igual naturaleza. El segundo sistema se construye a partir del primero y tiene una función específica. Pero no debe confundirse con la derivación que implica evolución y transición histórica. La lengua usual engendra la formalización matemática. La historia de los sistemas de escritura tiene ejemplos de derivación. El segundo tipo es la relación homológica que establece coordinación entre las partes de dos sistemas semióticos. La naturaleza de la homología puede ser intuitiva o razonada, sustancial o estructural, conceptual o poética. "Los perfumes, los colores y los sonidos se corresponden". Estas "correspondencias" son Baudelaire. La tercera relación entre sistemas semióticos es la de interpretancia. Es la que se instituye entre un sistema interpretante y un sistema interpretado. La lengua es el sistema interpretante de todos los sistemas. Ningún sistema dispone de una lengua en la que pueda categorizarse e interpretarse según sus distinciones semióticas mientras que la lengua puede, en principio, categorizar e interpretar todo, incluso ella misma.

Aborda Benveniste el tema de interesantes debates, el de la lengua y su relación con la sociedad. Enfocado en términos de dimensión, puede observarse que la lengua funciona dentro de la sociedad y por ello decidir que la sociedad es el todo y la lengua la parte. Pero la relación semiológica difiere de la relación sociológica, e invierte esta relación, ya que sólo la lengua permite la sociedad.

Nada puede ser comprendido, hay que convencerse de ello, afirma Benveniste, que no haya sido reducido a la lengua. De ahí que la lengua sea por necesidad el instrumento propio para describir, conceptualizar, interpretar tanto la naturaleza como la experiencia, y el compuesto de naturaleza y experiencia que se llama sociedad. Es gracias a este poder de trasmutación de la experiencia en signos y de reducción categoríal como la lengua puede tomar por objeto no importa qué orden de datos y hasta su propia naturaleza. Hay una metalengua, no hay una metasociedad. La lengua rodea por todas partes a la sociedad y la contiene en su aparato conceptual. Es éste un texto accesible para quienes se aproximan a la lingüística y un manual valioso para la educación superior y estudiosos de la lengua.

Oda Li