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SEÑOR PRESIDENTE DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS, LIC. JOSE LOPEZ PORTILLO;
SEÑOR SECRETARIO DE EDUCACION PUBLICA, LIC. FERNANDO SOLANA MORALES;
UNIVERSITARIOS:
El desarrollo integral de un país puede ocurrir cuando se cumple un proceso completo en donde los aspectos
científicos, tecnológicos y culturales están relacionados entre sí de manera armónica
y equilibrada, y cuando la trascendencia de los mismos permea a todas las capas socioeconómicas de modo
que, por la proyección de aquéllos, éstas tienen mejores oportunidades de educación,
de salud, de capacitación para el trabajo, de empleo y, por consiguiente, de satisfactores que pueden hacer
real la movilidad socioeconómica para las mayorías.
(*) Palabras pronunciadas por el Dr. Octavio Rivero Serrano, Rector de la Universidad Nacional Autónoma
de México, en el homenaje ofrecido a los universitarios cuya obra ha sido distinguida por sus aportaciones
al conocimiento y la cultura. Palacio de la Antigua Escuela de Medicina, marzo 29 de 1982.
De la misma manera, para que tal desarrollo se genere, es requisito indispensable que los hombres encargados de
darle sentido y dirección al mencionado proceso, lo hagan con una clara visión humanista que recupere
y concilie las peculiaridades de lo propio con el universalismo de lo social.
La Universidad Nacional Autónoma de México ha sido y sigue siendo fuente inagotable de recursos humanos
altamente calificados en prácticamente todos los órdenes, su riqueza va más allá de
la mera suma de sus grandes individualidades, pero al mismo tiempo ve en ellas uno de sus productos más
entrañables.
La ceremonia de hoy reconoce en forma simbólica, pero con la más alta investidura, la labor de los
universitarios que han recibido en las últimas décadas el reconocimiento explícito del país
por la labor de una vida. Ahora, la Universidad los exalta en el ámbito universitario, dentro de un acto
académico.
Para que sus colegas alumnos y maestros, los universitarios de hoy, se interesen por conocer su obra ejemplar y
los tomen como modelo de vida, entregados, cada uno en su campo, al trabajo fecundo y de acrecentamiento individual
y colectivo, la presencia del Primer Magistrado de la nación le da al acto trascendencia nacional.
El esfuerzo de la Universidad por superar constantemente sus metas y objetivos para beneficio del país,
está fincado en buena medida en la excelencia de hombres y mujeres que han dedicado su talento, su creatividad
y su inteligencia al desenvolvimiento de la ciencia, las artes y las humanidades, como es el caso de todos los
que hoy reciben el homenaje de la Universidad a su obra ya reconocida cabalmente por el Estado y la comunidad nacional.
Si bien la historia de nuestra Universidad puede remontarse varios siglos -tantos como tiene de vida la nación
mexicana-, es indudable que las biografías de universidad y nación se entrelazan y se emparientan
con particular vigor a partir del establecimiento de la Universidad Nacional y su integración al cambio
que significó el proceso revolucionario. Más aún, es estimulante la coincidencia de que estos
cincuenta años de vida autónoma son coincidentes con otros esfuerzos que han dado motivo a la aparición
y consolidación de esfuerzos en ciencia, tecnología y diversas manifestaciones del ámbito
cultural que enriquecen e independizan paulatinamente la vida nacional.
México y su Universidad Nacional tienen un glorioso pasado, pero son jóvenes en este esfuerzo científico,
técnico y cultural organizado.
El trabajo universitario y sus objetivos han ido coincidiendo cada vez más con el preponderante proyecto
de nación. Su razón de ser, habría que agregar, ha cobrado un sentido social y nacional que
ya no es posible siquiera poner en duda. Es cierto, por otro lado, que este proceso se ha dado no sin problemas,
obstáculos y desequilibrios que en ocasiones han retrasado o hasta deformado los fines últimos de
la Universidad para con la sociedad; pero esto no le resta validez alguna a los inmensos logros alcanzados. En
efecto, los hombres, las instituciones y desde luego las naciones, no crecen y se desarrollan sin problemas. El
éxito, en este sentido, no consiste en no tener problemas, sino en enfrentarlos, vencerlos y salir de ellos
fortalecidos, unidos y con experiencia.
Si nuestra historia en su etapa nacional y autónoma ha sido capaz de producir hombres como ustedes, que
no sólo son ejemplo de lo que la Universidad puede generar sino de lo que el país tiene como riqueza
cultural, mucho más es lo que puede esperarse para el futuro de un México consolidado en sus instituciones
y vigoroso en sus afanes de superación.
Universitarios: ésta es una ocasión propicia para enarbolar una bandera de trabajo y para perseguir
como comunidad una meta que nos pueda unir a todos: educar, investigar mejor y extender en ámbitos mayores
los beneficios de la cultura, contribuyendo así al verdadero desarrollo integral del país al cual
pertenecemos.
Esa bandera de trabajo es la que lleva a vincular realmente todas las facetas del saber universitario con los problemas
nacionales.
Vincular la universidad con la sociedad, hay que subrayar, no equivale a la demanda demagógica o a la marcha
de protesta, sino al trabajo científico, tecnológico y cultural que pueda sustentar una sociedad
más justa por más igualitaria, cuando la cultura y el saber se extiendan a muchos y den lugar a la
creación de mayores capacidades para el trabajo, a más empleos para los mexicanos y a una más
rica cultura popular.
La presencia de tan distinguidos universitarios me sugiere una reflexión última, que algo tiene de
exhortación.
Para alcanzar nuestras metas y contribuir cabalmente al desarrollo integral en que el país está empeñado
con tesón, los universitarios tenemos que creer en nosotros mismos, en nuestras capacidades individuales
y en las de nuestras instituciones nacionales, superando con fe y trabajo nuestra tarea individual. Así,
el país incrementará su confianza en nosotros.
Realicemos un esfuerzo de superación y de fe en nuestro destino, hagamos de la fe en nosotros, de la vocación
de trabajo intenso, de la decisión de enfrentar y resolver nuestros problemas, una labor de extensión
a nuestros conciudadanos.
Ustedes, universitarios que representan el ejemplo de lo que ha sido capaz de producir nuestra Universidad en su
vida autónoma, deben multiplicar su existencia en miles de jóvenes que, herederos de su saber, arte
y cultura, los acrecienten y los proyecten a nuestra sociedad.
"Por mi raza hablará el espíritu"
Discurso
RAUL BEJAR NAVARRO(*)
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(*) Secretario General de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Este evento es un acto esencialmente universitario, no sólo porque es organizado por la Universidad más
importante de nuestro país, sino porque sus protagonistas son universitarios eminentes, socialmente reconocidos,
como eminentes serán también muchos de los universitarios, de hoy y del futuro, quienes recibieran
los beneficios finales del conjunto de actividades que hoy se inauguran.
Además, en virtud de su esencia universitaria, esta ceremonia deviene importante para los mexicanos en su
conjunto y para el arte, la cultura y la ciencia contemporáneos. El hecho de que, por vez primera, en un
solo recinto de cultura superior se reúnan los artistas, intelectuales y científicos que con su pensamiento
y con su acción han contribuido a la consolidación de una identidad nacional tiene tanto de testimonio
como de ejemplo. Cuando de modo recíproco la nación, en justo reconocimiento al valor de una obra
construida a lo largo de una vida les ha conferido sus más altas y rigurosas distinciones, ha pretendido
evidenciar que la cultura de la que formamos parte activa se inscribe, por su calidad y autonomía, dentro
de lo universal, como un momento previo y necesario de la creación humana.
El trabajo de la inteligencia es obra de la soledad. El instante crucial de la investigación científica,
de la investigación humanística y social o de la creación literaria y plástica es aquel
en el cual quien la realiza, se enfrenta más consigo mismo que con el contexto perturbador de la realidad
que lo circunda. Solos quedan entonces el hombre o la mujer y el desafío que a sí mismos se han impuesto
y, durante un breve pero exhaustivo momento, se hace el vacío que Gorostiza definió bien como soledad
en llamas. Ese instante, sin embargo, dura poco y cuando las llamas se apagan y la soledad se disuelve, la inteligencia
se reúne otra vez con la inteligencia colectiva de la cual forma parte, reiniciando el movimiento constante
de la sabiduría y de la creación.
Las grandes obras se producen como resultado de esta fusión entre soledad y conjunto, entre el creador y
su entorno. El proceso de la lucidez no funciona cuando se deslumbra a quienes la rodean, sino cuando ilumina o
ayuda a iluminar a realidades que antes de ella permanecían obscuras. Por ello, la misión del pensamiento
estriba justamente en obrar de una manera tan armónica que, como suele decirse en nuestra habla coloquial,
sin dejar en la obscuridad al santo, éste no corra el peligro de quemarse.
El motivo que hoy nos congrega debe tener una preocupación análoga porque no se trata sólo
de un homenaje, es decir, un acto de humildad, pero tampoco de un mero acto de reconocimiento, es decir, de arrogancia
por parte de la institución, sino de un acto mediante el cual la UNAM une simbólicamente a una parte
importante de la inteligencia colectiva de la nación, con las inteligencias solitarias de las que es al
mismo tiempo efecto y causa.
En algún momento, a menudo el inicial, del desarrollo de cada uno de los talentos aquí presentes
está el denominador común de la Universidad: con proporciones variables, nuestra institución
fungió como enlace del saber particular de cada uno de ustedes con aquellos otros que habrían de
acompañarles hasta el momento de la soledad y en espera también de su regreso. Con modalidades particulares,
la gran mayoría de quienes hoy son motivo de esta celebración hicieron suyas las actividades docentes,
de investigación o de extensión del conocimiento e incluso las prosiguieron hasta los terrenos de
la organización de esfuerzos que componen la administración. Finalmente, mejor dicho, en el nuevo
principio, está la obra de cada uno de ustedes, de cuya elocuencia deberá dar testimonio público
el conjunto de la sociedad mexicana.
En tiempos menos vertiginosos de los que nos ha tocado vivir, Baltasar Gracián refería que Alfonso
el Sabio dedicó un tercio de su vida a dialogar con los muertos, otro tercio con los vivos, y finalmente,
habló con quienes aún no habían nacido. Hoy en día parece mucho más ardua la
tarea de leer, incidir sobre nuestro propio tiempo y dejar una obra trascendente, que nos sobreviva, transformándonos
en legados útiles o placenteros para nuestros contemporáneos y para aquellos que no han nacido aún.
Sin embargo, como ustedes lo demuestran, la tarea no es imposible. Tal es la razón de este acto en el que
la Universidad Nacional asume con orgullo, pero sin vanidad, su naturaleza de Máxima Casa de Estudios del
país, inaugurando con él una serie de trabajos que permitirán establecer el contacto entre
ustedes y las jóvenes inteligencias solitarias que les habrán de seguir. Divulgar la obra de los
universitarios más notables entre los universitarios que podrán serlo es una tarea que demanda la
mayor de las prioridades, no sólo porque invoca la idea de futuro, sino porque reconoce las tareas del presente.
Los miles de jóvenes que año con año aspiran a ser universitarios deben saber que se aproximan
a una profesión pero, además y sobre todo, a una tradición de excelencia, a una tradición
viva de compromiso del intelecto con el intelecto y con su tiempo.
De ahí que esta ceremonia sea un evento orientado al exterior de los claustros académicos para lograr
con ello beneficios futuros en su interior y estímulos externos y referenciales. El más importante
compromiso de la Universidad Nacional reside en establecer una vinculación orgánica con las tareas
prioritarias para el desarrollo de México, y de ellas, una de las más urgentes estriba en el establecimiento
de modelos viables y autónomos de organización del pensamiento, sin los cuales, todo intento por
consolidar nuestra soberanía será precario y provisional.
De ahí también que esta ceremonia sea parte de un conjunto amplio de actividades destinadas a divulgar
y, en última instancia, a multiplicar los esfuerzos y las obras de los universitarios que han obtenido uno
o varios de los reconocimientos nacionales que premian al autor por su obra, es decir, aquellos que simbolizan
el esfuerzo vital de quienes los han recibido y su transformación en una herencia perdurable; me refiero
a:
- los Premios Nacionales de Letras, Ciencias y Artes, otorgados por el Presidente de la República;
- los Premios de Ciencias Sociales e Investigación Científica otorgados por la Academia de la Investigación
Científica;
- el Premio "Luis Elizondo", otorgado por el Patronato Premio "Luis Elizondo"; y
- el Premio "Elías Sourasky", otorgado por el Fondo de Fomento Educativo.
De modo consecuente, la tarea de divulgación intramuros se llevará a cabo mediante la publicación
en la Gaceta Universitaria de suplementos especiales que contendrán entrevistas acerca de la experiencia
académica, las actividades docentes y de investigación, el significado de la obtención de
un premio relevante, así como sus opiniones sobre el campo de su especialidad, el grado de desarrollo de
la investigación en su área y las recomendaciones y sugerencias para los jóvenes investigadores.
Las tareas orientadas hacia el exterior de la comunidad académica se realizarán con una serie de
programas de radio denominada "Homenaje a los PremiosNacionales Universitarios", con la síntesis
de la obra y las contribuciones más importantes de cada uno de los universitarios premiados. La elaboración
de esta síntesis será realizada por profesores o investigadores familiarizados con la obra correspondiente.
El inicio de estos programas de radio está planeado para el mes de abril y su terminación para fines
de julio, considerando tres programas por semana. Cada programa hará referencia a la obra de dos miembros
de esta comunidad.
Urbi et orbi, los interesados en el tema podrán beneficiarse con el encuentro "Dependencia Científica,
Tecnológica, Económica y Cultural" que además de la participación de los universitarios
distinguidos nacionalmente contará con la presencia de profesores visitantes, a fin de dar a conocer sus
planteamientos sobre problemas nacionales vinculados a sus respectivas áreas de estudio. Este encuentro
se iniciará durante la semana final del mes de julio.
De manera complementaria se llevará a cabo la edición de una serie de publicaciones que incluirá
la reedición de los trabajos más significativos realizados en cada una de las especialidades; edición
que comprenderá ocho volúmenes de cuatrocientas páginas cada uno, a lo cual debe añadirse
la edición especial de las ponencias presentadas durante el encuentro de julio, que integraran otros cinco
volúmenes más.
Finalmente, dentro del programa de divulgación del quehacer de los universitarios eminentes, tendrá
lugar un concierto en la Sala Netzahualcóyotl que marcará el final del principio de los trabajos
de nuestra institución por hacer aún más notoria la tarea que ustedes han desarrollado en
el arte, la cultura y la ciencia. De ello, no tenemos duda, saldrán ampliamente beneficiados los jóvenes
que año con año ingresan a nuestras aulas, los maestros que tendrán a su cargo su formación
y los maestros que entonces cumplirán la responsabilidad temporal de administrar la docencia, la investigación
y la extensión, en otras palabras, la Universidad entera. Con todo ello, la actividad que en la Universidad
Nacional han ustedes desarrollado dará, de nueva cuenta, satisfacción al compromiso contraído
por nuestra Casa de Estudios con el México de hoy y con los mexicanos del mañana.
Muchas gracias.
Discurso
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FERNANDO PEREZ CORREA(*)
(*) Coordinador de Humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de México.
SR. LIC. DON JOSE LOPEZ PORTILLO, Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos;
SR. DR. DON OCTAVIO RIVERO SERRANO, Rector de la Universidad;
SR. LIC. DON FERNANDO SOLANA MORALES, Secretario de Educación Pública;
SEÑORAS Y SEÑORES:
La Universidad Nacional rinde hoy merecido homenaje a sus más destacados escritores, artistas, científicos
y humanistas. Son ellos quienes, con la densidad de sus obras, la gravedad de sus trabajos, hacen de nuestra Casa
de Estudios una institución intelectual de primera línea.
En este acto debe, en primer término, reconocerse la decisión de la comunidad académica de
refrendar sus propósitos y de reactivar sus orígenes. Toda comunidad venera a sus padres fundadores,
a sus ancestros, a quienes fueron ejemplares en el valor, en la sabiduría, en la fuerza o en la virtud.
Pero particularmente una comunidad espiritual vive por las biografías que encarnaron, ejemplarmente, sus
proyectos esenciales.
Una comunidad espiritual es, en efecto, portadora de lo que los antiguos llamaban "logos" y los renacentistas
"principio" y los modernos "espíritu". Y media entre la universalidad de los principios
y la creación de la historia un pasaje en el que todo se juega: la encarnación, la singularización,
en la persona. Por ello, por su espíritu y por sus protagonistas las sociedades viven, más allá
de la biología y de la genética, más allá de la geología y de la sociología,
en la historia. Tienen principio, tienen destino y también fundadores y continuadores.
Si nos preguntamos por el principio de una sociedad descubriremos la sumarización excelente del drama de
la historia en la biografía del héroe. El alma exilada que se purifica en la adversidad; el buen
salvaje cuya frescura apunta el camino a seguir para recuperar la inocencia; el hombre original actor del pecado
original que reclama la redención, el dador del fuego, compadecido por la suerte de los mortales y severamente
juzgado por los dioses; indican, todos, que el principio y el fin se tocan, que biografía e historia tienen
dirección y que finalmente vivimos, por encima de causas y estructuras, en el significado, en la cultura.
Y la Universidad es significado. Es desinteresada en la búsqueda del saber; es libre, en la concertación
de voluntades, es comunitaria, en la superación de antagonismos; es liberadora porque esclarece e ilumina,
es excelente en la exaltación de la generosidad, la virtud y el esfuerzo. Masiva, gremializada, comprometida
hasta la médula con la sociedad a la que pertenece, ocasionalmente ofendida, no fracturada, la universidad
nuestra pertenece a la misma patria de la que son ciudadanas la Sorbona Medieval y la Imperial de Tokio, Heidelberg
y Oxford, Salamanca y Columbia. Porque es proyecto ético, representación universal de un propósito
liberador por el logos, concertación entre personas, innovación en la tradición. Porque marcha
por el camino de la reflexión que recibió los pasos de Heráclito, de San Agustín, de
Rousseau. Porque en su espacio se constituyen representaciones globales, como las que ofrecieron Platón,
Campanella y Hegel. Porque la crítica que removió prejuicios y demolió sofismas con el genio
de Aristóteles y de Copérnico, de Newton y de Einstein está presente en sus trabajos. Porque
el Dante y Montaigne, Erasmo y Unamuno reactivaron la chispa de la revelación con escritos que se leen y
se emulan en sus aulas.
En suma, porque el espíritu, el proyecto, el principio de la universidad encontró en ustedes maestros,
encarnación y continuidad, resonancia y nueva voz. Porque ustedes maestros encarnan la universidad.
Detrás de cada una de sus obras hay una vida de ascetismo, disciplina, tenacidad, entereza, perseverancia,
donación. Sus vidas han sido virtuosas. Y también creadoras, innovadoras. El trabajo intelectual,
como todo trabajo, sólo transforma cuando el propósito se reviste de disciplina, de pasión
y de tenacidad.
Digámoslo una vez más. Estamos en el reino de la moral por un doble motivo. Por la acción
y por el propósito. Hilar la trama del discurso, examinar el archivo, escudriñar los signos, registrar
aplicadamente los hechos, indagar, interpretar, cuestionar, proponer, son trabajos prolongados, silenciosos, frecuentemente
solitarios y muchas veces incomprendidos. Constituyen una forma de imponer orden a la biografía, dirección
a las pasiones, sentido a las pulsiones. Las cuartillas no se llenan, ni los materiales cobran forma como resultado
de la ocurrencia o del relámpago iluminador. Resultan del afán, de la infatigable inscripción
de la biografía propia en el proyecto ético de la producción intelectual. Y ustedes han sido,
maestros, afanados productores intelectuales.
Pero, por otra parte, también estamos en el reino de la moral por los propósitos. ¿No descansan,
maestros, sus vocaciones sobre la convicción de que, en la historia o fuera de ella nos convoca la trascendencia?
¿No es ésta la explicación de San Agustín a todas nuestras fatigas? ¿No es éste
el afán inútil del que hablaba Sartre? Permítaseme decirlo con las palabras de Rilke:
"...¿No es así fustigada, después domeñada esta nerviosa naturaleza del ser? Camino
y Vuelco. Pero una presión crea el acuerdo. Nueva extensión. Y los dos no son sino uno. Pero, ¿lo
son realmente? ¿O no piensan ambos en el camino que juntos emprenden? Mesa y Nutrimento los separan ya indeciblemente..."
Es cierto, hay un lugar opaco en el que persona y sociedad se encuentran frente al estupor: necesidad y vocación
no corren paralelas, intersubjetividad y fraternidad no siempre se encuentran y la racionalidad sigue siendo una
forma de humanizar no de sobrevolar la fatalidad, salvo por el momento de la aplicación, del afán,
del trabajo y sus productos. Porque es ése el momento de la plenitud creativa solidaria. Y pertenece a nuestros
maestros la gloria de haber constituido ese momento.
SR. PRESIDENTE DE LA REPUBLICA, SR. RECTOR,
Estos ciudadanos ejemplares honran a la Universidad y a la República. Por eso los honramos. En condiciones
adversas han realizado sus vocaciones y han encarnado a la Universidad. Han conformado los modelos, los paradigmas
que harán de nuestros hijos ciudadanos con referencias, mexicanos con linaje, hombres con tradiciones, virtudes,
desafíos.
Representan vidas y obras que han confrontado, asimilado y superado crisis varias, desalientos generalizados, graves
rupturas. Las conocieron y con sus obras, con sus vidas las dejaron atrás. Hacen, seguirán haciendo
de nuestra nación un seno digno, una entraña inolvidable, y un compromiso sin concesiones. Honrémoslos
porque dan nobilísimo apellido, lugar en la historia, paternidad ejemplar a la universidad mexicana. Sigamos
su ejemplo: exploremos sin fatiga, creamos con entereza y transformemos por el espíritu. Hoy, aquí,
en 1982, en México.
Discurso
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JAIME MARTUSCELLI(*)
(*) Coordinador de la Investigación Científica de la Universidad Nacional Autónoma de México.
SEÑOR PRESIDENTE DE LA REPUBLICA,
SEÑOR RECTOR DE LA UNAM,
SEÑOR SECRETARIO DE EDUCACION PUBLICA,
DISTINGUIDOS MIEMBROS DE LA MESA DE HONOR,
SEÑORAS Y SEÑORES:
Asistimos hoy a la ceremonia en la que la Universidad rinde testimonio de gratitud a 93 de sus egresados o investigadores
que, a lo largo de los últimos años, han sido reconocidos por sus iguales, como merecedores de importantes
premios otorgados a su obra.
Esta ceremonia deberá ser entendida como un símbolo por el cual la Universidad quiere hacer una demostración
de su profundo agradecimiento a ustedes que, con sus vidas llenas de entrega a nuestra Universidad y al país,
han sido y seguirán siendo vivo ejemplo para las generaciones venideras.
Además de que en sus respectivas áreas de conocimiento han sido distinguidos como sobresalientes,
han tenido la oportunidad de servir como maestros y de esta manera han demostrado su convicción inequívoca
por tratar de moldear una mejor juventud, ya que, en una comunión indisoluble con los estudiantes, constituyen
la esencia misma de la Universidad.
Mayor mérito aún es el reconocer que, siendo México un país con una ciencia extraordinariamente
joven, ustedes hayan sido capaces de crear los espacios académicos necesarios para llevar adelante sus investigaciones
en forma destacada.
Permítaseme hacer algunas reflexiones exclusivamente en torno a la investigación científica
y su papel en una sociedad como la nuestra.
El gobierno de México ha comprendido el valor tan importante que tiene la investigación científica
en las actividades del país, y ha puesto en marcha una serie de acciones tendientes a su desarrollo, consciente
de que el estímulo a la investigación repercutirá, sin duda alguna, en mejorar la calidad
de la vida de los diferentes sectores de la población. Sin embargo, se ha dicho que las fuerzas de cambio
de una sociedad no se generan nunca simultáneamente.
En particular, la integración y explicitación de una política científico-tecnológica
no es una tarea fácil, por lo que no puede realizarse de la noche a la mañana, y en consecuencia
debemos ser cautos en estas concepciones y pacientes con los resultados. Las ideas de Tunnermann son de lo más
adecuadas en este contexto y me permitiré referir algunas de ellas a continuación. Cada país
requiere definir previamente su modelo de desarrollo en esta área, para conformar así lo que se denomina
el Proyecto Nacional de Desarrollo Autónomo, en donde se requiere, de manera fundamental, la participación
de las universidades. La UNESCO ha afirmado que ya resulta evidente la dimensión política de la ciencia,
derivada del poder mismo que confiere el saber a los individuos, a los países y a los grupos que la poseen.
Así, se ha indicado que, si existe una política internacional clara hacia nuestros países
en materia de ciencia y tecnología, nosotros deberemos responder con lo propio, diseñando una política
igualmente lúcida hacia ellos. Con mucha frecuencia las tecnologías que importamos son altamente
intensivas en capital y ahorradoras de mano de obra, exactamente lo contrario a lo que nuestros países requieren.
Pero esto se hace extensivo a otras estructuras como educación y hábitos de consumo, generándose
lo que se ha denominado la Cultura de la Dependencia.
Pasos importantes han sido dados en este sentido por el gobierno federal. La determinación política
de crear un Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología así lo demuestra, como también lo apoya
el hecho de observar los crecientes presupuestos federales que, de manera directa o administrados a través
del propio CONACyT y de otras Secretarías de Estado, en particular la de Educación Pública,
han sido canalizados a las universidades del país para ser invertidos en investigación.
El rubro de ciencia y tecnología es ya empleado cotidianamente como parte del lenguaje oficial. Si bien
es cierto que dadas las condiciones del país es muy urgente atender carencias y necesidades tan importantes
que se ven en otras áreas, también es cierto que el crecimiento de los bienes destinados a ciencia
y tecnología ha recibido atención especial.
Pero debemos recordar que en todo momento competimos por recursos con renglones como alimentos, salud, vivienda.
Reconocer esto es fundamental, y al hacerlo estamos ejerciendo lo que, utilizando la misma división hecha
en ciencia, se le ha llamado civismo aplicado. Lo importante es persuadir que la ciencia y tecnología son
pivotes fundamentales para contribuir a la solución de estos otros problemas tan apremiantes para el país.
Es importante en este punto tener presente y reconocer que el principal apoyo para la ciencia básica deberá
seguir siendo el gobierno federal. Ha sido repetidamente demostrado que el sector privado, cuando invierte en ciencia,
no lo hace en áreas de prioridad nacional, además de que algunas inversiones deben ser tan cuantiosas
que están fuera de sus posibilidades económicas.
Dado que cuesta un enorme esfuerzo integrar los grupos de investigación, los cuales son al mismo tiempo
entidades frágiles, es vital velar por su permanencia y hacer lo necesario por proporcionarles las mejores
condiciones de trabajo. La ciencia y los científicos están comprometidos e involucrados en la sociedad;
lo importante es cómo poder lograr que sus esfuerzos y su talento puedan ser utilizados para el bienestar
del país, actuando con humildad y sin arrogancia. De aquí que el llamado del Rector de la Universidad
en este sentido sea fundamental. No sólo deberemos fomentar nuestras relaciones con los diferentes sectores,
sino que mejoraremos de manera sustancial la imagen del científico en general, y en particular nos acercaremos
a aquellos organismos encargados de apoyar de diversas maneras sus funciones.
Es urgente que nuestros científicos dejen de ser sólo expertos -o sea reconocidos por su propia comunidad
científica-, se conviertan en autoridades, sean llamados para dar consejo a las instancias adecuadas y se
proyecten como agentes de cambio social.
Nuestra Universidad ha respondido en este sentido de manera vigorosa. Ha aumentado su capacidad instalada, ha descentralizado
su investigación, ha creado opciones académicas acordes con las necesidades de los usuarios, ha creado
institutos y centros que investigan nuestros recursos y estudian de manera particular nuestra problemática,
ha reformado y reforzado los estudios de posgrado, ha integrado programas universitarios que investigan sobre aspectos
específicos de prioridad nacional; en pocas palabras, ha luchado por vincular la labor académica
universitaria con las necesidades del país, sin menoscabo del apoyo otorgado a la investigación básica,
tarea encomendada fundamentalmente a las universidades.
Todo esto lo ha logrado con la labor diaria y el apoyo decidido de los integrantes de su comunidad académica,
muchos de los cuales están hoy presentes y se les rinde merecido homenaje en esta ceremonia.
Pero el trabajo de ustedes no se reduce a su excelente labor como investigadores y maestros, ya que participan
con gran entrega en la superación académica global de la Universidad, al formar parte de diversos
cuerpos colegiados como consejos internos, técnicos y universitario, así como en comisiones dictaminadoras
y diversos órganos de gobierno de la vida universitaria.
Algunos a quienes hoy se les ofrece homenaje ya no están en la UNAM, pero su condición universitaria
no se olvida; tan es así, que está consagrada en nuestro instrumento jurídico máximo
que es la Ley Orgánica, en donde, como egresados, se les considera parte de su comunidad.
La universidad provee el espacio de libertad, de contienda académica y estimula la creatividad; ahora, el
país requiere aprovechar de manera sistemática este talento al cual hoy se reconoce.
Quisiera terminar recordando las palabras de un ilustre Rector y mexicano excepcional, Ignacio Chávez. Decía
él: "Si México ha de contar un día en el mundo del pensamiento no ha de ser por la ciencia
que importe, ni siquiera por la cultura que asimile. Ha de ser por la que produzca, por lo que cree, por el acento
original que ponga en el concierto de las ideas."
Aquí otra vez la labor de ustedes, universitarios distinguidos, será fundamental.
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