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NOTA INTRODUCTORIA Contenido
La educación es un crisol discursivo. Para abonar su explicación debe recurrirse a una serie de disciplinas
básicas que dan cuenta de ella: las ciencias de la comunicación, la sociología, la Lingüística,
la teoría de las ideologías, la psicología.
La educación es una práctica. Carece de estatuto epistemológico autónomo; por ello
debe ser analizada desde disciplinas generales de diferente orden (lo cual no la pone "por debajo" ni
"por encima" de tales disciplinas, sino en un espacio diferente, el de las funciones sociales).
Desde este punto de vista, tiene sentido para la educación hacerse la pregunta, válida originalmente
en el ámbito de la psicología, de cual es la fundamentación de ese conglomerado conceptual
reunido bajo el título de "psicología social". En tanto se realizan aplicaciones de ésta
a la educación, es importante estar atentos a las silenciadas carencias de su constitución, que luego
tendrán efectos en la acción educativa, no sólo como "huecos" ignorados en la problemática,
sino también como positividades equívocas.
Es dable realizar observaciones desde una epistemología (a ser formulada y fundamentada) sobre la psicología
social; no, en cambio, presentarlas a partir de la epistemología con que la misma psicología social
supuestamente cuenta. Esto, dado que en los textos de psicología social la reflexión en cuanto a
una teoría de la construcción del conocimiento o está por completo ausente (1) o se limita
a una mera glosa de aspectos metódicos que, en la tradición positivista, pretenden ubicar en el método
las garantías del conocimiento científico, sin interrogarse debidamente acerca de la relación
entre teoría y método, y entre éste y el objeto particular de cada disciplina (2).
(1) ARONSON, ELLIOT, Introducción a la Psicología Social, Alianza Editorial, Madrid, 1979.
(2) Para una crítica del método en la historia de las ciencias, ver Feyerabend, P.: Contra el método,
Ed. Ariel; ejemplos de lo señalado en psicología social son Klineberg, O.: Psicología Social,
F.C.E., México, 1975; Asch, S.: Psicología Social, Ed. Eudeba, Buenos Aires, 1964, etc.
Hay, por tanto, que plantear desde la epistemología el problema de la psicología social y con esta
óptica realizar un análisis riguroso de los presupuestos, generalmente implícitos, existentes
en el discurso y la práctica de este campo de actividad científica. Como ya formulara Freud, toda
psicología es necesariamente social. No sólo por el hecho, que afecta a toda disciplina científica,
de estar socialmente construida, sino por lo atinente a su objeto de tratamiento: en tanto el hombre no es otra
cosa que "el conjunto de sus relaciones" (Marx, Tesis sobre Feuerbach) resulta impensable cualquier consideración
respecto de la conformación de su psiquis que sea manejable fuera de tales relaciones. La psicología
denominada "individual" pone el acento en el efecto subjetivo de una multideterminación social:
es psicología no del "individuo" pensado metafísicamente como expresión de una particularidad
radical e inefable, sino del sujeto sujetado, producido a partir de determinadas situaciones sociales. En este
sentido, la expresión "psicología social" carecería de significado preciso (3),
ya que el adjetivo "social" nada agregaría a lo implícito en la palabra "psicología"
(4).
(3) Lo cual es, para la ciencia, un problema central a partir de las investigaciones de Ludwig Wittgenstein.
(4) Este problema ha sido advertido por algunos psicólogos sociales, por ejemplo Klineberg, op. cit., p.
16.
Se plantea, entonces, el problema del estatuto epistemológico de supuesta autonomía que en general
se adjudica de manera no tematizada, y en otros casos en forma explícita(5) a la psicología social.
¿Estamos frente a una disciplina independiente, con un objetivo y un método que le sean propios?
(5) Ver LAMBERT, WILLIAM y WALLACE LAMBERT, Psicología sociale, Aldo Martello Editore, Milano, 1964, pp.
X y XI.
Sería útil caracterizar en qué sentido puede hablarse dentro del campo científico,
de objeto de una disciplina:
"No son -dice Max Weber- las relaciones reales entre 'cosas' lo que constituye el principio de delimitación
de los diferentes campos científicos, sino las relaciones conceptuales entre problemas. Sólo allí
donde se aplica un método nuevo a nuevos problemas y donde, por lo tanto, se descubren nuevas perspectivas
nace una ciencia nueva." (Max Weber, "Essais sur la theorie de la sciencia", citado por P. Bordieu
y otros, El oficio de sociólogo, Ed. Siglo XXI, Buenos Aires, 1975, p. 51.)
Continuamos con la reflexión de Bordieu:
"La investigación científica se organiza de hecho en torno de objetos construidos que no tienen
nada en común con aquellas unidades delimitadas por la percepción ingenua. Pueden verse los lazos
que atan aún la sociología científica a las categorías de la sociología espontánea,
en el hecho de que a menudo se dedica a clasificaciones por sectores aparentes, por ejemplo, sociología
de la familia, sociología del tiempo libre, sociología rural o urbana, sociología de la juventud
o de la vejez. En general, la epistemología empirista concibe las relaciones entre ciencias vecinas, psicología
y sociología por ejemplo, como conflictos de límites, porque se imagina la división científica
del trabajo como división real de lo real"(6).
(6) BORDIEU, et al., op. cit., p. 52.
Estas cifras nos permiten pensar la diferencia entre objeto empírico y objeto de conocimiento, anotando
que este último no surge como una copia de las apariencias de aquél, sino como un punto de vista
particular acerca de su análisis. La división entre ciencias no reproduce, por ello, la división
empírica; ésta opera como obstáculo epistemológico(7) para la construcción del
objeto de la ciencia. El mismo objeto empírico (la familia, por ejemplo) puede ser tratado por diferentes
disciplinas, como la psicología o la sociología; tenemos en ambos casos el mismo objeto empírico
presente, pero dos objetos teóricos diferentes: la familia desde el punto de vista de la historia de las
sociedades y los modos de producción por una parte, y la familia como reproductora y conformadora de las
características del inconsciente por otra. El término "familia" designa en cada ocasión
fenómenos diversos, en tanto el punto de vista de la interrogación es diferente, orientado por una
problemática general diferente, dentro de la cual se inscribe en cada caso el fenómeno "familia"
en una interconexión a un corpus teórico orgánico específico.
(7) Ver BACHELARD, G.: La formación del espíritu científico, Ed. Siglo XXI, México,
1979, pp. 27 y ss.
Por lo señalado, podemos convenir en que la psicología social no puede fundarse en la referencia
a cierto tipo de hechos que fueran propios de su campo, ya que tal referencia no garantiza la construcción
de un objeto teórico específico, a la vez que los mismos hechos podrían ser objeto de conocimiento
de disciplinas diversas. En todo caso, si tales hechos fuesen exclusivos al tratamiento de esta disciplina (8),
tal cosa no garantiza que se haya constituido un punto de vista teórico particular, que permita fundar una
ciencia independiente.
(8) Es notorio que no es así; temas como "comunicación" o "grupos" son trabajados
también por la sociología, variando en cada caso "lo que se desee analizar" de tales temas.
¿Puede la psicología social conformar teorías propias en la interpretación de los fenómenos
a los que se refiere? Se trata de dar cuenta psicológicamente de ciertos fenómenos que ocurren a
nivel de grupos, clases o grandes sectores sociales (9). Nos encontramos, entonces, con la aplicación a
un campo empírico determinado de las teorías surgidas en torno a lo psíquico, estamos ante
una aplicación de la psicología a determinados hechos.
(9) No afirmo que corresponda a nuestra disciplina dar cuenta de "hechos sociales", porque sólo
un empirismo extremo dejará de advertir que cuando se está solo también se está implicado
socialmente; en el lenguaje conque se piensa, en la ideología, en las consecuencias sociales de los propios
actos, en la vestimenta que usamos y la arquitectura que nos rodea, en el "sentido" socialmente asignado
a todo ello, etc. Siendo así, todos los hechos en que el hombre está implicado son sociales.
Esto puede verse claro en la imposibilidad, por parte de la psicología social (10), de conformar puntos
de vista originales, teorías (10) Por todo lo antes dicho resulta claro que esta denominación es
equívoca y debiera revisarse.
nuevas, en relación a los temas tratados. Se asume la teoría de la Gestalt (11), o una fenomenología
matizada (12), o un "behaviorismo" definido (13), o una posición ecléctica con predominancia
experimentalista (14). Las teorías frente a las cuales nos hallamos son las teorías que encontramos
en el concierto de este conglomerado indefinido denominado "psicología".
(11) ASCH, S., op. cit.
(12) MAISONEUVE, J., Psicología social, Ed. Paidós, Buenos Aires, 1973.
(13) KLINEBERG, O., op cit.
(14) La compilación de J. Piaget y P. Fraisse, Psicología Social, Ed. Paidós, Buenos Aires,
1969; también H. Lindgren, Introducción a la Psicología Social, Ed. Trillas, México,
1975.
Sería por demás erróneo suponer que las teorías referidas surgen como una "necesidad
interna" del mundo de los hechos analizados. Como ha señalado Bachelard, los hechos nada dicen si no
se los interroga metódicamente; la forma de la interrogación es anterior a la toma del dato, y condiciona
la manera en que éste se presenta. De tal modo, no existen datos puros, sino siempre -ya- situados en una
perspectiva determinada para obtenerlos (15). Por tanto, las teorías anteceden en realidad a los hechos
descritos por los manuales de psicología social, y este anteceder tiene, en nuestro caso concreto, referencia
diversa a la polémica entre las distintas corrientes que atraviesan el campo de la psicología.
(15) BACHELARD, G., op. cit.; P. BORDIEU y otros, op. cit.
Creemos con lo anterior haber fundamentado la no-autonomía de la psicología social como ciencia,
y su estatuto de constituir una aplicación de la psicología general. Esto nos lleva a un segundo
nivel de problemática, en relación a los criterios de construcción teórica que nos
permitan pensar cuál es el status científico de la psicología.
Se ha escrito bastante sobre el tema (16). Resumiendo algunos argumentos centrales al respecto, podemos señalar
que: 1) La ciencia se construye a través de una ruptura con el campo de desconocimiento-reconocimiento previo
instaurado en torno a los fenómenos que pretende explicar; 2) se trata de un cambio de problemática
que se aleja del sentido común hacia la construcción del objeto científico; 3) este objeto
rompe con el sentido común precisamente en cuanto es metaempírico; 4) este objeto es el que permite
la explicación del funcionamiento del objeto empírico. La función de la ciencia es explicar,
interpretar teóricamente, y no describir o reproducir la forma del objeto empírico; 5) esta reproducción,
presentada a menudo como ciencia, no es más que sentido común recategorizado, forma teórica
de operaciones puramente tecnológico-prácticas y, según las posiciones de Luis Althusser y
sus seguidores (entre los que cabe contar a los autores de las dos últimas obras citadas), "ideología".
En nuestro caso, optamos por dar a ese término un sentido más amplio que propondremos luego; por
el momento, preferimos hablar de "sentido común", aunque deba aceptarse como propone Lécourt
(17): que la construcción de sentido está siempre socialmente condicionada.
(16) SASTRE, C., La Psicología, red ideológica, Ed. Tiempo Contemporáneo, Buenos Aires, 1975;
N. BRAUNSTEIN y otros: Psicología, ideología y ciencia, Ed. Siglo XXI, México, 1977.
(17) LECOURT, D., Para una crítica de la epistemología, Ed. Siglo XXI México, 1980.
Althusser ha expuesto detalladamente las condiciones de la "ruptura epistemológica" para el caso
del materialismo histórico (18), asumiendo de manera implícita por momentos y a veces explícita,
que se trata de las condiciones generales de producción de conocimiento por cualquier ciencia. Podemos aplicar
esas condiciones al caso de la psicología, operación que el mismo autor realiza elusivamente en diversos
párrafos de su obra.
(18) ALTHUSSER, L. y E. BALIBAR, Para leer El Capital, Ed. Siglo XXI, México, 1969; ALTHUSSER, L., La revolución
teórica de Marx, México, 1968.
En el campo de la psicología este cambio de problemática, esta "ruptura" teórica
con el sentido común instalado en la mera descripción, se ofrece más clara y precisable que
en otras disciplinas: es Freud, con su descubrimiento del inconsciente y la teoría correspondiente, el psicoanálisis,
el que abre un campo de interpretación holística de los fenómenos psíquicos. El inconsciente
aparece como el metaempírico, sin embargo dotado de una realidad concreta, que da razón de una serie
de fenómenos de otro modo inexplicables (el lapsus, el chiste, el acto fallido, la alucinación, los
sueños, el delirio). La ruptura es rotunda, tanto respecto del sentido común, que no recaba más
allá del dato inmediato, como cuanto de la psicología anterior, relativa a los elementos de conciencia
o a lo manejable según el método experimental: nos ubicamos en un campo decididamente nuevo.
A su vez, como explica Bordieu y es planteado desde Aristóteles, el método depende estrictamente
del objeto del caso; Freud no acepta seguir los procedimientos de la medicina o la biología para trabajar
con sus pacientes; el inconsciente plantea sus propias exigencias. Se accederá al sentido (inconsciente)
de los actos y representaciones humanas a partir de lo propio del hombre: la palabra, vía regia de acceso
al mundo simbólico del lenguaje, exclusivo del ser humano (a este respecto ha abundado la escuela de Jacques
Lacan, retomando los descubrimientos de la Lingüística saussuriana en cuanto a la distinción
significante-significado y a la autonomía parcial de la cadena significante, elementos específicos
del lenguaje humano que desautorizan la posibilidad de referirse al "lenguaje" de los antropoides o las
abejas estrictamente como "lenguaje". (Pueden verse las reflexiones sobre psicoanálisis y lenguaje
en André Green y otros, Estructuralismo y psicoanálisis, Nueva Visión, Buenos Aires, 1971).
Hay en el psicoanálisis una construcción del objeto y el método de acceso al mundo psíquico.
Esto no ocurre, por lo menos en medida comparable, con ninguna otra corriente de la psicología.
La teoría de la Gestalt ha incluso propuesto métodos terapéuticos, partiendo de los análisis
de Wertheimer, KoHeler y Koffka sobre la percepción; pero esto implica partir de los efectos, dado que la
percepción no es lo estructurante del conjunto del mundo psíquico, sino que por el contrario, está
estructurada a partir de la configuración significativa inconsciente. En este sentido, la Gestalt permanece
en el plano de la apariencia.
La fenomenología es una teoría de origen filosófico destinada al descubrimiento de las esencias;
su entrada al campo científico se establece a partir de presupuestos previos muy ajenos a la producción
científica misma. Su insistencia en permanecer dentro del marco de la conciencia, como un "a priori"
del análisis, le impide reconocer los límites de este método en cuanto al mundo psíquico,
donde el "yo" es sitio de desconocimiento (Lacan) y por ello el sujeto poco o nada sabe, a nivel de conciencia,
de la causa real y significación de sus síntomas o angustias.
El experimentalismo a ultranza proviene de una indebida importación de la metodología de las ciencias
físico-naturales a las ciencias humanas, según la tradición positivista que plantea la existencia
de un método científico universal. De este modo, se produce una reducción del mundo psíquico
a los elementos de aquel método, los cuales son manejables con esta única metodología; lo
psíquico queda "atrapado" en una metodología que no le es inmanente. Es el caso de la Introduction
a la psychologie sociale, de Serge Moscovici, o de la psicología social dirigida por Fraisse y Piaget (19).
(19) Respecto de la epistemología piagetiana y sus fundamentos de "continuidad" entre las disciplinas,
que se oponen a la noción de "ruptura", hemos realizado una crítica en nuestro trabajo
"Interdisciplinariedad". UAM Azcapotzalco, mimeo, 1980, cap. 2; también puede verse VENN, C. y
WALKERDINE, V., "La adquisición y producción del conocimiento: reconsideración de la
teoría de Jean Piaget", en Dialéctica, Núm. 6. Universidad Autónoma de Puebla,
marzo 1979, pp. 77 y ss.
Finalmente el "behaviorismo", de fuerte peso en la psicología social, plantea como su plan explícito
precisamente el contrario a la fundación de un objeto teórico: empirismo absoluto, supone que la
remisión "pura" al dato, carente de interpretación alguna, permitiría una visión
realmente científica. Habría que limitarse a lo que el sujeto hace o dice. De este modo, queda planteada
la tarea imposible de llegar a los datos sin interpretarlos, por un lado; por otro, se renuncia a la función
esencial del científico, la explicación racional de las conexiones reales que articulan lo empírico
como tal.
Hemos repasado, menos que sumariamente, las principales teorías que coexisten con el psicoanálisis
en el campo de la psicología. Si asumimos que la ciencia se caracteriza por la instauración de una
problemática coherente, se aceptará que todas estas teorías no pueden coexistir sin opciones
reales y mutuas incoherencias que exigen ser suficientemente tematizadas.
De allí que no podamos aceptar a la psicología sino como un conglomerado no unívoco desde
el punto de vista teórico, y por ello lleno de incongruencias y puntos ciegos; la psicología no es
un conjunto de leyes y conceptos coherentes, sino una especie de collage teórico que debe ser decantado.
Si aceptamos que la teoría psicoanalítica cumple con las condiciones definidas acerca de la producción
de conocimientos científicos, entre ellas la fundación de un objeto metaempírico y el alto
nivel de explicación en relación a los fenómenos del campo, aceptaremos partir de ella como
la base de una psicología científica, que se estructuraría desde las nociones centrales de
inconsciente y aparato psíquico.
A su vez, es pertinente rechazar cualquier hipótesis "ecléctica" acerca de esta disciplina,
dado que la mezcla de problemáticas diferentes impide la consistencia interna del discurso científico
y deja en la ambigüedad la identidad de su objeto particular.
Siguiendo lo anterior, asumiremos a la teoría psicoanalítica como "suelo" estructural de
una psicología en construcción; ella ofrece el marco teórico del aparato psíquico desde
el cual se conforma la subjetividad humana. Esto no niega totalmente lo propuesto por otras teorías, pero
lo subordina al orden de conceptos del psicoanálisis, evitando el eclecticismo inorgánico y a la
vez proponiendo una jerarquía teórica a los diferentes conceptos y descubrimientos. Por ejemplo,
la teoría piagetiana de la inteligencia o los trabajos gestálicos sobre percepción, podrían
ser reestructurados dentro de los marcos explicativos propuestos por la teoría que abriera Sigmund Freud.
La psicología tal cual hoy la conocemos, como yuxtaposición o adición de posiciones diferentes
y no articulables, no tiene por tanto status de ciencia. Proponemos (como lo han hecho Sastre o Braunstein en los
textos aludidos) que la psicología es ciencia en construcción, con una columna verbal que es el psicoanálisis
y con un objeto propio que es el aparato psíquico conformado a partir del inconsciente.
Si la psicología social es una aplicación de la psicología general, y si la fundamentación
de esta última es equívoca, es notorio que tales fallas de fundamentación estarán presentes
también en la psicología social.
Demos unos cuantos ejemplos: uno de los intentos es realizar una psicología social ecléctica, donde
todas las teorías coexisten sin proponer a ninguna como ordenatoria de las otras. Allí el psicoanálisis
es una teoría más (generalmente de las menos consideradas) que ofrece apoyo en ciertos temas específicos.
Es el caso del Manual de Psicología Social de T. Newcomb, Ed. Eudeba, Buenos Aires, 1972, 2 tomos; o del
trabajo de Lambert ya citado, donde coexisten sin oposición Freud y Skinner.
En otros casos, se asumen definiciones "behavioristas" que muestran con claridad su carácter puramente
ligado al sentido común y provisto de serios errores de construcción teórica. Dice Klineberg:
"Se ha definido la psicología como el estudio científico de las actividades del individuo. La
psicología social puede definirse como el estudio científico de las actividades del individuo influido
por otros individuos" (20).
(20) KLINEBERG, O., op. cit., p. 15.
Es notorio que Klineberg supone que el campo de una disciplina se define por un cúmulo de hechos propio:
las actividades del individuo. De más está decir que éstas pueden ser perfectamente analizables
por el materialismo histórico, desde el punto de vista de las instancias sociales, los roles institucionales,
los enfrentamientos sociales, etc. "Lo que el individuo hace" puede ser trabajado desde ciencias muy
diferentes. A su vez, el concepto de "individuo", unidad primigenia de lo social según la ideología
liberal, aparece en dos ocasiones. La segunda desnuda su carácter equívoco a plenitud, ya que la
psicología y la psicología social son diferenciadas en cuanto esta última analizaría
"actividades del individuo influido por otros individuos". Es notoria la imposibilidad de sostener esta
distinción entre psicología y psicología social. ¿Acaso la psicología se encarga
del individuo no influido por otros?, ¿dónde existirá un tal individuo? Por otro lado, ¿sólo
"individuos" nos influyen socialmente?, ¿la sociedad no nos condiciona como un todo a través
de su modo de producción, de la ideología, etc., que no sólo provienen de "otros individuos"
sino de estructuras objetivas que están más allá de éstos?
Para no resultar incoherente, Klineberg continúa con otros errores teóricos del mismo tamaño,
hablando de "conducta social de los animales" (¿es la de los animales una "sociedad"
en sentido lato?, ¿hay en ella Estado, división del trabajo, diferencias de clase?), discutiendo
si existe una "cultura animal", etc (21).
(21) KLINEBERG, O., op. cit., pp. 30-39.
También es paradigmático el libro de Hollander(22), donde se señala que "la influencia
social constituye el interés central de la psicología social"... "la influencia social
se manifiesta cada vez que un individuo responde a la presencia real o implícita de otro u otros".
Nuevamente la influencia social se supone demarcable empíricamente, según las reglas del método
asumido; no se concibe al problema como de estructuras o formaciones sociales en su conjunto, sino de "otro
u otros". Se agrega: "en primer lugar, la influencia social puede estar relacionada con el efecto recíproco
de una persona sobre otra en la interacción social" (23); una vez más, en esta fase se recurre
al empirismo más ingenuo, ligando la influencia de otros al fenómeno de la interacción, al
"entrar en contacto" con otro; como si las fantasías ligadas al ideal del yo, por ejemplo, no
se constituyesen por imágenes sociales idealizadas de roles sociales lejanos y desconocidos,sublimadosprecisamenteportal
desconocimiento. Posteriormente Hollander se refiere a la influencia de los grupos sobre el individuo o de grupos
entre sí, pero nunca a la determinación por la totalidad social, sus instancias y estructuras, sobre
la subjetividad y el mundo intrapsíquico.
(22) HOLLANDER, E., Principios y métodos de psicología social, Amorrortu Buenos Aires, 1976.
(23) Subrayado en el original.
Asimismo hallamos en textos de psicología social conceptos científicamente no sostenibles (ejemplo:
el de "conducta emocional" en D. Krebs, Readings in social psychology; Contemporary perspectives, 1976-1977,
Nueva York. Es sabido que no existe representación que no esté ligada a un afecto; en este sentido,
toda conducta es emocional. Erróneo sería llamar "emocional" a aquello que tiene que ver
con situaciones explosivas como el llanto o sublimadas como la amistad, dado que ello obraría como una copia
del sentido común, que encuentra lo emocional sólo en lo expresivo. Hablar de los aspectos afectivos
de la estructura psíquica, o mejor, del manejo dinámico de los afectos, sería más preciso),
o basados en teorías que obvian el mundo interno del sujeto (ejemplo: el esquema de comunicación
que presenta Lindgren, op. cit., p. 236, que no hace relación al problema fundamental de la significación
del lenguaje, estudiado por la Lingüística y la semiótica) o lo aluden sin captarlo a fondo
(por ejemplo: el sugestivo tema de la disonancia cognitiva, en Aronson, op. cit., p. 119, que sería mucho
más rico con una aproximación psicoanalítica, señalando la oposición entre las
diferentes instancias psíquicas, partiendo de la crítica de la idea de sujeto unario, demarcando
el rol del superyó y el ello, etc.).
Hemos aludido al orden del discurso de la psicología en general y a sus efectos, por aplicación,
en la psicología social. No hemos hecho referencia precisa, sin embargo, a las condiciones históricas
de producción de ese discurso, que según ha mostrado la dialéctica a través de la fusión
del ser social y la conciencia social(24) son las determinantes de las características de ese discurso.
(24) Cf. LUKACS, G., Historia y conciencia de clase, Ed. Grijalbo, México varias ediciones; HABERMAS, J.,
Teoría analítica de la ciencia y dialéctica, reproducido por Ed. Grijalbo, México.
Existe un excelente texto de Didier Deleule que explica extensamente este proceso de producción de la psicología(25),
intrínsecamente ligado a las necesidades del aparato productivo y del aparato de Estado del capitalismo
en su fase de concentración monopólica a fines del siglo pasado y comienzos del presente. Apelando
a las conocidas tesis de Marcuse acerca de la ciencia y la tecnología como las formas de dominación
características de la sociedad contemporánea (26), desglosa diferentes items de la psicología
demostrando su servicio directo, no a nivel de aplicación de los conocimientos sino de génesis de
éstos, a las necesidades del aparato de dominación social.
(25) DELEULE, D., La psicología, mito científico, Ed. Anagrama, Buenos Aires, 1972.
(26) MARCUSE, H., El hombre unidimensional, Ed. Jaoquín Mortiz, México, 1969.
No resulta particularmente difícil hacer notar la validez de sus tesis: por ejemplo el concepto de "adaptación",
extraído de las ciencias naturales, cumple un rol fundamental de afirmación de los comportamientos
normativos dominantes, dado que todo aquel que innove y se diferencie de la mayoría será calificado
de inadaptado y por ello de anormal, ya que la adaptación ha sido propuesta como criterio de normalidad.
Por otro lado, la noción de "ambiente" que le está ligada como medio en que los sujetos
se desarrollan, conlleva una evidente alusión del problema característico del medio social, que no
es un "ambiente natural" al cual el sujeto se enfrenta, sino una forma social determinada y construida
por los hombres, que naturalmente es histórica y modificable. Al hablarse de "ambiente" se escamotea
el problema sociopolítico proponiendo como modelo de los comportamientos humanos los de los animales, entre
los cuales esos problemas simplemente no existen.
Otro caso es el de los "test", cuya construcción estuvo ligada estrechamente a las necesidades
del aparato militar norteamericano en la Primera Guerra Mundial (garantizar la inteligencia y lealtad de los soldados)
y del aparato educativo-técnico (garantizar que la escolaridad fuese otorgada a los más dotados).
Los "test" estuvieron, y aún están, al servicio de la selección de las personas
según aptitudes que no son naturales sino fruto del aprendizaje y por tanto de condiciones sociales particulares,
y son la justificación de la repartición desigual de las posibilidades sociales.
También puede hacerse referencia a la noción de "motivación", presupuesta a partir
de la necesidad de manipular sujetos en una dirección determinada por parte del aparato estatal e industrial,
investigando cómo llevarlos a realizar una cierta conducta deseable para los sectores en el poder.
Otro caso es el de los estudios sobre grupos, modos de conducción de éstos, liderazgo, etc., cuya
relación a necesidades de efectividad empresarial o de control militar son claramente discernibles.
Hecha esta apreciación general sobre el surgimiento de la psicología, siguiendo a Deleule, veremos
ahora cómo en el caso concreto de la psicología social aparecen este tipo de temas y de tratamientos
signados por las necesidades de control social desde el poder económico, político o militar.
Encontramos en Klineberg, por ejemplo, un capítulo sobre "Psicología y relaciones internacionales"
(27). Además de cubrir la función de análisis sobre medios de persuasión y convencimiento
en diplomacia (28), se cumple el rol ideológico de presentar un problema de índole netamente sociopolítico
como son las relaciones internacionales, como si fuese objeto de un tratamiento básicamente "psicológico".
El efecto es presentar relaciones de fuerza (29) en las que habitualmente se juega el papel de dominador (30) como
si fuesen amigables relaciones entre individuos libres y autónomos. Para este tipo de proposiciones, así
como para los trabajos relativos a grupos en psicología social, viene al caso para la crítica la
fase de M. Harnecker: las relaciones entre los hombres no son relaciones humanas (31).
(27) KLINEBERG, O., op. cit., pp. 512 y ss.
(28) Análisis de dudosa eficacia dadas las condiciones de su producción de conocimiento y reproducción
de reconocimiento-desconocimiento.
(29) No otra cosa son las relaciones sociopolíticas ver GLUCKSMANN, A. El discurso de la guerra, Ed. Anagrama,
Buenos Aires, 1971.
(30) Los manuales de psicología social emanan en un porcentaje abrumador de los países capitalistas
avanzados: EE.UU. y Europa.
(31) HARNECKER, M.: Los conceptos fundamentales del materialismo histórico. Ed. Siglo XXI, México,
varias ediciones.
En Aronson encontramos el tema de la propaganda, el cual naturalmente puede explorarse (y se lo ha hecho) en un
sentido diferente al dominante, pero que sin duda tiene su origen en las necesidades de obtener máxima efectividad
en la persuasión para la venta de un producto o para la propaganda ideológica. En todo caso, este
texto de psicología social, como la mayoría de los que hemos considerado, reproduce la perspectiva
del poder (32). El autor es consciente de que la psicología social tiene fuertes consecuencias prácticas,
como lo señala al comienzo de su obra, pero para él esto sólo comporta problemas éticos
(33) y no problemas de posición política y de ideología, que son en realidad las categorías
que dan cuenta del área del caso desde un punto de vista teórico, ya que la ética remite en
última instancia a la decisión individual de un sujeto libre frente a su acto, y no a una situación
social estructural determinante de los valores y prácticas que sustentan los sujetos humanos.
(32) ARONSON, E., op. Cit., pp. 64 y ss.
(33) Ibid., pp. 318 y ss.
El texto de Hollander aborda de manera desprejuiciada toda una serie de temas en que la determinación sociopolítica
es evidente, pero nunca es enunciada, dando al estudio una pretensión de "neutralidad científica",
cuando en estado práctico está tomando partido: desde los items decididamente políticos, como
relaciones internacionales, diferencias de clase, elecciones, etc., a otros como "adaptación",
del que ya hemos hablado; "desviación", que es su par homólogo-opuesto en la misma falsa
problemática; "valores" y "actitudes" (que reemplazan, también aquí, al
problema de la producción social de sentido, la ideología y la construcción simbólica
del superyó), "diferencias individuales" (no diferencias entre "sujetos producidos"),
"movilidad social" (como opuesta a la idea de la supresión global de las diferencias de clase),
etc.
Este análisis podría seguirse en casi todos los manuales. En Lindgren resulta esclarecedor el capítulo
sobre "movilidad ascendente" que, además de obviar significativamente la "movilidad descendente",
propone un subtema como "el propio esfuerzo y la clase baja", destinado a perpetuar, con título
de ciencia, el mito del "self-made-man", además de los efectos ideológicos del tenor valorativo
de los términos usados ("alta" y "baja").
En el texto de Moscovici (34) hay un capítulo destinado al problema del poder; allí la necesidad
del análisis social es evidente. Sin embargo, el libro escrito en francés no lleva referencia alguna
a la rica obra de Michel Foucault sobre el tema, ni al materialismo histórico que ofrece una teorización
rigurosa del tema, ni al psicoanálisis, que daría importantes aportes al problema de la introyección
subjetiva de la estructura del poder.
(34) MOSCOVICI, S., op. cit., pp. 45 y ss.
No es casual la exclusión de estas teorías: son las que han surgido en contra, o cuando menos al
margen, del poder establecido. Ya señalamos que esta psicología aplicada que es la psicología
social no asume el objeto teórico aportado por el psicoanálisis (el inconsciente, cuya lógica
del deseo no es funcional al aparato productivo ni a los propósitos de subordinación de los sujetos
a un "orden"). Deberemos agregar que, siendo una aplicación de la psicología a fenómenos
de grupos o clases o sectores sociales, el único modo de ser riguroso es que Los fenómenos a los
que se aplique el análisis (que, como ya hemos señalado, no pueden tomarse "en bruto",
de una forma epistemológicamente neutra) sean estructurados bajo un punto de vista teóricamente estricto.
En este campo, el materialismo histórico propone los instrumentos básicos de una teoría social
estructural (35); en ninguno de los textos reconocidos en psicología social en Occidente se le asigna el
lugar que le corresponde, quedando el campo de lo social librado a la ideología espontánea o consciente
de los autores, habitualmente la ideología dominante, que nunca se explicita a sí misma (36). El
señalado es un problema central en torno al sesgo ideológico que exhibe el discurso de la psicología
social.
(35) La fundamentación a fondo de éste escapa a la magnitud del presente trabajo.
(36) Cabe señalar que al hablar de materialismo histórico no lo hacemos sobre las vulgarizaciones
mecanicistas de éste, sino respecto de la construcción de los autores más sólidos:
Marx, Gramsci, Lukács, etc.
La psicología social contiene, por lo antedicho, una fuerte carga ideológica. ¿Qué
queremos decir con esto? Consideraremos de una manera particular la diada epistemológica ciencia-ideología,
que ha tenido tan fuerte influencia en los últimos años a partir de las obras precitadas de Althusser.
En otro trabajo (37) he planteado detalladamente mi posición al respecto, resumida en la no aceptación
de ciencia e ideología como pareja de opuestos, pudiendo la segunda estar presente en la primera; en la
comprensión de la ideología como conjunto de significaciones que porta un sujeto social, con efectos
tanto de conocimiento como de desconocimiento y ocultación (se opone a la noción de la ideología
sólo como falsa conciencia, tal como aparece en Althusser); en asumir que la ideología está
ligada estrictamente al lugar ocupado socialmente y en la lucha de clases; y en afirmar que no existe "ideología"
sino "ideologías" según clases sociales. Es notorio, para quienes conocen el tema, que
esta posición se sustenta en las versiones "historicistas" del marxismo y no en las filosóficamente
más cercanas al estructuralismo (38).
(37) FOLLARI, R., "Política y ciencia en psicología", en Dialéctica Núm.
6, Universidad Autónoma de Puebla, junio, 1979, pp. 145 y ss.
(38) Por ejemplo, se acerca a la posición gramsciana expuesta por H. Portelli en Gramsci y el bloque histórico,
México, Ed. Siglo XXI, 1977.
Proponemos que el hecho de que una ciencia está bien construida como tal no impide la portación en
su discurso (y más aún en su práctica de producción y difusión de conocimientos
y en sus consecuencias tecnológicas) de elementos de ideología. En el caso de la psicología
social, es notoria la falta de cientificidad por todos los argumentos que hemos ido exponiendo. Pero no es esto,
a nuestro juicio, lo fundamental para hacer notar su carga ideológica, sino el rol claramente ligado a las
necesidades de dominio de la clase hegemónica que funda sus temas y los modos de trabajarlos. Dicho de otra
manera, el problema ideológico radica menos en la falta de un estatuto científico suficientemente
fundado, que en la evidente trabazón existente entre los intereses de los sectores sociales en el poder
y las propuestas teóricas, metodológicas y discursivas de la psicología social. Estamos ante
un campo ideológico en el sentido fuerte de esta palabra, campo de lucha por el dominio de las significaciones
sociales a los fines de perpetuar determinadas formas de organización social.
Esta ordenación de la psicología social a partir de la ideología y del sentido común
es la que determina la pobreza teórica de la disciplina; sus formulaciones básicas son escasas y
repetitivas. El parecido entre sí de los textos resulta llamativo, así como la escasa originalidad
de los planteamientos. Estamos en un área sumamente estéril desde el punto de vista de la innovación
hacia nuevas opciones temáticas y enfoques; las similitudes, por ejemplo, entre Asch y Lidgren o Hollander
son tales que sus textos serían en buena medida intercambiables. Para patentizar lo dicho, pueden revisarse
las bibliografías y los experimentos citados en cada caso, y se comprobará que el grado de saturación
del campo es enorme, que el reconocimiento mutuo entre un limitado número de autores es constante; naturalmente,
esto conspira contra cualquier ruptura teórica o metodológica.
Por esto mismo es oportuno, para terminar, hacer mención de los escasos esfuerzos de alternativas en esta
disciplina. Algunos, como el de Fromm, si bien contienen excelentes análisis del comportamiento y la estructuración
social del norteamericano medio (39), representan enfoques básicamente sociológicos, que sin duda
no configurarían una psicología aplicada (40). Otros, como los que muestran algunas revistas soviéticas,
responden a una versión teórica y metodológica muy cercana a la de los EE. UU.; la explicación
de este paralelo en la supuesta oposición puede rastrearse perfectamente en los análisis de la escuela
de Frankfurt (41).
(39) FROMM, E., Psicoanálisis de la sociedad contemporánea, Fondo de Cultura Económica, México,
1956.
(40) Hay quien ha encontrado en Fromm la posibilidad de una psicología social diferente; pero cabe aclarar
que ése no era el propósito del autor recientemente fallecido.
(41) MARCUSE, H., op. cit.
Quizá el esfuerzo más decisivo haya sido el de E. Pichon Riviere (42), psicoanalista argentino de
una línea teórica que se difundió en la década de los 60. Pichon Riviere intenta fundar
la psicología social desde el psicoanálisis, pero de un modo muy diferente al que nosotros hemos
propuesto. El no intenta trabajar psicoanalíticamente, por ejemplo, el tema de las masas o el de la comunicación,
o de la disonancia cognitiva o percepción; plantea un espacio estructurado fundamentalmente en el trabajo
de grupos, orientado según la técnica de grupos operativos por él ideada.
(42) PICHON RIVIERE. E., Del psicoanálisis a la psicología social, Ed. Nueva Visión, Buenos
Aires, 1974, 3 tomos.
De tal manera, la perspectiva de Pichon se centra en una técnica concreta de intervención social
e institucional; en este sentido ofrece una salida práctica interesante y sugestiva para la psicología
social. Pero en el plano teórico, no define por qué "salir" del psicoanálisis para
"llegar" a la psicología social, en una oposición de ambos términos poco comprensible;
limita el ámbito de la psicología social a una serie de fenómenos de microgrupo y a la interpretación
del arte, dejando un campo considerable de análisis fuera de la mira, y comete serios errores teóricos
en la fundamentación, al proponer un materialismo ingenuo y poco riguroso, y al mezclar eclécticamente
categorías del psicoanálisis con otras de la Gestalt y aun del "behaviorismo" (43).
(43) Ver por ejemplo BLEGER, JOSE, Psicología de la conducta, Ed. Nueva Visión, Buenos Aires, 1972.
Dado todo lo anterior, y a la vez considerando el hecho de que una modificación práctica (la "intervención",
actualmente puesta en boga en sociología por Lourau y Lapassade) no implica per se cambios teóricos
homologables, no encontramos en el intento de Pichon condiciones para plantear una nueva psicología social.
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