MOORE, T. W., Introducción a la teoría de la educación. Alianza-Universidad. Madrid, 1980, 126 pp. .
En el uso común, el término teoría es utilizado para designar un
intento de explicación, un intento de predicción, o como lo opuesto a
la práctica. En cualquier caso, sin embargo, se hace referencia a un
cuerpo de conocimientos o creencias. Por tanto la teoría, en general,
es un instrumento para la explicación y la predicción razonada.
Según Moore, existen teorías científicas y teorías prácticas; las primeras intentan dar cuenta de un conjunto de hipótesis o leyes de la naturaleza, y las últimas prescriben sobre los medios para llegar a un fin. Las teorías de la educación se inscriben en estas últimas. Al parecer, en el desarrollo de la obra, el autor otorga a la filosofía el monopolio de la creación de teorías en educación, en tanto que explica tres niveles del fenómeno educativo. En un primer nivel se encuentran las actividades cotidianas tales como enseñar, aprender, demostrar, castigar, etc. En un segundo nivel se encuentran las teorías de la educación que presentan principios, consejos y recomendaciones para influir en las actividades del primer nivel. Por último, un tercer nivel, en el que se encuentra la filosofía de la educación, se ocupa de la clasificación de los conceptos utilizados en los dos niveles anteriores y de examinar las teorías con el objeto de comprobar su consistencia y validez. Con el propósito de distinguir las diferencias entre las teorías científicas y las teorías prácticas, Moore bosqueja la metodología empleada por el positivismo, señalando que las teorías científicas surgen a partir de la observación de un gran número de casos particulares de un fenómeno, cada uno de los cuales presenta una determinada característica. Cuando el número de casos es muy amplio y no surgen contraejemplos, la generalización se establece como hipótesis bien fundada, como ley, es decir, se produce una inducción para establecer una teoría sobre la base de un amplio número de casos observados; en lugar de que, de acuerdo a Popper, se busquen específicamente los casos de negación para obtener no las evidencias de positividad de las hipótesis, sin las evidencias en contra de las mismas, si es que éstas existen. Una teoría práctica, por su parte, se diferencia de la teoría científica en que su conclusión normalmente será una prescripción, mientras que en la científica se implica por lo general una conclusión factual. Los supuestos del científico adoptan la forma de hipótesis sobre el mundo empírico, los supuestos del teórico-práctico implican una hipótesis prescriptiva, es decir, recomiendan los objetivos que deben ser perseguidos y recomiendan sobre la forma en que se pueden alcanzar. Por tanto, una teoría de la educación, como teoría práctica, se integra a partir de los siguientes elementos a) Fines de la educación. Presupuestos valorativos acerca de lo deseable para los individuos participantes en una sociedad deseada. b) Naturaleza del educando. Presupuestos acerca del comportamiento humano, incluyéndose en este elemento teorías científicas sobre el desarrollo del individuo y sus formas de aprendizaje. c) Naturaleza del conocimiento y sus métodos. Supuestos sobre los contenidos que por su relevancia se deben de aprender y sobre la forma más eficaz de aprenderlos y enseñarlos. Así como las teorías científicas son validadas o invalidadas, también las teorías de la educación deben someterse a medidas de control a través de la búsqueda de inconsistencias en la argumentación sobre los supuestos adoptados como verdaderos, ya sea por su incontrastabilidad o por su incompatibilidad con los principios morales vigentes en una sociedad o porque sus recomendaciones son incoherentes con los supuestos de que parten. El autor expresa su método de validación de la siguiente forma: "En la medida en que (una teoría de la educación) contiene afirmaciones empíricas, puede ser contrastada con los hechos empíricos; en la medida en que implica juicios de valor, resulta vulnerable a la argumentación filosófica; en la medida en que constituye una argumentación deductivo, puede ser sometida a la prueba de la coherencia interna. Si falla alguno de estos aspectos, puede ser rechazada en cuanto guía para la práctica" (p. 40). En esta forma, se afirma, la teoría de la educación no es teoría "por cortesía", sino por derecho propio, ya que al estar expuesta a la crítica y al rechazo, queda clasificada como tal "en medida no menor a como lo son otros tipos de teorías". Después de revisar las teorías de la educación postuladas por Platón, Rousseau, James Mill y John Dewey y someterlas a su método de validación, seiíala sus inconsistencias y plantea otra hipótesis: estas teorías "sobreviven a las críticas que se les han hecho, y estas críticas, aunque pueden servir para prevenirnos contra la adopción indiscriminado en la práctica, no son suficientes, sin embargo, para justificar su rechazo total". Existen en ellas ciertos supuestos, sobre todo de carácter filosófico que aún tienen vigencia, tales como el papel del entendimiento en la educación, la significatividad de ésta para los miembros de una sociedad democrática, etc. Por otra parte, el autor señala que en la actualidad, dados los avances en el campo de conocimientos sobre la educación, es difícil que los teóricos formulen sus teorías con la amplitud en que lo hicieron los autores revisados, ya que los teóricos actuales "se ven forzados a ser especialistas (en psicología, en sociología, economía, etc.) porque los detalles que abarca la totalidad del campo son demasiados como para que alguien pueda dominarlos por sí solo. Lo cual no impide que se hagan intentos en el sentido de una teoría general, pero es algo que quita credibilidad a la empresa". Pero sería equivocado, continúa Moore, descartar la teoría general, ya que los maestros necesitan hoy, como en el pasado, de alguna justificación teórica para lo que hacen en su práctica educativa "si no quieren que su trabajo sea incoherente y falto de sentido". Existe en la actualidad una teoría general de la educación, "sólo que en vez de estar forinulada y presentada en forma compacta como se presentaba antes, ha tomado una forma más fragmentaria". Para demostrar cómo se podría conjuntar una teoría general de la educación analiza los trabajos de Piaget y de Freud sobre el desarrollo cognoscitivo y los trabajos "asociacionistas" y de la Gestalt sobre los procesos del aprendizaje. Además, para apoyar los supuestos acerca de la naturaleza de los educandos, pasa revista a los aportes sociológicos de Durkheim y Bernstein sobre los efectos de la sociedad en la práctica educativa. Estos son los tipos de aporte y la manera en que las teorías descriptivas deben integrarse a los supuestos que conforman una teoría de la educación, con ciertas salvedades importantes, ya que. "las verdades de la psicología y la sociología no sirven por sí mismas de garantía para que adoptemos un curso de acción u otro ... A pesar de lo importante que son los hechos empíricos, la teoría de la educación, en último término, depende de cuestiones de valor" (p. 107). En el último capítulo, bajo el rubro de "Un modelo actual", se ofrece una propuesta de marco general para la construcción de una teoría de la educación en la actualidad, sugiriendo los siguientes elementos, cuya iluminación es tarea del filósofo de la educación: 1. Objetivos educativos. Supuestos sobre el tipo de sociedad que se desea construir y lo que se entiende en ese marco por un "hombre educado". 2. La naturaleza de los educandos. Una teoría adecuada requiere que los supuestos sobre los niños sean lo más precisos posible, y que estén abiertos a algún tipo de comprobación. La educación, en sentido normativo, implica la producción de un determinado tipo de cambios deseables en los individuos. 3. Conocimientos y métodos. Dos supuestos esenciales deben incluirse: que el conocimiento es posible y que hay algunos conocimientos más valiosos (intrínseca o extrínsecamente) para una vida mejor. De lo cual se desprenden propuestas para integrar los contenidos del currículo. En cuanto a los métodos, se deben,recomendar los que supuestamente sean más eficaces según las circunstancias de la escuela, el grupo, el alumno o el profesor. ("Enseñar es más un arte que una ciencia.") En términos generales Moore propone que se evite formular un tipo de teoría general universal, como hacían los autores analizados, y más bien, que cada maestro dé contenido a su propia teoría de la educación utilizando el marco general propuesto, ya que toda teoría, como la propia educación, cambia de contenido según las circunstancias. Lo decisivo en una teoría de la educación es que pueda servir para la práctica. Moore logra puntualizar algunos vacíos pendientes en la exposición de otros autores que tocan este tema; sin embargo, quedan planteamientos por resolver en lo concerniente al manejo de la orientación ideológica de los juicios valorativos e intereses que toda teoría de la educación implica y que requieren ser analizados desde un enfoque con una base más objetiva. MARCO AURELIO NAVARRO LEAL. |