PREMIO NACIONAL DE QUIMICA
"ANDRES MANUEL DEL RIO"
EN EL AREA DE LA DOCENCIA,
AL RECTOR DE LA UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA

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Discurso

 

En el auditorio Bruno Mascanzoni del Instituto Mexicano del Petróleo, el día 27 de abril del presente año el doctor Guillermo Soberón Acevedo, secretario de Salubridad y Asistencia, en representación del Licenciado Miguel de la Madrid Hurtado, Presidente de la República, hizo entrega al doctor Ernesto Domínguez Quiroga, rector de la Universidad Iberoamericana, el Premio Nacional de Química "Andrés Manuel del Río". El premio recibido por el doctor Ernesto Domínguez, obedece a sus méritos académicos y profesionales y particularmente a su destacada labor en el campo de la docencia.

En la ceremonia de premiación, el doctor Ernesto Domínguez leyó un documento con el que agradeció el estímulo recibido y en él dirige un mensaje importante para los maestros universitarios. A continuación se reproduce dicho mensaje:

Muchas gracias, son las primeras palabras que vienen a mi mente.

Muchas gracias. Agradecimiento a la Sociedad de Química de México en primer lugar, por haber instituido el Premio con el nombre del ilustre naturalista español D. Andrés Manuel del Río, pionero de la incipiente química de nuestro país a fines del siglo XVIII, destacado maestro en la cátedra de Mineralogía y además

defensor de la independencia de México. Agradecimiento a la directiva de la Sociedad de Química que nos ha proporcionado este gozo y satisfacción a los premiados.

Más de treinta años he dedicado a la docencia de estas ciencias queridas, las ciencias químicas; así llamadas por tener un tronco común, un origen, un lazo de unión en la ciencia misteriosa, la ciencia de las substancias, sus propiedades, reacciones que hay entre ellas y sus aplicaciones científicas y tecnológicas.

Recibir hoy el premio, me hace reflexionar en mi vida docente, me trae recuerdos y añoranzas, se me reproducen imágenes de otros tiempos. Recuerdo a muchos de los presentes. Hemos trabajado juntos o paralelamente en la cátedra y en el laboratorio, en la investigación y en los métodos pedagógicos para transmitir y engrandecer esta ciencia atractiva, llena de encantos, con cualidades que le dan una versatilidad que la tecnología aprovecha para el bien de la humanidad. Es una ciencia pretendida por muchas otras ciencias, que con su colaboración múltiple han multiplicado las revistas de investigación y los libros de texto. La tecnología no se cansa de pretenderla y aprovecharla. Sus aplicaciones colaboran con la salud y el bienestar, con la utilidad y la economía.

Sin embargo el joven de esta época, en muchas ocasiones la ha despreciado o le ha vuelto la espalda. La ha menospreciado ante la riqueza de otras ciencias en otras ocupaciones que la han suplantado con los atractivos de la facilidad, las formas económicas o la deformación profesional.

¿Podríamos preguntarnos ahora si la Química y sus especialidades, sus consorcios con otras ciencias o los ropajes tecnológicos, han perdido la significatividad, la importancia, el atractivo que tenían en la época que se llegó a dominar la "Era de la Química", época de muchos descubrimientos?

Vemos disminuir el número de alumnos que desean ser químicos o estudiar cualquier otra profesión relacionada con la Química. Vemos estancarse el desarrollo de nuestras profesiones. Observamos que en la selección de las áreas de bachillerato, los jóvenes rehúyen aquellos caminos de la química, la física y las matemáticas, en el mismo orden prioritario.

¿Serán tan difíciles? ¿No las estaremos haciendo más de lo que son? ¿No sabremos los maestros de todos los niveles prestigiar nuestra disciplina o mostrar nuestro cariño e identificación con ellas? ¿Qué hay de cierto en todo esto? Me preocupa el futuro, no tan sólo de estas mismas ciencias en nuestro país; me preocupa el futuro de nuestros jóvenes. Me preocupa el desarrollo profesional que se está dando. Me preocupa que la ley de la inercia inexorable continúe, y que nuestras profesiones, nuestras ciencias químicas sean puestas al margen de la vida social, educativa y profesional.

¿Qué pasa con la Química? ¿Qué sucede con la enseñanza de la Química? ¿Qué pasa con el interés juvenil por estas disciplinas, profesiones y estudios serios y profundos? ¿Hacia dónde se dirige nuestra docencia? ¿Qué podemos decir? ¿Qué podríamos predecir, y ¿qué podemos hacer? Porque si nosotros no nos dedicamos a la ciencia química y sobre todo a su aspecto docente, ¿quiénes tendrán este interés?

Aprovechando la ocasión y abusando de su paciencia me permitiré destacar algunos aspectos, que mi experiencia docente me ayuda a citar.

Como primera hipótesis sugeriría la actitud juvenil del maestro. Ser joven con los jóvenes. La experiencia, también puede ser signo de obsolescencia. Necesitamos renovar nuestro ser; rejuvenecernos intelectualmente. No basta la cirugía plástica; necesitamos un elíxir de juventud: aprender de los jóvenes y a tratarlos como jóvenes. Ellos mismos no nos dejarán envejecer. ¿Qué les interesa saber? ¿Cómo interesarlos en un estudio difícil, serio y profundo de la naturaleza, de nuestro país, y de lo que nos rodea?

Debemos sacudir la pereza intelectual en el estudiante. ¡Qué trabajo nos cuesta hacer las cosas y estudiar! Pero cuando algo nos gusta, nos atrae, hacemos cualquier sacrificio por obtenerlo. ¿Cuáles son los gustos de nuestros jóvenes? ¿Son coincidentes? Si nos empapáramos de sus inquietudes, podríamos llegar a ciertas coincidencias en las que cada una de las partes aportará lo que tiene.

Una realidad importante del maestro es saber suscitar en el alumno el interés y el amor a lo que está enseñando uno y aprendiendo el otro. Para esto ciertamente es necesario estar enamorado de algo que consideramos valioso. Si nosotros, maestros, queremos revalorar las ciencias químicas, tenemos que mostrarlas radiantes, hermosas, siempre jóvenes y actualizadas. Así la transmisión será automática. El pensamiento del estudiante y los comentarios con otros compañeros serán: ¡Miren cómo ama el maestro a su materia!

No deseo molestar al auditorio con más comentarios sugeridos por la experiencia.

Quiero terminar reiterando mis agradecimientos iniciales, más un agradecimiento a mis colegas en el magisterio de las ciencias químicas, quienes con sus ejemplos, experiencias y ensayos pedagógicos me han ayudado a alcanzar este premio del que participamos quienes de una manera o de otra nos hemos alentado y entusiasmado mutuamente.

Y a los mismos estudiantes, que en muchas ocasiones también me han enseñado, les agradezco su docencia y colaboración didáctica en mis clases a través de los años.

Y a todos puedo repetir que los momentos más felices de mi vida han sido los ratos, las horas, los años... en que he estado en clase o en el laboratorio mostrando, enseñando y aprendiendo: las ciencias químicas.