FRAY ANTONIO DE GUEVARA Y EL VILLANO DEL DANUBIO

JORGE DE LA PAZ

He también mirado mucho en que no fui tan breve en mi
escribir que me notasen de obscuro, ni tampoco tan largo
que me infama sen de verboso: pues toda la excelencia del
escribir está en que debajo de pocas palabras se digan
muchas y muy graves sentencias.
A. de Guevara.

Contenido del Artículo:
INTRODUCCIÓN
EL VILLANO DEL DANUBIO
En el cual el rústico prosigue su plática y arguye contra los romanos, que a sinrazón fueron a conquistar sus pueblos, y prueba por muy buenas razones que por tener ellos a sus dioses enojados, fueron de los romanos vencidos.
Do el villano concluye su plática y habla contra los jueces que no hacen justicia, y de cuán dañosos son los tales en la república

 

INTRODUCCIÓN Contenido
Dentro de una tradición que no tolera antecedentes, practicó la literatura Fray Antonio de Guevara, predicador y cronista de Carlos I, con el alma poblada de sueños y ficciones. Su vida fue singular ejemplo de contradicción, y la obra -espejo de carencias y de dones- reflejará sus flaquezas de hombre y sus desvelos de artista.

Los afanes de su alma fueron una denodada quimera. Hizo lecturas pasmosas y profesó la invención circunstancial y los espacios imaginarios. Dudó de las ideas absolutas y aseveró que fuera de las Sagradas Escrituras nada podía ser negado ni afirmado. Intuyó que la historia de un instante resume la eternidad y menospreció las cronologías y los hechos comprobables. Artífice de obras apócrifas, descubrió libros ficticios y fraguó citas ilusorias -¿No prometió publicar De Bello Cantabrico, libro inexistente del emperador Augusto? Los avatares del tiempo fueron la habitual predilección de sus horas solitarias. Urdió testimonios azarosos y demostró que lo imposible es la materia de la grandeza.

Las vicisitudes de su Marco Aurelio son el inicio de una dilatada leyenda. Todavía inconcluso, Guevara lo prestó al rey. El manuscrito fue hurtado y las ediciones fraudulentas se sucedieron desde 1528. En esta primera redacción, afirma con aplomo que descubrió los Soliloquios del emperador romano en la biblioteca de Cosme de Médicis y que los tradujo "no palabra de palabra, sino sentencia de sentencia". A la vuelta de un año, Guevara publicó el libro en Valladolid con otro título Libro llamado Reloj de Príncipes en el que va incorporado el muy famoso Libro de Marco Aurelio. La superchería ha cambiado de rumbo. Ahora explica en el prólogo que no fue su principal intento traducir a Marco Aurelio, sino escribir otro reloj de príncipes, y agrega "y de esta manera procede la obra en que pongo uno o dos capítulos míos y luego pongo alguna epístola de Marco Aurelio o otra doctrina de algún antiguo". Los Soliloquios del emperador Marco Aurelio fueron descubiertos veintinueve años después y publicados en Zurich por Xylander.

Ficción literaria que no tiene arquetipo, el Marco Aurelio es una urdimbre de invenciones y de argucias eruditas, pero la fuerza del genio de Guevara es irrevocable. La devoción de su palabra supo crear esa música del pensamiento que es la esencia del estilo. El libro provocó el escándalo de los doctos. Pedro de Rhúa, el primero, señaló con necia erudición sus yerros y las imposturas. Menos severo, Alonso García Matamoros deploraba su' falta de substancia y la abundancia verbal. Juan de Valdés le hizo el silencioso honor de ignorarlo. Ajeno a la sombra culta de Erasmo, Guevara fue en su época el prototipo del falsario. Alfonso de Valdés escribía a Dantisco "Nuestro amigo Suárez te manda tantos saludos como hay mentiras en el Marco Aurelio." Años más tarde, Pedro Mayle, sabio holandés de fama, lo infamó en su diccionario con torpeza sin término. Los vituperios aumentaron con la publicación de la Década de Césares, el Arte de Marear y las Epístolas Familiares, pero Guevara siguió entretejiendo verdad y mentira con mano recia de artista. No era un impostor sin norte ni caminos; era un creador que ideaba pretextos para trazar sus fábulas con esa experiencia del mundo que invoca la armonía y desatiende la erudición.

Prosista notable, el mayor, tal vez, antes de Cervantes, allanó la ruta de la lengua. No en balde, Cervantes, con irónico arte, lo cita en el prólogo del Quijote. Seguramente el Marco Aurelio y las Epístolas estaban en la biblioteca del caballero manchego, pero sin juicio sumario y por lujo de pereza del cura, ardieron en las llamas la noche del célebre escrutinio. Cid Hamete Benengeli comenta "y así se cumplió el refrán en ellos de que pagan justos por pecadores".

De sus lecturas infirió Guevara que el lenguaje tiene límites, pero descubrió que su combinatoria es una conjura infinita. Su sintaxis es un vaivén paralelo de palabras y frases reiterantes o antitéticas y de similicadencias con propensión a la rima cortesana. No hay abuso retórico. Su prosa es un juego opulento de sentidos simétricos enlazados para suspender el juicio del lector. Guevara no tuvo el don de la forma, sino el talento de la encendida reflexión moral, y usó las formas de su tiempo con dominio y maestría de estilo. Se le ha acusado de "verboso". Ahora como entonces es falta de sensibilidad. El aliento plural de su palabra resonó en toda Europa y si su prosa acarreó vicios y virtudes, su espíritu esforzado supo darles la permanencia que no tiene época.

La fecha de su nacimiento se ignora, pero de sus escritos podemos conjeturar que nació en Treceño, sitio montaraz de las Asturias de Santillana. Cuentan que fue hijo de una familia de raza noble. En 1942 entró al servicio de los Reyes Católicos. Creció entre elegancias y rencores. Indiferente a los hechos reales o posibles se ocupó de los mundos del pasado. En la corte escuchó la palabra erudita de Pedro Mártir de Anglería, preceptor del príncipe don Juan, y erró entre los libros de la biblioteca real. Avezado en la lectura y en la vida, rechazó las falacias de la historia y descreyó de las doctrinas razonables. En 1505 asentó como religioso y lo hizo "entre los muy observantes de San Francisco". Tenía entonces veinticuatro años y era "de cuerpo largo, alto, seco y muy derecho". Las tareas de su alma fueron una vehemente utopía y pasó estos años entre lecturas diversas y cargos de contraria fortuna. En 1527 fue designado predicador y cronista del reino y abandonó los espacios silenciosos del convento para ejercer la lógica de la imaginación y practicar la elocuencia. Participó en la predicación forzada de los moriscos de Valencia y de Granada. En algún lugar refiere que convirtió sólo en Valencia más de veintisiete mil familias de infieles. Propenso a la leyenda, tuvo la deslucida jactancia de asegurar que había ocupado un cargo en la inquisición de Toledo. Su palabra cristiana combatió con hábil desacierto los levantamientos comuneros y más tarde acompañó al César en la expedición de Túnez. Obispo de Guadix y después de Mondoñedo, pasó sus años últimos meditando sabiduría en el bosque sereno de su corazón.

Guevara destacó en las letras y en el púlpito. Vivió con la tediosa esperanza de ser comprendido. Cultivó los rasgos singulares de las cosas y supo abrirse camino en la historia y fuera de ella. Sus desatinos políticos y sus elegantes vanaglorias son indicio claro de probidad. Casi al final de su vida escribió el Monte Calvario, obra excelsa donde su pluma alcanzó las alturas del arte.

Ejemplo admirable de prosa y de recta reflexión, ofrecemos al lector El Villano del Danubio, texto tomado del Reloj de Príncipes y Libro de Marco Aurelio. Muy poco o nada sabemos de Guevara. Su vida abarcó de 1480, fecha supuesta de su nacimiento, a 1545, año seguro de su muerte. Enterrado en la catedral mindoniense, sus restos fueron trasladados más tarde a la iglesia vallisoletana de San Francisco. Después de 1837, iglesia y sepulcro desaparecieron.

EL VILLANO DEL DANUBIO Contenido

De una plática que hizo un villano de las riberas del Danubio a los senadores de Roma, el cual vino a quejarse de las tiranías que los romanos hacían en su tierra. Divídela el autor en tres capítulos, y es una de las más notables cosas que hay en este libro, así para avisar a los que juzgan como para consolar a los que son juzgados.

En el año décimo que imperaba el buen emperador Marco Aurelio, sobrevino en Roma una general pestilencia, y, como fuese pestilencia inguinaria, el emperador retrújose a Campania, que a la sazón estaba sana, aunque junto con esto estaba muy seca y de lo necesario muy falta. Pero, esto no obstante, se estuvo allí el emperador con todos los principales senadores de Roma, porque en los tiempos de pestilencia no buscan los hombres do regalen las personas, sino do salven las vidas.

Estando allí en Campania Marco Aurelio, fue de unas calenturas muy maltratado, y como su condición era tener siempre con sigo sabios, y la enfermedad requería ser visitado de médicos, era muy grande el ejercicio que en su palacio había, así de los filósofos en enseñar como de los médicos en disputar. Porque este buen príncipe, de tal manera ordenaba su vida, que en su ausencia estaban muy bien proveídas las cosas de la guerra, y en su presencia no se platicaba sino cosa de ciencia.

Fue pues el caso, que, como un día estuviese Marco Aurelio rodeado de senadores, de filósofos, de médicos y de otros hombres cuerdos, movióse entre ellos plática de hablar cuán mudada estaba ya Roma, no sólo en los edificios, que estaban todos arruinados, mas aún en las costumbres, que estaban todas perdidas, y que la causa de todo este mal era por estar Roma llena de lisonjeros y faltarle quien osase decir las verdades.

Oídas estas y otras semejantes palabras, el emperador Marco Aurelio tomó la mano y contóles un muy notable ejemplo, diciendo "En el año primero que fui cónsul, vino a Roma un pobre villano de la ribera del Danubio a pedir justicia al Senado contra un censor que hacía muchos desafueros en su pueblo. Y de verdad él supo tan bien proponer su querella y exagerar las demasías que los jueces hacían en su patria, que dubdo yo las supiera Tulio mejor decir, ni el muy nombrado Homero escrebir.

"Tenía este villano la cara pequeña, los labios grandes y los ojos hundidos; el color adusto, el cabello erizado, la cabeza sin cobertura, los zapatos de cuero de puerco espín, el sayo de pelos de cabra, la tinta de juncos marinos y la barba larga y espesa; las cejas, que le cubrían los ojos; los pechos y el cuello cubiertos de vello como oso, y un acebuche en la mano. Por cierto, cuando yo le vi entrar en el Senado, imaginé que era algún animal en figura de hombre, y después que le oí lo que dijo, juzgué ser uno de los dioses, si hay dioses entre los hombres. Porque si fue cosa de espanto ver su persona, no menos fue cosa monstruosa oír su plática.

"Estaban a la sazón esperando a la puerta del Senado muchas y muy diversas personas para negociar negocios de sus provincias; pero primero habló este villano que todas ellas; lo uno, por ver lo que diría hombre tan monstruoso, y aún porque tenían en costumbre los senadores que en su senado primero fuesen oídas las querellas de los pobres que no las demandas de los ricos. Puesto, pues, en el medio del Senado aquel rústico, comenzó a proponer su propósito, y muy por extenso decir a lo que allí había venido en el cual razonamiento él se mostró tan osado como en las vestiduras extremado. Y díjoles así:

" -¡Oh padres conscriptos, oh pueblo venturoso! Yo, el rústico Mileno, vecino que soy de las riparias ciudades del Danubio, saludo a vosotros los senadores romanos que en este Senado estáis juntos, y ruego a los inmortales dioses que rijan hoy mi lengua para que diga lo que conviene a mi patria y a vosotros ayuden a gobernar bien la República, porque sin voluntad y parecer de los dioses, ni podemos emprender lo bueno ni aun apartarnos de lo malo. Los tristes hados lo permitiendo, y nuestros sañudos dioses nos desamparando, fue tal nuestra desdicha y mostróse a vosotros tan favorable ventura, que los superbos capitanes de Roma tomaron por fuerza de armas a nuestra tierra de Germania. Y no sin causa digo que a la sazón estaban de nosotros nuestros dioses sañudos, porque si nosotros tuviéramos a los dioses aplacados, excusado era pensar vosotros vencernos.

"Grande es vuestra gloria, ¡oh romanos!, por las victorias que habéis habido y por los triunfos que de muchos reinos habéis triunfado; pero mayor será vuestra infamia en los siglos advenideros por las crueldades que habéis hecho. Porque os hago saber, si no lo sabéis, que al tiempo que los truhanes van delante de los carros triunfales, diciendo "¡Viva, viva la invencible Roma!", por otra parte los pobres captivos van en sus corazones diciendo a los dioses "¡Justicia, Justicia!"

"Mis antepasados poblaron cabe el Danubio, a causa que haciéndoles mal la tierra seca, se acogiesen y se recreasen en el agua húmida, y si por acaso les enojase el agua inconstante, se tornasen seguros a la tierra firme. Que, como son varios los apetitos y condiciones de los hombres, hay tiempo que huyendo de la tierra nos refrescamos en el agua, y hay otro tiempo que espantados del agua, nos acogemos a la tierra.

"Pero, ¿cómo diré, oh romanos, esto que quiero decir? Ha sido tan grande vuestra cobdicia de tomar bienes ajenos, y fue tan desordenada vuestra soberbia de mandar en tierras extrañas, que ni la mar vos pudo valer en sus abismos, ni la tierra vos pudo asegurar en sus campos. ¡Oh, qué gran consolación es para los hombres atribulados pensar y tener por cierto que hay dioses justos los cuales les harán justicia de los hombres injustos! Porque, de otra manera, si los atribulados no tuviesen por cierto que de sus enemigos los dioses no tomasen venganza, ellos mismos a sí mismos quitarían la vida.

"Es mi fin de decir esto porque yo espero en los justos dioses, que como vosotros a sinrazón fuisteis a echarnos de nuestras casas y tierra, otros vernán que con razón os echen a vosotros de Italia y Roma. Allá, en mi tierra de Germania, tenemos por infalible regla, que el hombre que toma por fuerza lo ajeno, pierda el derecho que tiene a lo suyo proprio y espero yo en los dioses que esto que tenemos por proverbio en aquella patria, ternéis por experiencia acá en Roma.

"En las palabras groseras que digo, y en las vestiduras monstruosas que traigo podréis bien adevinar que soy un muy rústico villano; pero con todo eso no dejo de conocer quién es en lo que tiene justo y quién es en lo que posee tirano. Porque los rústicos de mi profesión, aunque no sabemos decir lo que queremos por buen estilo, no por eso dejamos de conocer cuál se ha de aprobar por bueno y cuál se ha de condenar por malo. Diría, pues, yo en este caso, que todo lo que los malos allegaron con su tiranía en muchos días, todo se lo quitarán los dioses en un día; y, por contrario, todo lo que los buenos perdieron en muchos años, se lo tornarán los dioses en una hora. Porque, hablando la verdad, ser los malos ricos y estar prosperados, no es porque los dioses lo quieren, sino porque lo permiten. Y si nos quejamos que agora desimulan mucho, suframos; que tiempo verná que lo castigarán todo.

"Creedme una cosa, ¡oh romanos!, y no dubdéis en ella, y es que de la injusta ganancia de los padres, viene después la justa pérdida de los hijos. Muchos muchas veces se maravillan allá en mi tierra qué sea la causa que los dioses no quitan a los malos lo que ganan, luego como lo ganan; y para mí la razón de esto es, porque disimulando con ellos ayunten poco a poco muchas cosas, y después, cuando estén muy descuidados, se las quitan todas juntas. Porque justo juicio de los dioses es que, pues ellos hicieron a sinrazón mal a muchos, vengan algunos que con razón les hagan mal a ellos. Por cierto, el hombre cuerdo, y que de hecho presume de cuerdo, es imposible que en lo que tiene ajeno, él tome gusto; porque, de otra manera, de ninguna cosa terná contentamiento, acordándose que lo que tiene lo tiene mal ganado.

"No sé, romanos, si me entendéis; pero porque mejor me entendáis digo que estoy espantado, y aún aína diría escandalizado, cómo el hombre que tiene cosa ajena puede asosegar ni dormir sola una hora, pues vee que a los dioses tiene injuriados, a los vecinos escandalizados, a los enemigos contentos, a los amigos perdidos, a los que robó agraviados, y, lo que es peor de todo, tiene a su persona puesta en peligro. Y digo que la tiene puesta en peligro, porque el día que se determina uno de quitarme a mí la hacienda, aquel día me determino yo de quitarle a él la vida.

"Reo es a los dioses y muy infame entre los hombres, el hombre que tiene tan caninos los deseos de su corazón y tan sueltas las riendas de sus obras que la miseria ajena le paresce riqueza, y la riqueza propia le paresce pobreza. Ni me da más que sea griego, que sea bárbaro, que sea romano, que esté absente, que esté presente. Digo y afirmo que es y será maldito de los dioses o aborrescido de los hombres el que sin más consideración quiere trocar la fama con la infamia, la justicia con la injusticia, la rectitud con la tiranía, la verdad por la mentira, lo cierto por lo dudoso, teniendo aborrecimiento de lo suyo propio y estando suspirando por lo que es ajeno. El que tiene por principal intento allegar hacienda para los hijos y no de ser famoso entre los famosos, justa cosa es que el tal no sólo pierda los bienes allegados, mas aún que sin fama quede infame entre los malos.

"Como vosotros, los romanos, naturalmente sois soberbios y os ciega la soberbia, tenéisos por dichosos, creyendo que por tener, como tenéis más que todos, por eso sois más honrados que todos. Lo cual no es por cierto así, porque si de hecho queréis abrir los ojos y conoscer vuestros propios yerros, veréis que, si os preciáis ser señores de provincias extrañas, hallaros heis hechos esclavos de vuestras riquezas propias Allegad cuanto quisiéredes y haced lo que mandáredes; que a mi parescer muy poco aprovecha tener las casas llenas de hacienda, y por otra parte estar los corazones poseídos de cobdicia. Porque las riquezas que se allegan por cobdicia y se guardan con avaricia, quitan al poseedor la fama y no le aprovechan para sustentar la vida. No se podrá sufrir muchos días, ni menos encubrirse muchos años, ser el hombre tenido por rico entre los ricos, y por honrado entre los honrados, porque el hombre que es muy amigo de su hacienda, es imposible sino que sea enemigo de su fama. ¡Oh, si los cobdiciosos tuviesen tanta cobdicia de su honra propria como tienen de la hacienda ajena, yo es juro por los inmortales dioses que ni la polilla de la cobdicia les royese el reposo de la vida, ni el cáncer de la infamia les destruyese su buena fama!

"Oíd, romanos, oíd esto que os quiero decir, y plega a los dioses que lo sepáis entender, porque de otra manera yo perdería mi trabajo, y vosotros no sacaríades de mi plática algún fruto. Yo veo que todos aborrescen la soberbia, y ninguno sigue la mansedumbre; todos condenan el adulterio, y a ninguno veo continente; todos maldicen la intemperanza, y a ninguno veo templado; todos loan la paciencia, y a ninguno veo sufrido; todos reniegan de la pereza, y a todos veo que huelgan; todos blasfeman de la avaricia, y a todos veo que roban. Una cosa digo, y no sin lágrimas la digo públicamente en este Senado, y es que con la lengua todos los más blasonan de las virtudes, y después con todos sus miembros sirven a los vicios.

"No penséis que digo esto por los romanos que están en el Ilírico, sino por los senadores que veo en este Senado. Vosotros, los romanos, en vuestras banderas traéis por mote estas palabras Romanorum est debellare superbos et pareere subjectis. Por cierto que dijérades mejor: Romanorum est expolliare innocentes et inquietare quietos. Porque vosotros los romanos no sois sino mollidores de gentes quietas y robadores de sudores ajenos."

En el cual el rústico prosigue su plática y arguye contra los romanos, que a sinrazón fueron a conquistar sus pueblos, y prueba por muy buenas razones que por tener ellos a sus dioses enojados, fueron de los romanos vencidos. Contenido

"Pregúntoos, oh romanos, ¿qué acción teníades vosotros siendo criados cabe Tíberin el río, a nosotros, que nos estábamos en paz a las riberas del Danubio? ¿Por ventura vístesnos de vuestros enemigos ser amigos o a nosotros declararnos por vuestros enemigos? ¿Por ventura oistes acá en Roma decir que, dejadas nuestras tierras proprias, nos fuemos a conquistar tierras ajenas? ¿Por ventura fuestes avisados que, levantándonos contra nuestros señores, dimos la obediencia a los indómitos bárbaros? ¿Por ventura enviástesnos algún embajador que nosconvidase a ser vuestros amigos, o vino alguno de nuestra patria a Roma a desafiaros como a nuestros enemigos? ¿Por ventura murió algún rey en nuestros reinos que en su testamento os dejase por herederos, para que, con aquel título nos constriñésedes a ser vuestros vasallos? ¿Por ventura hallastes alguna ley antigua o alguna costumbre moderna en la cual se aclare que la generosa Germania de necesidad ha de ser sujeta a Roma la superba? ¿Por ventura destruímos vuestros ejércitos, talamos vuestros campos, saqueamos vuestros pueblos, dimos favor a vuestros enemigos para que por ocasión de vengar estas injurias destruyésedes a nuestras tierras?

"Si vosotros de nosotros o nosotros de vosotros hubiésemos sido vecinos, no fuera maravilla que unos a otros nos destruyéramos; porque muchas veces acontesce que por ocasión de partir una pobre tierra se levanta entre dos pueblos una prolija demanda. No por cierto hubo cosas destas entre vosotros los romanos y nosotros los germanos. Porque allá en Alemania tan aína sentimos vuestra tiranía como oímos vuestra fama. Si os enojáis desto que he dicho, yo os ruego que os desenojéis con esto que os diré, y es que el nombre de romanos y las crueldades de tiranos en un día llegaron a nuestros pueblos.

"Ya no sé qué me diga, romanos, del descuido de los dioses y del atrevimiento de los hombres, porque veo que el que tiene mucho tiraniza al que tiene poco, y el que tiene poco sirve, aun que no quiere, al que tiene mucho. Y la cobdicia desordenada se concierta con la malicia secreta, y la malicia secreta da lugar al robo público, y al robo público no hay quien le vaya a la mano, y de aquí viene a resultar después que la cobdicia de un hombre malino se ha de cumplir en perjuicio de todo un pueblo.

"Oíd, romanos, oíd, y por los dioses inmortales os conjuro estéis atentos a esto que os quiero decir, y es esto Mirad bien lo que habéis hecho, que, o los dioses se han de descuidar o los hombres han de fenescer o el mundo se ha de acabar o el mundo no será mundo o la fortuna hincará el clavo o se verá lo que nunca fue visto o lo que ganastes en ochocientos años vernéis a perder en ocho días. Porque no puede ser cosa más justa que pues os hecistes tiranos por fuerza, os tornen esclavos por justicia.

"No penséis vosotros, los romanos, que si tomastes y os señoreastes de nuestra Germania que fué por alguna industria de guerra, ca ni sois más belicosos ni más animosos ni más osados ni aun más esforzados que nosotros, sino que, como nosotros teníamos ofendidos a nuestros dioses, ordenaron ellos en sus secretos juicios, que para castigar a nuestros desordenados vicios fuésedes vosotros los crueles verdugos. Ni estiméis a vosotros por tan fuertes ni tengáis a nosotros por tan flacos que, si los dioses estuvieran a la sazón de por medio, pudiera ser que no llevárades como llevastes el despojo del campo. Porque, hablando la verdad, no alcanzastes vosotros la victoria por las armas que llevastes de Roma, sino por los muchos vicios que había en Germania. Pues si nosotros nos perdimos, no por ser cobardes, no por ser flacos, no por ser tímidos, sino sólo por ser malos y por no tener a los dioses propicios, ¿qué esperáis será de vosotros, romanos, siendo como sois viciosos y teniendo, como tenéis, a los dioses airados?

"Ni porque juntéis grandes ejércitos ni porque os preciéis de grandes tesoros ni porque tengáis grandes dioses ni porque levantéis grandes templos ni porque ofrezcáis grandes sacrificios, no penséis, romanos, que por eso seréis más victoriosos. Porque os hago saber, si no lo sabéis, que ninguno tiene más parte con los dioses de cuanto tuviere paz con las virtudes. Si los triunfos y vencimientos no estuviesen en más de llevar sotiles ingenios, capitanes diestros, hombre esforzados y ejércitos gruesos, por cierto sería harta inadvertencia no procurar de llevar todo esto a la guerra. Pero, ¿qué diremos, pues vemos por experiencia que los hombres no pueden dar más de las batallas y que solos los dioses son los que dan las victorias?

"Si yo no me engaño, lo que nosotros contra nuestros dioses tenemos ofendido pienso que lo tenemos pagado; pero también creo que las crueldades que vosotros en nosotros habéis hecho y la ingratitud que con los dioses habéis tenido, aun no lo habéis pagado. Mas tengo gran certinidad que todo lo habéis de pagar, y en este caso podría ser que, como agora nos tratáis como a esclavos, algún día nos reconosceréis por señores. Después que en este camino he visto las bravas montañas, las diversas provincias, las muchas naciones, las tierras tan ásperas, las gentes tan bárbaras, las muchas y muchas millas que hay de Germanio a Roma, yo no sé qué locura que le tomó a Roma de enviar a conquistar Germania. Porque, si lo hizo con cobdicia de sus tesoros, sin comparación fue más el dinero que se gastó en conquistarla y agora se gasta en sustentarla, que no lo que rentani rentará por muchos años Germania. Y podrá ser que primero la tenga perdida que no saquen ia costa que hicieron por ella.

"Si me decís, romanos, que no por más fué Germania conquistada de Roma, sino porque Roma tuviese esta gloria de verse señora de Germania, también es esto vanidad y locura. Porque muy poco aprovecha tener los muros de los pueblos ganados y tener los corazones de los vecinos perdidos. Si decís que por eso conquistastes a Germania, por ampliar y ensanchar los términos de Roma, también me paresce ésa una muy frívola causa, porque no es de hombres cuerdos aumentar en tierra y desminuir en honra. Si decís que nos enviastes a conquistar a fin que no fuésemos bárbaros ni viviésemos como tiranos, sino que nos queríades hacer vivir bajo de buenas leyes y fueros, tal sea mi vida si la cosa así sucediera; pero ¿cómo es posible que vosotros deis orden de vivir a los extranjeros pues quebrantáis las leyes de vuestros antepasados? Muy gran vergüenza han de tener de corregir a otros los que veen que hay mucho que corregir en sí mesmos; porque el hombre tuerto no toma por adalid al ciego.

"Si esto es verdad, como de hecho es verdad, conviene a saber, que ni tuvo ocasión, ni menos razón la superba Roma de conquistar ni tomar a la inocente Germania, andémonos todos a robar, a matar, a conquistar y a saltear, pues vemos el mundo está ya tan corrupto y de los dioses tan desamparado que cada uno toma lo que puede y mata al que quiere. Y lo que es peor de todo, que tantos y tan grandes males ni los que gobiernan los quieren remediar ni los agraviados dellos se osan quejar. Sois hoy tan inexorables los supremos jueces y tenéis tan amedrentados a los míseros pobres que tienen por menos mal sufrir en sus casas las tribulaciones que no poner delante vosotros algunas querellas. Y la causa desto es porque allá en su tierra por ventura no le perseguía sino uno, y aquí en este Senado es desfavorescido de todos. Y esto, por ser el que querellaba pobre y ser aquél de quien querellaba rico.

"Pues fue vuestra dicha y cupo en nuestra desdicha que la superba Roma fuese señora de nuestra Germania, ¿es verdad que nos guardáis justicia y tenéis en paz y tranquilidad la tierra? No por cierto, sino que los que van allá nos toman la hacienda, y los que estáis acá nos robáis la fama, diciendo que pues somos una gente sin ley, sin razón y sin rey, que como bárbaros incógnitos nos pueden tomar por esclavos.

"Muy engañados vivís en este caso, oh romanos, ca no me parece a mí que con razón nos pueden llamar gente sin razón, pues tales cuales nos criaron nuestros dioses nos estamos en nuestras casas proprias, sin desear ni buscar ni tomar tierras ajenas. Con mucha más razón podremos decir ser vosotros gente sin razón, pues, no contentos con la dulce y fértil Italia, os andáis derramando sangre por toda la tierra. Que digáis nosotros merescer ser esclavos a causa que no tenemos príncipe que nos mande, ni Senado que nos gobierne, ni ejército que nos defienda, a esto os respondo que, pues no teníamos enemigos, no curábamos de ejércitos y que, pues era cada uno contento con su suerte, no teníamos necesidad de superbo Senado que gobernase, y que, siendo como éramos todos iguales, no consentíamos haber entre nosotros príncipes, porque el oficio de los príncipes es suprimir a los tiranos y conservar en paz a los pueblos.

"Que digáis no haber en nuestra tierra república ni policía, sino que vivimos como viven los brutos animales en una montaña, tampoco en esto, como en lo otro, tenéis razón. Porque nosotros no consentíamos en nuestra tierra tratantes mentirosos ni bulliciosos ni hombres que de otras tierras nos trujesen aparejos para ser viciosos y regalados. De manera que, como en el vestir éramos honestos y en el comer nos preciábamos de sobrios, no teníamos necesidad de muchos tratos. Porque en nuestra tierra no haya mercaderes de Cartago, aceite de Mauritania, merchantes de Tiro, acero de Cantabria, olores de Asia, oro de España, plata de Bretaña, ámbar de Sidonia, seda de Damasco, trigo de Sicilia, vino de Candía, púrpura de Arabia, no por eso somos brutos en aquella tierra ni dejamos de tener república. Porque éstas y otras semejantes cosas más tienen para despertar muchos vicios que no para vivir con ellas los hombres virtuosos .

"Felice y bienaventurada república es, no en la que hay muchos tratos, sino do viven muchos virtuosos; no la que es abundante de muchas riquezas, sino la que se precia de muchas virtudes; no do viven muchos bulliciosos, sino do residen hombres pacíficos. De do se sigue que a la policía de Roma, por ser rica, hemos de tener mancilla, y a la policía de Germania, por ser pobre, habéis de tener invidia. Pluguiera a los inmortales dioses que el contentamiento que teníamos nosotros con la pobreza, ese tuviérades vosotros con la abundancia, porque desta manera, ni fuérades a robarnos la tierra estonces ni viniéramos a quejarnos a Roma nosotros agora.

"Bien veo, romanos, que va mucho de lo uno a lo otro, porque vosotros, aunque oís nuestros trabajos, no por eso perdéis vuestros pasatiempos; pero a nosotros mismos jamás se nos enjugan las lágrimas de los ojos ni jamás cesamos de llorar nuestros infortunios."


Do el villano concluye su plática y habla contra los jueces que no hacen justicia, y de cuán dañosos son los tales en la república Contenido

"Bien pensaréis que he dicho todo lo que había de decir, y por cierto no es así. Antes me quedan de decir algunas cosas, de las cuales tomaréis mucho espanto en oírlas; y sed ciertos que yo no terné miedo en decirlas, pues vosotros no tenéis vergüenza de hacerlas, porque la culpa pública no sufre corrección secreta. Espantado estoy de vosotros, los romanos, enviarnos como nos enviáis unos jueces tan ignorantes y bobos, que, por los inmortales dioses, juro ni nos saben vuestras leyes declarar y mucho menos las nuestras entender. Y el daño de todo esto procede en enviarnos allá, no a los más hábiles para administrar justicia, sino a los que tienen más amigos en Roma. Presupuesto que los deste Senado dais los oficios de judicatura más que por la oportunidad que no por habilidad, es muy poco lo que se puede decir respecto de lo que ellos allá osan hacer. Lo que acá les mandáis, yo no lo sé; pero lo que ellos allá hacen, yo os lo diré, y es esto:

"Vuestros jueces toman todo lo que les dan en público y cohechan lo más que pueden en secreto. Castigan gravemente al pobre, disimulan con las culpas del rico, consienten muchos males por tener ocasión de hacer muchos cohechos. Olvidan la gobernación de los pueblos por darse a placeres y vicios. Habiendo de mitigar los escándalos, son ellos los más escandalosos. El que no tiene hacienda, por demás es pedirles justicia. Finalmente, so color que son de Roma, no tiene temor de robar aquella tierra.

"¿Qué es esto, romanos? ¿Nunca ha de tener fin vuestra soberbia en mandar ni vuestra cobdicia en robar? Decidnos lo que queréis y no nos hagáis tanto penar. Si lo habéis por nuestros hijos cargadlos de hierro y tomadlos por esclavos, porque de hierro no los cargaréis más de lo que pudieren traer; pero de preceptos y tributos echáisles los que no pueden sufrir. Si lo habéis por nuestras haciendas, id y tomadlas todas, porque allá en Germania no tenemos la condición que tenéis aquí en Roma; es a saber holgáis de vivir pobres, no por más de por morir ricos. Si teméis que nos hemos de levantar con la tierra, maravillarme hía si pensásedes tal cosa, porque, según nos tenéis robados y maltratados, aseguradme vosotros que no se despueble, que yo os aseguraré que no se levante. Si no os contentan nuestros servicios, mandad cortarnos las cabezas como a hombres malos, porque no será tan crudo el cuchillo en nuestras gargantas como son vuestras tiranías en nuestros corazones.

"¿Sabéis qué habéis hecho, oh romanos? Que nos hemos juramentado todos los de aquel mísero reino de no llegar más a nuestras mujeres y de matar a nuestros propios hijos. Y esto por no los dejar en manos de tan crudos tiranos como sois vosotros, porque más queremos que mueran con libertad que no vivan con servidumbre. Como hombres desesperados, hemos determinado de sufrir los bestiales movimientos de la carne en todo el tiempo que nos queda de vida, y esto a fin que ninguna mujer más no se haga preñada, porque más queremos sufrir ser continentes veinte o treinta años, que no dejar a nuestros hijos esclavos perpetuos. Si es verdad que han de pasar los hijos lo que han de sufrir los tristes padres, no sólo es bueno no los dejar vivir, pero aun sería mucho mejor no los consentir nascer. No lo habíades de hacer así, romanos, sino que la tierra tomada por fuerza, aquélla había de ser muy mejor regida, porque los míseros captivos, viendo que les administran recta justicia, olvidarían la tiranía pasada y domeñarían sus corazones a la servidumbre perpetua.

"Pues es verdad que si nos venimos a quejar de los agravios que hacen vuestros censores alló en el Danubio, que no oiréis los que estáis aquí en este Senado, y, cuando ya os determinóis de nos oír, sois muy largos en lo preveer. Por manera que cuando comenzáis a remediar una costumbre mala, toda la república está ya perdida.

"Quiero decir algunas cosas dellas porque las sepáis y dellas para que las enmendéis. Viene un pobre muy pobre a pediros aquí justicia, y, como no tiene dineros que dar, ni vino que presentar, ni aceite que prometer, ni púrpura que ofrescer, ni favor para se valer, ni entrada para servir, después que en el Senado ha propuesto su querella, cumplen con él de palabra diciéndole que en breve se verá su justicia. ¿Qué más queréis que os diga, sino que al pobre querellante hácenle gastar lo poco que tiene y no le restituyen cosa de lo que pide? Danle buena esperanza y hácenle gastar allí lo mejor de su vida. Cada uno por sí le promete favor, y después todos juntos le echan a perder. Dícenle los más que tiene justicia, y dan después contra él la sentencia. Por manera que el mísero miserable que vino a quejarse de uno, se torna a su tierra quejoso de todos, maldiciendo sus tristes hados y exclamado a sus dioses justos. Acontesce también que algunas veces se vienen a querellar a este Senado algunos bulliciosos, y esto más con malicia que no con justicia. Y vosotros los senadores, dando fe a sus palabras dobladas y a sus lágrimas fingidas, luego proveéis de un censor que vaya a determinar y sentenciar aquellas querellas; el cual, ido y vuelto, después tenéis vosotros más que remediar y soldar en los desafueros que aquel juez hizo, que no en los escándalos que había en aquel pueblo.

"Quiero, romanos, contaros mi vida, y por ella veréis qué vida pasan los de mi tierra. Yo vivo de varear bellotas en el invierno, y de segar mieses en el verano, y algunas veces pesco, tanto por necesidad como por pasatiempo. De manera que todo lo más de mi vida paso solo en el campo o en la montaña, y si no sabéis por qué, oíd que yo os diré: Veo tantas tiranías en vuestros censores, hácense tantos robos a los míseros pobres, hay tantas disensiones en aquel reino, permítense tantos daños en aquella tierra, está tan robada la mísera república, hay tan pocos que celen lo bueno, y espero tan poco remedio de aqueste Senado, que determino, como malaventurado, desterrarme de mi casa y de mi dulce compañía, porque no vea con mis ojos cosa de tanta lástima. Más quiero andarme por los campos solo, que no ver a mis vecinos cada hora llorando; y allende desto, los fieros animales, si no los ofendo, no me ofenden; pero los malditos hombres y aunque los sirvo, me enojan.

"Gran trabajo es sufrir un revés de fortuna, pero mayor es cuando se comienza el mal a sentir y no se puede remediar. Pero sin comparación es muy mayor cuando lleva remedio mi pérdida, y el que puede no quiere y el que quiere no puede remediarla. ¡Oh crudos romanos! No sé si sentís algo de lo que nosotros sentimos; en especial yo, que lo digo, veréis cómo lo siento, pues sólo de traerlo a la memoria mis ojos se enternecen, mi lengua se entorpece, mis miembros se desconyuntan, mi corazón se desmaya, mis entrañas se abren, mis carnes se consumen. ¿Qué será allá, decidme, en mi tierra, verlo con los ojos, oírlo con los oídos y tocarlo con las manos? Son por cierto tantas y tan graves las cosas que padece la triste Germania, que los piadosos dioses aun nos tienen mancilla. No quiero rogaros que de mis palabras toméis o no toméis escándalo, sino solamente os ruego entendáis bien lo que digo porque presumiendo como presumís de discretos, bien veréis que las fatigas que nos vienen de los hombres, entre los hombres, con los hombres y por manos de los hombres, no es mucho que las sintamos como hombres.

"Hablando con verdad y aun con libertad, si hubiese de contar por menudo todas las inadvertencias que proceden deste Senado y todas las tiranías que vuestros jueces hacen en aquel mísero reino, una de dos cosas había de ser: o castigar a mí si era mentira o privar a vosotros si son verdad. Una cosa sola me consuela, la cual con algunos malaventurados como yo la pongo algunas veces en plática, y es que me tengo por dicho ser los dioses tan justos que sus castigos bravos no proceden sino de nuestras maldades crudas y que nuestra culpa secreta los despierta a que hagan de nosotros pública justicia.

"De una cosa sola estoy muy turbado, y que a los dioses no puedo bien tomar tino, y es porque a un hombre bueno por pequeña culpa dan mucha pena y a un hombre malo por muchas no le dan ninguna. Por manera que disimulan con los unos y no perdonan cosa a los otros. ¡Oh secretos juicios de los dioses, y si como soy obligado a loar vuestras obras, tuviese licencia de condenarlas, osaría decir que nos hacéis mucho agravio en querernos perseguir por manos de tales jueces, los cuales, si justicia hubiese en el mundo, cuando nos castigan con sus manos no merecían tener las cabezas sobre sus hombros! La causa por que ahora de nuevo exclame a los inmortales dioses es en ver que no ha sino quince días que entré en Roma, y he visto hacerse y proveerse tales y tantas cosas en este Senado que, si la menor dellas se hiciese allá en el Danubio, más pobladas estarían las horcas de ladrones que no están las parras de uvas.

"Héme parado a mirar vuestra soltura en el hablar, vuestra deshonestidad en el vestir, vuestra poca templanza en el comer, vuestro descomedimiento en el negociar y vuestro regalo en el vivir, y por otra parte veo que, cuando llega una provisión vuestra a nuestra tierra, llevámosla al templo, ofrecémosla a los dioses, ponémosla sobre las cabezas. Por manera que cotejando lo uno con lo otro, hemos de cumplir lo que se manda y blasfemar de los que mandan.

"Pues ya mi deseo se ha visto donde deseaba y mi corazón ha descansado en derramar la ponzoría que tenía, si en algo os ha ofendido mi lengua, he aquí me tiendo en este suelo para que me cortéis la cabeza, porque más quiero ganar honra en ofrescerme a la muerte, que no que ganéis vosotros conmigo en quitarme la vida."

Aquí dio fin el rústico a su no rústica plática. Di jo, pues, luego el emperador Marco Aurelio a los que con él estaban "¿Qué os parece, amigos? ¡Qué núcleo de nuez, qué oro de escoria, qué grano de paja, qué rosa de espina, qué cañada de hueso y qué hombre tan heroico allí se descubrió! ¡Qué razones tan altas, qué palabras tan concertadas, qué sentencias tan bien dichas, qué verdades tan verdaderas y aún qué malicias tan descubiertas allí descubrió! A ley de bueno os juro, y aun así me vea yo libre del mal que tengo, que una hora estuvo el villano tendido en tierra, y todos nosotros las cabezas bajas, de espantados, no le podimos responder palabra. Porque, a la verdad, aquel rústico nos confundió con su plática y nos espantó de ver en cuán poco tuvo su vida.

"Habido nuestro acuerdo en el Senado, otro día proveímos jueces de nuevo para las riberas del Danubio y mandamos que nos diese por escrito todo aquel razonamiento para que se asentase en el libro de los buenos dichos extranjeros que están en el Senado. Proveyóse asimismo que aquel rústico fuese en Roma hecho patricio y de los libertos de Roma él fuese uno y que del erario público fuese para siempre sustentado. Porque nuestra madre Roma siempre se preció de pagar, no sólo los servicios señalados que le hacían, más aún las buenas palabras que en su Senado se decían."

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