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ESTUDIOS Y ENSAYOS Contenido
Durante el transcurso de este siglo las mujeres han constituido la mayor parte del magisterio mexicano; sin embargo,
como en muchos países, han tenido un acceso limitado a los puestos de poder y dirección del sector
educativo. Este artículo explora el problema del por qué las mujeres permanecen en las categorías
bajas de la profesión; su objetivo es relacionar los patrones de dirección con las características
del empleo en el sector educativo, para después examinar la forma en que los factores culturales y materiales
del núcleo familiar interactúan con la participación de la mujer en los sindicatos políticos
y en el magisterio.
México constituye un caso prometedor de estudio para entender el modo en que las alianzas entre el liderazgo
y el poder en las instituciones sociales, aunados a las limitaciones que enfrentan las mujeres en su propia vida,
se entrelazan para mantener la subordinación de la mujer en el campo educativo. Las profesoras de la educación
pública mexicana son trabajadoras al servicio del estado sindicalizadas. Todas están organizadas
en un solo Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE). Este sindicato no sólo agrupa
docentes, que son la mayoría, sino también a otros trabajadores de la Secretaría de Educación
Pública (SEP). El SNTE se ha convertido en la influencia dominante en cuanto a las condiciones de trabajo,
la capacitación y el mejoramiento profesional del magisterio.
La organización y el funcionamiento del SNTE están integrados en forma significativa al sistema político
nacional. Para los líderes sindicales de trabajadores al servicio del estado, el sindicato representa una
vía de acceso al poder de la burocracia política. Debido a la estrecha relación entre el partido
político dominante -el Partido Revolucionario Institucional (PRI)- y el SNTE, las características
del sistema político y del reclutamiento elitista para los puestos sindicales son factores determinantes
para encauzar la carrera de las mujeres y de los hombres dentro de la educación pública.
Asimismo, se debe comprender la participación femenina en el campo educativo en el contexto más amplio
de las oportunidades laborales para la mujer. La oferta de trabajo para la mujer mexicana es restringida. En verdad,
las mujeres constituyen la gran mayoría de aquéllos que están excluidos de la estructura formal
de ocupación y de aquéllos cuyo trabajo es más inestable y peor pagado. De manera creciente,
las mujeres que encuentran trabajo proceden de sectores pobres de la población y se les emplea en las ciudades
para ocupaciones como el servicio doméstico o la preparación de alimentos. Recientemente, cada vez
con mayor frecuencia, se da empleo a mujeres migrantes jóvenes como trabajadoras de la industria agrícola
en el área rural o de las maquiladoras ubicadas a lo largo de la frontera entre México y Estados
Unidos. Como Lourdes Arizpe señala, hasta la mayoría de las mujeres de clase media que trabajan en
las ciudades forma parte del mercado informal de trabajo; es decir, tiene ocupación irregular e intermitente.
En la estructura formal de ocupación, para 1980, las mujeres constituyeron el 28% de la fuerza de trabajo
mexicana. No obstante, los empleos de oficinista o dependienta son relativamente pocos y en la mayoría de
los casos los ocupan mujeres que tienen preparatoria o menor nivel de estudios. Sólo una pequeña
minoría de las mujeres mexicanas tiene educación universitaria que le permita acceder a trabajos
de tipo profesional. En cuanto al mercado de trabajo urbano, las estadísticas que muestran la norma general
del empleo femenino en México señalan que las ocupaciones predominantes son el servicio doméstico,
la docencia, la enfermería y la preparación de alimentos. Entre ellas, la docencia en los niveles
de educación elemental y secundaria y la enfermería son las profesiones femeninas mejor pagadas en
México. Dada la limitación de las oportunidades de trabajo para la mayoría de las mujeres,
aquéllas que tienen empleo magisterial ocupan un lugar relativamente ventajoso en la sociedad mexicana.
Desde principios de siglo, el magisterio ha sido una profesión abierta a las mujeres. De hecho, la mayoría
del alumnado de las escuelas normales, en las que se forma a los maestros, ha estado compuesto por mujeres. En
nuestros días, el 70% de la población estudiantil de las escuelas normales son mujeres, mientras
constituyen sólo el 30% de aquéllos que estudian la preparatoria con carácter propedéutico
para la educación universitaria. Como resultado, sólo la tercera parte de los estudiantes universitarios
son mujeres, y aun en ese nivel se concentran en campos tradicionalmente femeninos, como enfermería y trabajo
social. En general, la política gubernamental ha hecho poco por incrementar la participación de la
mujer en las instituciones educativas o por ayudarla a salir de los campos tradicionales. A pesar de esta falta
de apoyo, el título de profesora, que constituye el grado educativo más común entre las mujeres
de la ciudad y del campo, ha mejorado su situación en la sociedad mexicana. A unas cuantas mujeres, la profesión
docente les ha servido, incluso, para lograr carreras políticas exitosas.
El magisterio ha desempeñado un papel central en la lucha de la mujer por alcanzar igualdad de derechos
y mejor trato como trabajadoras. Ya en 1916, en el Primer Congreso Feminista de Yucatán, cuando las mujeres
mexicanas se reunieron para discutir acerca de sus derechos políticos y sociales, gran parte de las participantes
era de profesoras. Entre los asuntos que se discutieron en el Congreso, estaban el derecho a la educación
de la mujer y su derecho al trabajo. Las mujeres con carrera docente también destacaron en el movimiento
de los años treinta por alcanzar la cabal ciudadanía y el derecho al voto. Mas de 50 mil mujeres
participaron en el Frente Unico pro Derechos de la Mujer, entre 1935 y 1938. Como consecuencia de los programas
correspondientes al periodo de Lázaro Cárdenas, las mujeres docentes gozan ahora de todos los beneficios
sociales que consigna la ley y del mismo sueldo que el resto de trabajadores al servicio del estado sindicalizados.
Sin embargo, a cuarenta años después de que se obtuvieron estos logros, la mujer ha progresado muy
poco, en términos de compartir con mayor amplitud el poder para dirigir al magisterio e influir en el curso
de la educación pública en México.
La siguiente interpretación de trabajo y sexo une las limitaciones externas, que enfrentan las mujeres en
sus carreras profesionales, a los valores culturales, familiares y personales que tienen las mujeres del campo
de la educación. El propósito de esta investigación es mostrar la forma en que la política
magisterial en México interactúa con la vida personal de las mujeres del sector educativo. La interpretación
se hace a partir de una nueva línea de investigación, que explora los lazos que existen entre los
papeles que desempeña la mujer en la familia y en el trabajo asalariado. Para explicar por qué las
mujeres se encuentran preponderantemente en categorías subordinadas dentro de la fuerza de trabajo, esta
aproximación analiza, de manera conjunta, los factores económicos y no económicos que reproducen
tanto la subordinación de la mujer como la división del trabajo que prevalece entre el hombre y la
mujer, no sólo en el trabajo asalariado, sino también en el trabajo doméstico. Continuando
con esta línea de investigación, se puede entender mejor la subordinación de las mujeres como
un sistema complejo de relaciones de poder que emerge de la división del trabajo doméstico entre
el hombre y la mujer en el hogar, que a su vez se sustenta en las estructuras económicas y políticas
de la sociedad. La división del empleo entre el hombre y la mujer se puede explicar considerando el machismo
en relación con las estructuras económicas y políticas que acentúan y refuerzan las
desigualdades de clase y sexo, que tienen raíces profundas en la cultura y en la ideología de la
familia.
Esta perspectiva ofrece un punto de partida para la investigación sobre la subordinación femenina
en el magisterio. La siguiente interpretación se centra en la Sección Novena del SNTE, que agrupa
a las educadoras del nivel preescolar y a las profesoras de educación primaria. Desarrolla dos temas básicos
que caracterizan el empleo de la mujer en el sector educativo. En primer término, se explora el problema
de por qué la mujer no goza de igualdad de oportunidades para tener acceso a los puestos con poder de decisión
o de dirección sindical, mediante el sondeo de la trayectoria de las mujeres a las que se entrevistó
para este estudio examinando la relación entre su ciclo de vida y sus carreras profesionales. El segundo
tema se estructura con base en las introspectivas de las mujeres que fueron entrevistadas para describir los canales
de movilidad y las limitaciones que enfrentan las mujeres, ya que son muy pocas las que han llegado a alcanzar
puestos directivos. Este artículo se basa primordialmente en las entrevistas personales que se hicieron
a mujeres profesoras, inspectoras y funcionarias de la SEP y a líderes laborales de la Sección Novena
del SNTE de la ciudad de México.
La vida familiar y las mujeres en la profesión docente
Contenido
La carrera de la mayoría de los profesores mexicanos empieza en los grados inferiores; las mujeres en el
nivel de preescolar o de primaria y los hombres en el nivel de primaria. Con el tiempo y la experiencia pueden
avanzar lentamente, hasta llegar a ser directores de jardín de niños o de primaria y/o profesores
de secundaria y, finalmente, directores de este último nivel. Después, progresan, llegan a ser inspectores
de zona escolar. Posteriormente pueden seguir avanzando a puestos administrativos de la SEP o a puestos directivos
del SNTE. Las carreras dentro de la SEP permiten pasar lentamente de puestos inferiores a otros de mayor responsabilidad.
Sólo unas cuantas mujeres llegan a los niveles altos de la SEP y, generalmente, están respaldadas
por antecedentes universitarios. La mayoría de los profesores, hombres o mujeres, no tienen el grado universitario
que se necesita para ocupar los puestos de alto nivel de la SEP. En cuanto a los líderes laborales, hay
dos trayectorias. Algunos siguen una carrera administrativa en la educación pública y posteriormente
los llaman o se deciden a participar más activamente en las acciones sindicales. Otros siguen una carrera
política dentro del sindicato.
Como la mayoría de las profesoras de México, las mujeres, cuyas historias se describen a continuación,
proceden de un contexto de clase media urbana. Su origen familiar influyó en las oportunidades educativas
que se les presentaron y es una variable importante para explicar su situación en el mercado de trabajo
en el momento en que se realizó la entrevista. 18 de las 22 mujeres entrevistadas nacieron en la ciudad
de México y el resto en diferentes capitales de estado. 15 de ellas iniciaron su carrera como profesoras
de primaria y siete como educadoras de preescolar. Cinco de ellas continuaron trabajando en el nivel que comenzaron,
porque así lo decidieron, y 10 de ellas hace tiempo que dejaron el aula para cumplir funciones administrativas
o ser representantes sindicales de su nivel. Aquellas mujeres que dejaron la fuerza de trabajo por el matrimonio
o la maternidad no se consideran en esta muestra de mujeres profesoras.
Las mujeres entrevistadas tenían un patrón de participación en el magisterio de toda la vida.
Cinco de ellas tenían más de 30 años de servicio, edad superior a la necesaria para jubilarse,
lo que representa una opción para quienes alcanzan 30 años de antigüedad. 10 de ellas tenían
más de 20 años de servicio, y siete, aproximadamente, 10 años de antigüedad. Estos largos
periodos de servicio reflejaron una edad promedio de 40 a 45 años, característica de las funcionarias
administrativas y de las representantes sindicales; normalmente las docentes son más jóvenes. En
virtud de que el sistema hace tanto énfasis en la antigüedad como criterio de promoción, los
años de experiencia explican variaciones importantes de la situación de esas mujeres en el sistema.
La semejanza más sobresaliente que se percibió a partir de sus relatos fue que, a excepción
de dos, todas se formaron en escuelas normales públicas.
18 de las mujeres dijeron haber ingresado al magisterio por falta de recursos económicos, para aprovechar
otras oportunidades educativas, o argumentaron haber seleccionado la docencia, debido a presiones familiares. Tres
de ellas dijeron que hubieran preferido entrar a la universidad. Después de su experiencia común
en las normales básicas, la participación en el magisterio de las mujeres entrevistadas se desarrolló
de diferente manera. 17 de ellas continuaron su educación. Cinco fueron a la universidad, después
de la normal básica, mientras que las otras 17 siguieron el camino habitual del magisterio. Ocho continuaron
su educación en las instituciones formadoras de docentes, bien en la Escuela Normal Superior, bien en cursos
posteriores de la Dirección General de Capacitación y Mejoramiento Profesional del Magisterio, o
bien en el sistema de educación a distancia (SEAD) de la Universidad Pedagógica Nacional. Al momento
de la entrevista, cuatro de las mujeres eran aún estudiantes de tiempo parcial del SEAD.
En México, el estado civil influye fuertemente en la participación de la mujer en el mercado urbano
de trabajo. La proporción más alta de participación se encontró entre las mujeres que
están divorciadas o separadas; la siguiente entre las mujeres solteras y la proporción más
pequeña entre aquéllas que estaban casadas o vivían en unión libre. Cuando se realizaron
las entrevistas, 40% de las entrevistadas eran casadas. Del 60% restante, la mitad no se había casado nunca
y la otra mitad era de divorciadas con hijos. Existe una relación estrecha entre el estado civil de las
mujeres y el progreso de sus carreras. De las mujeres entrevistadas que permanecieron o avanzaron en su profesión,
40 % estaban divorciadas o separadas. Estas mujeres que se convirtieron en jefes de familia fueron las que mostraron
mayor dedicación a su trabajo, primordialmente porque necesitaban trabajar para mantener a sus hijos (y
todas ellas tenían hijos). Estas mujeres pudieron alcanzar los puestos directivos más prominentes
en la SEP y en el SNTE.
Entre las entrevistadas, las solteras constituyeron el siguiente estrato de mujeres que dejaron al grupo para ocupar
puestos con poder de decisión. Este grupo de mujeres de la muestra se caracterizó por ser más
joven en promedio, por haber recibido más educación y por tener más tiempo libre para dedicar
a su carrera. El grupo más pequeño de mujeres que tuvieron acceso a puestos con poder de decisión
está compuesto por casadas. Es interesante hacer notar que la mayoría de las mujeres de este grupo
de la muestra no tenía hijos. Las diferencias de estado civil guardan cierta relación con el nivel
educativo de las mujeres profesionistas, que a su vez generalmente se relaciona con su avance profesional. Entre
las cinco mujeres que asistieron a la universidad, cuatro eran solteras y una casada sin hijos. Para la mayoría
de las mujeres entrevistadas, la posibilidad de obtener un grado universitario probablemente disminuyó cuando
se casaron o tuvieron hijos. Estas mujeres tuvieron que continuar su educación a un ritmo más lento
en las instituciones formadoras de docentes o en sistemas abiertos.
Para las mujeres de la muestra casadas o divorciadas que tenían hijos, las responsabilidades familiares,
aunadas a sus carreras profesionales, hacían que vivieran una doble vida, sin contar con que carecían
de los medios adecuados para reducir las presiones de ambas. Sólo tres de las 10 mujeres que tenían
hijos interrumpieron su trabajo durante unos cuantos años, cuando sus hijos eran pequeños. A pesar
de que todas ellas fueron capaces de combinar sus responsabilidades familiares con su vida profesional, la mayoría
no pudo contar con el servicio gratuito de guardería que proporciona la SEP para educar a sus hijos. Una
de las quejas expresadas en las entrevistas señala que las guarderías diurnas tienen un horario rígido
y que con frecuencia no podían ajustarse a él, especialmente cuando las mujeres habían destacado
y por consiguiente tenían que cumplir actividades fijas, asistir a juntas o permanecer en la oficina fuera
de los horarios normales de trabajo. La mayoría de las mujeres entrevistadas hacía uso del apoyo
informal que proporcionan los parientes o pagaba servicio doméstico. Entre las mujeres divorciadas, la mitad
de ellas contaba con servicio doméstico; de los casos restantes, las mujeres divorciadas regresaron con
sus hijos a la casa de sus padres, de modo que su madre o su abuela pudieran ayudarlas en el cuidado de sus hijos.
Sólo una mujer informó que sola había podido hacerse cargo de sus hijos, al dejar de trabajar,
para reanudar su trabajo hasta que sus hijos entraron a la escuela.
De acuerdo con la forma en que lo ven las mujeres entrevistadas, una de las limitaciones más serias para
avanzar profesionalmente radica en que, mientras la participación de la mujer en el mercado de trabajo ha
aumentado, no se ha registrado un incremento compensatorio en la participación del hombre en los quehaceres
domésticos. La mitad de las mujeres entrevistadas tenían niños en casa; el promedio tenía
una familia pequeña de dos hijos cada una. Todas las mujeres de este grupo se lamentaron de no haber podido
tener la oportunidad de compartir las responsabilidades de ama de casa. Aquéllas que estaban divorciadas
destacaron que nunca habían recibido el apoyo de sus ex maridos en el trabajo doméstico y el cuidado
de los hijos. Sus esposos se habían opuesto a que se involucraran en el magisterio y su participación
profesional continua contribuyó a la separación o al divorcio. Aquéllas que aún estaban
casadas, aun cuando habían enfrentado la oposición de sus maridos, habían podido solucionarlo
dentro del matrimonio y continuaban trabajando. No obstante, estas mujeres, que pudieron llegar a un acuerdo con
sus esposos acerca de salir de casa a trabajar, no lograron convencerlos de que compartieran las tareas domésticas,
a fin de tener tiempo y energías para progresar en su profesión.
Para las mujeres de México, ser profesora es atractivo, porque les permite contar con un trabajo de medio
tiempo, que les da la oportunidad de trabajar simultáneamente en un empleo y en la casa. Además,
la práctica docente les reporta un ingreso mensual fijo, prestaciones sociales y vacaciones pagadas. Sin
embargo, pese a la viabilidad de combinar el trabajo con su vida familiar, las mujeres tienen escasas posibilidades
de acceso a los puestos en los que se debe dedicar tiempo completo, que a su vez requerirían modificar la
participación de la mujer en el trabajo doméstico. Con frecuencia se frustran las aspiraciones de
las mujeres profesionistas, debido a la existencia de obligaciones impuestas por la vida familiar de México,
que impiden a las mujeres aceptar nuevos ascensos, aun cuando se les ofrezcan o sean accesibles. Una profesora
divorciada describió así la lucha entre ser directora con grupo y ser jefe de familia con dos niñas
pequeñas:
Lo primero que hice fue renunciar a la dirección de la escuela, pues ya no quería problemas...
Me sentía culpable del abandono de mis hijas y del bajo rendimiento de mi grupo... Pero no era ineptitud,
sino por falta de tiempo... Eran muchas responsabilidades... Tenía a mi cargo la dirección de la
escuela y un grupo de muchachos, además de mis hijas...
El tiempo que dedican las mujeres a su vida familiar obedece no sólo a las expectativas culturales acerca
del papel femenino tradicional, sino también a la gran cantidad de tiempo que se necesita invertir en los
aspectos materiales de las actividades domésticas. Los investigadores que estudian la influencia de la vida
familiar sobre la participación de la mujer en el mercado de trabajo mexicano argumentan que la cantidad
del quehacer doméstico que realiza una mujer es incompatible con numerosas actividades laborales; esta limitación
es particularmente aguda para las mujeres que desean destacar en el ámbito profesional. En un estudio sobre
el trabajo doméstico, Teresita de Berbieri encontró que una mujer de clase media de la ciudad de
México debe invertir una cantidad enorme de tiempo en los quehaceres domésticos, si quiere conservar
el nivel de vida de la familia. La participación plena de la mujer en el mercado de trabajo sólo
es posible cuando el nivel salarial le permite contratar servicio doméstico. De Barbieri señala que
en estos casos la participación de la mujer en la fuerza de trabajo está estrechamente vinculada
con las aspiraciones personales relativas a los niveles de educación media superior y superior. En la década
de los setentas, las mujeres que habían obtenido un grado universitario representaban tan sólo el
1.7% de la fuerza de trabajo femenina de la ciudad de México. En el caso de las mujeres entrevistadas, aquellas
que habían ascendido a los puestos directivos del sector educativo podían pagar servicio doméstico,
porque tenían sueldos más altos. Para aquellas profesoras que habían permanecido frente a
grupo, el tiempo que dedicaban a los quehaceres domésticos obstaculizaba que emplearan el tiempo requerido
para ascender profesionalmente.
La situación familiar de la mujer afecta sensiblemente sus logros profesionales. Una mujer madura explicó
esta relación al destacar que "las responsabilidades familiares de la mujer le impiden incorporarse
de lleno al trabajo y los que se quedan son los hombres". Tras esta percepción, se encuentra la realidad
de que la jerarquía de sexo está enclavada en los significados compartidos que dan a cada cultura
su identidad. La definición cultural de lo masculino y lo femenino es determinante en la distribución
desproporcionada de la responsabilidad familiar entre el hombre y la mujer de la familia mexicana. Esta desigualdad
es el factor que determina mayormente la tendencia de la participación laboral, porque absorbe el tiempo
libre que de otro modo la mujer podría dedicar a las actividades profesionales, a la participación
sindical y otras actividades fuera del hogar. Al mismo tiempo, este patrón desigual libera al hombre de
su responsabilidad doméstica y le facilita su desarrollo profesional. Este patrón afecta principalmente
a las mujeres que compiten con los hombres por los puestos directivos. Una mujer que había trabajado durante
diez años en la SEP y que tenía un título universitario señaló:
Tener esas oportunidades requiere mucho tiempo de la mujer, porque así se acostumbra... Para obtener
un puesto, necesitas andar muy cerca del ambiente diario; necesitas invertir tu tiempo. Las mujeres que trabajan
ya no tienen tanto tiempo... Al hombre le queda más tiempo y, a partir de él, tiene más oportunidades.
Culturalmente está mucho más permitido que el hombre llegue tarde a su casa, muy tarde, que pase
muy poco tiempo con sus hijos y que casi no esté en su casa, sin que pase gran cosa... Al hombre no le dan
remordimientos, porque a fin de cuentas de él no depende ni que estén los uniformes listos ni que
esté el desayuno... No me interesa que me pongan en ningún puesto, porque implicaría muchísimo
más tiempo del que estoy ahora, que ya es bastante... La esclavitud al trabajo sería mucho mayor
y no me interesa.
Los hombres limitan su participación en la familia, para poder progresar profesionalmente; también
éste es el caso de las mujeres que han podido ascender. La mayoría de las mujeres entrevistadas para
este estudio expresó su deseo de una vida más balanceada, distinta de la de los hombres cercanos
a ellas que detentaban el poder, aunque esto significa que se tardarían más en llegar a los trabajos
que el hombre normalmente domina. Las mujeres que escogieron la vida familiar desean estar en familia, pero también
quisieran encontrar la forma de balancear la vida familiar con la vida de trabajo. La docencia es una ocupación
compatible con la vida familiar y el trabajo doméstico de la mujer, aunque los requerimientos del progreso
plantean una necesidad de tiempo mucho mayor de la que es compatible con el deseo de la mujer de conservar su vida
familiar.
Además de las limitaciones que enfrenta la mujer dentro de su familia, las vías de movilidad profesional
en gran medida se restringen a causa de la política del magisterio. La mayoría de los profesores
se encuentra atrapada entre las élites directivas de la SEP y el SNTE y es muy poco lo que puede opinar
acerca de las decisiones que se toman en torno a sus condiciones de trabajo. Asimismo, el estilo de la dirección
sindical no ha favorecido a todos los docentes por igual; hecho importante, ya que el SNTE desempeña un
papel fundamental en términos de la capacitación y la movilidad del magisterio. El sindicato interviene
directamente en la asignación de plazas y el ascenso de los profesores. Ello podría representar una
ventaja para las mujeres, si el sindicato hiciera una promoción igualitaria y realmente procurara superar
las limitaciones culturales y familiares de la mujer que trabaja; sin embargo, el sistema actual, al no favorecer
la participación de las bases en la toma de decisiones, no representa efectivamente los intereses de las
mujeres que agrupa. El resultado es que las mujeres que tratan de ascender en el campo de la educación enfrentan
limitaciones profesionales que, más que aliviar, exacerban las limitaciones que provienen de la vida familiar.
Una de las administradoras de educación primaria de la ciudad de México, que tenía más
de 30 años de servicio, argumentó que antes de la administración de López Portillo
(1976-1982), se daban muy pocas oportunidades a la mujer para manejar los asuntos educativos. Por el contrario,
al referirse a una política más abierta al incremento de oportunidades para las mujeres, después
de la Conferencia Internacional de la Mujer de 1975, señaló: "En esta administración
(la de López Portillo), nos han ascendido a puestos que ni siquiera hubiéramos soñado antes."
No obstante, esta política sólo repercutió en un grupo extremadamente pequeño de mujeres
con puesto directivo. Durante la administración de López Portillo, de 45 direcciones generales, sólo
siete estuvieron ocupadas por mujeres, a pesar de su predominio numérico en el magisterio. Las oportunidades
para que la mujer alcance niveles más altos en el sector educativo continúan siendo sumamente escasas.
En ninguna parte es más clara esta realidad que en una de las organizaciones políticas más
poderosas del país: El Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación.
La mujer en la dirección del SNTE Contenido
En México, generalmente se ve al SNTE como un mundo de hombres. Muy pocas mujeres llegan a formar parte
de la dirección del sindicato. Una mujer, que ha participado en la docencia desde 1929 y que ha sido supervisora
durante los últimos 20 años, explica la falta de participación femenina en la dirección
del sindicato en los siguientes términos: "Los hombres actúan en esferas a las que la mujer
no puede asistir, porque las mujeres no han perdido el decoro y no pueden reunirse con los hombres en la cantina
para tratar ciertos problemas ni ir a muchos otros lugares. Siempre ha habido una barrera que impide intervenir
a las mujeres."
Con el propósito de examinar la participación femenina en la dirección del sindicato, se profundizará
en la Sección Novena del SNTE, que afilia a las educadoras de preescolar y a los profesores de primaria
de la ciudad de México. Junto con la Sección Décima, que agrupa a los profesores de educación
secundaria de la ciudad de México, la Sección Novena es la más grande. Las estadísticas
del sindicato muestran que, en 1977-78, la Sección Novena tenía 42,918 miembros, de los cuales el
74 % eran mujeres. Durante el sexenio 1976-82, entre 25 miembros del Comité
Ejecutivo Nacional del SNTE, dos mujeres fueron elegidas para prestar sus servicios en el primer trienio y tan
sólo una para el segundo. Durante los dos trienios, de los 28 miembros del Comité Ejecutivo de la
Sección Novena, sólo cinco fueron mujeres.
La participación en las actividades sindicales se presenta en dos niveles: el de la base y el directivo.
Debido a las condiciones históricas que dieron origen al sindicato en los años cuarentas y a que
la organización se creó de arriba hacia abajo, siempre ha existido una enorme distancia entre la
base y la dirección. Como en otros sindicatos mexicanos, la participación de la mayoría es
limitada. Las mujeres siempre han participado desde abajo, en la base, y han mostrado una gran solidaridad con
los movimientos disidentes, aun cuando la participación femenina directa en el liderazgo de estos movimientos
ha sido reducida.
La carrera de la mayoría de los lideres sindicales se inicia en el nivel escolar. Se convierten en representantes
sindicales a nivel delegacional, cuando los eligen sus compañeros de trabajo en la escuela. Las delegaciones,
que son las unidades sindicales más pequeñas, están organizadas por zona escolar o centro
de trabajo. Después de lograr el éxito en los niveles escolar y delegacional, la sección elige
a los representantes sindicales que participarán en ella activamente. La sección comprende las delegaciones
de un Estado de la república o del Distrito Federal. Dentro de la sección, hay cuatro niveles de
participación. En primer lugar, el Comité Ejecutivo que está formado por el secretario general
de la sección y más de veinte secretarios. En segundo término, cada secretario tiene ayudantes
y gestores que van a distintas oficinas gubernamentales para resolver los problemas de los profesores. En tercer
lugar, los puestos de ayudante y gestor se usan como un espacio para capacitar a los futuros secretarios. Por último,
se encuentran los coordinadores que son maestros directamente vinculados con las escuelas, quienes actúan
como lazo entre el sindicato y los comités ejecutivos a nivel delegacional y escolar. La identificación
de los líderes con la base proviene de que han salido del sistema; han experimentado lo que se siente ser
docente. Llegar a estos puestos directivos consume muchos años y mucha energía.
Desde el punto de vista de los líderes masculinos, al referirse a la participación de la mujer en
la dirección del SNTE, un ex secretario general del sindicato dijo: "no quieren o no han querido ser
electas para la dirección del sindicato". Al mismo tiempo, una directora de escuela afirmaba: "las
mujeres son las que dan a los hombres el poder político en el sindicato. A todos los líderes masculinos
los han lanzado mujeres y ellos lo saben". Una líder del sindicato resaltó que a las mujeres
se les impide llegar a los puestos de responsabilidad y sólo se les da entrada a los puestos menores sin
poder de decisión. No obstante, esta líder consideraba que la participación femenina en las
actividades sindicales había cambiado, puesto que antes "nuestro único papel era escuchar".
La mayoría del poder del sindicato se ha concentrado en manos de los hombres, a pesar de que las mujeres
constituyen la mayoría del magisterio. Por este motivo y en razón de que se sienten incómodas
por la forma en que los hombres usan su poder como líderes sindicales, las mujeres no se sienten bien recibidas
en el sindicato. En verdad, tradicionalmente las mujeres no se han sentido a gusto en el sindicato y con su dirección.
En las entrevistas las profesoras estuvieron de acuerdo en que los líderes sindicales estaban demasiado
dispuestos a cambiar favores sexuales por servicios. Una joven que trabajaba de auxiliar en el sindicato recordaba
que las profesoras más grandes constantemente le decían que "en el sindicato sólo nos
faltan al respeto". Añadió que las cosas habían cambiado para las mujeres del sindicato.
Ahora, muchas mujeres jóvenes van a arreglar sus asuntos profesionales a las oficinas del sindicato, aunque
a algunas de ellas todavía las acompaña su papá o su hermano.
Antiguamente, las educadoras consideraban que su trabajo era temporal o permanecían como docentes sólo
hasta que se casaban o hasta antes de la maternidad. Sin embargo, tanto las líderes sindicales como las
funcionarias de la SEP coincidieron en señalar que este patrón ha cambiado rápidamente, debido
a la expansión de la educación pública en los últimos años y a que han disminuido
las diferencias sociales entre las profesoras de primaria y las educadoras, quienes tradicionalmente provienen
de estratos sociales un poco más altos. En el caso de las profesoras de primaria, por el contrario, existe
un patrón ancestral de participación en el magisterio. En repetidas ocasiones, las líderes
entrevistadas hicieron notar que hay diferencias entre la participación sindical de las profesoras de primaria
y la de las educadoras. Entre estas últimas no ha habido una tradición de participación sindical.
Una educadora líder del sindicato dijo: "Las educadoras no tienen conciencia política, porque
provienen de grupos más privilegiados y no tienen conciencia de clase trabajadora." Y añadió:
"Cuando salí de la normal, ni siquiera sabía que existía un sindicato." Aunque a
las líderes y a las profesoras les gusta sentirse de la clase trabajadora, en realidad la mayoría
de las que habitan en la ciudad viven en un ambiente de clase media. Su nivel educativo y sus ingresos colocan
a las profesoras en la clase media.
Vanguardia Revolucionaria es normalmente el grupo de poder dominante en el sindicato. Sus miembros están
estrechamente vinculados con el PRI, desde que Vanguardia tomó el poder, y el sindicato ha perdido el pluralismo
que lo había caracterizado. Los miembros de Vanguardia Revolucionaria, siempre ellos, tienden a circular
en los altos cargos directivos del SNTE. Desde 1972, cuando Vanguardia tomó el control de la dirección
del sindicato, los líderes han intentado cambiar la imagen que la base tiene de ellos. También han
hecho esfuerzos por incrementar la participación femenina en la vida sindical, a fin de cambiar la opinión
de las mujeres sobre el sindicato y hacer que se sientan a gusto cuando tienen que ir a tratar sus asuntos a las
oficinas sindicales. Una líder femenil dijo que la participación de la mujer en el SNTE es muy importante,
gracias a Carlos Jonguitud Barrios, presidente vitalicio de Vanguardia Revolucionaria. El le había dicho:
"Ha llegado la hora de que la mujer asuma la fuerza para defender la posición femenina, la postura
de las mujeres sindicalistas, de las mujeres políticas. Esto no choca con su función de madre o de
docente, ni con su femineidad... Las mujeres pueden luchar al lado de los hombres sin perder su femineidad."
Para describir la forma en que las mujeres se elevan a la dirección sindical, una directora de escuela dijo:
"Las mujeres llegan a través de los mismos canales y con las mismas alianzas que los hombres."
Esto significa que las líderes, del mismo modo que los líderes hombres, forman parte de Vanguardia,
el grupo de poder que controla al sindicato. Al igual que los hombres, las mismas mujeres se han rotado en los
puestos directivos de la sección y del sindicato. Tres de las mujeres que en el momento de ser entrevistadas
pertenecían al Comité Ejecutivo de la Sección Novena habían sido secretarias de la
misma sección durante el trienio anterior. Las otras dos habían sido ayudantes y gestoras a quienes
se había capacitado para escalar a cargos directivos. Como en el caso de los hombres, la dirección
sindical las había seleccionado para ocupar estos puestos, y como la mayoría de los cuadros de Vanguardia
Revolucionaria, provenían de puestos medios como directora de escuela o inspectora. Todas ellas estuvieron
de acuerdo en que los hombres y las mujeres tenían una participación equitativa en el Comité
Ejecutivo Seccional. Las mujeres hacían oír su voz y no las relegaban a funciones menores. Sin embargo,
estas líderes no eran más que una pequeña minoría del Comité Ejecutivo que representa
a una sección en la que las mujeres constituyen la gran mayoría de la base.
En la literatura que trata sobre la participación política de la mujer latinoamericana, generalmente
se sostiene que la marginación femenina del poder se debe a la socialización y a los valores tradicionales
de las instituciones y de la familia, que inhiben el comportamiento, sirven de barrera e impiden el incremento
de la participación de la mujer en las instituciones públicas y políticas. Una líder
de la Sección Novena, con la sensibilidad de una mujer que ha luchado por llegar difícilmente hasta
un puesto de poder, fue más allá de la explicación de la socialización femenina, al
describir su experiencia personal en el sindicato:
"Hace años, cuando empezaba a ir a la organización sindical, el ambiente no era sano. No
podemos decir que ahora sea excelente... Esos ambientes se prestan a cosas un poco fuera del orden común...
Por eso, en aquella época no me gustaba ir. Por ejemplo, me gustaba participar en un congreso, en una reunión
académica que promoviera la organización sindical..., pero la participación directa no. Sentía
que todavía no era el momento para que una mujer estuviera ahí. . . A veces, había ciertas
faltas de respeto. Los varones que andaban allí se sentían muy líderes, muy fuertes y cometían
incorrecciones... Pero empezó a cambiar, a mejorar, y la mujer empezó a entrar un poco más...
Los últimos líderes han tratado de borrar esa imagen que existía de que en el sindicato no
había respeto para la mujer maestra. Se ha incrementado el cariño, el buen trato, la atención
hacia la mujer; se le valora mucho."
Al describir los progresos en el tratamiento de la mujer, también habló de la limitada perspectiva
de la dirección sindical y del énfasis que hace en los aspectos domésticos y en la maternidad.
Por ejemplo, expresó la líder, "se hacen homenajes el 10 de mayo para las madres maestras...
para darle el lugar que le corresponde, porque si ni entre nosotros mismos tiene su lugar, menos en el resto de
la sociedad".
La misma líder explicó la forma en que ha cambiado la estructura de las oportunidades de acceso a
los cargos directivos, debido a la importancia creciente del credencialismo. "Empecé a incursionar
más, pero siempre estuvo relacionado con mi papel académico. No avancé únicamente por
medio de una carrera política. Esto me favoreció, porque así pude involucrarme sin necesidad
de aguantar el ambiente poco sano que existía.
Como señala Peter H. Smith en su estudio acerca de la élite política de México, una
forma de llegar a formar parte de ella es habiendo sido compañeros de clase, de preferencia en la Universidad
Nacional Autónoma de México. La misma norma aparece en el caso de las mujeres. Mas el carácter
machista de la cultura que rodea al poder hace que cotidianamente las mujeres encuentren barreras para penetrar
a esa cultura, que los hombres no tienen que enfrentar. Una secretaria de la Sección Novena del sindicato
recordaba cómo, después de haber participado durante muchos años en reuniones académicas
para profesores patrocinadas por el sindicato, se decidió a participar más directamente en la dirección
sindical debido a la persistencia de uno de sus compañeros de la normal que en esa época era miembro
del Comité Ejecutivo de la Sección Novena:
"La relación de acercamiento fue con el secretario general, porque éramos compañeros
de generación... El me insistía: 'Te vamos a necesitar; necesitamos tu apoyo, tu orientación,
que empieces a participar...' Yo le decía: 'Ya sabes cómo soy'... Por ejemplo, son muy fiesteros;
después de un acto, hay una reunión, pero yo nunca me quedaba hasta altas horas de la noche; sólo
me quedaba un rato, porque si no cómo entraba... Es un mundo de hombres en el que penetrar es difícil.
Si no hubiera conservado una imagen firme como lo hice... Pude haber sucumbido, pero creía que era mejor
otra cosa; integrarme a un equipo de trabajo, tanto profesional como sindical, sin llegar a otros extremos. Y creo
que lo logré."
Por el contrario, otras líderes decidieron adaptarse al estilo de los hombres, considerándolo como
un camino de ascenso profesional, mientras muchas otras mujeres se mostraron renuentes a intentarlo siquiera, aun
a costa de sus aspiraciones y de su carrera.
Precisamente, cuando las mujeres empezaron a tener acceso a los puestos de liderazgo del SNTE, la dirección
dominada por hombres en 1977 decidió disolver el sector femenil del sindicato. Este sector había
existido en todos los sindicatos de México, al igual que en el PRI, desde la administración de Cárdenas
en los años treintas. El SNTE es la única organización sindical de México que ha tomado
esta decisión y también es el sindicato con el porcentaje más alto de mujeres. Sin embargo,
las líderes de la Sección Novena no estaban involucradas en el debate. Se disolvió el sector
femenil, mas al preguntárseles al respecto, las líderes no pudieron recordar ni cuándo ni
por qué ocurrió. Una de ellas explicó el motivo por el cual no debía existir un sector
femenil en el sindicato: "la organización ha establecido jerarquías en función de la
importancia de la lucha para todos los maestros. Por eso, no puedo luchar por mis intereses propios... y no puedo
trabajar sólo con grupos de mujeres".
La directiva del SNTE disolvió el sector femenil con el argumento de que si la mayoría de la base
está constituida por mujeres, no necesitan un despacho separado. Esta irónica proclamación
de la igualdad femenina y masculina para los asuntos del sindicato trae a colación preguntas difíciles
de contestar: ¿necesitan las mujeres tuna representación separada?, ¿las mujeres como grupo
se benefician por el ingreso de mujeres aisladas a puestos distintivos de la élite gobernante?, ¿qué
papel desempeñan las profesoras en el sindicato?, ¿de qué manera las mujeres, como grupo subordinado,
conquistarán poder en las instituciones existentes y en la estructura política de México?
Las entrevistas a las líderes sindicales no ofrecieron ninguna prueba de que éstas estuvieran interesadas
en estos problemas. Mientras tanto, a nivel del PRI, existe la preocupación de que continúe existiendo
un sector femenil. Algunas de las líderes del partido piensan que la participación de la mujer no
puede darse en organizaciones separadas. Otras líderes aún no están en condiciones de igualdad,
por lo que necesitan una organización que las sustente.
Las pruebas que proporcionaron las entrevistas muestran que hay poca comunicación entre las líderes
y las mujeres de la base. No obstante, las líderes mujeres cumplen un papel determinado en el intento de
la directiva por mejorar su imagen frente a la base. Una líder recordó que Carlos Jonquitud Barrios,
el presidente de Vanguardia Revolucionaria, le había dicho que "la imagen de la organización
sindical cambiaría mucho, cuando la mujer entrara a participar con toda la honestidad y la entrega que lo
hace". Una líder de la oposición señaló: "Para la promoción del sindicalismo
social y para su estilo de hacer política, ellos (Vanguardia) hacen que la mujer desempeñe un papel
central."
Este uso oportunista del liderazgo femenino en una institución dominada por hombres no significa que la
situación de la mujer haya fracasado en su intento de cambio. La concepción tradicional de la participación
política de la mujer era la de la asistencia pública voluntaria; actualmente, se les dan oportunidades
reales aunque limitadas. Mas, como un líder de la oposición afirmó, "es más un
trato de cortesía que de igualdad". El primer ingreso de la mujer a la directiva, mundo de hombre como
se ha asentado en repetidas ocasiones, no ha carecido de problemas, pues como una de las mujeres entrevistadas
dijo: "He estado en varios equipos de trabajo en los cuales sólo yo no era hombre. Es difícil
porque ellos quieren que una siga sus pautas, en lugar de dejarnos seguir nuestro propio camino; como mujeres,
necesitamos buscar nuevas formas de participación." Siguió diciendo que sólo hay un lugar
en la Sección Novena en el que la mujer debe estar, si las líderes desean conquistar más poder
en los comités ejecutivos, y el lugar es el del secretario general. "Todas nosotras deseamos ese puesto,
pero quién sabe si todavía no sea el momento de que la mujer llegue allí."
Más de la mitad de las mujeres entrevistadas habían participado en actividades sindicales de una
u otra formas, durante el desarrollo de su carrera. Exceptuando a las líderes de la Sección Novena,
ellas habían participado fundamentalmente en reuniones académicas patrocinadas por el sindicato o
a nivel delegacional. Otras habían participado en el movimiento de oposición. En su mayoría,
las mujeres estaban preocupadas por su escuela y por los niños a los que atendían, pero no estaban
tan interesadas por las relaciones de poder en el magisterio. Una mujer que trabajaba en la SEP recordaba que al
inicio de los años setentas, cuando era profesora de primaria, para las mujeres el sindicato "era algo
lejano, un grupo de maestros que se peleaban entre ellos. Cada dos o tres años, no recuerdo bien, teníamos
un día libre y debíamos ir a votar... Nunca me interesó". Uno de sus recuerdos se refería
a una ocasión en que tenían que elegir representante de la Delegación:
"Vamos a poner al profesor aquél de la escuela de enfrente. era ponerlo a él, porque ninguna
mujer quería entrarle. A nadie le atraía el puesto de delegada sindical; para todas eso era una molestia...
Eso de estar yendo al sindicato y de estar atendiendo a todo cuanto se les ocurriera a las profesoras era una lata.
. . Le hablamos al profesor de la escuela de enfrente. El encantado de que lo pusiéramos de delegado sindical.
Y lo pusimos."
Es revelador que las relaciones de sexo se expresen en el lenguaje cotidiano, al llamar a las mujeres maestras
y a los hombres profesores, con una connotación de mayor status el último término.
La directiva del sindicato ha intentado construir una esfera cuidadosamente delimitada para incrementar la participación
sindical de la mujer. Casi todos los esfuerzos del sindicato están orientados a atraer a las mujeres por
las vías tradicionales, como la celebración del día de las madres y otro tipo de reuniones
sociales. También hay una tendencia a usar al sindicato como centro de reunión para llevar a cabo
actividades sociales inocuas, lo que se refleja en el número creciente de comidas y desayunos que organiza
el sindicato. La mayoría de los hombres puede asistir a ellos sin ninguna restricción; sin embargo,
tal participación está desencaminada, pues ha sustituido la función de las asambleas en las
que se reúne a los líderes con la base para discutir asuntos laborales y de política sindical.
El uso del sindicato para llevar a cabo actividades sociales ha permitido legitimar la organización, aun
cuando restrinja la participación de la base en las decisiones y la política sindical. Limitar el
papel de la mujer contribuye a constreñir el poder de los trabajadores en una Sección cuyos miembros
en su mayoría son mujeres.
Al igual que en otros renglones, el número de mujeres que asisten al Congreso Nacional se ha incrementado
en los últimos años, pero como se hace evidente al ver las fotografías, las mujeres desarrollan
actividades diferentes de las de los hombres. Las mujeres sirven café, manejan micrófonos, funcionan
como edecanes; papeles que muestran la restringida visión que se tiene de la participación de la
mujer en la vida sindical. Esta visión conserva las funciones tradicionales de la mujer, como los quehaceres
domésticos que se asocian con el hogar. "La participación de la mujer en el sindicato es decorativa",
dijo una joven profesora al referirse a los congresos sindicales. Al poner en tela de juicio estas prácticas
de la cultura sindical, un líder de la oposición dijo que la directiva del sindicato tiene una "visión
pervertida" de la participación femenina en la política sindical.
La intervención de la mujer en el sindicato oficialmente autorizada no es más que una parte de su
participación. Las mujeres también se han involucrado activamente en los movimientos de oposición.
En 1958, cuando el magisterio se manifestó en favor de la democratización del mando en el SNTE, las
mujeres tuvieron una participación activa. Uno de los líderes de aquella época describió
la vehemencia que caracterizaba a las mujeres y el papel decisivo que cumplieron para lanzar el movimiento. Explicó:
"En el movimiento del 58, usábamos el término depuración sindical, con un alto contenido
moral. Esto tenía un efecto especial en la masa femenina, porque tenía que ver con la lucha contra
el abuso de la casta pistoleril que usaba a las maestras; les daban plazas a cambio de salir con ellos; había
todo ese desprecio y maltrato a las mujeres... Se vio un apasionamiento de la mujer en la lucha, muchas veces mayor
que el del hombre, en las brigadas y en todo. Además, era a la que le costaba más, por la familia
y los hijos. Cuando hicimos la guardia del 58, la gente iba allá con sus hijos y todo. Había muchas
mujeres."
Desde el final de los cincuentas, no había surgido ningún otro movimiento con un propósito
similar, hasta que a fines de los años 70 los profesores disidentes crearon la Coordinadora Nacional de
Trabajadores de la Educación (CNTE), organización que los representa y moviliza su descontento. Como
lo ve la dirección sindical, si no se han presentado más movimientos de descontento generalizado
en la base de la Sección Novena, es gracias al trabajo benéfico que realiza el sindicato en los planteles
para minimizar las tensiones. En opinión de los líderes de la oposición, esto se debe al estrecho
control que el sindicato ejerce sobre sus agremiados. Una de las Secciones en las que ha gestado una gran movilización
está ubicada al norte de la ciudad de México: la Sección 36 del Valle de México. Esta
Sección se encuentra enclavada en colonias de la clase trabajadora de los alrededores de la ciudad. Una
profesora cuenta la historia de su participación en los movimientos que allí tienen lugar:
"la mujer del magisterio en la política tiene ahora mucha importancia. Ya no hay el miedo, el temor
que existía antes... Yo he participado bastante fuertemente en la cuestión política. Abiertamente
no, porque pienso que no tengo la misma facilidad de palabra que tienen otros compañeros... Yo lo veo con
algunos compañeros que se lanzan a participar y ante un grupo numeroso, en un mitin o en un plantón,
hablan y hablan... Empieza uno a criticarlos... Pienso que se necesita ser bastante centrado, tener muy buen conocimiento
de lo que se está hablando, tener los brazos bien firmes, para poder lanzarse. Pero para eso, se requiere
tiempo, preparación y yo no he tenido tiempo... He entrado a la cuestión política, porque
estoy viendo que es necesario, porque mis ideales son ésos, porque como clase trabajadora estoy viviendo
en carne propia las represiones, el salario de hambre que tenemos. .. En la escuela donde laboro actualmente todos
somos disidentes. La Secretaría de Educación Pública nos otorgó una plaza de 31 horas;
después, vino el sindicato y nos la quitó, dijo que no éramos merecedores de esa plaza...
Tenemos siete años luchando para que nos devuelvan la plaza... Han sido muchas luchas que me han hecho participar
en la política y no hacerme a un lado... Yo sí he participado en marchas, mítines, plantones.
En el plantón de hace dos años de noviembre, ahí en la calle estuvimos tres días y
dos noches, haciendo guardias, viviendo frente a los granaderos listos para atacar y desalojarnos... Cualquier
cosa que suceda, por favor responsabilízate de mis hijas, le dije a mi mamá. Lo siento mucho, estoy
defendiendo mis derechos y voy a luchar por ellos".
Conclusión Contenido
La interpretación que se presenta en este estudio muestra la forma en que el sexo restringe las posibilidades
de la mujer para avanzar en el magisterio de México. La subordinación cultural y material de la mujer
en la familia refuerza y al mismo tiempo está reforzada por los procesos políticos e institucionales
de dominación masculina que impiden el ascenso de las mujeres. Debido a este patrón de refuerzo mutuo,
se han inmovilizado ampliamente tanto la influencia política de las profesoras como su capacidad para avanzar
profesionalmente. La estructura actual del magisterio mexicano no sólo fracasa en desahogar las demandas
tradicionales enraizadas en los convencionalismos de la vida familiar, sino que, además, usa al sexo femenino
para conservar los patrones existentes de autoridad y control.
No obstante, se debe reconocer que las mujeres con empleo en el magisterio constituyen una especie de grupo privilegiado
entre otros de mujeres trabajadoras de la sociedad mexicana. El magisterio ha proporcionado a las mujeres empleo
estable en el cual ganan lo mismo que los hombres, cuando ocupan trabajos de igual categoría, aunque la
mayoría de las mujeres de México ganan sensiblemente menos que los hombres, cuando tienen el mismo
nivel educativo. Por otra parte, el sindicato no hace diferencias entre hombres y mujeres cuando negocia niveles
salariales y prestaciones sociales. Por tanto, el agremiarse al sindicato se puede interpretar como un factor explicativo
de la ventaja relativa de que gozan las mujeres del magisterio, cuando se les compara con las de otras categorías
de ocupación femenina. Sin embargo, a pesar del éxito relativo que se observa en las profesoras,
cuando se les compara con otras mujeres, se percibe que su sexo ha fungido como obstáculo que restringe
las oportunidades de ocupación a que tienen acceso. En especial, la carencia de una política gubernamental
para el incremento de las oportunidades educativas abiertas a las mujeres conforma su carrera profesional y limita
su participación en los puestos de poder con capacidad de decisión.
Las percepciones actuales de las diferencias entre papeles por sexo dejan la impresión de que el poder de
las mujeres como profesionistas en el campo educativo ha disminuido. Aun cuando las mujeres como grupo no están
organizadas, en verdad desempeñan un papel cuidadosamente circunscrito en la composición de la política
sindical. La directiva emplea los estereotipos culturales de las mujeres, cuando promueve su participación
como integrantes de la base y de innumerables maneras relega a la mujer a puestos secundarios. Análogamente,
a las pocas mujeres que han ascendido a los puestos de liderazgo se les ha promovido por su imagen tradicionalmente
femenina de honradez y dedicación y para legitimar a la dirección del sindicato frente a la base.
Al mismo tiempo que se usan los estereotipos culturales para restringir el papel profesional de las mujeres dentro
del sindicato, los puestos directivos del SNTE constituyen un canal de reclutamiento político para puestos
del PRI y de la burocracia política. Este canal está dominado por los hombres y es altamente competitivo.
Paralelamente, los puestos de poder y con capacidad de decisión de la SEP han permanecido relativamente
cerrados a las mujeres, ya que se otorgan los puestos altos de la burocracia a individuos -hombres en su mayoría-
que tienen educación universitaria, además de experiencia en la cultura política del estado.
Estas prácticas funcionan como un rasero que delimita la altura a la que pueden llegar las mujeres en el
sistema. Reforzadas por los constreñimientos de la vida familiar, éstas son las razones de más
peso que explican el hecho de que las mujeres, quienes proporcionan la mayoría de los servicios educativos,
hayan tenido tan poco acceso al poder y a la dirección del magisterio.
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