MEXICO EN LA OBRA DE RAMON LOPEZ VELARDE

JORGE DE LA PAZ

¸Anacrónicamente, absurdamente¸ ¸a tu nopal inclínase el rosal.¸

Contenido del Artículo:
NOTAS
NOVEDAD DE LA PATRIA
LA CONQUISTA
LA FEALDAD CONQUISTADORA
LA BIZARRA CAPITAL DE Ml ESTADO
LA SUAVE PATRIA

 

NOTAS Contenido

Sereno, taciturno, humilde y fuerte en el sufrimiento, Ramón López Velarde encarna el perfil íntimo del mexicano.
Su lucidez sobre la Patria es temprana. En la antigua quietud de su pueblo intuye el prestigio de la provincia que se le vuelve infinita porque exalta en ella lo que tiene de eterno:

En ti, generosa tierra, los árboles dan fruto, que lo mismo embalsaman la atmósfera que el jardín ideal de los paraísos interiores; tus auras benignas refrescan, con su contacto de suavidad, el sueño con que florecen las juventudes y la desesperanza en que se marchitan las vejeces. En ti agoniza el trajín mundano con la mansedumbre fatal de una ola. En tus huertos rústicos, en tus casas aldeanas, en tus calles muertas y en la fecundidad de las sementeras, se abre la rosa de la paz.

La rosa, símbolo del Paraíso, es para el poeta el camino de la fe, aroma esencial y suave de la Patria:

Del rebozo en la seda me anegaba
con fe, como en un golfo intenso y puro,
a oler abiertas rosas del presente
y herméticos botones del futuro.

Su descubrimiento de la oculta dimensión estética de la Patria es un tránsito doloroso que pone la armonía del mundo en los espacios de su corazón. Este tránsito no es sólo un denonado ejercicio de su fe y de su palabra temeraria, desnuda de razones, sino también un acto de amor, de amor sin tregua:

Mi carne pesa y se intimida
porque su peso fabuloso
es la cadena estremecida
de los cuerpos universales
que se han unido con mi vida.

Así, estremecido y dividido en su soledad, nos regala una Patria de naturaleza culminante en cuyo espíritu se agita el futuro no un mapa o un esquema de mitologías vandálicas, sino una Patria íntima a la que tenemos que volver por amor... y por pobreza.

Ofrecemos al lector algunos textos del poeta que tratan de México.

NOVEDAD DE LA PATRIA Contenido


El descanso material del país, en treinta años de paz, coadyuvó a la idea de una patria pomposa, multimillonaria, honorable en el presente y epopéyica en el pasado. Han sido precisos los años del sufrimiento para concebir una patria menos externa, más modesta y probablemente más preciosa.

El instante actual del mundo, con todo y lo descarnado de la lucha, parece ser un instante subjetivo. ¿Qué mucho, pues, que falten los poetas épicos hacia afuera?

Correlativamente, nuestro concepto de la patria es hoy hacia adentro. Las rectificaciones de la experiencia, contrayendo a la justa medida la fama de nuestras glorias sobre españoles, yanquis y franceses, y la celebridad de nuestro republicanismo, nos han revelado una patria, no histórica ni política, sino íntima.

La hemos descubierto a través de sensaciones y reflexiones diarias, sin tregua, como la oración continua inventada por San Silvino.

La miramos hecha para la vida de cada uno. Individual, sensual, resignada, llena de gestos, inmune a la afrenta, así la cubran de sal. Casi la confundimos con la tierra.

No es que la despojemos de su ropaje moral y costumbrista. La amamos típica, como las damas hechas polvo -si su polvo existe- que contaban el tiempo por cabañuelas.

Un gran artista o un gran pensador podrían dar la fórmula de esta nueva patria. Lo innominado de su ser no nos ha impedido cultivarla en versos, cuadros y música. La boga de lo colonial, hasta en los edificios de los señores comerciantes, indica el regreso a la nacionalidad.

De ella habíamos salido por inconsciencia, en viajes periféricos sin otro sentido, casi, que el del dinero. A la nacionalidad volvemos por amor... y pobreza.

Hijos pródigos de una patria que ni siquiera sabemos definir, empezamos a observarla. Castellana y morisca, rayada de azteca, una vez que rascamos de su cuerpo las pinturas de olla de silicato, ofrece -digámoslo con una de esas locuciones pícaras de la vida airada- el café con leche de su piel.

Literatura -exclamará alguno de los que no comprenden la función real de las palabras, ni sospechan el sistema arterial del vocabulario. Pero poseemos, en verdad, una patria de naturaleza culminante y de espíritu intermedio, tripartito, en el cual se encierran todos los sabores.

El país se renueva ante los estragos y ante millones de pobladores que no tienen otros ejercicios que los de la animalidad. ¿Por virtud de qué fibras se operará esta adivinanza?

En las pruebas de canto, los jurados charlan, indiferentes a las gargantas vulgares. Hasta que una alumna los avasalla. Es el momento arcano de la dominación femenina por la voz. Así ha sonado, desde el Centenario, la voz de la nacionalidad.

Hay muchos desatentos. Gente sin amor, fastidiada, con prisa de retirar el mantel, de poner las sillas sobre la mesa, de irse.

Tampoco escasean los amantes, fieles en cada rompe y rasga, calaveras de las siete noches de la semana, prontos a aplaudir las contradicciones mismas, diseminadas por el territorio, que se resumen en la vasta contradicción de la capital.

En este tema, al igual que en todos, sólo por la corazonada nos aproximamos al acierto. ¿Cómo interpretar, a sangre fría, nuestra urbanidad genuina, melosa, sirviendo de fondo a la violencia, y encima las germinaciones actuales, azarosas al modo de semillas de azotea?

Un futuro se agita en la placidez diocesana de nuestros hábitos. A veces creemos que va a morir el primor del mundo. Que la turbamulta famélica aniquilará los diamantes tradicionales, los balances del pensamiento, los finiquitos de la emoción.

¿Quedará prudencia a la nueva patria? Sus puertas cocheras guardan todavía los landós en que pasearon aquellas señoras, camarlengas de las vírgenes, y las familias que oyen hablar de Lenin se alumbran con la palmatoria del Barón de la Castaña...

La alquimia del carácter mexicano no reconoce ningún aparato capaz de precisar sus componentes de gracejo y solemnidad, heroísmo y apatía desenfado y pulcritud, virtudes y vicios, que tiemblan inermes ante la amenaza extranjera, como en los Santos Lugares de la niñez temblábamos al paso del perro del mal.

Bebiendo la atmósfera de su propio enigma, la nueva patria no cesa de solicitarnos con su voz ronca, pectoral. El descuido y la ira, los dos enemigos del amor, nada pueden ni intentan contra la pródiga. Unicamente quiere entusiasmo.

Admite de comensales a los sinceros, con un solo grado de sinceridad. En los modales con que llena nuestra copa, no varía tanto que parezca descastada, ni tan poco que fatigue; siempre estamos con ella en los preliminares, a cualquiera hora oficial o astronómica. No cometamos la atrocidad de poner las sillas sobre la mesa.

LA CONQUISTA Contenido


Asesorados por nuestros luteranos, miro a los yanquis que vienen a evangelizar al harapo que algunos llaman raza indígena y a los ribetes de población que separan a la gleba de la clase media. Vienen con sus mujeres estos sacerdotes, del peor modo carnales, carnales evangélicamente. A su vista he comprendido la gran fuerza autoritaria ejercida por el celibato romano, cualesquiera que sean sus despeñaderos.

Digno o indigno el clérigo célibe, no descubro qué autoridad pueden lograr, ante nuestra malicia latina, los pastores que dentro de la ley se regalan al igual de las ovejas. El endiablado olfato, herencia de moriscos, inquisidores y sacrificadores del Monolito descorazonado, distingue, dos horas después de los sucesos, en cada mano teocrática, el aroma de los salmos y las montuosas resinas de Afrodita.

No le demos vueltas. Roma, entre sus genuinas sagacidades, cuenta la de haber fijado en la columna vertebral la diferencia consuetudinaria, incesante y natural, que coloca al hombre del cayado dos codos arriba de los hombres de la grey.

En México, las gentes de responsabilidad intelectual no pueden ser más que librepensadores o católicos. Las componendas del libre examen resultan sobradas de ingenuidad para el temperamento criollo.

Sobre las plebes, parece avanzar el protestantismo. Nuestra dolorosa nacionalidad, discutida por muchos y negada por no pocos, seguirá achatándose en su arista casi única: la religiosa, si en los palacios diocesanos, y aun en el Nacional, se descuidan. Un día del último febrero, en que con meros ojos de mexicanos, dentro de las naves de Guadalupe, vi arder cera en los guantes, cera en los dedos de los niños, cera en el brazo del peón, cera en la viuda vergonzante, cera en la palma del oficinista, cera, en suma, en las manos abigarradas del Valle, persuadíme de que la médula de la patria es guadalupana.

Si por las Biblias en inglés dejara de serlo, la afinidad para la conquista se hallaría a punto. Las afinidades en un culto pedestre ahogarían la última flor de nuestro denuedo, desatando sobre el país, que fuera aventurero y dogmático, una tempestad de arena.

Nuestra sociedad, enferma de prosa, adolece del vicio consiguiente: lo comodino. Tal es, quizá, su vicio principal, explicación de casi todas sus desdichas. Complementarias de esa prosa comodina, las campanas callejeras de los Ejércitos de Salvación convergen al prurito de ir a los cielos con pasaje ínfimo, a la módica tarifa del mal gusto.

c. 1920

LA FEALDAD CONQUISTADORA Contenido


Cada día la piscina de azulejos de nuestros patios entúrbiase más con la filtración yanqui. El monroísmo, el separatismo y el protestantismo, en su paciencia conquistadora, cuentan, desde las últimas fechas, con un aliado la fealdad étnica. Si algo étnico hay en los ciudadanos de la risa equina de Mr. Wilson, es la fealdad. He conocido a algunos que constituyen raza en que pugnan medularmente con la gracia y con las gracias.

Tocome, una de estas tardes, la escasa fortuna de ver Pureza, la película traída de New York y que, probablemente, ha desarrollado sus ineptitudes ante los ojos de todos mis lectores. Pienso que el autor del argumento de Pureza adolecía de meningitis al convertir a Eva en mecanógrafa y al devolver a la virtud paradisíaca a las princesas del petróleo y del jamón. Media en tales descomposiciones un Genio del Mal... inferior al suculento diablo del jamón. Y eso que aquel genio es, de toda la farándula, el único yanqui con sospecha de teatro, que podría ser admitido en las cátedras del Conservatorio. Por lo demás, debemos reconocer que los rubios limpiabotas, con pieles de tigre, disipan el tedio, y que el excentricismo de Caín, soltando la quijada del asno para firmar un cheque, nos alivia de la feroz cronología. En cuanto a los alardes de desnudez de la niña Worth, encarnación de la Castidad, no producirán otros males que el anticipado sabor de los chicuelos, el desprestigio de los tobillos de Maciste, y la bronquitis o el catarro de la ventilada sufragista cuyos sitios culminantes, entre paréntesis, desagradan bastante. Y al asistir a sus trancos funestos y su aciago trote, medí el abismo que aparta a las densas hermosuras cotizables, de la Venus prístina, revelada en el hexámetro virgiliano en tres vocablos intraducibles, que yo traduciría "La diosa se manifestó por su marcha."

Guarda la explotación de la desnudez una consonancia natural con un país de evangelio y de tocinería. Porque aprovecha la decisiva importancia atribuida a los fueros cristianos de la indumentaria y halaga la fibra porcina de las plebes. Sólo un temperamento verdaderamente arcádico, o un congénere del experto Duque de Aumal, son capaces de mirar las secretas evidencias femeninas con el señorío natural de quien trata la escultura humana por hábito propicio. Por supuesto, los moralistas de la película aparentan querer demostrar la inocencia de la anatomía, como si ignoráramos el propósito fenicio que los impulsa a marear a las multitudes, vilmente interesables.

Nos ayankamos a gran prisa, bajo la acción de lo feo. Las señoritas que tripulan, masculinamente, la bicicleta; las feministas que riñen y se acusan de estar en connivencia con los hombres para retardar la emancipación de las Furias; los bailes tejanos... todo acusa que la Patria pierde su ritmo esencial, su cuerda privativa.

La Patria, concebida ya no como un mapa ni como una mitología vandálica, sino como la cesta de frutos efectivos que recogemos de la tierra adicta, se halla amenazada por la invasión de lo burocrático y de lo gris. Trenzas idílicas, cuyos moños negros adoró nuestra infancia; calles del Interior; pomposas reliquias de virreinatos en la metrópoli; vides que nutren a las bacantes criollas; matiz de las costumbres; sellos del alma; gesto del territorio; pulso de las aguas. . . esto es lo que soporta un riesgo de exterminio. Veríamos, en cambio, un auge de pugilismo, de pugilato, mejor.

Ya he dicho, por ello, que la piscina de azulejos de nuestros patios se va enturbiando con filtraciones alienígenas. El gran criadero en que los almirantes que hunden cáscaras de nuez son honrados como novísimos Temistocles, sopla sobre la simiente de nuestra nacionalidad. ¿Hay quien quiera defender, con una defensa estética, la rosa que se prenden al pecho las mexicanas?

1917

LA BIZARRA CAPITAL DE Ml ESTADO Contenido

He de encomiar en verso sincerista
la capital bizarra de mi estado, que es un
cielo cruel y una tierra colorada.

Una frialdad unánime
en el ambiente, y unas recatadas
señoritas con rostro de manzana,
ilustraciones prófugas
de las cajas de pasas.

Católicos de Pedro el Ermitaño
y jacobinos de época terciaria.
(Y se odian los unos a los otros
con buena fe.)
Una típica montaña
que, fingiendo un corcel que se encabrita,
al dorso lleva una capilla, alzada
al Patrocinio de la Virgen.

Altas
y bajas del terreno, que son siempre
una broma pesada.

Y una Catedral, y una campana
mayor que cuando suena, simultánea
con el primer clarín del primer gallo,
en las avemarías, me da lástima
que no la escuche el Papa.
Porque la cristiandad entonces clama
cual si fuese su queja más urgida
la vibración metálica,
y al concurrir ese clamor concéntrico
del bronce, en el ánima del ánima,
se siente que las aguas
del bautismo nos corren por los huesos
y otra vez nos penetran y nos lavan.

LA SUAVE PATRIA Contenido

Proemio

Yo que sólo canté de la exquisita
partitura del íntimo decoro,
alzo hoy la voz a la mitad del foro,
a la manera del tenor que imita
la gutural modulación del bajo,
para cortar a la epopeya un gajo.

Navegaré por las ondas civiles
con remos que no pesan, porque van
como los brazos del correo chuan
que remaba la Mancha con fusiles.

Diré con una épica sordina:
la Patria es impecable y diamantina.

Suave Patria: permite que te envuelva
con la más honda música de selva
con que me modelaste por entero
al golpe cadencioso de las hachas,
entre risas y gritos de muchachas
y pájaros de oficio carpintero.

Primer acto

Patria: tu superficie es el maíz,
tus minas el palacio del Rey de Oros,
y tu cielo, las garzas en desliz
y el relámpago verde de los loros.

El Nino Dios te escrituró un establo
y los veneros de petróleo el diablo.

Sobre tu Capital, cada hora vuela
ojerosa y pintada, en carretela;
y en tu provincia, del reloj en vela
que rondan los palomos colipavos,
las campanadas caen como centavos.

Patria tu mutilado territorio
se viste de percal y de abalorio.

Suave Patria tu casa todavía
es tan grande, que el tren va por la vía
como aguinaldo de juguetería.

Y en el barullo de las estaciones,
con tu mirada de mestiza, pones
la inmensidad sobre los corazones.

¿Quién, en la noche que asusta a la rana,
no miró, antes de saber del vicio,
del brazo de su novia, la galana
pólvora de los fuegos de artificio?

Suave Patria en tu tórrido festín
luces policromías de delfín,
y con tu pelo rubio se desposa
el alma, equilibrista chuparrosa,
y a tus dos trenzas de tabaco sabe
ofrendar aguamiel toda mi briosa
raza de bailadores de jarabe.

Tu barro suena a plata, y en tu puño
su sonora miseria es alcancía;
y por las madrugadas del terruño,
en calles como espejos, se vacía
el santo olor de la panadería.

Cuando nacemos, nos regalas notas,
después, un paraíso de compotas,
y luego te regalas toda entera,
suave Patria, alacena y pajarera.

Al triste y al feliz dices que sí,
que en tu lengua de amor prueben de ti
la picadura del ajonjolí.

¡Y tu cielo nupcial, que cuando truena
de deleites frenéticos nos llena!
Trueno de nuestras nubes, que nos baña
de locura, enloquece a la montaña,
requiebra a la mujer, sana al lunático,

incorpora a los muertos, pide el Viático,
y al fin derrumba las madererías
de Dios, sobre las tierras labrantías.
Trueno del temporal oigo en tus quejas
crujir los esqueletos en parejas,
oigo lo que se fue, lo que aún no toco
y la hora actual con su vientre de coco,
y oigo en el brinco de tu ida y venida,
oh trueno, la ruleta de mi vida.

Intermedio

CUAUHTEMOC

Joven abuelo escúchame loarte,
único héroe a la altura del arte.

Anacrónicamente, absurdamente,
a tu nopal inclínase el rosal;
al idioma del blanco, tú lo inmantas
y es surtidor de católica fuente
que de responsos llena el victorial
zócalo de ceniza de tus plantas.

No como a César el rubor patricio
te cubre el rostro en medio del suplicio:
tu cabeza desnuda se nos queda,
hemisféricamente, de moneda.

Moneda espiritual en que se fragua
todo lo que sufriste la piragua
prisionera, el azoro de tus crías,
el sollozar de tus mitologías,
la Malinche, los ídolos a nado,
y por encima, haberte desatado
del pecho curvo de la emperatriz
como del pecho de una codorniz.

Segundo acto

Suave Patria: tú vales por el
río de las virtudes de tu mujerío;
tus hijas atraviesan como hadas,
o destilando un invisible alcohol,
vestidas con las redes de tu sol,
cruzan como botellas alambradas.

Suave Patria te amo no cual mito
sino por tu verdad de pan bendito,
como a una niña que asoma por la reja
con la blusa corrida hasta la oreja
y la falda bajada hasta el huesito.

Inaccesible al deshonor, floreces;
creeré en ti, mientras una mexicana
en su tápalo lleve los dobleces
de la tienda, a las seis de la mañana,
y al estrenar su lujo, quede lleno
el país, del aroma del estreno.

Como la sota moza, Patria mía,
en piso de metal, vives al día,
de milagro, como la lotería.

Tu imagen, el Palacio Nacional,
con tu misma grandeza y con tu igual
estatura de niño y de dedal.

Te dará, frente al hambre y al obús,
un higo San Felipe de Jesús.

Suave Patria, vendedora de chía:
quiero raptarte en la cuaresma opaca,
sobre un garañón, y con matraca,
y entre los tiros de la policía.

Tus entrañas no niegan un asilo
para el ave que el párvulo sepulta
en una caja de carretes de hilo,
y nuestra juventud, llorando, oculta
dentro de ti el cadáver hecho poma
de aves que hablan nuestro mismo idioma.

Si me ahogo en tus julios, a mí baja
desde el vergel de tu peinado denso
frescura de rebozo y de tinaja,
y si tirito, dejas que me arrope
en tu respiración azul de incienso
y en tus carnosos labios de rompope.

Por tu balcón de palmas bendecidas
el Domingo de Ramos, yo desfilo
lleno de sombra, porque tú trepidas.

Quieren morir tu ánima y tu estilo,
cual muriéndose van las cantadoras
que en las ferias, con el bravío pecho
empitonando la camisa, han hecho
la lujuria y el ritmo de las horas.

Patria, te doy de tu dicha la clave
sé siempre igual, fiel a tu espejo diario;
cincuenta veces es igual el Ave
taladrada en el hilo del rosario,
y es más feliz que tú, Patria suave.

Sé igual y fiel; pupilas de abandono;
sedienta voz, la trigarante faja
en tus pechugas al vapor; y un trono
a la intemperie, cual una sonaja:
¡la carreta alegórica de paja!

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