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INTRODUCCIÓN Contenido
El sistema de educación universitaria,(1) y por tal entendemos al conjunto relativamente homogéneo
de instituciones que la integran, presenta "muchos rostros de universidades" que se diferencian, entre
otras cosas, por su relación específica con la entidad(2) a la que pertenecen, su trayectoria, sus
perspectivas y sus contradicciones internas. Sin embargo, podemos encontrar rasgos comunes, en sus contactos con
la Asociación Nacional de Universidades e Institutos de Enseñanza Superior (ANUIES), en las modalidades
que asume su vinculación con la SEP; en la mayor libertad sindical; la autonomía en la orientación
de los estudios y la autodeterminación de sus órganos de gobierno.
(1) Convencionalmente en México, cuando hacemos referencia al sistema educativo, cualquiera que sea su nivel
y orientación, en realidad aludimos al ámbito de la escolarización. Los datos presentados
aquí fueron obtenidos en el Informe Presidencial del Lic. Miguel de la Madrid del año 1986 y en información
presentada por el Secretario de Educación Pública, Lic. González Avelar.
(2) La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos determina nuestro carácter de
república federal, de aquí deriva la división en 31 entidades federativas llamadas estados
y un Distrito Federal, la ciudad de México; cada estado, a su vez, se divide en municipios.
En este ensayo, con los riesgos que implican las generalizaciones, nuestra intención es explicar a grandes
rasgos cuál consideramos que ha sido la trayectoria profesional de los docentes en la universidad mexicana
durante los últimos veinte años (1970-1988) en los que da la impresión de haber retornado
al punto de partida, aunque desde otra perspectiva:
Comenzamos con la década de 1970, pues constituye un periodo de importantes transformaciones en la sociedad
mexicana, que se han expresado en una realidad educativa particularmente rica y variada, y, a partir de esta etapa,
indagamos qué ha sucedido con el profesor universitario como uno de sus protagonistas centrales.
Hemos estructurado nuestra información y puntos de vista en tres ejes que se refieren al contexto en que
se lleva a cabo la modernización de la educación mexicana en el periodo señalado; a las transformaciones
que se dan en la imagen social del docente; a las políticas para la profesionalización del docente
universitario.
1. El ESCENARIO MEXICANO EN LAS DECADAS 1970 Y 1980 Contenido
Por su estructura socioeconómica, México se define como un país capitalista dependiente con
un desarrollo desigual, en el que los problemas, desequilibrios y contradicciones a nivel estructural su impacto
en las diversas instituciones, pueden interpretarse a partir de la realidad nacional, tanto como de la coyuntura
de la actual crisis económica mundial.
En el periodo que nos interesa, podemos distinguir dos etapas: la de los setentas, en general, una década
optimista para gran parte de la sociedad mexicana. Esto se da luego de un largo periodo (1940-1965) que se caracterizó
por un desarrollo económico estabilizador -"milagro económico mexicano"-, con un alto índice
de productividad que mejoró las condiciones de vida de un amplio sector social y que fortaleció la
ideología de la movilidad a partir de la escolarización. La década de los setentas es un periodo
de bonanza en el que se incrementa en forma sostenida el gasto educativo. No obstante, a mediados de esta misma
década emerge nuevamente la crisis mexicana articulada con la crisis mundial del sistema capitalista. Nuestra
crisis se caracterizará por una fuerte contracción económica y por la presión inflacionaria,
así como por un proceso de descapitalización creciente aunado al pago de intereses, regalías,
etcétera, del capital invertido en México, y el aumento de la deuda externa. Esta crisis ira seguida
de recuperaciones transitorias, que tienen como trasfondo el programa de modernización de la economía
mexicana y el auge petrolero. Hasta que, finalmente, hacia 1982, se ahondan la crisis y la imposibilidad de estabilizar
la economía, debido tanto al descenso de los precios del crudo y al proceso de racionalización del
crédito internacional, como al radical deterioro de la rentabilidad interna del capital, etapa final de
un ciclo histórico.
Ahora bien, ¿cuál ha sido el impacto que han tenido en la universidad mexicana estas profundas transformaciones
socioeconómicas? Siguiendo a Santoni Rugiu,(3) partimos de que las transformaciones en la estructura socioeconómica
influyen a posteriori, con diversa intensidad y cualidad, sobre el sistema escolar de la sociedad de que se trate.
Así, en el caso de la universidad mexicana, el periodo que va de 1945 a principios de los sesentas, aproximadamente,
se caracterizó por ser una época sin conflicto aparente entre las demandas sociales y los requerimientos
del estado; es un periodo de armonía que se traduce en el financiamiento de la educación superior
y en la movilidad social de sectores medios. Es aquí cuando domina la formación de abogados.(4)
(3) Uno de los más reconocidos marxistas italianos contemporáneos, que ha aportado al campo educativo
desde la teoría pedagógica, la política educativa, la articulación escuela-mercado
de trabajo. Entre sus obras más recientes e interesantes está Storia sociale dell'educazione. Principato
editore. Milano, 1980.
(4) Ver: HONEY VISUET, Eduardo. "Una visión de la Universidad Latinoamericana: 18751975" en: Perfiles
Educativos Nº 2. Oct.-Nov., 1978. Centro de Investigaciones y Servicios Educativos, UNAM.
En este periodo, sin embargo, ya se pueden rastrear indicios de la crisis de 1968 que alcanzó extremos dramáticos
en la ciudad de México. Si bien en la crisis se manifestó un profundo cambio de valores promovido
por la búsqueda de otras ideologías, de nuevas formas de vida y socialización, de opciones
políticas alternativas, en el caso de la universidad mexicana evidenció la fractura entre la política
estatal y la educación superior. 1968 marcó "un hito" en amplios sectores de la sociedad
mexicana y fortaleció a una heterodoxa disidencia de izquierda, tanto en el orden de los discursos, como
en el de las prácticas políticas. Al clima de inconformidad social se le dio una respuesta reduccionista,
basada en la necesidad de una profunda reforma académica. Así se inició la década de
los setenta con una avasalladora política de modernización de la educación superior,(5) a
través de la cual se trató de recuperar el consenso y de articular nuevamente a la universidad con
109 proyectos estatales.
La modernización de la universidad mexicana, en concreto su refuncionalización, se expresó
en una serie de reformas desiguales, que oscilaron entre la creación de nuevas universidades,conuna concepción
ideológico-política-académica diferente a la universidad tradicional, y la influencia de las
modernas universidades de sociedades sajonas altamente industrializadas, y que propició, en algunos casos,
la yuxtaposición de este modelo a la universidad mexicana, tradicionalmente de corte napoleónico.
- Entre los rasgos más notables de tal modernización en la educación superior, figuraronsu
expansióny diversificación,(6) la renovación de los modelos académicos (sistemas modulares
multireferenciados) y administrativos (organización departamental), el intento de vincular la escuela media
superior y superior con las demandas del aparato productivo, y el impulso a una amplia política de formación
docente, puesto que se exaltó la figura del profesor como motor de los procesos de reforma académica.
En relación con este último aspecto, es importante señalar que se incurrió en un doble
juego en el que, si bien se exalta al docente como ejecutor de la propuesta modernizadora, a partir de la tecnología
educativa, quien no sabe dar clases y debe aprender, ha de participar en los respectivos programas de formación,
y al incorporar los principios de la tecnología educativa se nulifica ya que, ajeno a su propia creatividad,
se convierte en un instrumento ejecutor de preceptos, "hacedor de lo ya hecho".
(5) La década de los setentas coincide con el inicio del sexenio presidencial del Lic. Luis Echeverría,
en el que se propiciará un proyecto modernizador de corte populista, que se caracterizará por una
serie de reformas educativas tendientes al funcionamiento "racional" de las instituciones y al mejoramiento
de su "eficiencia". La Asociación Nacional de Universidades e Institutos de Educación Superior
(A.N.U.I.E.S.) si bien tiene sus antecedentes varias décadas atrás en 1948, es en este periodo cuando
va a jugar un papel central en la reforma de la educación superior, a partir de la interpretación
de sus deficiencias.
(6) Expansión y diversificación del sistema de educación superior.
Una de las transformaciones más importantes de la década de los sesentas, estará en la expansión
de la matrícula. El fenómeno que se venía percibiendo desde principios de la década
anterior cambiará a una universidad elitista por una universidad de masas, no necesariamente democratizada,
en la que se empezará a visualizar que la mayor escolarización no corresponde a una mayor movilidad
social. (Véase cuadro 1.) ¿Cuál será el nuevo rostro de la universidad durante una
década de crecimiento sostenido? ¿Cuáles serán los sectores sociales que-accederán
a la educación superior? "Alumnos originarios de los nuevos estratos asalariados, de los servicios
y de los aparatos gubernamentales, de las fracciones organizadas y con mayores ingresos de la clase obrera, del
campesinado medio, o la figura cada vez más común del trabajador-estudiante, dieron a la universidad
un marcado novedoso componente plebeyo. La vieja exclusividad burguesa, pequeño-burguesa ilustrada, había
pasado a la historia."(7)
(7) FUENTE MOLINAR, Olac. "Las épocas de la universidad mexicana". En: Cuadernos Políticos
Nº 36. Ediciones Era. México, 1983, pp. 54-55.
INSTITUCIONES DE EDUCACION SUPERIOR EN MEXICO(*)
|
Número de instituciones
|
Subsistemas
|
1970
|
1980
|
1. Universidad Nacional Autónoma de México (estatal, en la ciudad de México). |
1
|
1
|
2. Otras universidades estatales. |
32
|
34
|
3. Tecnológicos e Instituto Politécnico Nacional. |
17
|
68
|
4. Otras instituciones públicas. |
18
|
37
|
5. Instituciones privadas. |
43
|
120
|
TOTAL NACIONAL: |
111
|
260
|
(*) FUENTES: ANUIES. Anuario Estadístico, 1970. ANUIES-SEP. Plan Nacional de Educación Superior;
lineamientos generales para el periodo de 1981-1991.
CUADRO 1
SISTEMA NACIONAL DE EDUCAClON SUPERIOR
Matrícula total en 1970, 1980, por subsistemas, en absolutos y relativos(*)
|
1970-1971
|
1980-1981
|
Subsistemas
|
Abs.-Rels
|
Abs.-Rels
|
1. Universidad Nacional Autónoma de México |
72 952- 29.06%
|
147 747- 17.63%
|
2. Otras universidades estatales |
91 697- 36.52%
|
429 272- 51.22%
|
5. Tecnológicos e Instituto Politécnico Nacional |
50 217- 20.00%
|
133 511- 15.93%
|
4. Otras instituciones públicas |
2 000- 0.80%
|
17 331- 2.07%
|
5. Instituciones privadas |
34 188- 13.62%
|
110 160- 13.15%
|
TOTAL
|
251 054-100.00%
|
838 025-100.00%
|
Tasa anual para ei periodo 1970-1980 12.5%.
(*) Tomado de: ANUIES-SEP. Plan Nacional de Educación Superior; lineamientos generales para el periodo
1981-1991. En: Revista de la Educación Superior, Nº 39, vol. X Nº 3. Jul.-Sept. 1981. ANUIES,
México. 1981, p. 203.
El crecimiento de la matrícula de la educación superior continúa hasta 1980-1986, cuando comenzará
a estancarse y a modificar sus pautas, debido a la aguda crisis socioeconómica que explica la austeridad
en el gasto educativo; una nueva situación que quizá devolverá a la universidad un carácter
elitista, en otro contexto y en otro momento.
2. EL NUEVO DOCENTE UNIVERSITARIO EN BUSCA DE IDENTIDAD
Contenido
Las transformaciones más profundas que ha experimentado en las tres últimas décadas la universidad
mexicana, y que en cierto modo pueden hacerse extensivas a toda Latinoamérica, podrían resumirse
en las nociones de "proyecto modernizador" y de "universidad de masas", ambas determinantes
en la construcción de la imagen social del docente universitario de los años ochentas y que remiten
al problema de su actual identidad profesional. Más aún, podemos afirmar que durante el curso de
estas tres últimas décadas hemos transitado de la imagen de los profesionales-catedráticos
a la de los catedráticos-profesionales. Es decir, en los ochentas nos enfrentamos a la consolidación
de una nueva profesión académica universitaria, la docencia, que encuentra su expresión en
el profesor de carrera, y a la creación de un nuevo mercado ocupacional propio de las instituciones universitarias,
el académico. Ambas características han hecho que amplios sectores de trabajadores intelectuales,
o que aspiran a serlo, recurran a la universidad como una fuente de trabajo privilegiada.
La imagen social del docente universitario y sus transformaciones sucesivas en los últimos veinte años,
se enraízan en 1945, cuando se inicia la "edad de oro" de la universidad mexicana que se estructura
conforme al proyecto "napoleónico" o "liberal", cuya tendencia profesionalizante subyace
en su estructura académico-administrativa y en la fragmentación de sus funciones: la investigación,
la docencia y la difusión de la cultura. En este "templo del saber y de la cultura", se supone
la existencia del catedrático que será un prestigio profesional, conocedor de su campo y con amplia
cultura general y disciplinaria, que aglutina en torno a sí a un grupo de discípulos y con los que
hace "escuela". Se trata de la academia, en la que los docentes son tales de manera tangencial y complementaria
a su práctica profesional; sus honorarios como docentes son simbólicos, no viven de ellos. Ahora
bien, de acuerdo con la tradición oratoria que por aquel entonces privaba en la sociedad mexicana, y consecuentemente
en la universidad, desarrollan su trabajo a través de la lección magistral expuesta ante un auditorio.
Así, en el catedrático clásico de la universidad tradicional liberal "prevalece un ethos
señorial o aristocrático. La actividad académica se concibe como algo desinteresado y gratuito
cuyo cultivo tiene que ver con la superioridad del espíritu, desvinculado de las prosaicas exigencias de
una actividad remunerada".(8) Si bien se da la pertenencia a una prestigiosa comunidad académica reconocida
más allá del ámbito universitario, en la que ha logrado un lugar por su propia calidad como
profesional en un determinado campo y por su incidencia en la producción de conocimientos, esta pertenencia
tiene un trasfondo individualista, es una especie de "narcisismo académico". Es el Maestro, o
son los Maestros como suma de individualidades que poseen la cultura y se interesan por difundirla en sectores
restringidos; creen en el primado de la razón y de la filosofía; y profesan valores universitarios
tales como la autonomía, la libertad de cátedra y de investigación.
(8) BEN DAVID, J. ZLOCZOWER, A. La Universidad en Transformación. Editorial Seix Barral. Barcelona, 1966.
pp. 193-194.
Ahora bien, durante esta época, al lado del catedrático profesional también encontramos la
figuradel catedrático-profesor, que vive para la docencia de su campo disciplinario y que consagra la totalidad
de su tiempo al estudio y difusión de una determinada área del conocimiento: los "maestros por
vocación", con gran tradición y excelencia en su propio campo; serán los profesionales
de la docencia de la academia. Tal es el caso, entre otros, de Adolfo Sánchez Vázquez, en filosofía;
de Edmundo O'Gorman, en historia; de Antonio Ballesteros y Domingo Tirado Benedí, en educación.
Pero en los setentas el impacto de la masificación paulatinamente también se expresa en los docentes,
cuyo número se incrementa a lo largo de la década en una tasa del 246.23 por ciento, cifra que contrasta
fuertemente con el 19.26 por ciento, en que se han incrementado de 1980 a 1987. (Véase cuadro 2.)
La misma expansión de la matrícula impulsará la conformación de un nuevo docente universitario
proveniente de estratos medios en ascenso, poseedor de un capital cultural muy diferente al del profesor clásico;
de él surgirá el profesional de la docencia, cuya expectativa será llegar a ser profesor de
carrera. Se trata de una oleada de jóvenes recién egresados que refresca la universidad con discursos
educativos antiautoritarios, que intenta visualizar sus respectivas disciplinas desde perspectivas teóricas
derivadas de posiciones ideológicas de izquierda, pero que con frecuencia no posee suficientes conocimientos
ni experiencia profesional, lo que hace que incurra en una enseñanza abstracta, aunque ejercida mediante
un vínculo supuestamente democrático con los alumnos que, por lo demás, son cercanos a él
también en edad.
Los setentas, sin embargo, constituyen un periodo optimista, efervescente, en el que se cree en el poder de
socializar. Es el momento de la docencia colectiva, del debate y de las propuestas grupales. En el contexto del
proyecto modernizador de la universidad, la figura del docente se sobrevalora en una especie de voluntarismo referido
a los procesos de reforma académica. Se considera que desde esta década en México "hay
indicios suficientes para afirmar que se han desarrollado las tendencias al desplazamiento hacia abajo y al subempleo
de los egresados universitarios, a la ocupación precaria y frecuentemente desvinculada de la capacidad supuesta
por la escolarización, y a la prolongación de los periodos de espera para el ingreso al primer empleo".(9)
En el proceso de masificación se encuentra implícito un proceso no resuelto de movilidad: el docente
universitario recién egresado que con la docencia y por medio de ella transitaba hacia el ejercicio de su
propio campo, quedó atrapado; habrá de dar clases como única opción para obtener un
ingreso fijo, se traslada al ámbito de los profesionales asalariados, saturados de horas-clase, con pocas
posibilidades de estudio personal y ya con escasas expectativas de movilidad más allá de la institución
universitaria.(10)
Así, hacia los años ochentas nos encontramos frente a un docente que se profesionaliza en la docencia
y se desprofesionaliza en su específico campo disciplinario y que, frente a las reformas académicas
esperadas en la década anterior, se enfrenta a la persistencia de las prácticas educativas propias
de la universidad tradicional, totalmente desfasadas de la actual universidad de masas.
En el contexto de una universidad que, al desarticularse del aparato productivo, paulatinamente se queda girando
sobre sí misma, se aísla, se autoconsume, se "pedagogiza", empiezan a aparecer dos de los
rasgos que consideramos más significativos en esta nueva identidad de un docente que, agobiado por sus precarias
condiciones de trabajo y sus propias demandas personales, se desarticulará de un proyecto colectivo y tornará
al individualismo. Sólo que ahora se trata de un individualismo de masas: "el rechazo de lo público,
resistencia de lo `privado', indiferencia hacia la organización, alergia a la política".(11)
(9) FUENTES MOLINAR, Olac. "Crecimiento y diferenciación del sistema universitario. El caso de México".
En: Crítica Nº 26-27. Revista trimestral de la Universidad Autónoma de Puebla. México,
1986, p. 9.
(10) Ver pp. 14-15. Incremento de la planta docente en la UNAM a partir de 1970, en lo que se refiere a la relación
entre los porcentajes de profesores de carrera y de asignatura. Es importante señalar que en esta información
no se consideran otros niveles de profesores con dedicación exclusiva a la docencia, como es el caso de
los ayudantes de profesor de carrera, ayudantes de profesor de asignatura y técnicos académicos.
El otro rasgo que domina el panorama es la estratificación interna del mercado académico; el docente
puede acceder a su desarrollo académico a través de tres vías: como docente, como investigador
de su práctica educativa y como funcionario. Carreras que conllevan una estratificación y, por ende,
diferente valoración social. El tránsito de una carrera a otra no siempre es fácil ni depende
de las opciones personales. Muchas veces es el azar el que lo determina. En términos generales, da la impresión
de que al haberse agotado la docencia, ahora el eje se traslada a la investigación, aun cuando no exista
ni la mínima experiencia personal, ni la mínima infraestructura institucional para ello," tarea
de investigación que, más allá de discursos y propósitos, habría que apoyar
e impulsar en lo concreto.
¿De qué manera incidirá esta situación en las fantasías, en las frustraciones,
en las expectativas, en las identidades de la próxima generación de docentes universitarios?
3. VICISITUDES Y CONTRADICCIONES EN LA FORMACION DE DOCENTES UNIVERSITARIOS Contenido
Durante la década de los setentas supuestamente se proyecta y lleva a cabo una reforma universitaria sin
precedentes en la que sin lugar a dudas encontramos evidencias de la hegemonía educativo-cultural del sistema
capitalista de los Estados Unidos, de moda que a partir de este periodo, como ya lo habíamos señalado,
a la estructura académico-administrativa de la universidad mexicana, se le yuxtapondrán rasgos y
prácticas propios de las universidades anglosajonas. Tal situación que se torna evidente en campos
tales como el currículo, la evaluación y las prácticas docentes. Se difunden las escalas de
medición, las pruebas de inteligencia, la enseñanza programada, la microenseñanza, los multimedia,
los modelos matemáticos para analizar contenidos, etcétera.
(11) LEONE DE CASTRIDIS, Arcangelo. Le culture della crisis: ideologie, partito e cuestione giovanile negli anni
settanta. De Donato Editrice. Bari, 1978, pp. 26-28. Citado por KENTS, Rollin, "Las vicisitudes de una azarosa
profesionalización". En: Crítica, Nº 28. Revista trimestral de la Universidad Autónoma
de Puebla. México, 1986, p. 15.
(12) Es interesante mencionar que a partir de 1984, en que se difunden las nociones de investigación-acción
y del docente como investigador de su práctica, en la Educación Normal se introduce la imagen del
docente investigador y esto, supuestamente, se apoya curricularmente con un problema-eje de docencia e investigación,
que "mágicamente" es apoyado por los profesores de las siete asignaturas que se imparten por curso.
La profesionalización de la docencia, en cuanto tal, se gesta a lo largo de este periodo, inserta en el
proyecto modernizador de la universidad mexicana y en relación directa con el surgimiento del nuevo mercado
académico al que aludimos recientemente. La preocupación por la formación del docente, por
su profesionalización, no hubiera sido concebible en el contexto de una universidad de corte liberal en
la que el académico era tal en razón directa a su prestigio y experiencia como profesional de un
campo determinado y en donde el dominio teórico-práctico de su disciplina era su único aval
para dar clases.
Sin embargo, en los setentas se interpretará que una de las razones de la falta de eficiencia de la universidad
deriva de los docentes, quienes no saben dar clases. Contra esta situación, instrumentaron políticas
de formación docente expresadas en programas ad hoc, en los que se enfatizará el otro polo del problema:
cómo dar clases.
La infraestructura para llevar a cabo estas políticas de formación docente, estará dada por
los centros de formación de profesores, en su carácter de productores o de reproductores del conocimiento,
centros que durante este periodo se crean, crecen y se multiplican a nivel nacional. Estos centros pueden depender
de la administración central de la universidad de que se trate y ofrecer sus servicios a una población
indiscriminada de docentes universitarios, o bien estar adscritos a cada facultad o escuela y atender a una población
de docentes propia de un campo disciplinario similar.
Los programas de formación docente traducen las más diversas y contradictorias concepciones y tendencias
vigentes en el medio, ya que de alguna manera expresan los problemas propios del campo educativo, de los que participamos
los que nos movemos en él. Si bien es innegable el desarrollo de un pensamiento educativo mexicano que ha
hecho aportaciones tales como la creación de las Misiones Culturales y de las Escuelas Normales Rurales
(1923), del Instituto Politécnico Nacional (1935), etcétera; en general podemos decir que la educación
superior constituye un campo de escasa tradición.
La periodización que se muestra en seguida podría bosquejarse como el surgimiento y consolidación
de una determinada modalidad de programas de formación docente universitaria. Sin embargo, el tránsito
de una etapa a otra no ha implicado la desaparición de las modalidades anteriores.
Primera etapa (1971-1973): Cursos de actualización autónomos. Se trata de cursos y talleres "a
la carta" sobre tecnología educativa, elaboración de programas por objetivos de aprendizaje,
evaluación de aprendizaje, elaboración de materiales didácticos, micro-enseñanza, técnicas
grupales, etcétera. Su intención es instrumentar al docente para hacerlo eficiente, y así
elevar el nivel académico. En el clima universitario del periodo anterior, en donde el docente era el "Maestro"
y expresaba en su forma de dar clases la tradición de una didáctica históricamente enraizada
en el siglo XVIIy retomadapor unaconcepción idealista-humanística propia de toda una generación
de catedráticos universitarios, irrumpía abruptamente la racionalidad técnica,(13) a través
de autores tales como Robert Mager, Benjamín Bloom, Clifton Chadwick, Ralph Tyler, Roger Kaufman, Hilda
Taba, etcétera. Lo constatable, lo objetivo, lo susceptible de control, lo sistematizable, lo ideológicamente
neutro, se convertiría en el arquetipo de los docentes y se incorporaría no sólo a nivel de
lenguaje, sino de las prácticas mismas, a partir de supuestos didácticos y prescripciones didácticas,
las más de las veces ingenuos y simplistas: "la sistematización de la obviedad".
Segunda etapa (1974-1975): Programas estructurados de formación docente. Los cursos, talleres y seminarios
se ofrecerán en una forma estructurada con diversos propósitos (especializar en docencia, producir
materiales de autoformación, formar al experto en currículo, etcétera), y con diversas tendencias
(tecnología educativa, enfoques que privilegian aspectos psicológicos y continúan omitiendo
aspectos sociales del trabajo docente). En el campo de la educación superior, se empiezan a introducir otros
contenidos que problematizan y propician la reflexión; se comienza a gestar una importante corriente de
crítica de la tecnología educativa y de búsqueda de propuestas alternativas.
(13) Por "racionalidad técnica" hacemos referencia a uno de los rasgos dominantes de las sociedades
capitalistas avanzadas, inicialmente señalado por Max Weber, y que en los diferentes ámbitos de la
sociedad expresa una lógica de control y supeditación de fines y medios a una razón técnica,
neutra y ahistórica, centrada en la obtención de "productos", de manera ágil y eficiente,
más allá y por encima de las ideologías concretas.
En ese momento, era importante que los docentes, que habían adquirido ya una serie de elementos técnicos,
se confrontasen de nuevo con su práctica y se percataran de que las cosas no cambiarían tan mágicamente
como esperaban, lo que los impulsaría a nuevas búsquedas. Es el momento en que comienza la influencia
del exilio del Cono Sur, a través de la cual nuevas corrientes de pensamiento se incorporaron al análisis
educativo, y se incorporaron contenidos que habían estado ausentes y otros temas (como grupo operativo,
epistemología genética, o análisis institucional). Se estudiaron autores como Broccoli, Santoni
Rugiu, Snyders, Lobrot, Vasconi; y se abordaron otras corrientes de pensamiento.
Es ésta una etapa de gran riqueza y apertura en el orden de los discursos y de las prácticas y que
por lo demás coincide con el deseo de "un hacer con los otros".
Nos interesa destacar que a partir de esta etapa, en el campo de la educación se expresa con evidencia el
"proceso que va de una ciencia tradicional `difusa' y `total' a una ciencia moderna extremadamente diversificada,
con una multitud de objetos que reclaman una multitud de disciplinas (...) Un campo educativo fraccionado y diferenciado,
es uno de los más fuertes indicadores de desarrollo de una sociedad, en el sentido del grado de modernización
alcanzado".(14) Esto también hace a la proliferación y diversificación de especialistas
y profesionales.
14 TENTI, Emilio. "Génesis y desarrollo de los campos educativos". En: Revista de la Educación
Superior Nº 38. Abr.-Jun., 1981. ANUIES. México, 1981, p. 10.
Tercera etapa (1976 a la fecha): Posgrados en educación. En México habíamos sobrevivido desde
1955 hasta el inicio de los sesentas con una sola Maestría en pedagogía, la de la Facultad de Filosofía
y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México. En el periodo que va de 1976 a 1983, las
especializaciones, maestrías y doctorados se incrementarán de manera considerable, en parte favorecidos
por las políticas de educación superior, en parte por la misma masificación de la universidad
que corre paralela a la devaluación de los títulos de estudio, en parte por el mismo boom de los
estudios en educación. Si hacia 1979 se reportaba toda la nación la existencia de 20 maestrías
en educación, hacia 1984(15) se reportaron los datos del cuadro 3.
(15) FUENTE: ANUIES-CONACYT. Catálogo de planes de estudio de posgrado. México, 1984.
Este crecimiento, aunado a la proliferación de centros de formación de profesores, evidencian que
"...a la vez, se producía una gradación de las carreras educativas llamadas a poner en relación
al origen social de los alumnos, su acumulación de capital escolar, su trayectoria en un establecimiento
de enseñanza superior, el diploma obtenido y la destinación en el respectivo segmento del mercado
de trabajo. En palabras de J. C. Tedesco: "de esta forma la diversificación permitiría satisfacer
las demandas sociales sin poner en crisis el sistema de estratificación social".(16)
(16) BRUNNER, José Joaquín. Universidad y Sociedad en América Latina. Universidad Autónoma
Metropolitana-Azcapotzalco-Secretaría de Educación Pública. México, 1987, P. 83.
En cuanto a las orientaciones y tendencias en lo que hace a contenidos, encontramos la más amplia gama:
docencia universitaria, educación especial, tecnología educativa, administración educativa,
evaluación educativa, planeación educativa, etcétera. Y las más diversas modalidades:
cursos del área educativa incorporadas tangencialmente a otros contenidos disciplinarios; programas en educación
estructurados en sí, pero fragmentados de los contenidos propios de la carrera; exclusivamente programas
sobre educación; posgrados que requieren el tiempo completo del estudiante, que requieren tiempo parcial,
que se desarrollan sólo los sábados.
Ahora bien, en el curso de los últimos veinte años, podemos distinguir dos tendencias en los posgrados
en educación: de 1975 a 1981, se privilegia la formación para la docencia, en parte debido a las
políticas educativas del principio de los setentas, que sobrevaloran la imagen y el poder del docente en
sí mismo. De 1981 a la fecha, la atención se ha desplazado a la investigación en educación,
debido en parte al escepticismo sobre las posibilidades reales del docente y en parte a eventos a nivel nacional.
La prioridad de esta última tendencia también se expresa en la creación de numerosos centros
de investigación educativa. Desde 1936, existía el Instituto Nacional de Pedagogía, pero de
1980 a }984 se crearon 44 centros más, 25 en ciudades del interior del país y 19 en la ciudad de
México.(17) Asimismo, muchos de los centros de formación de profesores, se transformarán en
Institutos de Ciencias de la Educación, con la intención de reorientarse hacia la investigación
educativa más por el impacto de otros centros, que por rigurosa reflexión sobre sus propias demandas
y posibilidades.
Sin embargo, ¿no será que ahora estamos mitificando la investigación, así como en un
tiempo mitificamos la docencia? ¿Qué tanto se llega a este campo por inercia y de manera improvisada?
¿De qué modo sería posible incorporar la investigación como una práctica consustancial
a nuestro trabajo?
(17) BENITEZ ZENTENO, Raúl. Las ciencias sociales en México. CONACYT-CMCS. México. 1987.
Si tuviéramos la pretensión de hacer un balance de los logros de los diversos programas de profesionalización
del docente que se han desarrollado en México, no seríamos tan optimistas como lo fuimos al inicio
de los setenta. Si bien es cierto que se ha logrado un buen nivel de reflexión y sensibilización
frente a las prácticas educativas en la universidad, también lo es que se ha generalizado una actitud
de escepticismo. No se han cubierto muchas de las expectativas que se habían depositado en ellos. Son pocos
los programas originales, y nos referimos a las tres tendencias que han asumido, que han hecho aportaciones significativas:
muchos se han multiplicado de manera improvisada y totalmente irreflexiva, muchas veces más por generar
grupos de poder en las universidades, que por un estudio de demandas. "Piénsese para ello en las diversas
academias o instituciones educativas de la periferia del campo educativo, de legitimidad relativa, las cuales mediante
estrategias diversas (denominaciones ampulosas, pseudo-universitarias o científicas, ceremonial y estilo
organizacional, títulos que otorgan, graduaciones, etcétera), intentan imitar -a veces hasta la parodia-
a las instituciones de alta legitimidad y prestigio reconocido."(18)
Las más de las veces, el impacto de los programas de formación docente ha sido escaso en las prácticas
educativas de los profesores, aunque en realidad esta desarticulación de la realidad concreta es un rasgo
que distingue a las instituciones escolares desde hace tiempo. Passeron nos dice: "La separación completa
del mundo de la Escuela del resto de la vida social, que a menudo es denunciada hoy en día como un rasgo
coyuntural de la `crisis' de los sistemas modernos de enseñanza, reaparece en realidad en todo tipo de contextos
históricos."(19)
Por lo general, los programas de formación docente han sido hechos para un ilustre desconocido de quien
no se sabe qué es lo que piensa, lo que quiere, lo que conoce, lo que desconoce. También han tenido
su parte en la desprofesionalización del docente respecto a su campo disciplinario; con lo que se cierra
el círculo del que hablamos al principio del ensayo:
+- profesionalización en la docencia --+ ¦ ¦ +-- desprofesionalización disciplinaria.-+
La movilidad profesional que se visualiza para los próximos tiempos no es alentadora; la docencia no será
sólo una práctica de tránsito para el quehacer profesional, sino que muchas veces será
la práctica profesional per se. La necesidad de profesionalizar al docente se vuelve a sentir, pero ahora,
¿desde qué perspectiva hemos de replantearnos la tarea?
(18) TENTI, Emilio. Op. cit., p. 19.
(19) PASSERON, Jean Claude. "La teoría de la reproducción social como una teoría del
cambio: una evaluación crítica del concepto de `contradicción interna'." En: Estudios
Sociológicos Nº 3, vol. 1. El Colegio de México. Sept-Dic., 1983, p. 426.
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