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INTRODUCCIÓN Contenido
El tema de la práctica profesional de la pedagogía se puede abordar a través de la delimitación
e identificación de las prácticas de trabajo que desempeñan los mismos pedagogos.
Esto lleva a plantearse el siguiente problema: si por el hecho de que los pedagogos o sus sucedáneos profesionales
realicen un conjunto de prácticas técnico profesionales, cualesquiera que éstas sean, se podría
hablar empíricamente del reconocimiento o la conformación de una profesión, lo cual sería
una pretensión diferente a la constitución de una profesión exclusivamente conformada por
las características, los propósitos, los contenidos y los métodos de una carrera que se imparta
por medio de un plan de estudio.
En vista de lo anterior, es propósito de este ensayo realizar una escueta exposición de algunas tesis,
conjeturas, hipótesis, interrogantes, datos y tendencias sobre las posibilidades que tiene la pedagogía
de desarrollarse como profesión.
Es menester, antes de iniciar esta argumentación, establecer una precisión semántica sobre
la diferencia entre profesión y carrera. En primer lugar, se debe señalar que éstos no son
términos intercambiables, pues profesión es el conjunto de conocimientos técnicos aplicados
a la resolución de problemáticas específicas, y se constituye por una o varias prácticas
profesionales cultural o legalmente sancionadas por la sociedad. Por otro lado, carrera es la formación
escolar o semiescolar para una o varias prácticas profesionales por medio del aprendizaje de las teorías,
los métodos, las técnicas, los casos y los datos relativos a los diversos campos del ejercicio profesional
especifico.
La pedagogía como profesión Contenido
El desarrollo, de la pedagogía(1) -en términos de los planes y centros de estudio en el país-
ha sido rápido y creciente. El "boom" educativo que surgió después del año
de 1968 y se encauzó con la llamada "Reforma Educativa" del sexenio del presidente Luis Echeverría
trajo consigo dos cosas: por un lado se requirió un manejo profesional de ese campo en expansión;
por el otro lado, el mercado de trabajo, que tradicionalmente había sido limitado y exclusivo para los normalistas,
creció, se especializó y atrajo la atención de los centros de formación superior y
de los profesionistas potenciales de ramas no siempre afines a la pedagogía.
(1) En adelante nos referimos a la pedagogía reemplazando otras acepciones, tales como: Ciencias de la educación,
teoría educativa, disciplinas educativas (Sociología de la Educación, Administración
Educativa etcétera).
Las dependencias oficiales y los organismos del campo educativo promovieron y crearon una gran infraestructura
de reflexión y servicios educativos, todo ello aparejado a un patrón de crecimiento de la oferta
educativa y de la consolidación de la masificación de la enseñanza.
El campo profesional de la educación y la incidencia de diversos profesionistas en el fue vasta. Los desplazamientos
profesionales fueron copiosos: desde ingenieros y científicos hasta filósofos y poetas invadían
plena y llanamente el campo profesional de la educación.
Este vertiginoso paso se mantuvo hasta el año de 1982, período a partir del cual se iniciaron agudos
recortes -de todo tipo- al conjunto educativo, recibiendo la puntilla éste con el adelgazamiento del gobierno
federal en 1985. Hasta ese momento, el campo profesional de la educación no estaba dominado por los pedagogos,
sino por un ejército de profesionales de diversas disciplinas (algunas ajenas de forma tajante a la pedagogía).
Este dominio se ejercía a partir de dos vertientes: la experiencia profesional en educación adquirida
por algunos profesionales durante su desempeño en el campo educativo, y los grados adquiridos, por otros,
en el campo de las ciencias de la educación, habiéndose titulado anteriormente de otra carrera.
De esta manera, los unos y los otros se volvieron hegemónicos en el campo mismo de la profesión,
y dieron origen a una "especie profesional" que bien podría llamársele de los "educólogos"(2)
a fin de diferenciarlos de otros profesionales.
(2) un miembro de la Academia Mexicana de la lengua, conocido por su columna periodística, estima que ese
neologismo es correcto en cuanto a lo que trata de designar.
Por otro lado, el campo profesional de la educación fue tradicionalmente terruño de los normalistas
y algunos encumbrados intelectuales convertidos a la pedagogía. No obstante la expansión del sistema
educativo, los normalistas no transformaron su papel en forma cualitativa y tampoco los pedagogos aprovecharon
esa magnífica oportunidad.(3)
(3) La experiencia formativa que tuvieron los congresos Pedagógicos en el forjamiento de cuadros de alto
nivel en la primera década de este siglo parece no haberse vuelto a repetir.
A partir de las reformas aplicadas a la Ley Federal del Trabajo se supuso que los pedagogos tendrían un
campo propio de dedicación profesional. Esto no fue así del todo, aunque un gran número de
ellos realizan hoy actividades de capacitación, teniendo como contrincantes a diversos profesionistas, entre
los que destacan especialmente los psicólogos y los administradores.
Es ampliamente aceptado que la pedagogía como profesión se encuentra en encrucijada; las luchas y
disputas interprofesionales por la dominación y posesión del campo profesional han tenido un carácter
permanente. En cierta medida, su ambigüedad conceptual, social, profesional, debilita a la profesión
en su lucha y disputa por el dominio y la hegemonía de las prácticas profesionales de la educación.
Existen contrincantes de la pedagogía que, ante el crecimiento de la demanda y proliferación de los
estudios en pedagogía y en educación, han llegado a preguntarse si toda esa dinámica socioeducativa
traerá algo bueno cuando ellos mismos suponen que la pedagogía se aprende (en forma empírica)
educando y haciendo. Este cuestionamiento, probablemente no tan infundado, pero maniqueo, señala, sin embargo,
una carencia de la pedagogía: su identidad profesional y científica. En efecto, en la pedagogía
el debate sobre la materia de su estudio ha producido una diversidad de corrientes en los planes de estudio. La
mayoría de ellas provenientes de lo que algunos llaman la periferia de la pedagogía: las ciencias
y técnicas de la educación; o sea, las derivaciones teóricas de todas aquellas disciplinas
sociales, naturales y humanísticas que toman como objeto particular el fenómeno y el hecho educativo.
Es a partir de esa multiplicidad de enfoques y posturas, ordenados y reordenados curricularmente en forma casi
aleatoria o espontánea sobre la formación profesional en educación, que el profesional de
la pedagogía resulta algo difuso y confuso. Más aún, si las derivaciones de esta multiconcepción,
plasmada de estilos y corrientes teóricos y metodológicos que provienen de todas esas disciplinas
(y aunadas al normalismo), producen e impregnan la concepción cultural de esa profesión. Por consiguiente,
los empleadores no necesariamente encontrarán en la pedagogía algo útil o esencial para ser
tomado en cuenta; al contrario, pensarán que ella, por su sustrato ancestral de tipo idealista (que continúa
difundiéndose), forma parte de aquellas profesiones que persiguen un conocimiento meramente humanístico
como la filosofía, la literatura, etcétera.
Por otro lado, los profesionales de la pedagogía existen incipientemente como gremio. La profesión
del pedagogo no posee la fuerza gremial propia de otros profesionistas porque carece de una comunidad integrada
por valores propios y compartidos (esto es, vínculos y lazos que se manifiestan con un carácter ritual),
porque no cuenta con un campo delimitado (no ambiguo) de ejercicio profesional, porque su capacidad todavía
es exigua para reproducirse de forma diferente a la multiplicación de planes de estudio y de reformas a
los existentes, porque su incidencia es casi nula en la producción de proyectos estratégicos para
la nación y en su baja producción de cuadros de liderazgo, porque tiene un insuficiente poder sobre
alguna(s) esfera(s) específica(s) de la sociedad, entre otras cosas.
Por lo anterior, es esencial para la pedagogía discutir, proponer y fundamentar preliminarmente un discurso
sobre ella misma en cuanto a sus problemas de identidad teórica y profesional; en cuanto a sus relaciones
con otras profesiones semejantes o complementarias; en cuanto a la relación que se tiene con profesiones
ajenas; y, finalmente, en cuanto a las perspectivas de desarrollo de un campo profesional definido y propio. O
en caso contrario, habrá que plantearse críticamente si el futuro de la pedagogía se encontrará
en una separación de los agregados (disciplinarios) existentes y por ello podría ya hablarse correctamente
de profesionales en didáctica o en tecnología educativa, o en administración y planeación
educativa, o en historia de la educación, etcétera. En fin, debería ser misión de los
mismos pedagogos llamar la atención sobre la fragilidad de una vieja y nueva (por paradójico que
parezca) profesión, sobre la ambigüedad de su campo profesional y de su materia y objeto de estudio,
y sobre sus perspectivas de desarrollo.
Rasgos actuales de la pedagogía Contenido
Las carreras de pedagogía o similares (sin incluir aquí algunas de sesgo normalista, que tendieron
a disminuir o a separarse de las instituciones universitarias) crecieron en su matrícula más que
otras carreras del área de humanidades, debido a la multiplicación de las ofertas curriculares, o
en razón del aumento de la demanda educativa. De hecho, la pedagogía siguió un patrón
de crecimiento acelerado en los años setentas, como lo experimentaron la psicología, la comunicación,
la administración y la computación, entre otras disciplinas. Este patrón de crecimiento se
debió básicamente a cinco razones:
a) un desgaste, en varios sentidos, de las carreras liberales;
b) una atracción por lo novedoso, fácil y diferente;
c) una expansión de la oferta ocupacional;
d) una mayor diversificación de los procesos de trabajo en el sector moderno y en el sector gubernamental;
e) una política educacional decidida a cambiar las "vocaciones liberales" de los alumnos que ingresan
en la licenciatura. La estadística reciente establece que durante el período más crítico
de la crisis económica (1982-1987) se inició un descenso del primer ingreso; esto tiene lugar en
1984 (fenómeno que se observa generalmente en la totalidad de la educación superior). Respecto a
la población escolar y los egresados el fenómeno se repite.
Los planes de estudio, en mayor o menor medida, son semejantes en cuanto a número de materias, orientación
y paquetes de conocimiento. La estructura curricular presenta modalidades diferentes pero se mantiene la idea original
de una preparación básica con pretensión humanística o experimental y de un recorrido
por las más variadas y diversas materias. Este recorrido tiene, a veces, áreas comunes de especialización
en los centros de oferta curricular, pero también presenta particularidades.
La carrera de pedagogía parece no tener en lo futuro un peso específico mayor del que ahora tiene
en el volumen total de las profesiones. Además, la tendencia prevaleciente en la educación superior,
en cuanto a la proliferación de carreras, tendrá un efecto negativo en la magnitud profesional, al
menos en términos cuantitativos, de la carrera de pedagogía, porque ésta se ha multiplicado
bajo la forma de licenciaturas parciales (por ejemplo, en administración educativa, en sociología
educativa, etcétera).
En cuanto al acceso al empleo y al proceso de trabajo (o sea la práctica profesional de la carrera) se presentan
las características siguientes (cabe aclarar que no existen estudios sistemáticos sobre el comportamiento
laboral del pedagogo; por lo tanto, aquí solamente se enuncian ciertas suposiciones basadas en ensayos y
estudios parciales y preliminares):
- Las prácticas profesionales pedagógicas son diversas, tales como la orientación, la capacitación,
la didáctica, el diseño curricular, la supervisión escolar, la administración, la planeación
y la investigación; en todas ellas tiene lugar una gran competencia con otras profesiones. Estas prácticas
son reconocibles fácilmente en el medio laboral y productivo, pero no necesariamente como campos de la pedagogía.
- Los estudios de mercado de trabajo sobre la profesión, como el que publicó el Centro de Estudios
sobre la Universidad (CESU) de la UNAM, no ofrecen en sus resultados una evidencia que permita afirmar que la carrera
de pedagogía tiene un campo perfectamente delimitado, como lo es para la medicina, la abogacía, entre
otras, a excepción del área del normalismo, debiendo tomarse esto último con precaución
analítica.
- De los resultados de ese estudio no se podría inferir que la carrera es una panacea para resolver los
múltiples problemas educativos. Por otro lado, y según las evidencias que los estudios sobre mercado
de trabajo profesional han producido, se puede afirmar que el status social y las relaciones profesionales son
determinantes en el acceso a los altos niveles jerárquicos de la estructura ocupacional y salarial, y no
necesariamente la posesión de conocimientos técnicos.
- A pesar del "boom" cuantitativo y cualitativo que tuvo en la década de los setentas y principios
de los ochentas, la carrera de pedagogía no ha ganado en forma definitiva, ni ha afianzado espacios académicos
y profesionales propios, diferenciados de sus similares de otras profesiones. Más aún, es pertinente
remarcar que sus egresados sufren ya el desempleo y el subempleo profesional.
Como afirmábamos anteriormente, la carrera no muestra ya un crecimiento en cuanto a demanda educativa, oferta
escolar, población estudiantil y número de egresados y de titulados en los últimos años.
Por ejemplo, en las proyecciones de demanda, ingreso y población estudiantil de la UNAM se observa todavía
un ligero crecimiento que tiende a estabilizarse. El único cambio brusco que pudiera remotamente presentarse
sería a causa de una transferencia de la elevadísima demanda en otras carreras hacia la pedagogía.
El catálogo de carreras de la Asociación Nacional de Universidades e Institutos de Enseñanza
Superior (ANUIES), correspondiente a 1986, señala que en las instituciones de educación superior
se ofrecen 45 carreras de licenciatura que suman -gracias a su diversificación geográfica e institucional-
un total de más de 3,070 oportunidades de formación profesional (para fines comparativos, nótese
que en Suecia no existen más de 30 carreras). Esta proliferación de carreras, que algunos califican
de monstruosa (por ejemplo, en 1970 habían sólo 113 carreras) y otros identifican con el número
de necesidades sociales atendidas en forma específica y no centralizada, muestran también que la
carrera de pedagogía y sus similares han contribuido a incrementar el volumen global de las carreras y profesiones,
en un proceso de fragmentación de conocimientos y de prácticas curriculares y profesionales.
De esta forma, a la par con esa proliferación de carreras, surgen o se diversifican carreras que irrumpen
directamente en el campo de estudio del pedagogo, tales como las carreras de sociología de la educación,
administración educativa, psicología infantil, etcétera.
A manera de conclusión Contenido
¿Qué traerá consigo, todo lo anterior, a la carrera de pedagogía? Definitivamente,
una pérdida de terreno en el nivel educativo superior nacional.
Esto sugiere una interrogante adicional: que la carrera de pedagogía sea ofrecida en todo el país,
¿indicará que esta carrera está demasiado ligada a los centros de educación superior
como lo están las escuelas normales a la educación básica? Esta pregunta, junto con otras,
debería depurarse y tomarse como hipótesis de trabajo si se quiere profundizar en algunas de las
causas del desarrollo futuro de la carrera; más aún, cuando la docencia es una de las ocupaciones
principales de los pedagogos.
Respecto al mercado de trabajo y la estructura ocupacional es difícil derivar conclusiones, a menos que
se disponga de una encuesta continua del comportamiento del empleo. En el estudio publicado por el CESU se señalaba
que el problema de empleo no era tan grave para los pedagogos, y se decía que el principal empleador era
el sector público y educativo, que las áreas de mayor importancia de la carrera, en el corto plazo,
eran las siguientes: docencia, investigación, administración, orientación, supervisión
y capacitación.
Se podría asumir que los pedagogos seguirán teniendo acomodo en el mercado de trabajo, mientras funcionen
como docentes e investigadores en los centros de educación; no obstante dicho aserto, no existen indicios
sobre su posible acceso a puestos de nivel alto y medio de decisión en el campo educativo.
La historia de las profesiones muestra que la fortaleza social que llega a alcanzar una profesión se debe
en mucho a la creación de una comunidad integrada por valores propios y compartidos, por sus vínculos
y lazos a veces de tipo ritual, por su campo delimitado de ejercicio profesional, por su capacidad para reproducirse,
a través de la formación de nuevos profesionistas, y por el poder que éstos ejercen en una
esfera específica de la sociedad. Cuando se convierten en organizaciones gremiales, estas comunidades de
tipo profesional son de vital importancia en la cohesión, identidad, desarrollo y proyección de una
profesión.
Actualmente, la profesión de la pedagogía cuenta con varias organizaciones gremiales de pedagogos
y similares, pero sin gran cohesión entre ellas y dentro de sí. Por lo cual cabria preguntarse hasta
dónde será posible para la pedagogía crear un organismo fuerte, de cobertura nacional, que
también reconozca a sus similares, sin devenir en cualquiera de las dos grandes corporaciones sindicales
de normalistas.
También cabria interrogarse si el desfiguramiento profesional de la pedagogía es un síntoma
que empiezan a padecer ya otras profesiones estables y consolidadas; si estamos asistiendo a la imbricación
de varias profesiones entre si, y por consiguiente entrando al terreno de la policompetencia (como lo afirma Edgar
Morin); para lo cual la falta de identidad de la pedagogía podría ser un síntoma de su sobrevivencia
en el futuro, al reunirse con otras profesiones en un campo de trabajo de corte multiprofesional.
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