Marco Antonio Morales Gómez
Secretario Académico de la Universidad del estado de México.
Contenido del Artículo:
1. REFLEXIONES PRELIMINARES.
2. UNIVERSIDAD Y SOCIEDAD.
3. UNIVERSIDAD Y TRADICION.
4. UNIVERSIDAD Y AUTONOMIA.
5. DIALOGO, UNIVERSIDAD Y SOCIEDAD.
6. UNA IDEA FINAL.
NOTAS.
BIBLIOGRAFIA.
1. REFLEXIONES PRELIMINARES Contenido Este tema ha recibido poca atención y, en general, engloba a quienes, desde diversas posiciones, interactúan con la universidad; internamente, debemos reconocer que la preocupación por los aspectos de la cultura, como fenómeno social es mínima, en tanto se produce y reproduce en la universidad; y, en tanto, se difunde a la sociedad. Esta problemática no es casual ni provocada de manera premeditada, más bien se relaciona con las exigencias inmediatas y crecientes a las que se les busca respuesta que, en mayor o menor medida, se proponen. Esto mismo hace que tanto la producción como la generación de cultura sean un proceso limitado. Para esbozar estas inquietudes con algún fundamento, se propone un análisis general que partirá de la concepción de cultura. Posteriormente, se hará referencia al concepto de cultura nacional y, después, se tratará de clarificar -en sus rasgos generales- la problemática de la cultura en la universidad; se concluirá con el planteamiento de la función de la universidad en la difusión y generación de cultura, que como pretensión debe identificarse con la cultura nacional. La cultura, en un sentido genérico, puede definirse como la manera de actuar, de ser, de comportarse, de juzgar, por la que puede identificarse a un grupo humano en su relación y "contradisinción" con otros grupos; y con este concepto nos referimos lo mismo a los más grandes agrupamientos que a cualquier grupo pequeño (1). La cultura es también síntesis histórica y conjunción dinámica de grupos, etnias, razas, ideologías, conocimiento, nacionalidades, etcétera. La interrelación genera la posibilidad de que sea un proceso progresivamente enriquecido. Así, la cultura, concebida como proceso, es resultado de una actividad creadora, como el modo de vida de una lucha constante por mejorar y ser mejores; por ello, "cultura" es "practicar algo", "afinarse", "adquirir", "formar" y, por tanto, sólo se obtiene por medio del esfuerzo personal y social. La cultura no puede trasmitirse en forma pasiva o genética; el hombre tiene que esforzarse para adquirirla. Kahler definía la cultura como "la totalidad de los logros y el rendimiento humano en la conquista del universo mediante la ciencia, el arte y la técnica" (2). Para Duveger, "La cultura es de alguna manera, la memoria de las sociedades, consciente e inconsciente. Resumen del conjunto de transformaciones y progresos llevados a cabo desde el origen". En este sentido, la cultura es un resultado, e involucra a todos los hombres, puesto que éstos, de manera mínima o máxima de acuerdo con los parámetros convencionales, participan en la búsqueda por dominar y transformar el espacio que les rodea (el mundo en general). Esta mayor o menor participación que se define por una multiplicidad de factores signados por la heterogeneidad (condiciones ambientales, geográficas, históricas, económicas, sociales, etcétera), generará un sinnúmero de respuestas; éstas, a su vez, irán creando formas culturales semejantes y opuestas: "la cultura será universal en tanto proceso de desenajenación y búsqueda de identidad; pero será también diferencial en cuanto a que cada diferencia nacerá de problemas que exigen solución concreta, a veces única" (4). En tanto actitud cognoscitiva y activa de un grupo dado ante un aspecto, una dimensión o una parte de la realidad, puede hablarse de cultura política, cultura ecológica, cultura científica o artística y cultura acerca de la universidad. Con esta referencia general, la cultura mexicana puede definirse como resultado de la conjunción de una cultura autóctona y la influencia de una cultura supranacional (occidental), en un proceso de asimilación, de identificación, de adaptación e incluso de imposición que, a su vez, producen comportamientos peculiares que redefinen una cultura mexicana (5). La cultura mexicana, como toda cultura, es síntesis de experiencias propias y ajenas; fusión de elementos autóctonos y extraños; mezcla de lo nacional y de lo universal (6). El caso mexicano no es la excepción de mestizaje (entendido como mezcla o fusión) aunque en él el proceso de integración de contrarios se haya dificultado en extremo y todavía no se alcance a vislumbrar, en algunos rasgos, la propia idiosincrasia (7). "Lo distintivo de la cultura mexicana sería el producto general internamente, a la vez que conformado por la influencia de otras culturas nacionales" (8). La cultura mexicana se identificaría, entonces, en el esfuerzo permanente de sus habitantes por dominar y transformar sus formas de organización o insertarse -de manera creativa- en el esfuerzo universal (general) por transformar el mundo. Se hace imprescindible especificar que en este esfuerzo nacional donde algunos participan más, también hay otros que no lo hacen de manera activa; así, la llamada cultura nacional no incluye a todos los mexicanos, ni es partícipe de todas las aspiraciones. Es necesario perfilar esta limitación al aislamiento de varias comunidades (aspectos histórico-geográficos), a la estratificación de la sociedad (aspectos sociales) y a la desigual distribución de la riqueza (aspectos económicos). La conjunción de estos aspectos generan una desigualdad en las oportunidades de integración y de formas de acceso a la cultura. Esta problemática, en general, limita la coherencia e integración de la cultura nacional. Desde el punto de vista de la estratificación social nacional, que incluye "estratos de la sociedad global, cada uno de los cuales consta de relaciones sociales, pautas de comportamiento y actitudes" (9) conforman verdaderas subculturas en el entorno nacional. Por ello, la cultura nacional está constituida por subculturas socialmente conformadas y a las que grupos enteros no logran incluirse (10). En este sentido, es importante identificar dentro del país las formas más comunes de manifestación cultural, que aparecen como contrapuestas; la cultura de élite y la cultura popular, entendida ésta como "el conjunto coordinado de maneras de actuar, de pensar y de sentir, que constituyen los roles que definen los comportamientos esperados de las clases media y baja de la sociedad mexicana. La cultura popular, en tanto representa las formas de vida de la mayoría de la población, se identifica con la denominada cultura de masas" (11). Esta heterogeneidad cultural presupone como aspiración permanente la construcción e identificación de una cultura nacional (globalizadora) que conjugue e integre la cultura de élite y la cultura popular, creando una síntesis dialéctica de lo autóctono y lo universal (12). Esta tarea no es fácil. Los universitarios (e intelectuales en general) desempeñan un papel importante por ser ellos quienes tienen una mayor oportunidad de reflexionar, crear y recrear, y difundir las pautas culturales de la sociedad (13). La universidad, sin ser el único centro donde se crea y recrea la cultura, tiene mayores condiciones que otros organismos para difundirla, desligada de posiciones panidistas, dogmáticas, o en función de intereses particulares. La pluralidad ideológica y la libertad de cátedra adquieren verdades connotaciones de salvaguardar la cultura nacional que por "naturaleza" es heterogénea, pero, sobre todo en la universidad, debe elaborarse y reelaborarse con pretensiones de identificación y conjunción como metas permanentes. Sobre este punto es necesario notar que a la universidad se le observa y conceptualiza desde distintos puntos de vista, correspondientes a circunstancias múltiples, que van desde la diversidad ideológica hasta la existencia de grupos y clases. Esta problemática se interioriza y se reproduce en la propia universidad, puesto que, los individuos que ingresan tienen esta pertenencia, consciente o inconscientemente. La universidad, en este sentido, no puede separarse de la sociedad, y, como parte de la misma, reproduce esquemas culturales de los grupos y categorías sociales. En este contexto, y desde la perspectiva creadora, la universidad como institución reúne las condiciones de libertad y autonomía relativa para aprehender la diversidad cultural, recrearla y enriquecerla de manera permanente, pero también tiene como fin la difusión de la misma a un nivel general como pretensión permanente, incluir a toda la sociedad en los beneficios de la difusión. Tanto la creación (enriquecimiento) cultural como la difusión son evaluados desde la diversidad planteada, pero sólo se cumplen parcialmente debido a las limitantes que impone la situación económica, social y política. En las condiciones de la universidad (planteadas en los párrafos anteriores), durante las últimas décadas, son explícitas las dificultades para que la universidad cumpla con sus fines culturales de manera puntual. Las exigencias inmediatas parcializan e inciden en el desvío de los fines y las funciones culturales de la universidad en dos sentidos: uno es la carencia simultánea de visiones sintéticas e información detallada en puntos que cotidianamente se hacen más complejos cuantitativa y cualitativamente, y otra la natural falta de distancia crítica de los protagonistas que tienden siempre a magnificar o a minimizar las situaciones según se trate de exigir derechos o asumir responsabilidades, de reclamar créditos o eludir compromisos, así sea ante la exigencia de la propia conciencia (14). Estos factores condicionan las disyuntivas de la cultura universitaria. En este caso, la concepción de la universidad como "casa de estudios" puede resultar ambigua si se considera que el "estudio tiene un sentido mucho más amplio (cultural) y sólo accidentalmente vinculado al estudio disciplinario al escolar" (15). Desafortunadamente, en la acepción actual el "estudio" suele referirse en relación a la vida escolar o quizá a la actividad de investigación. En las condiciones actuales y ante las exigencias inmediatas que demandan determinados perfiles profesionales o la preparación de técnicos que se requieren para los nuevos procesos de producción, se le identificó al proceso de educación o de cultivo cultural con el proceso de escolarización y de docencia. En esa medida, la difusión se restringió más a prácticas profesionales y de labores escolares que a una verdadera difusión cultural. En este aspecto se ha sobrepuesto una cultura de la eficacia, del bienestar y de la transformación, parcializando la cultura en su acepción general o destacando sólo una parte de ésta y limitando sus alcances. Así, el impulso a la investigación en esta línea de pensamiento, se unió a la exigencia de nuevas ideas, nuevas concepciones, nuevas interpretaciones, nuevos métodos y técnicas, herramientas e inventos, etcétera. Bajo estas circunstancias, es posible presuponer que la producción cultural en la universidad se da de manera limitada, pues, debido a la estratificación social y a la identificación de ideologías diversas, la cultura se produce y se difunde con mayor o menor parcialidad con respecto a algunas manifestaciones de la misma, las cuales a causa de la reproducción de la cultura nacional y sus componentes, la universidad tampoco aglutina en la cultura universitaria aquellos sectores que la sociedad en general no ha integrado y que vista desde la óptica de la formación profesional, la cultura se parcializa y especifica hacia áreas que determinan las exigencias inmediatas, y se corre el peligro de ubicar a la universidad como un gran centro de capacitación para el trabajo. Por ello, aun en las actuales circunstancias de restricción y limitación, la universidad debe pugnar por: 1) la integración de todos los mexicanos a los beneficios de la cultura como proyecto que debe identificarse y converger con el planteamiento del Estado Mexicano con respecto a la identificación de la cultura nacional; 2) la conjunción e integración de todos los mexicanos al proceso cultural que conjugue las hasta ahora separadas cultura de élite y cultura popular, bajo una perspectiva de nacionalidad, como identificación, no como límite fronterizo; 3) la formación profesional debe pugar por la transferencia de la cultura, entendida como síntesis histórica de la evolución del conocimiento y estimular la creación y recreación cultural con fines de una difusión cualitativa y de amplios alcances en lo social; 4) en esta perspectiva, la investigación se ubicaría como una necesidad de enriquecimiento progresivo de la cultura; y 5) difundir mediante la extensión universitaria la necesidad y el afán de los mexicanos por dominar y transformar su propio destino. 2. UNIVERSIDAD Y SOCIEDAD Contenido La universidad, como se sabe, está inmersa en la sociedad; es producto de ella; se debe al hombre y, por tanto, es un ente fundamentalmente humanístico. La universidad, en efecto, se debe al hombre, pero especialmente al hombre en sociedad. En consecuencia, lo que a ésta afecte, incidirá de manera directa en el desarrollo cultural de la institución. La universidad es búsqueda de la verdad en el conocimiento; es búsqueda de la verdad en la ética; y es búsqueda de la razón en la verdad. De este modo, la universidad no se puede desprender del contexto de lo humano. Su fin último es el hombre en tanto ser social, y el hombre en tanto ser cultural. Cuando hablamos del hombre en cuanto ser cultural, nos referimos al hombre libre, al hombre en creatividad y en plena imaginación., sin limitaciones, sin obstáculos, sin influencia de lo preelaborado, del avasallamiento ideológico de la cultura occidental, aún cuando sea la nuestra, sin el espíritu hegemónico de los países desarrollados y sin la acre y machacante actitud "culturizante" de los medios masivos de información. La cultura occidental promulga, como hace siglos lo hizo con otros medios, que sus obras y descubrimientos, tanto en la ciencia como en el pensamiento, son universales, porque eso les facilitó y les abrió el camino de predominio en el mundo. Sin embargo, para que la cultura occidental continúe con tal característica, será necesario contar con el auxilio de instancias colaterales, en las que, desde luego, las universidades se destacan por encima de todas ellas. La universidad (como el centro orgánico más elevado de la cultura), de acuerdo con las características de nuestra época, debe ser capaz de vivir consciente, respetuosa y corresponsablemente con la sociedad a la que se debe y de la cual ella misma es una parte constitutiva. Abordar el tema de la cultura y la universidad nos anima a plantear, en principio -de manera detonante- una plataforma de elementos y relaciones, bajo el convencimiento y disposición de descubrir lo nuevo en cada fase del proceso. Universidad y educación superior, universidad y autonomía, universidad y sociedad, universidad y tradición, universidad y política, son ejemplos, entre otros, de elementos para el análisis de sus relaciones, con los cuales nos ponemos en condición de "re-significar" nuestros hábitos, actitudes y comportamientos. Baste confirmar lo dicho con alguna afirmación como la de que la evolución de la educación superior se inscribe en la vanguardia de la historia de nuestra cultura. Ella ha sido alimento de las distintas formaciones sociales que ha experimentado la nación. Su presencia en la emancipación nacional ha sido, en algunos periodos más que en otros, muy relevante. Quizá por ello se fortalece la esperanza de que, en el presente, la educación superior alcance mayor grado de calidad, a través de la modernización de la universidad pública mexicana, partiendo de su esencia; esto es, la de ser una libre reunión de enseñantes y aprendices, involucrados en el studium, una asociación libre para la producción del conocimiento; en sí, para la producción de pensamiento y para su transmisión; y, fomentando, de manera consciente, en todo este devenir la recreación y/o reelaboración de la cultura que se genera en el entorno social. Para que la universidad pueda desarrollarse en la forma en que hemos apuntado y para que pueda, verdaderamente, vincularse con la sociedad, debemos reflexionar sobre una universidad integrada por hombres, pero, además, por hombres que piensen, que realicen planteamientos dialécticos para la búsqueda del ser y del conocimiento; la universidad no DEBE dialogar sólo consigo misma y con otras universidades; y todas, por separado o asociadas, no pueden no dialogar con el hábitat que les rodea; y, a escala cada vez mayor, con toda la sociedad. Universidad y cultura están colocadas entre las obras más importantes que ha dado como consecuencia la razón y el pensamiento humano; por tanto, debe dirigir absolutamente todas sus actividades sustantivas al beneficio del hombre y de lo humano. En caso de no hacerlo así, con el riesgo de convertirse en una entidad incapaz de transformar y de transformarse; incapaz de crear y de recrearse. En pocas palabras, incapaz de existir como ente cultural. La universidad debe observar una cuidadosa vinculación en su relación con la sociedad, ya que el fin primordial de la universidad es dilucidar su ser y razón de ser y el del universo natural y social del que forma parte esencial. Aquí, el objetivo de la universidad es saber, entendido como especulación humanística y científica, innovación técnica y creación artística, en cuanto sean transformadores de la realidad social. Quizá, una de las características que no debemos perder de vista y que distingue y otorga vigencia a la universidad es, precisamente, su universalidad. Sin embargo, conviene acentuar la palabra porque en su nombre se han cometido infinidad de atropellos, sobre todo, cuando pronunciamos el nombre de la universidad en Latinoamérica. Todo imperialismo y sociedad hegemónica, tomando como bandera la palabra universal, penetra en lo demás, al tiempo que empaña el valor colectivo concreto y el valor del individuo. Y puesto que lo universal siempre está sobre el tiempo y la historia, aleja al hombre de la realidad inmediata. Así, todo viene desde fuera y es producido por la industria cultural internacional. Esta es una de las principales y urgentes tareas de la universidad, en lo que atañe al campo de la cultura. En términos geopolíticos, lo que sucede es la destrucción del pensamiento latinoamericano para imponer costumbres, gustos y tradiciones de otros pueblos, principalmente los anglosajones, que son los que predominan en este fin de milenio. Esos medios masivos trasnacionales han hecho de la "sociedad latinoamericana" (si vale la expresión) una servidumbre informada, donde la cultura de la palabra está en tercer plano. Se da prioridad a la imagen; en segundo lugar a la música y al último a la reflexión. Esto produce una gran violencia indiscriminada a través de estos medios, ya que violan, permanentemente, la sensibilidad de la población, persuadiéndola con valores universales foráneos que terminan imponiéndose sobre los propios. Así, el hombre, como individuo y a nivel colectivo, no hace sino despreciar su propia realidad y, de este modo, caer en la inmovilización. En lo más profundo de esta simbiosis de la universidad con la sociedad es donde se localiza el auténtico compromiso de sus actividades básicas y de sus funciones sustantivas, ya que imponer o imponerse otros objetivos sería tanto como perder la orientación y el sustento humanista que nos es inmanente. Quizá por ello, sea tan importante dirigir nuestra reflexión hacia el compromiso de la universidad con la cultura, con el hombre universal, pero también con su comunidad y con su entorno. En este sentido, la universidad debe orientar a los pueblos hacia el descubrimiento y desarrollo de sus propias culturas, sin perder las raíces o rasgos que identifican su propia existencia así como su evolución histórica. Con respecto a la reflexión anterior, es importante dejar perfectamente claro que transmitir y crear conocimiento es algo muy diferente a transmitir y crear cultura. La cultura tiene una total independencia de los efectos utilitarios del pensamiento. La cultura es válida universalmente y per se, pero la universidad no la crea; es un producto humano; la universidad la descubre, la analiza, la recrea, la preserva, la conserva y la difunde. Aquí, conviene recordar palabras pronunciadas por Francisco Miró Quesada en la VII Asamblea General de la Unión de Universidades de América Latina cuando afirmó que la cultura es siempre tradicional, y aunque puede enriquecerse e incluso cambiarse en algunos de sus detalles, en esencia, debe mantenerse. Lo que conforma nuestra cultura es definitivo, fundamental, debe considerarse como la expresión del eterno sistema de valores que da carácter y sentido a la vida humana. Pero, la universidad no es, fundamentalmente, un centro de creación de cultura, sino un centro de creación de conocimientos, puestos al servicio de la realización de la vida racional. La cultura es, en esencia, un producto de la interacción humana. El hecho de que la universidad forme parte de la sociedad -en nuestro caso de la sociedad mexicana- es una evidencia, cuya puesta en cuestión aquí y ahora, no es el objetivo de esta reflexión. Por su parte, los procesos que la institución universitaria despliega hacia la sociedad y/o en las demandas que ésta le asigna a la institución; basta para conocer su relación e interacción la evidencia del puente que se tiende entre universidad y sociedad, a través de la formación de cuadros profesionales y la inserción de éstos en el desarrollo social, y esta circunstancia resulta quizá uno de los argumentos más invocados, pero no por ello, menos válidos. Suele ocurrir, por un lado, que no todos los procesos inherentes a la relación universidad-sociedad responden, al menos de inmediato, a obras, productos, comportamientos, accesibles a la vista directa y objetiva; y, por otro lado, los procesos que suelen decantar obras, productos, comportamientos, entre otros fenómenos, son a veces soslayados. Así, por ejemplo, hay quien señala que no se establece una relación de causa-efecto entre el profesional universitario y la actividad que éste cumple y que, nos vanagloriamos de las presas y de las carreteras que el país ha podido construir en los últimos años de su historia, olvidándonos que son un producto humano y que tales profesionales se formaron en nuestras universidades. No reparamos en el co-tributo de la universidad en las manifestaciones concretas de la edificación de la cultura. Y si en los casos en lo que parece obvia la relación universidad-sociedad, ésta no se advierte, menos aún cuando, en dicha relación, media el espíritu intelectual y artístico de los universitarios, como podría darse en los binomios: universidad-literatura, universidad-música, universidad-teatro, universidad-comunicación masiva, universidad-desarrollo de la plástica y muchos más. En estas interacciones, a la universidad le corresponde una de sus tres funciones básicas y que es aquella que demanda una constante revisión del proceder en la interacción cultural de la institución con la sociedad. Ello implica, desde luego, una permanente revisión y renovación de los mecanismos y espacios de difusión del quehacer universitario. Las afirmaciones anteriores cobran una enorme relevancia en los tiempos modernos ante la gran cobertura que tienen en nuestros días los medios masivos de difusión de culturas extranjerizantes, en especial, la televisión, cuyo fluir iconográfico e ideologizante, de repetición incesante, barre frecuentemente con lo logrado en las aulas por la enseñanza abstracta y las posibilidades de manejo tecnológico, el cual los educadores tratan de promover con empeño. 3. UNIVERSIDAD Y TRADICION Contenido La universidad, en este fin de milenio, debe volver a fecundar su propia tradición. Esto debe hacerlo desde el punto de vista del conocimiento, ya que es en su propio ámbito donde se puede generar el pensamiento libre y autónomo, pues la universidad es el centro intelectual de la sociedad, pero para lograr esto, primero debe conseguir su propia transformación. Ello significa enfrentar su propia realidad, orientar a la inteligencia, desubicada de sus propias filas, hacia un nuevo conocimiento, hacia una nueva cultura universitaria, teniendo como fin el rescate de la esencia del pasado como el único medio posible de reinventar un presente. Las instituciones educativas no existen en un vacío social, ni en un mundo de abstracciones. El mundo que las rodea está lleno de fuerzas dinámicas que influyen directa o indirectamente sobre sus tareas y funciones y, en última instancia, determinan su importancia, alcance y viabilidad como instituciones sociales. Durante las dos últimas décadas, el entorno socioeconómico y político de las instituciones de educación ha experimentado cambios extraordinarios y probablemente, se producirán otros de grandes dimensiones. Por tanto, si se desea elevar al máximo su aportación a la sociedad, el reto fundamental con el que se enfrentan, es el de mantener a la altura de estos cambios que se están produciendo a su alrededor. Toda esta dinámica deberá llevarse a cabo sin perder su vinculación con la tradición y con la cultura. La tradición enlaza lo pasado con lo porvenir. La cultura no es espontánea, como tampoco puede generarse con independencia de lo que ya es y de lo que existe. Lo que ya es y lo que existe es, precisamente, el producto con el que laboran todas nuestras universidades; lo que ya es y lo que existe debe conservarse y acrecentarse en la universidad. Por ello, la universidad está llamada a ser la vanguardia de las altas expresiones de la cultura, precisamente en sociedades como la nuestra, que deben cubrir una gran necesidad de difusión y de divulgación en este rubro. Cuando hablamos de conservación, debemos tener en cuenta que muchos intentos -en este sentido- han traído consigo, en lugar de una comunicación oportuna, diversos procesos de rigidez en las instituciones de educación superior, las que han restringido su propio desarrollo impidiendo que esta función básica de la universidad pública haya marchado acorde con las exigencias del tiempo. Este rezago en la difusión cultural se revela muchas veces -en forma inconsciente- cuando los estudiantes universitarios saben lo que desean, pero no saben cómo lograrlo. Esta afirmación no es un reproche a los estudiantes, como alguna vez comentó Enrique González Casanova, orgulloso tolucense, pero sí es un llamado de atención para esclarecer, con oportunidad, los problemas de los estudiantes. Se requiere estimular la actividad consciente de éstos para que, por sí mismos, con lucidez y capacidad, pauten, recreen, reelaboren la cultura tanto en su calidad de universitarios como en la de miembros de la sociedad en la que se ubica su institución. Como ya se ha establecido hasta constituirse en una argumentación común a todos los estudiosos de la educación superior en su vinculación con la cultura, la universidad latinoamericana plantea, fundamentalmente, una serie de problemas que son su principal desafío y que de no resolverlos, difícilmente podrá recibir adecuadamente al siglo XXI. Algunos de estos problemas, por no decir todos, conforman también la problemática de la universidad mexicana. Arturo Azuela señala: su carácter eminentemente profesionalizante: su interés por formar también investigadores al conservar, aumentar, y propagar los conocimientos humanos en todos los campos, con lo cual pretende servir a la sociedad en la que está inmersa; la contradicción inherente a su autonomía y dependencia inmediata de las necesidades públicas; la carencia de recursos financieros suficientes para consolidar una planta académica de excelencia; la fragilidad de una infraestructura para impulsar mejores condiciones en la docencia, la investigación y la extensión; el crecimiento acelerado de un aparato burocrático y sobre todo, la situación de un estudiantado que trabaja para vivir y estudiar. Una universidad, en fin, que de acuerdo con lo patrones de desarrollo económico de América Latina, no sólo está aislada en mayor o menor medida del sistema general de enseñanza, sino, de manera sustancial, de gran parte de la problemática social; y, sin abandonar al doctor Azuela, quisiera destacar con él que: el desafío consiste, pues, en encontrar las vías para que a partir del reconocimiento de la historia, podamos forjar una idea de la universidad necesaria para el mañana. En este proceso, debe reconocerse que la búsqueda de la verdad, del conocimiento sin coacción, debe conjugar la necesidad de una crítica de los prejuicios de las ilusiones, de las ideologías. Función crítica que ha sido ejercida siempre por individuos y grupos, y que debe ser esencia inobjetable del quehacer universitario, el cual tendrá que trascender sus propios condicionamientos para con ello garantizar una conducta responsable con respecto a la propia conciencia, con el compromiso social que le es inherente a la universidad mexicana. En todos estos señalamientos está presente la necesidad de establecer un vínculo, permanente y estrecho, entre universidad y cultura, puesto que ésta, y no otra, es la característica fundamental que distingue a la universidad y la separa del concepto tradicional de escuela. 4. UNIVERSIDAD Y AUTONOMIA Contenido Si algo ha caracterizado a la universidad -cualquiera que ésta fuere- han sido las excepciones en su pensamiento y en la búsqueda de la verdad. Para la universidad, autonomía y libertad son sinónimos, ya que la autonomía es el instrumento de la libertad de pensamiento. Así, la autonomía se fortalece con el ejercicio del pensamiento, con el ejercicio de la cultura. Sabemos que toda autonomía tiene sus límites. Ello significa no intervenir en la autonomía de otras instituciones. Por eso, como generadora de pensamiento, debe dialogar con la sociedad. De esto se desprende que la autonomía no es absoluta, porque la universidad tampoco lo es. Justamente, en la defensa de esos principios, radica su verdadera cultura universitaria y su fuerza transformadora. Autonomía, cultura y sociedad sólo pueden existir en un pleno ejercicio de su interdependencia. Autonomía, libertad de pensamiento, diálogo, significan democracia universitaria, que no sólo es armonía, sino una pluralidad que mantenga viva la crítica. Para eso, es necesario que la universidad mantenga en alto el ejercicio de la crítica; y, para ello es fundamental que la democracia renuncie a los absolutos. Esto significa respetar el pensamiento de las diversas corrientes aunque no se compartan esos pensamientos; esto es, defenderlos por encima de las ideologías y de la crítica, y tomar en cuenta las opiniones. Sólo a través de la crítica se podrá obtener una cultura del conocimiento, ya que la crítica es el único camino que supera diferencias. De ese ejercicio surgirá la transformación y el cambio. Es imprescindible defender el conocimiento, aunque pueda parecer una actitud obvia. La única estrategia para ello, es la inteligencia. Para que esto suceda, la Universidad, como institución, no sólo debe enfrentarse a procesos sustentados en la crítica, sino que debe generarlos desde sus propios ámbitos, con el fin de retroalimentarse, de aceptar los propios cambios inherentes y fundamentales para su propia permanencia. Con respecto a este punto, Francisco Miró Quesada, en palabras pronunciadas en la Séptima Asamblea de la UDUAL, cuando se refirió al tema "liberación y autonomía", afirmó que: de manera general, puede definirse la autonomía como la capacidad de tomar decisiones con tal independencia de la voluntad ajena; desde el punto de vista del ideal racional, ser autónomo significa ser capaz de proceder racionalmente y para actuar racionalmente hay que tomar las decisiones en el análisis racional y la esencia de este análisis es que sus resultados no dependan sino de la pura razón. Toda acción arbitraria que obligue al individuo o al grupo a desviarse de las pautas que resultan de su análisis racional es una acción arbitraria, es decir irracional. La autonomía del individuo, del grupo, de la nación, es un teorema del axioma constituido por el ideal de la vida racional [...] La universidad es un instrumento fundamental creado por la colectividad para contribuir, en el más alto nivel teórico, a la realización del ideal de vida racional, tiene que brindar los medios intelectuales para lograr la autonomía interna de los miembros de la colectividad y la autonomía externa de la nación. La universidad debe brindar, por eso, los conocimientos necesarios para analizar el concepto de autonomía en sus diversas especificaciones, para estudiar la relación entre la acción autónoma y la racionalidad de la vida social y las condiciones que deben imperar en la historia, para que las naciones sean autónomas; y, para que esta autonomía sea el vehículo que conduzca, en último término, a una colectividad universal en donde haya desaparecido la necesidad de la autonomía externa porque se ha llegado a transformar el mundo en la morada del hombre. Una institución que no cuente con un concepto claro y razonado de la autonomía, no podrá desarrollar un esquema de vinculación con la cultura y su difusión, puesto que, precisamente, en la conformación plena y total de la autonomía individual del hombre es donde se generan los principales esquemas culturales. 5. DIALOGO, UNIVERSIDAD Y SOCIEDAD Contenido La universidad no puede entablar un diálogo con la sociedad si no es para contribuir a transformarla, ya que una democratización del pensamiento de la sociedad no es sólo misión del Estado, sino que la universidad, como generadora de cultura, debe ser mediadora para el cumplimiento del ejercicio de la libertad del pensamiento y de la crítica. La universidad debe levantarse como equilibradora ante las jerarquías sociales; para ello, debe acabar con una de las formas más arraigadas del poder: la burocracia, la más anquilosada y la mas inmóvil de las jerarquías. Esto puede lograrlo a través de la modernización, que significa la fusión de la crítica y el conocimiento. De este modo, la universidad debe proponerse ser la matriz del pensamiento crítico moderno, lo que la llevaría a la vanguardia de la enseñanza de lo propio, indagando en su misma realidad. Una transformación de la sociedad y un diálogo con ella implican el conocimiento de las relaciones internas. Se ha hablado de colonialismo y de dependencia, sin embargo, para lograr participar verdaderamente en el proceso histórico del país, antes que nada, deben crearse mecanismos para valorar a nuestros académicos, investigadores, artistas, etcétera. Para conocer nuestra realidad, debemos valorizar a nuestra sociedad a partir de saber qué la beneficia y qué la perjudica. Para que la realidad se transforme, lo primero que debe hacerse es conocerla; es necesario también saber cuáles son los medios, principios y fines con qué hacerlo. 6. UNA IDEA FINAL Contenido A principios de siglo, cualquier universidad había hecho de la universalidad una de las formas de ganar terrenos para el pensamiento y la cultura. Eran tiempos donde había futuro, y el progreso todavía era una palabra posible. Hoy, el futuro es el presente, y es el único horizonte cotidiano en el cual indagar. El único modo de conocer la realidad es a través del conocimiento de nuestra cultura, es decir, de nuestros propios valores. Responder a la realidad es tarea de los centros de pensamiento. La universidad tiene que ser el espacio donde se cuestiones opciones para el desarrollo histórico del ciudadano contemporáneo. De este modo, no se tratará de adquirir conocimientos occidentales que puedan estar en cualquier computadora, sino que lo trascendental será el producir conocimientos de nuestra realidad académica y, en general, de nuestra cultura. Para ello, es necesario dar a la universidad un soporte sociopolítico y económico; hay que replantearse el pasado desde el presente y también poner la atención en lo nuestro y situarlo al lado de lo internacional, desde el punto de vista humanista. Desde ese parámetro, ir estudiando la posibilidad de que imperen los valores nacionales, antes que los valores hegemónicos anglosajones . Además, debe darse prioridad al movimiento de la comunidad, más que al individuo, es decir, dar preferencia a lo que están haciendo maestros, artistas, investigadores, científicos, en términos globales. En síntesis, el papel de la universidad y de las instituciones dedicadas a la cultura es el de dejar el colonialismo y reconocer la importancia de la teoría y de la práctica, es decir, ya no seguir con los lineamientos trazados por el pasado y que permanecen como vicios de concepto y operación; para ello, la universidad deberá modernizarse y comprender que apoyar a las distintas manifestaciones del arte, la ciencia y la tecnología, le servirá a ella misma, al utilizar esas expresiones para mejorar y transformar las ideología predominantes. De este modo, se llevará verdaderamente a cabo, desde el mismo ámbito universitario, la auténtica cultura del conocimiento. ¸Toluca, Estado de México, julio de 1992.¸ NOTAS Contenido (1.) Javier F. PALENCIA. "La universidad como ideología. A propósito de cultura universitaria y cultura acerca de una universidad", p.346. (2.) R. BEJAR NAVARRO, Cultura nacional, cultura popular y extensión universitaria, p. 7. (3.) Maurice DUVERGER, Sociología de la política, p. 115. (4.) R. BEJAR, op. cit., p. 8. (5.) Al respecto es importante señalar que ninguna cultura actualmente puede enclaustrarse, amurallarse y permanecer ajena a toda influencia extraña. Los medios de comunicación, de transporte y la posibilidad de la libre movilidad personal y grupal impedirán tal pretensión. (6.) Debe entenderse -en este caso- que la cultura occidental es el resultado de la mezcla de los elementos clásicos griegos y romanos. (7.) R. BEJAR, op. cit., p. 17. (8.) Raúl BEJAR, "Una visión de la cultura en México", p. 586. (9.) Ch. VALENTINE, La cultura de la pobreza, citado por Rául BEJAR, en op. cit., p. 23. (10.) "México es una sociedad plural, no sólo en el sentido de que es culturalmente heterogénea, sino que subsisten grupos humanos colonizados, superexplotados y subempleados que no participan de la cultura nacional". GONZALEZ CASANOVA, Las clases sociales en México, p. 175. (11.) Raúl BEJAR NAVARRO, op. cit. p. 30. (12.) En este caso habría que identificar los diversos puntos de vista desde donde se difunde y puede ser parcialmente observada y más aún difundida, desde el punto de vista de la clase alta o de cultura popular, habría que destacar que la formación sociohistórica de las subculturas nacionales se gestan esencialmente en medios distintos y que puede terminar en manifestaciones de conflicto cultural. (13.) "El intelectual debe enseñar a vivir; debe crear formas de existencia, pero de ninguna manera debe encerrarse en su estudio y trabajar en la consecución del arte por el arte. La verdadera cultura está en vivir con sabiduría y ciencia; en estar abierto al mundo, a la nación, al pueblo". Raúl BEJAR NAVARRO, op. cit., p. 32. (14.) Javier F. PALENCIA, op. cit., p.363. (15.) Ibid. p. 370. BIBLIOGRAFIA Contenido BEJAR NAVARRO, R. Cultura nacional, cultura popular y extensión universitaria. México, UNAM, 1979. DUVERGER, Maurice. Sociología de la política. Barcelona, Ariel, 1975. PALENCIA, Javier F. "La universidad como ideología. A propósito de cultura universitaria y cultura acerca de una universidad", en Universidad nacional y sociedad. R. HORCASITAS POZAS (coord.) México, UNAM- Porrúa, 1990. VALENTINE, Ch. La cultura de la pobreza. (citado por BEJAR NAVARRO). Buenos Aires, Amorrortu, 1972. pp. 118-119. |