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Es para mí un honor el haber sido invitado a esta ceremonia de conmemoración de los cincuenta años
de vida de la Universidad Iberoamericana. Agradezco profundamente a su rector, don Carlos Vigil Avalos, la oportunidad
que me brinda de poder dirigirles unas palabras en esta solemne ocasión.
La Universidad Iberoamericana tiene su origen en el Centro Cultural Universitario, fundado el día 7 de marzo
de 1943. La ceremonia de aquel día estuvo presidida, entre otros, por el entonces rector de la Universidad
Nacional Autónoma de México, el licenciado Rodulfo Brito Foucher.
Se iniciaba así, con trece alumnos y ocho profesores, la carrera de Filosofía y Letras de esta naciente
universidad. No era casual que el licenciado Brito Foucher se encontrará en esa reunión: quien fuera
rector de la UNAM de junio de 1942 al 27 de julio de 1944, universitario reconocido, con amplia visión en
lo educativo y, a decir de Jiménez Rueda, de "espíritu dinámico, independiente, de personalidad
vigorosa", había sugerido, meses atrás, al licenciado Torroella -de quien era amigo desde sus
tiempos de estudiante- la creación de una universidad privada, comprometida con la educación superior,
con altos estándares académicos, modelo en su tipo. El licenciado Brito sostenía que la educación
superior del país debía enriquecerse con el concurso de nuevas universidades que dieran cabida a
una sana competencia.
Filosofía y Letras primero, y la escuela de Química -la famosa escuela Berzelius-, la escuela de
Psicología y la de Derecho, quedaron incorporadas después, sin mayor dificultad, a la Universidad
Nacional Autónoma de México.
El 27 de septiembre de 1954, siendo en esa época rector de la UNAM el doctor Nabor Carrillo, se constituyó
la asociación civil que otorgará personalidad jurídica a la Universidad Iberoamericana.
A decir de aquellos que vivieron esta primera época de la Universidad, o de los testimonios escritos que
se conservan, sabemos que, aunque por un lado fueron tiempos caracterizados por la carencia de recursos, por otro,
sobraba imaginación y entusiasmo. La primera biblioteca del aun Centro Cultural Universitario se formó,
prácticamente, de donaciones; de entre ellas, las de la Universidad Nacional Autónoma de México.
El medio siglo de historia de la Universidad Iberoamericana ha estado ligado, formal o informalmente, a la historia
de los últimos cincuenta años de la UNAM. El año pasado se renovó un convenio de colaboración
académica, científica y cultural que promueve, entre otras acciones, la superación del personal
académico, la prestación mutua de asesoría y apoyo técnico-académico y la realización
conjunta de investigaciones de beneficio social. Pero más aun, nos une también la historia de la
Ciudad de México y el patrimonio universitario; nos une El Colegio de San Ildefonso, El Colegio de San Pedro
y San Pablo y la Casa de Mascarones.
Hoy, cincuenta años después de su fundación, la Ibero -como le dicen los jóvenes- alberga
alrededor de quince mil estudiantes en cinco campus distribuidos en el territorio nacional, y tiene casi dos mil
profesores que atienden las funciones de enseñanza, de investigación y de difusión del conocimiento,
en una amplia variedad de áreas: arte, ciencias del hombre, ciencias e ingenierías, ciencias económico-
administrativas y humanidades. Es evidente su fuerte presencia académica en el Distrito Federal, pero también
en las ciudades de Puebla, Torreón, León y Tijuana, y aun en el extranjero, a través de diversas
actividades.
El doctor Ernesto Meneses, rector de esta universidad en el periodo que comprendió de 1968 a 1977, apuntó
lo siguiente: "En medio de los cambios de nuestro siglo, las universidades, instrumento de transmisión
de la cultura superior por medio de la enseñanza y de su enriquecimiento mediante la investigación,
siguen siendo la única empresa conjunta de la humanidad."
En efecto, la universidad es una institución tradicional, en tanto ha perdurado a través de los siglos;
es precursora, en tanto va adelante de los cambios; es dinámica, en tanto se ajusta a las sociedades en
las que está inmersa; y es universal, en tanto es la única empresa conjunta de la humanidad.
Esta noble institución tiene como función preparar individuos de mente libre y universal, capaces
de pensar, de decidir y de actuar por sí mismos; capaces de ser críticos y autocríticos, con
determinación y con liderazgo. Esta institución está dedicada a la búsqueda de la verdad;
es guardiana de la historia y de las tradiciones de los pueblos. Su misión principal consiste en formar
a las nuevas generaciones en la dialéctica de conservar y transformar, en la práctica profesional
ética y responsable que de como resultado beneficios para la sociedad y para la nación.
En las universidades se enseña lo establecido y demostrado junto con lo nuevo, con la vanguardia del conocimiento.
Es por ello que en sus aulas y laboratorios se combina la enseñanza con la investigación y se difunde
el saber.
La universidad lo es, justamente, porque en ella se conjugan la enseñanza, la investigación y la
difusión del conocimiento. Si alguna de estas funciones no está presente, con manifestaciones firmes
y claras, no es una universidad. Llámesele instituto, escuela, pero no universidad.
La investigación que se realiza en las universidades tiene el propósito principal de formar a las
nuevas generaciones de profesionales, dotándolos de las herramientas necesarias que les permitan, tanto
en la medicina como en la ingeniería, las matemáticas, la física, la administración
o el arte, realizar un trabajo creativo, de calidad y competitivo internacionalmente. Las universidades son el
semillero de las nuevas generaciones de profesionales e investigadores.
Hablar, hoy, de universidad mexicana moderna es, en buena medida, referirse a la presencia de la investigación
en todas las ramas del saber.
Quizá por mi deformación -o formación, mejor dicho- de ecólogo, las palabras de Henry
W. Wriston, educador inglés, me llevan a la reflexión. Dice Wriston "Si las universidades fueran
instituciones completamente extrañas a su medio ambiente no podrían llevar a cabo su función.
Por otro lado, si estuvieran completamente inmersas en el ambiente que las rodea, igualmente perderían sus
objetivos. Deben, por tanto; mantener un contacto realista con su entorno sin comprometer su función esencial."
Al igual que los complejos ecosistemas, las universidades guardan equilibrios entre su esencia y su entorno para
cumplir adecuadamente su función.
En ese sentido, considero que la Universidad Iberoamericana ha sabido muy bien conducir su desarrollo sin perder
su esencia de universidad. La diversidad de las disciplinas que cultiva, la investigación que realiza, la
interdisciplina que promueve, la labor educativa extramuros que lleva a cabo y el apoyo a su posgrado, son muestras
de este equilibrio al que me refiero.
Señor rector, académicos y estudiantes de la Universidad Iberoamericana:
Aunque pudiera parecer una contradicción, la Ibero, a sus cincuenta años, es una institución
joven pero adulta. Sus egresados son muestra de la juventud, del entusiasmo y de la pujanza de la institución
que los formó. Al mismo tiempo, sus conocimientos y su profesionalismo son prueba de la madurez alcanzada
por esta universidad.
A futuro, es claro que el camino ofrece múltiples horizontes. Estoy seguro de que la Universidad Iberoamericana
escogerá, para su desarrollo, aquel o aquellos que, como hasta ahora, han preservado su misión fundamental:
la formación de jóvenes mexicanos.
Hago votos porque la cooperación, la buena voluntad y el entendimiento que hasta ahora han tenido la Universidad
Nacional Autónoma de México y la Universidad Iberoamericana, continúen y se fortalezcan por
el bien de las dos instituciones, por el bien de la educación superior en el país y por el bien de
México.
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