MOVILIDAD SOCIAL Y EDUCACION SUPERIOR EN MEXICO

Alejandro Mungaray y María Dolores Sánchez
Alejandro Mungaray y María Dolores Sánchez son profesores de tiempo completo de la Facultad de Economía y de la Escuela de Humanidades de la Universidad Autónoma de Baja California, respectivamente. Los autores agradecen los comentarios de Alfredo F. Buenrostro y Mario Herrera.

Contenido del Artículo:
INTRODUCCIÓN
COMPOSICION DE LOS GRUPOS EN EMERGENCIA
LOS CAMBIOS NACIONALES Y LA ACTUACION DE LOS GRUPOS EN EMERGENCIA
LA EDUCACION UNIVERSITARIA Y LA CONTRIBUCION A LA FORMACION DE LOS GRUPOS SOCIALES EMERGENTES
CONCLUSION
BIBLIOGRAFIA

 

INTRODUCCIÓN Contenido
El modelo mexicano de desarrollo económico y político, seguido a partir de la década de los cuarenta, trajo consigo una amplia transformación de la sociedad. Los niveles de bienestar alcanzados, aunque coexistiendo con otras formas de desigualdad económica y social, estimularon un gran crecimiento económico y una amplia movilidad social, un mayor progreso cultural y una gran estabilidad política (Zedillo, 1990:7). En este periodo, la sociedad mexicana se reorganizó en una compleja estructura de clases y estratos sociales, donde amplios sectores con aspiraciones de ascenso han sido el resultado, pero también los principales impulsores de los constantes cambios. Este modelo de desarrollo estimuló también, durante más de cuarenta años, la protección de quienes se dedicaban a los negocios, y favoreció la organización corporativa para quienes se dedicaron a la política. Sin embargo, la prolongada crisis económica de la década de los ochenta ha marcado con claridad el agotamiento de este modelo y mostrado cómo se profundizaron las desigualdades económicas afectando a las clases medias y bajas. Por otra parte las estrategias políticas instrumentadas por el gobierno de México han reducido drásticamente el proteccionismo a la empresa privada y limitaron la capacidad de negociación de los grupos corporativos. Nuevas formas de pensamiento y acción económica y política, promovidas fundamentalmente por una parte de la clase política mexicana, han generado la formación de grupos sociales que tratan de consolidar un espacio propio, aun en contra de quienes, favorecidos con las formas de pensar y actuar en el pasado, se resistan a ello. El papel protagónico que estos grupos sociales en emergencia han jugado en los cambios que hoy están ocurriendo en las estructuras económica, política y social, en mucho se debe a las oportunidades de educación que tuvieron a nivel universitario en el periodo de masificación de la educación superior en los años setenta. Sin embargo, la consolidación de dichos cambios a futuro descansará más en una sociedad con una educación de alta calidad, que en la continuidad del proceso de crecimiento cuantitativo de la educación per se.

COMPOSICION DE LOS GRUPOS EN EMERGENCIA Contenido

Los sectores sociales intermedios son muy heterogéneos, compuestos por individuos con grandes diferencias en calificación profesional, nivel de vida y status social. Dentro de éstos se han formado grupos emergentes dotados de amplias expectativas de participación y ascenso, con una gran movilidad social. En su mayoría, sus miembros han sido formados por la escuela pública, aunque algunos otros proceden de la escuela privada costeada con grandes sacrificios familiares. El ascenso en la escala profesional y social se lo deben principalmente a su fuerte carácter emprendedor y a su gran capacidad de trabajo. Es claro que la educación universitaria ha sido el principal capital social para la promoción de estos individuos. Sin embargo, y debido al predominio de un esquema educativo vertical, dogmático y de prácticas centradas en la transmisión de un conocimiento acabado, sin referencia a los procesos que lo produjeron (Gago, 1992:5), su actitud emprendedora y de trabajo, así como los valores humanos y morales más trascendentes, se los deben, en la mayoría de los casos, a la familia y a la sociedad, más que a la educación formal.

Por haberse convertido en grupos altamente participativos en los diferentes ámbitos de la vida social, es natural que otorguen, a los centros universitarios en que se formaron, un gran valor como escenarios de sus más sentidas reivindicaciones. Sin embargo, por ser individuos en ascenso, también es natural entender por qué se han convertido en sus principales críticos, sobre todo en el ámbito de las mejoras educativas por realizar. En este campo, su preocupación central se orienta a las acciones de vinculación, ausentes durante su formación profesional, que hubieran facilitado su inserción en el mercado de trabajo. Estos grupos han creado en México un consenso que coloca la cuestión educativa como un asunto ligado a los valores de igualdad, equidad y justicia que postula el artículo tercero constitucional a cambio de que sea competitiva y de calidad (Dettmer, 1990:22). En consecuencia, enfrentan dos grandes retos: por una parte, disminuir la distancia entre aspiraciones y la realidad, y por la otra, lograr un cambio educativo que promueva la vinculación, la competitividad y la calidad.

En muchos campos, individuos de este sector en emergencia han ocupado posiciones públicas y privadas de importancia, tras largos procesos de ascenso laboral y social. Su principal medio ha sido el esfuerzo individual avalado por una cultura universal y una formación profesional obtenida en las universidades. De esta forma es como estos individuos han logrado promover y capitalizar en su favor la igualdad de oportunidades consagradas en la Constitución Mexicana. Nada les ha sido otorgado sin merecimientos. Sin la infraestructura educativa existente, principalmente la de carácter público, dificilmente estos grupos serían el factor de cambio que hoy significan para la vida nacional.

LOS CAMBIOS NACIONALES Y LA ACTUACION DE LOS GRUPOS EN EMERGENCIA Contenido

Los grandes cambios que requiere México para avanzar en un crecimiento con equidad empezaron con una nueva idea sobre el carácter del Estado. De ahí que el compromiso de la educación sea de vital importancia, porque, ¿cómo transitar hacia un nuevo modelo económico de producción y distribución, con prioridades tecnológicas de más desarrollo, eficiencia y flexibilidad, si la formación de profesionales en muchos casos todavía se encuentra envuelta en esquemas masificados, verticalizados y escolarizados?; donde miles de jóvenes mexicanos se encuentran atrapados en procesos de enseñanza-aprendizaje que además de no promover su participación activa, no alcanzan a explicar la cambiante realidad en que se han de insertar como profesionales (Lloréns, 1989:129). Por otra parte, ¿hasta dónde una actitud política de mayor participación ciudadana en los asuntos públicos, creativa, tolerante y de crítica constructiva, puede sustentarse en modelos de educación pasivos y excesivamente escolarizados, que no permiten al joven estudiante poner a prueba su responsabilidad, aun con errores, en la vida universitaria?

Con todo, se debe aceptar que los grupos emergentes son en gran parte producto de las circunstancias que han permeado la vida universitaria nacional y han surgido a contracorriente de los extremos con que su funcionamiento se ha caracterizado. Igual efecto de pasividad y desorientación han tenido los ambientes universitarios mexicanos sobre la juventud cuando sus aulas se han convertido en campo de contienda política, que cuando se han convertido en tranquilos escenarios de recepción, repetición y limitada participación. Por eso es que, al trabajar bajo estos esquemas, la universidad misma ha contribuido a que la educación de masas haya sido excelente para minorías que, pese a todas las circunstancias, han sobresalido socialmente. La gran mayoría, sin embargo, no ha sido tan afortunada en cuanto a la calidad profesional, razón por la cual su actitud refleja la insatisfacción personal que resulta de una mala inversión. En virtud de estas experiencias, los grupos sociales emergentes no son ideológicamente uniformes y mucho menos comparten o asumen compromisos políticos partidarios. Sin embargo, lo que sí comparten es una afinidad natural en lo que a actitudes liberales e ideales democráticos se refiere. La actitud liberal ha estimulado el espíritu de ascenso profesional y progreso material de muchos de estos individuos, pero su ideal de democracia también ha estimulado su espíritu de búsqueda de caminos de participación social a través de diversas acciones. De ahí que sea válido afirmar que el liberalismo social es componente ideológico esencial de una sociedad que se está transformando en su base, en virtud de los valores morales y cívicos tradicionales de los mexicanos y de la gran influencia que los valores de la cultura universal han tenido a través de la educación universitaria. Por ello es que el nuevo liberalismo social mexicano aglutina las aspiraciones de ascenso y participación de los individuos que conforman estos grupos sociales en emergencia, lejos del clásico liberalismo egoísta e indiferente, que sólo busca el lucro a cualquier precio y que caracterizara, ayer y hoy, a los sectores que hicieron de los mercados protegidos y la inflación, medios de poder y de ganancias económicas y políticas, aun a costa del bienestar de la sociedad civil. También está lejos de la tradicional actitud estatista que tan bien se complementará con los esquemas de protección y desvinculación de nuestro país con el resto del mundo, que además de lesionar la soberanía nacional (Buenrostro, 1991:5), tanto afectara la creatividad y autoestima de la sociedad para participar en la solución de sus problemas. Estos modelos de sociedad aún permean con sus radicalismos las actitudes de muchos mexicanos, y han abierto una profunda brecha generacional en la sociedad.

Para entender la esencia de los anhelos de los grupos emergentes que hoy se identifican en el liberalismo social mexicano, es preciso entender que sus aspiraciones de mejoramiento individual y familiar se mezclan con una actitud de compromiso social. Esta filosofía liberal, solidaria y democrática, impregna, por la vía de la cultura, el ideal de sociedad al que aspiran millones de mexicanos. Por ello es que la filosofía de la acción gubernamental ha cambiado con sensibilidad para interpretar los anhelos de una buena parte de la población: del Estado interventor al Estado promotor que, con mecanismos de apoyo directo, fomenta la autoestima que resulta de la participación como una vía de ascenso y de mejora social, en lugar del paternalismo que resulta y estimula a la vez la pasividad y el desinterés ciudadanos.

El contexto mundial que hoy nos aparece como nuevo, debido a tantos años de protección e inequidad, permite entender el porqué estos grupos en emergencia se han convertido en los principales impulsores de la lucha por la democracia, pero también en los grupos más comprometidos con la promoción gubernamental de abrir la economía y la sociedad. Son estos individuos quienes luchan desde diferentes posiciones sociales y profesionales, partidistas o no, contra los bloques de poder económico y político tradicionales, que han hecho de la conquista y retención del poder valuarte de defensa de intereses particulares y/o de grupo, nacionales, regionales o locales. Esta primacía de los pocos por sobre la mayoría ha obstaculizado, aunque no detenido, la formación de clases políticas ideológicamente más definidas; porque se debe reconocer que la participación se desalienta, e incluso se antagoniza, cuando los esquemas sociales de poder obstruyen las posibilidades de realización de tantos individuos formados con los ideales del liberalismo social (Mungaray, 1992).

Estos amplios grupos en emergencia reclaman, desde una legítima posición social, bienestar y democracia mediante cambios en las posiciones de poder político y/o económico de aquellos grupos que mantienen el control de las decisiones de ascenso y promoción individual. Por eso buscan, en primera instancia, una democracia electoral que les permita participar en la toma de decisiones y proponer los cambios que requieren; pero sobre todo, anhelan una democracia económica que mejore su nivel de bienestar. De ahí que, para estos grupos emergentes, la democracia no se acabe en las urnas; más bien ahí se inicie, en busca de lo que realmente anhelan todos los pueblos un bienestar individual y colectivo que no afecte el de los demás. En este proceso sus reclamos son ordenados y por medio de la ley, porque, por principio, son defensores de los cambios graduales pero sostenidos y con rumbo; es decir, reales y definidos, enemigos -al mismo tiempo- del radicalismo frenético y del conservadurismo inmovilizador.

La cultura universitaria los convierte en gente que acepta la fuerza de la razón y rechaza la razón por la fuerza. Por lo mismo es que entre ellos predomina una visión abierta y tolerante. De ahí que sean respetuosos de las ideas contrarias, y que además se guíen por el principio de ejercer su derecho plenamente, respetando a cada quien lo que le corresponde.

LA EDUCACION UNIVERSITARIA Y LA CONTRIBUCION A LA FORMACION DE LOS GRUPOS SOCIALES EMERGENTES Contenido

Objetivo fundamental del actual proceso de cambio y modernización de la vida económica, política y social del país, ha sido romper con el círculo vicioso de los bloques de poder, que cierran el espacio a la participación porque los cambios pueden tomar cauces contrarios a sus intereses. Por su parte, los cambios no toman un cauce transformador porque los bloques de poder no abren espacio a la participación. Este es un aspecto vital de la realidad política mexicana, y debe reconocerse como un desafío para el avance de la modernización y la participación cívica de los distintos sectores ciudadanos de México.

De esta dinámica de avance y resistencia tampoco escapan las universidades mexicanas. Sin embargo, su reto es mayor porque en ellas los cambios requeridos tienen más prisa; son el sustento formativo de los nuevos mexicanos creativos, emprendedores y participativos que requiere el país. Si no es ahí, ¿dónde se puede formar el estamento social que impulse el cambio de los demás?

Aunque existen serios problemas con la calidad de los servicios educativos que las instituciones de educación superior ofrecen, muchos de ellos tienen su explicación en la masificación a que fueron orientadas durante la década de los sesenta y en menor medida en los ochenta (Todd y Gago, 1990). Y si bien hay razón cuando se señala a la masificación y la consecuente caída de la calidad como importante factor explicativo de la difícil incorporación de los egresados universitarios al mercado laboral, no es fácil negar su carácter de incubadora de miles de mexicanos con los valores de la cultura universal y nacional, con la expectativa de movilidad social y ocupacional, y con una conciencia de solidaridad ciudadana. Así como, dentro del proceso de desarrollo económico proteccionista que durante cuarenta años caracterizó a la economía mexicana, no se impidió el surgimiento a contracorriente de empresarios emprendedores que hoy luchan por impulsar un ambiente de competencia abierta y de respeto a las necesidades y reclamos del consumidor (Sánchez, 1992), también dentro de los procesos de educación masificados se generaron egresados y cuadros académicos sumamente progresistas, que conociendo a fondo los problemas asociados a su formación, hoy pugnan por cambios en la calidad de la investigación y la enseñanza, así como cambios en el esquema de organización universitaria vigente. En suma, economía protegida, política corporativa y educación masificada (Dubiel, 1981:48), han sido elementos concomitantes de un modelo económico y social de desarrollo que exacerbó las desigualdades sociales, distorsionó los patrones de comportamiento y participación ciudadana e hizo entrar al país en una profunda crisis transformadora (Mungaray, 1987:23). Así como las crisis generan sus propias condiciones de superación, los nuevos tiempos han generado la necesidad de un modelo de economía abierto a la competencia y al exterior, un modelo de actitud política que busque una mayor participación y equidad, y un modelo de educación superior con una organización que permita atender la demanda creciente con mayor calidad y competitividad. Entender los tiempos es de vital importancia; en su tiempo, la masificación educativa seguramente fue importante para promover una mayor cantidad de intereses en ascenso que propiciaran mayores oportunidades de igualdad económica y social en contraposición a los bloques de poder. También ayudaría a entender que, así como muchas de las desigualdades e injusticias entre los mexicanos tienden a desaparecer cuando se abre con amplitud el sistema económico y político, hoy la única forma de seguir avanzando en oportunidades de igualdad es a través de mayor calidad. Por ello es que la masificación sin reorganización de la educación superior en tiempos de apertura económica y competencia internacionales limitativa y antidemocrática. Cualquiera que sea la forma en que a futuro han de trabajar, las instituciones de educación superior tienen ante sí dos retos por resolver: por una parte, debido a las dificultades impuestas por la crisis, es impostergable reducir la distancia cada vez mayor entre aspiraciones y realidad; por otra, la globalización de los mercados impone nuevas demandas y condiciones a la educación superior, que tienen que ser resueltas mediante estrategias que incluyan cambios en los curricula y en los métodos de enseñanza-aprendizaje encaminados a desarrollar la capacidad de resolución de problemas, la toma de decisiones, la creatividad en el diseño de alternativas de solución, y el desarrollo de habilidades necesarias para el autoaprendizaje continuo.

CONCLUSION Contenido

El anhelo de eficiencia productiva como base para una distribución digna, equitativa y proporcional a los esfuerzos, sólo puede provenir de quienes a contracorriente se han forjado una voluntad individual de superación y una voluntad social de cambio en las universidades públicas mexicanas, principalmente.

Por ello a la pregunta, ¿qué le debe la modernidad mexicana a la educación masificada?, la respuesta debe ser: la actitud de cambio de los individuos que conforman los grupos en emergencia.

A su vez, cuando la pregunta es ¿qué le debe la masificación de la educación superior a la modernidad mexicana?, la respuesta debe ser la exigencia de mayor calidad. Para ello la universidad tiene el gran compromiso de romper con tradiciones formativas ya obsoletas, de buscar sistemas educativos que estimulen la creatividad, desarrollen la disposición para el trabajo en equipo, profundicen el sentido de solidaridad social y propicien la participación política tolerante con las ideas contrarias (Dettmer, 1990:22). Alcanzar estas actitudes en la formación de cada uno de los individuos que hoy pisan los centros universitarios mexicanos es un reclamo de quienes basan sus esperanzas en el futuro, al igual que sus padres lo hicieran con ellos, de una mejor educación y progreso de sus hijos.

BIBLIOGRAFIA Contenido

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