|
INTRODUCCIÓN Contenido
El modelo mexicano de desarrollo económico y político, seguido a partir de la década de los
cuarenta, trajo consigo una amplia transformación de la sociedad. Los niveles de bienestar alcanzados, aunque
coexistiendo con otras formas de desigualdad económica y social, estimularon un gran crecimiento económico
y una amplia movilidad social, un mayor progreso cultural y una gran estabilidad política (Zedillo, 1990:7).
En este periodo, la sociedad mexicana se reorganizó en una compleja estructura de clases y estratos sociales,
donde amplios sectores con aspiraciones de ascenso han sido el resultado, pero también los principales impulsores
de los constantes cambios. Este modelo de desarrollo estimuló también, durante más de cuarenta
años, la protección de quienes se dedicaban a los negocios, y favoreció la organización
corporativa para quienes se dedicaron a la política. Sin embargo, la prolongada crisis económica
de la década de los ochenta ha marcado con claridad el agotamiento de este modelo y mostrado cómo
se profundizaron las desigualdades económicas afectando a las clases medias y bajas. Por otra parte las
estrategias políticas instrumentadas por el gobierno de México han reducido drásticamente
el proteccionismo a la empresa privada y limitaron la capacidad de negociación de los grupos corporativos.
Nuevas formas de pensamiento y acción económica y política, promovidas fundamentalmente por
una parte de la clase política mexicana, han generado la formación de grupos sociales que tratan
de consolidar un espacio propio, aun en contra de quienes, favorecidos con las formas de pensar y actuar en el
pasado, se resistan a ello. El papel protagónico que estos grupos sociales en emergencia han jugado en los
cambios que hoy están ocurriendo en las estructuras económica, política y social, en mucho
se debe a las oportunidades de educación que tuvieron a nivel universitario en el periodo de masificación
de la educación superior en los años setenta. Sin embargo, la consolidación de dichos cambios
a futuro descansará más en una sociedad con una educación de alta calidad, que en la continuidad
del proceso de crecimiento cuantitativo de la educación per se.
COMPOSICION DE LOS GRUPOS EN EMERGENCIA Contenido
Los sectores sociales intermedios son muy heterogéneos, compuestos por individuos con grandes diferencias
en calificación profesional, nivel de vida y status social. Dentro de éstos se han formado grupos
emergentes dotados de amplias expectativas de participación y ascenso, con una gran movilidad social. En
su mayoría, sus miembros han sido formados por la escuela pública, aunque algunos otros proceden
de la escuela privada costeada con grandes sacrificios familiares. El ascenso en la escala profesional y social
se lo deben principalmente a su fuerte carácter emprendedor y a su gran capacidad de trabajo. Es claro que
la educación universitaria ha sido el principal capital social para la promoción de estos individuos.
Sin embargo, y debido al predominio de un esquema educativo vertical, dogmático y de prácticas centradas
en la transmisión de un conocimiento acabado, sin referencia a los procesos que lo produjeron (Gago, 1992:5),
su actitud emprendedora y de trabajo, así como los valores humanos y morales más trascendentes, se
los deben, en la mayoría de los casos, a la familia y a la sociedad, más que a la educación
formal.
Por haberse convertido en grupos altamente participativos en los diferentes ámbitos de la vida social, es
natural que otorguen, a los centros universitarios en que se formaron, un gran valor como escenarios de sus más
sentidas reivindicaciones. Sin embargo, por ser individuos en ascenso, también es natural entender por qué
se han convertido en sus principales críticos, sobre todo en el ámbito de las mejoras educativas
por realizar. En este campo, su preocupación central se orienta a las acciones de vinculación, ausentes
durante su formación profesional, que hubieran facilitado su inserción en el mercado de trabajo.
Estos grupos han creado en México un consenso que coloca la cuestión educativa como un asunto ligado
a los valores de igualdad, equidad y justicia que postula el artículo tercero constitucional a cambio de
que sea competitiva y de calidad (Dettmer, 1990:22). En consecuencia, enfrentan dos grandes retos: por una parte,
disminuir la distancia entre aspiraciones y la realidad, y por la otra, lograr un cambio educativo que promueva
la vinculación, la competitividad y la calidad.
En muchos campos, individuos de este sector en emergencia han ocupado posiciones públicas y privadas de
importancia, tras largos procesos de ascenso laboral y social. Su principal medio ha sido el esfuerzo individual
avalado por una cultura universal y una formación profesional obtenida en las universidades. De esta forma
es como estos individuos han logrado promover y capitalizar en su favor la igualdad de oportunidades consagradas
en la Constitución Mexicana. Nada les ha sido otorgado sin merecimientos. Sin la infraestructura educativa
existente, principalmente la de carácter público, dificilmente estos grupos serían el factor
de cambio que hoy significan para la vida nacional.
LOS CAMBIOS NACIONALES Y LA ACTUACION DE LOS GRUPOS EN EMERGENCIA
Contenido
Los grandes cambios que requiere México para avanzar en un crecimiento con equidad empezaron con una nueva
idea sobre el carácter del Estado. De ahí que el compromiso de la educación sea de vital importancia,
porque, ¿cómo transitar hacia un nuevo modelo económico de producción y distribución,
con prioridades tecnológicas de más desarrollo, eficiencia y flexibilidad, si la formación
de profesionales en muchos casos todavía se encuentra envuelta en esquemas masificados, verticalizados y
escolarizados?; donde miles de jóvenes mexicanos se encuentran atrapados en procesos de enseñanza-aprendizaje
que además de no promover su participación activa, no alcanzan a explicar la cambiante realidad en
que se han de insertar como profesionales (Lloréns, 1989:129). Por otra parte, ¿hasta dónde
una actitud política de mayor participación ciudadana en los asuntos públicos, creativa, tolerante
y de crítica constructiva, puede sustentarse en modelos de educación pasivos y excesivamente escolarizados,
que no permiten al joven estudiante poner a prueba su responsabilidad, aun con errores, en la vida universitaria?
Con todo, se debe aceptar que los grupos emergentes son en gran parte producto de las circunstancias que han permeado
la vida universitaria nacional y han surgido a contracorriente de los extremos con que su funcionamiento se ha
caracterizado. Igual efecto de pasividad y desorientación han tenido los ambientes universitarios mexicanos
sobre la juventud cuando sus aulas se han convertido en campo de contienda política, que cuando se han convertido
en tranquilos escenarios de recepción, repetición y limitada participación. Por eso es que,
al trabajar bajo estos esquemas, la universidad misma ha contribuido a que la educación de masas haya sido
excelente para minorías que, pese a todas las circunstancias, han sobresalido socialmente. La gran mayoría,
sin embargo, no ha sido tan afortunada en cuanto a la calidad profesional, razón por la cual su actitud
refleja la insatisfacción personal que resulta de una mala inversión. En virtud de estas experiencias,
los grupos sociales emergentes no son ideológicamente uniformes y mucho menos comparten o asumen compromisos
políticos partidarios. Sin embargo, lo que sí comparten es una afinidad natural en lo que a actitudes
liberales e ideales democráticos se refiere. La actitud liberal ha estimulado el espíritu de ascenso
profesional y progreso material de muchos de estos individuos, pero su ideal de democracia también ha estimulado
su espíritu de búsqueda de caminos de participación social a través de diversas acciones.
De ahí que sea válido afirmar que el liberalismo social es componente ideológico esencial
de una sociedad que se está transformando en su base, en virtud de los valores morales y cívicos
tradicionales de los mexicanos y de la gran influencia que los valores de la cultura universal han tenido a través
de la educación universitaria. Por ello es que el nuevo liberalismo social mexicano aglutina las aspiraciones
de ascenso y participación de los individuos que conforman estos grupos sociales en emergencia, lejos del
clásico liberalismo egoísta e indiferente, que sólo busca el lucro a cualquier precio y que
caracterizara, ayer y hoy, a los sectores que hicieron de los mercados protegidos y la inflación, medios
de poder y de ganancias económicas y políticas, aun a costa del bienestar de la sociedad civil. También
está lejos de la tradicional actitud estatista que tan bien se complementará con los esquemas de
protección y desvinculación de nuestro país con el resto del mundo, que además de lesionar
la soberanía nacional (Buenrostro, 1991:5), tanto afectara la creatividad y autoestima de la sociedad para
participar en la solución de sus problemas. Estos modelos de sociedad aún permean con sus radicalismos
las actitudes de muchos mexicanos, y han abierto una profunda brecha generacional en la sociedad.
Para entender la esencia de los anhelos de los grupos emergentes que hoy se identifican en el liberalismo social
mexicano, es preciso entender que sus aspiraciones de mejoramiento individual y familiar se mezclan con una actitud
de compromiso social. Esta filosofía liberal, solidaria y democrática, impregna, por la vía
de la cultura, el ideal de sociedad al que aspiran millones de mexicanos. Por ello es que la filosofía de
la acción gubernamental ha cambiado con sensibilidad para interpretar los anhelos de una buena parte de
la población: del Estado interventor al Estado promotor que, con mecanismos de apoyo directo, fomenta la
autoestima que resulta de la participación como una vía de ascenso y de mejora social, en lugar del
paternalismo que resulta y estimula a la vez la pasividad y el desinterés ciudadanos.
El contexto mundial que hoy nos aparece como nuevo, debido a tantos años de protección e inequidad,
permite entender el porqué estos grupos en emergencia se han convertido en los principales impulsores de
la lucha por la democracia, pero también en los grupos más comprometidos con la promoción
gubernamental de abrir la economía y la sociedad. Son estos individuos quienes luchan desde diferentes posiciones
sociales y profesionales, partidistas o no, contra los bloques de poder económico y político tradicionales,
que han hecho de la conquista y retención del poder valuarte de defensa de intereses particulares y/o de
grupo, nacionales, regionales o locales. Esta primacía de los pocos por sobre la mayoría ha obstaculizado,
aunque no detenido, la formación de clases políticas ideológicamente más definidas;
porque se debe reconocer que la participación se desalienta, e incluso se antagoniza, cuando los esquemas
sociales de poder obstruyen las posibilidades de realización de tantos individuos formados con los ideales
del liberalismo social (Mungaray, 1992).
Estos amplios grupos en emergencia reclaman, desde una legítima posición social, bienestar y democracia
mediante cambios en las posiciones de poder político y/o económico de aquellos grupos que mantienen
el control de las decisiones de ascenso y promoción individual. Por eso buscan, en primera instancia, una
democracia electoral que les permita participar en la toma de decisiones y proponer los cambios que requieren;
pero sobre todo, anhelan una democracia económica que mejore su nivel de bienestar. De ahí que, para
estos grupos emergentes, la democracia no se acabe en las urnas; más bien ahí se inicie, en busca
de lo que realmente anhelan todos los pueblos un bienestar individual y colectivo que no afecte el de los demás.
En este proceso sus reclamos son ordenados y por medio de la ley, porque, por principio, son defensores de los
cambios graduales pero sostenidos y con rumbo; es decir, reales y definidos, enemigos -al mismo tiempo- del radicalismo
frenético y del conservadurismo inmovilizador.
La cultura universitaria los convierte en gente que acepta la fuerza de la razón y rechaza la razón
por la fuerza. Por lo mismo es que entre ellos predomina una visión abierta y tolerante. De ahí que
sean respetuosos de las ideas contrarias, y que además se guíen por el principio de ejercer su derecho
plenamente, respetando a cada quien lo que le corresponde.
LA EDUCACION UNIVERSITARIA Y LA CONTRIBUCION A LA FORMACION DE LOS GRUPOS SOCIALES EMERGENTES Contenido
Objetivo fundamental del actual proceso de cambio y modernización de la vida económica, política
y social del país, ha sido romper con el círculo vicioso de los bloques de poder, que cierran el
espacio a la participación porque los cambios pueden tomar cauces contrarios a sus intereses. Por su parte,
los cambios no toman un cauce transformador porque los bloques de poder no abren espacio a la participación.
Este es un aspecto vital de la realidad política mexicana, y debe reconocerse como un desafío para
el avance de la modernización y la participación cívica de los distintos sectores ciudadanos
de México.
De esta dinámica de avance y resistencia tampoco escapan las universidades mexicanas. Sin embargo, su reto
es mayor porque en ellas los cambios requeridos tienen más prisa; son el sustento formativo de los nuevos
mexicanos creativos, emprendedores y participativos que requiere el país. Si no es ahí, ¿dónde
se puede formar el estamento social que impulse el cambio de los demás?
Aunque existen serios problemas con la calidad de los servicios educativos que las instituciones de educación
superior ofrecen, muchos de ellos tienen su explicación en la masificación a que fueron orientadas
durante la década de los sesenta y en menor medida en los ochenta (Todd y Gago, 1990). Y si bien hay razón
cuando se señala a la masificación y la consecuente caída de la calidad como importante factor
explicativo de la difícil incorporación de los egresados universitarios al mercado laboral, no es
fácil negar su carácter de incubadora de miles de mexicanos con los valores de la cultura universal
y nacional, con la expectativa de movilidad social y ocupacional, y con una conciencia de solidaridad ciudadana.
Así como, dentro del proceso de desarrollo económico proteccionista que durante cuarenta años
caracterizó a la economía mexicana, no se impidió el surgimiento a contracorriente de empresarios
emprendedores que hoy luchan por impulsar un ambiente de competencia abierta y de respeto a las necesidades y reclamos
del consumidor (Sánchez, 1992), también dentro de los procesos de educación masificados se
generaron egresados y cuadros académicos sumamente progresistas, que conociendo a fondo los problemas asociados
a su formación, hoy pugnan por cambios en la calidad de la investigación y la enseñanza, así
como cambios en el esquema de organización universitaria vigente. En suma, economía protegida, política
corporativa y educación masificada (Dubiel, 1981:48), han sido elementos concomitantes de un modelo económico
y social de desarrollo que exacerbó las desigualdades sociales, distorsionó los patrones de comportamiento
y participación ciudadana e hizo entrar al país en una profunda crisis transformadora (Mungaray,
1987:23). Así como las crisis generan sus propias condiciones de superación, los nuevos tiempos han
generado la necesidad de un modelo de economía abierto a la competencia y al exterior, un modelo de actitud
política que busque una mayor participación y equidad, y un modelo de educación superior con
una organización que permita atender la demanda creciente con mayor calidad y competitividad. Entender los
tiempos es de vital importancia; en su tiempo, la masificación educativa seguramente fue importante para
promover una mayor cantidad de intereses en ascenso que propiciaran mayores oportunidades de igualdad económica
y social en contraposición a los bloques de poder. También ayudaría a entender que, así
como muchas de las desigualdades e injusticias entre los mexicanos tienden a desaparecer cuando se abre con amplitud
el sistema económico y político, hoy la única forma de seguir avanzando en oportunidades de
igualdad es a través de mayor calidad. Por ello es que la masificación sin reorganización
de la educación superior en tiempos de apertura económica y competencia internacionales limitativa
y antidemocrática. Cualquiera que sea la forma en que a futuro han de trabajar, las instituciones de educación
superior tienen ante sí dos retos por resolver: por una parte, debido a las dificultades impuestas por la
crisis, es impostergable reducir la distancia cada vez mayor entre aspiraciones y realidad; por otra, la globalización
de los mercados impone nuevas demandas y condiciones a la educación superior, que tienen que ser resueltas
mediante estrategias que incluyan cambios en los curricula y en los métodos de enseñanza-aprendizaje
encaminados a desarrollar la capacidad de resolución de problemas, la toma de decisiones, la creatividad
en el diseño de alternativas de solución, y el desarrollo de habilidades necesarias para el autoaprendizaje
continuo.
CONCLUSION Contenido
El anhelo de eficiencia productiva como base para una distribución digna, equitativa y proporcional a los
esfuerzos, sólo puede provenir de quienes a contracorriente se han forjado una voluntad individual de superación
y una voluntad social de cambio en las universidades públicas mexicanas, principalmente.
Por ello a la pregunta, ¿qué le debe la modernidad mexicana a la educación masificada?, la
respuesta debe ser: la actitud de cambio de los individuos que conforman los grupos en emergencia.
A su vez, cuando la pregunta es ¿qué le debe la masificación de la educación superior
a la modernidad mexicana?, la respuesta debe ser la exigencia de mayor calidad. Para ello la universidad tiene
el gran compromiso de romper con tradiciones formativas ya obsoletas, de buscar sistemas educativos que estimulen
la creatividad, desarrollen la disposición para el trabajo en equipo, profundicen el sentido de solidaridad
social y propicien la participación política tolerante con las ideas contrarias (Dettmer, 1990:22).
Alcanzar estas actitudes en la formación de cada uno de los individuos que hoy pisan los centros universitarios
mexicanos es un reclamo de quienes basan sus esperanzas en el futuro, al igual que sus padres lo hicieran con ellos,
de una mejor educación y progreso de sus hijos.
BIBLIOGRAFIA Contenido
BUENROSTRO, A. "El acuerdo trilateral de libre comercio y las oportunidades de la universidad mexicana",
ponencia presentada en la IX Conferencia de Gobernadores Fronterizos, Hermosillo, Sonora, 20-22 de febrero, 1991.
DETTMER, J. "Modernización educativa y cambio tecnológico", Examen, Año 2, Núm.
17, oct. 1990, pp. 22-23.
DUBIEL, I. "El `capital humano' después de la teoría neoclásica: los profesionistas en
los países en desarrollo", Revista Latinoamericana de Estudios Educativos, Vol. XI (4), 1981, pp. 35-52.
GAGO, A. Comparecencia del Subsecretario de Educación Superior e Investigación Científica
ante la Comisión para la Educación de la Cámara de Diputados, México, 11 de marzo,
1992.
LLORENS, L. La ciencia que todos podemos entender, UABC, Mexicali, 1992, 149 pp.
MUNGARAY, A., "Economía, sociedad y universidad", Travesía, Núm. Esp. 2, 1987, pp.
23-24.
MUNGARAY, A. "El compromiso de la educación", Examen, Año 3, Núm. 36, 1992, pp.
21-22.
SANCHEZ, M. D. "Educación, capacitación y TLC", Diario 29, El Nacional, Noviembre 12, 1992,
p 10.
TODD L. y GAGO, A. "Perfil de la educación superior", Nexos, Núm. 152, julio, 1990, pp.
V-XV.
ZEDILLO, E. "La lucha contra la pobreza," Examen, Año 2, Núm. 17, octubre 1990, pp. 7-9.
Contenido
|