Revista de la Educación Superior Julio
- Septiembre |
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José María García
Garduño Los cuestionarios de evaluación de la docencia (CEDA) se empezaron a usar de forma generalizada en México a partir de la década de los noventa. Se identifican cinco pros y cinco contras para obtener información sobre el desempeño docente en las aulas universitarias. Se concluye que los CEDA no son instrumentos perfectos para medir e informarse sobre el desempeño docente, aunque se reconoce que podrían ser un instrumento importante para promover mejoras mientras no se use para premiar o castigar. Palabras clave: CEDA, docencia, evaluación. Abstract Since the nineties, teaching evaluation questionnaires (CEDA, Cuestionarios de Evaluación de la Docencia) have been generally used in México. Five pros and cons are identified regarding the obtention of information on teaching performance at universities. The author concludes that CEDAs are not perfect instruments to measure and obtain information on teacher performance even though they may be an important instrument to push improvements as long as they are not used as rewarding or punishing tool. Key words: CEDA, teaching, evaluation.
Los cuestionarios de evaluación de la docencia (CEDA) no son
tan recientes como parece, se crearon en el siglo pasado en los Estados
Unidos a finales de la década de los años veinte. Su empleo
en ese país comenzó a popularizarse en la década
de los setenta. Virtualmente todas las instituciones estadounidenses
de educación superior emplean este tipo de instrumentos para evaluar
la docencia. En las últimas dos décadas su uso se extendió a
otros países. Posiblemente México, después de Canadá,
fue uno de los primeros en usar este tipo de instrumentos. Los primeros
antecedentes se remontan a finales de los sesenta y principios de los
setenta, pero era sólo un puñado de instituciones que empleaban
los cuestionarios: UIA, UNAM e ITESM. Se le puede acreditar a Ernesto
Meneses entonces vicerrector de la Universidad Iberoamericana, ciudad
de México (UIA) la introducción de este instrumento en
nuestro país y, posiblemente en Latinoamérica. Meneses
introdujo esta modalidad por el año 1969 y se fue adoptando paulatinamente
en la institución. En 1972 la UIA publicó por primera vez
en México un cuestionario diseñado en la misma institución
para medir el desempeño docente en (Universidad Iberoamericana,
1972). Poco después la UNAM comenzó a explorar los usos
de los CEDA. Arias Galicia (1984) señala que la Facultad de Contaduría
y Administración empleó por primera vez estos instrumentos
en 1971. En 1974, el ITESM adopta el uso de los CEDA para evaluar la
docencia (de la Peña, 1993). Los pros Aunque algunos detractores de los CEDA les podrá parecer que
el empleo de estos instrumentos no trae beneficio alguno a la docencia,
su uso creciente, tanto en México como otros países, puede
indicar que tienen puntos a favor dignos de ser ponderados. Los puntos
a favor se han dividido en los siguientes aspectos:1) validez y confiabilidad
de los CEDA para medir el desempeño docente; 2) fomento de la
participación y democracia en el proceso de enseñanza-aprendizaje;
3) fomento la rendición de cuentas por parte del profesor; 4)
los resultados de los cuestionarios pueden servir para mejorar la labor
del docente; 5) su bajo costo para supervisar e informarse de la marcha
de la docencia en la institución. Validez y confiabilidad de los CEDA para medir su desempeño docente La investigación producida en los últimos 30 años señala que los cuestionarios de evaluación son instrumentos válidos y confiables. Los meta-análisis de Feldman (1988) han comprobado que existe una correlación de entre .60 y 70 entre los juicios de los alumnos y los profesores sobre las características de los buenos profesores. Por otro lado, Marsh y otros investigadores (Marsh, 1986; Marsh, Tourón y Wheeler, 1985; Marsh, Hau, Cheng y Siu, 1997; Watkins, 1994) han demostrado que los cuestionarios de evaluación creados en Estados Unidos tienen validez transcultural, es decir que se pueden emplear en diferentes países de diferente nivel de desarrollo sin que pierdan su validez; a esta característica Marsh le ha llamado el paradigma de aplicabilidad (Marsh, 1986). Este autor demostró, en una investigación longitudinal con exalumnos, que los puntajes de los cuestionarios permanecen estables a lo largo del tiempo. No sólo la investigación anglosajona comprueba la validez transcultural de los instrumentos en países tan diversos como España, Filipinas, India, Nepal, Hong Kong y Nueva Zelanda (García, 2000), también en una investigación expos facto realizada en México (García, 2003), la cual abarcó tres años o seis semestres, más de 8,000 grupos de alumnos y de 1,300 profesores evaluados, arrojó resultados semejantes a la investigación anglosajona. En el estudio mexicano se corroboró que la edad, el sexo del profesor, su experiencia y categoría académica no están fuertemente relacionados con el desempeño o efectividad docente del profesor. Estos resultados son similares a los producidos por la investigación estadounidense. Fomento de la participación y democracia en el proceso de enseñanza-aprendizaje El uso de los CEDA puede fomentar la participación y la democracia
en la institución y en aula al tomar en cuenta la opinión
de los alumnos. No hace mucho tiempo los profesores eran dueños
y señores del aula, tenían la facultad de desempeñarse
como mejor quisieran; podían se excelentes, dedicados, comprometidos
y democráticos, pero también mediocres, negligentes, apáticos
y autoritarios. Salvo los propios alumnos del docente, pocas personas
dentro de las instituciones universitarias tenían información
sobre el desempeño del profesor dentro del aula. Fomento a la rendición de cuentas por parte del profesor Estrechamente relacionado con la participación de los alumnos
y el fomento de la democracia en el proceso de enseñanza-aprendizaje
se encuentra la rendición de cuentas por parte del profesor. Por
primera vez, a partir del uso de estos instrumentos el profesor universitario
se vio obligado a rendir cuentas sobre su desempeño. Aunque en
todas las épocas los alumnos han siempre expresado opiniones sobre
sus maestros, las cuales pueden recordar toda la vida, los cuestionarios
de evaluación hicieron públicas parte de esas opiniones.
Ahora, el desempeño profesional de los docentes ya no es un secreto
sino parte de una política institucional de rendición de
cuentas. Desde este punto de vista, la labor del profesor en el aula
se volvió más democrática y empoderó a los
estudiantes con la facultad de juzgar su desempeño. Los resultados de los cuestionarios pueden servir para mejorar la labor del docente En algunas, desafortunadamente no en todas, instituciones nacionales e internacionales, se ha tratado de preservar el fin con el fueron creados los CEDA: servir como fuente de retroalimentación y mejora de la docencia (Centra, 1993). En aquellas instituciones que emplean los cuestionarios con ese fin primordial, se procura emplear los resultados para retroalimentar al profesor, para que en las instancias académicas correspondientes y el mismo profesor pueda oportunamente conocer y discutir los resultados. Los trabajos del Grupo de Evaluación Interinstitucional de la Docencia (Rueda y Díaz Barriga, 2000) han demostrado que los fines formativos de los cuestionarios de evaluación pueden ser un fin viable de los cuestionarios de evaluación. Para llevar a cabo este fin sólo bastaría, esencialmente, que las IES devolvieran oportunamente la información a los profesores y comités responsables, y sólo se empleara con fines de retroalimentación y no como medio de premiación o castigo de la labor del profesor. Debe hacerse notar que si se desea ahondar en la labor de retroalimentación y mejora de la labor docente, es necesario trabajar con grupos pequeños de profesores. Por lo tanto, la labor de mejora de la docencia a través de la retroalimentación y trabajo directo con los profesores tiene limitaciones para ampliarse, de manera simultánea, a toda la institución por los costos que implica, en términos de tiempo y recursos. Su bajo costo para supervisar e informarse de la marcha de la docencia en la institución La construcción de un sistema de evaluación basado primordialmente en la aplicación de cuestionarios no es muy costoso y puede llegar a cientos o miles de profesores y miles o decenas de miles de alumnos. Sin la aplicación de los CEDA, sería casi imposible obtener información sobre el desempeño docente en de los miles de grupos-materia que normalmente constituyen un periodo académico en una IES de tamaño mediano y retroalimentar a la institución y a los profesores. Por consiguiente, los CEDA garantizan la obtención de información sobre el desempeño del profesor que sin este sistema sería casi imposible conocer. Desde luego, y como es ya conocido, un sólo criterio (el de los alumnos) ni un solo periodo académico es suficiente para evaluar la compleja labor del docente. Es necesario recolectar información sobre el desempeño del docente de al menos dos periodos académicos y hacer acopio de otro tipo de evidencias para evaluar la labor del profesor. Los contras Tan pronto como se adoptaron los CEDA como instrumentos para medir el desempeño docente comenzaron a aparecer las quejas, escepticismo y resistencias en contra de estos instrumentos. Los más afectados: los profesores han sido los que han señalado las limitaciones de los instrumentos. Esas quejas o resistencia de los profesores tienen, en cierta medida, razón de ser. Nadie mejor que el propio docente puede darse cuenta de las limitaciones de estos instrumentos. Los cuestionarios son instrumentos limitados para determinar confiablemente las ganancias en el aprendizaje de los alumnos Como se ha mencionado, el propósito básico de los instrumentos es medir el grado de satisfacción de los alumnos y no necesariamente su aprendizaje. En investigaciones realizadas hace más de dos décadas se confirmó que existe una correlación superior a .50 entre desempeño o rendimiento académico de los estudiantes y los resultados en los cuestionarios de evaluación (Cohen, 1981). Sin embargo en la mayoría de los casos, los reactivos que componen este tipo de instrumentos no van encaminados a medir los logros de los estudiantes sino su satisfacción con el curso y el profesor. Este nivel per se no necesariamente trae consigo un mayor nivel de aprendizaje de los alumnos. Aunque esta relación puede ocurrir con cierta frecuencia, el problema es que la mayoría de los instrumentos va encaminados a medir comportamientos del profesor y no el nivel de aprendizaje de los alumnos: si el profesor proporcionó el programa del curso, si fue organizado, si domina la materia que imparte, si entabló una comunicación adecuada con los estudiantes, si fue justo en la evaluación, etcétera. No siempre el nivel de complacencia del profesor y cumplimiento de los comportamientos esperados en el cuestionario está relacionado con las ganancias de aprendizaje del alumno. El uso de los cuestionarios atenta contra la libertad de cátedra Desde el siglo XII y XIII, cuando comenzaron
a aparecer las primeras instituciones universitarias en Europa, uno
de lo valores que ha pervivido,
particularmente en las grandes instituciones de educación superior,
es la libertad de cátedra. Es decir, la facultad del profesor
de enseñar y de organizar el curso de acuerdo con lo que considere
más relevante para sus estudiantes; los CEDA coartan esa libertad
de cátedra, ya que estos instrumentos prescriben implícitamente
cómo debe comportarse el profesor durante el curso en términos
de su relación con lo alumnos, de la organización de la
clase y, en algunos de ellos, cómo debe evaluar. La intervención de los alumnos en la evaluación del desempeño puede ser un factor de deterioro de la calidad educativa Tanto en Estados Unidos como en México, la política de
algunas instituciones universitarias es dar el poder a los alumnos de
jueces supremos del desempeño del maestro. Los resultados de los
cuestionarios, incluso de un sólo curso, pueden ser empleados
para confirmar la contratación o despedir al profesor de asignatura –el
grupo de profesores más desvalido, especialmente en la IES privadas,
o bien otorgar o cancelar estímulos al profesor de tiempo completo. Es una medida poco válida cuando los resultados de los cuestionarios sólo se emplean con fines sumativos En consonancia con el punto anterior, el empleo
de los resultados de los cuestionarios de evaluación como criterio único para
evaluar la docencia y, con base en él, premiar o castigar la labor
docente del profesor desvirtúa el propósito formativo con
el que nacieron estos instrumentos (Sproule, 2000). Su empleo como único
criterio para determinar quién tuvo un buen o mal desempeño
docente y quién merece ser recompensado o castigado por su labor
es poco válida y confiable. A veces un sólo curso o un
periodo académico de cursos evaluados pueden determinar el destino
laboral de un docente. Sin embargo, un solo curso o periodo académico
es a todas luces insuficiente para determinar el nivel desempeño
docente de un profesor. Las investigaciones de Marsh (1982), y en parte
corroboradas en nuestro medio (García, 2003), señalan que
sólo existe una intercorrelación de .70 cuando el docente
enseña el mismo curso y desciende a 0.56 cuando enseña
cursos diferentes; la correlación entre cursos similares impartidos
por diferentes profesores es sólo de .07 La insuficiente cultura evaluativa y periciatécnica de las IES para diseñar cuestionarios y sistemas de evaluación confiables Aunque las condiciones actuales, sociales y políticas, del país
comienzan a promover la rendición de cuentas en todos los niveles
de la administración pública y privada, incluyendo a la
educación, una cultura de evaluación no se crea de la noche
a la mañana. Se requiere de varios años para que los diferentes
actores educativos de cualquier institución universitaria acepten
y vean como algo cotidiano la evaluación de la docencia por los
alumnos. Esta cultura, apenas en proceso de gestión, puede provocar
un sesgo de los fines primordiales de la evaluación: la retroalimentación
al profesor para que mejore su práctica docente y desviarse a
un sistema de vigilancia, control y como instrumento para determinar
castigos y recompensas a la labor del docente. Resumen y discusión El fin de este artículo fue analizar las ventajas y desventajas
en el uso de los cuestionarios de evaluación de la docencia (CEDA).
Se hizo un breve análisis histórico de su empleo en Estados
Unidos y en México y se identificaron los cinco pros y contras
del uso de los CEDA para obtener información sobre el desempeño
docente en las aulas universitarias. Referencias ARIAS Galicia, Fernando (1984). “El inventario de comportamiento
docente (ICD): un instrumento para evaluar la calidad de la enseñanza”,
Perfiles Educativos, 14. Edna Luna Serrano |
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