Revista de la Educación Superior
Sitio de ANUIES Cartas al Director
Directorio de ANUIES
Numero Anteriores
Por Autor
Búsuqeda
Inicio

Revista de la Educación Superior
Vol. XXXIII(1), No. 129, Enero-Marzo de 2004.
ISSN: 0185-2760


Enero-Marzo
..................................... Contenido
Consejo Editorial
Estados del Conocimiento

Las tres facetas de Luis Porter en “La Universidad de papel”:
especialista autocrítico, zorroespín y zoon politicon *

Eduardo Ibarra Colado
Área de Estudios Organizacionales de Economía,
Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa



* Texto leído en la presentación del libro organizada por el Centro de Investigaciones Interdis-ci­plinarias en Ciencias y Humanidades y el Centro de Estudios sobre la Universidad, UNAM, 17 de febrero de 2004 . Extracto del prólogo de Eduardo Ibarra a la obra de Luis P orter, La Universidad de papel , M éxico.

La Universidad de papel nos invita a reconocer una realidad inventada, pues sustituye a la universidad que opera desde los sujetos y sus relaciones por una universidad hablada, narrada, escrita, provocando una escisión entre una realidad fantástica que se proyecta como existente y una realidad existente que es sistemáticamente negada. Este es el argumento central de un libro inusual como el que Luis Porter, nuestro amigo, nos entrega el día de hoy. La universidad de papel esconde, en cierto sentido, una trayectoria de vida marcada por azares que adquieren sentido cuando su autor la reconstruye retrospectivamente. De sus páginas es posible entresacar tres facetas o momentos de su autor, confeccionando cada una de las partes de la obra. La primera parte representa la valoración del autor sobre su pasado como asesor experto , conduciéndolo a discutir las ilusiones de la planeación y las posibilidades del cambio. La segunda se teje a partir de las experiencias del arquitecto y el académico frente a las realidades del conocimiento, el arte y la enseñanza, para mostrarnos las posibilidades de nuevas formas de ver, pensar y actuar. La tercera parte se produce desde las convicciones más profundas del zoon politicon , que proyecta el modo de existencia elegido por el autor como ciudadano de la universidad y el proyecto utópico al que aspira. Comentemos brevemente, en los siguientes minutos, cada una de estas tres facetas de una existencia provocativa y singular.

En la primera parte de la obra, Luis Porter se atreve a revisar, con verdadero empeño autocrítico, su propia existencia como asesor experto, haciendo de La Universidad de papel el saldo informado y reflexivo de una manera de ver a la universidad que es ya, sin duda, un obstáculo enorme a sus exigencias de transformación. Desde sus páginas, siempre a contracorriente, Luis niega sistemáticamente el carácter técnico de la planeación , que no puede ser considerada por más tiempo como ese ejercicio racional, apoyado en la observación rigurosa de hechos, para encontrar la mejor manera de conducir a la universidad. Esta visión racionalista, aún dominante, expulsa del problema al sujeto y sus relaciones, cosificándolo en forma de datos sistematizados, que son empaquetados mediante una cierta narrativa a la que sólo tienen acceso los expertos. Con ello se eliminan el problema de considerar a la universidad como fenómeno social y la par tici pación de la sociedad en la construcción de posibles soluciones a los problemas de la universidad. El problema es ya sólo uno de ra­cio­nalización, digamos, de garantizar que se hagan bien las cosas, de aplicar adecuadamente el procedimiento, de seguir escrupulosamente la receta. Por su parte, la participación no tiene cabida, pues al ser considerado el manejo de la universidad como un asunto de expertos, la apertura hacia otras voces y visiones, se afirma, provocaría distorsi ones que pondrían en peligro la naturaleza racional de la solución.

Este es el gran obstáculo que el poder y la burocracia edifican al imaginar a la universidad: al negar que los problemas de la universidad son problemas esencialmente sociales, los esfuerzos de los expertos se centran en la formulación de planes rigurosamente elaborados, de acuerdo con los conocimientos técnicos validados por sus disciplinas y sus diplomas, y sin escuchar las voces de esas fuerzas sociales que deberían formar parte indispensable de la solución. Este desmedido apasionamiento técnico, que no es sino la cara conocida de una visión caracterizada también por su desmedido autismo social, es el que explica la ilusión de la planeación instituida: ella afirma que sus propuestas, al encontrarse asentadas en un análisis “objetivo” de la universidad, no tienen sino que realizarse sin dilación. Nuevamente la ceguera se hace presente: al olvidar que la universidad es un espacio social en movimiento continuo, se deja de comprender igualmente que la planeación representa tan sólo una aspiración que, para concretarse, debe ser constantemente negociada con las fuerzas de la sociedad. En consecuencia, se pierde de vista que los resultados a los que se arribe no corresponderán nunca, debido a la acción social que acompaña a su operación, a la aspiración inicialmente formulada.

Uno de los caminos posibles para recrear la planeación, liberándola del racionalismo tradicional que la tiene atrapada, nos propone Luis, supone reconocerla como un proceso colectivo en el que se despliegan capacidades cognoscitivas hoy desaprovechadas. El aprendizaje social resulta esencial para modificar las percepciones de la naturaleza de los problemas y sus posibles soluciones, pues se presenta como la posibilidad de abrirnos al mundo y aceptar que el cambio supone el ejercicio de las potencialidades de una comunidad, haciendo explícitos sus valores y ejercitando su capacidad de comunicación, intercambio, autocrítica y aprendizaje. En este nuevo escenario, el experto estaría llamado a jugar un papel más modesto para propiciar, con otros agentes sociales, la recreación de situaciones problemáticas mediante recursos cognoscitivos que no se agotan en el texto y la palabra.

Las experiencias de Luis Porter como arquitecto y académico otorgan sustancia a los textos de la segunda parte de la obra. En ellos se articulan el conocimiento, el arte y la enseñanza para dar forma al tridente con el que Luis enfrenta las batallas epistemológicas contra la universidad de papel, con la finalidad de avanzar en la reformulación paradigmática que necesitamos para escapara de ella. Su intención es la de conocer y enfrentar los desafíos que se le plantean a la otra universidad, esa que se forma con infinidad de existencias singulares que se tejen cotidianamente desde sus quehaceres, esa que se encuentra reunida hoy, aquí, o en las aulas, pasillos, jardines y laboratorios.

Para pensar a la universidad más allá de sus papeles, Porter nos propone reconocer que objeto y sujeto son componentes indisociables de la realidad, como lo es también la unidad entre objetividad y subjetividad en las aventuras del conocimiento. Insiste, además, en la necesidad de comprender que el conocimiento se construye a través de la interpretación reflexiva de realidades en movimiento, que exigen su permanente recreación.

La invitación es a romper con la actual estructura de los saberes, que desliga formas de conocimiento que bien podrían convivir. De un lado, se encuentran el orden, la estructura, la regularidad, el equilibrio, la necesidad, la causalidad y la verdad; y con ellos, las reglas y prácticas de una ciencia instituida que impone formas de pensar, escribir y hablar. Del otro lado, se cultivan nuevas formas de conocimiento que, desafiantes y poco ortodoxas, asumen la normalidad del desorden, el evento, las fluctuaciones, las crisis, el azar, la indeterminación y la incertidumbre. Al ser apreciadas como una amenaza creciente al conocimiento que domina, ellas fueron etiquetadas como “pre-científicas”, “charlatanas”, “locuaces” y “embaucadoras”, negándoseles una existencia legítima que les permitiera comunicarse sin restricciones. Pero las cosas han cambiado. En la actualidad, el embate de las nuevas posturas epistemológicas es incontenible, al grado que los conocimientos positivos más puros han visto contaminadas crecientemente sus aguas, aceptando cada vez más el diálogo que conduzca a una mayor apertura frente a la complejidad del mundo. El desdibujamiento de los límites de las disciplinas y la aceptación de que el conocimiento funciona con razón y sin ella , abre nuevas posibilidades para interpretar realidades diversas, apreciándolas de maneras distintas.

El planteamiento no admite ambigüedades. Luis decide, apuesta y corre sus propios riesgos: el gran desafío que nos plantea la complejidad, nos dice, implica convertirnos hoy en alebrijes del conocimiento, transfigurándonos en ese fantástico animal, el zorroespín , que va construyendo las mediaciones que nos permitirán apreciar el horizonte, sin perder de vista la piedra con la que pudiéramos tropezar. La demanda de Porter es a favor de una aproximación cognoscitiva que se apropie productivamente de las cualidades logísticas del zorro , sin perder por ello los atributos de la visión unitaria y coherente del puercoespín; no se trata de luchar contra la razón estructuralista más cercana a nuestro homo sapiens , sino de unificarla con esa otra razón del arte, la emoción y la poesía, que expresa en todo su valor a nuestro homo demens , logrando con ello una aproximación a realidades que tienen que ver menos con datos y hechos, y más con existencias y sensibilidades. Independientemente de los acuerdos o reclamos que suscite esta visión, es innegable que provoca y da mucho en qué pensar. Este es uno de los grandes retos epistemológicos que plantea la obra.

Demos un paso más, esclareciendo otra de las preocupaciones presentes en los textos de la segunda parte de la obra, y hagámoslo con una frase clara y directa: ciencia sí, pero arte y humanidades también . Esta reafirmación, que a muchos parece pasada de moda, resulta fundamental en los tiempos del capitalismo académico y la comercialización de la universidad. Al devolverle su lugar esencial al arte en el conocimiento y en la formación de los estudiantes, Porter nos aleja del espejismo en boga sobre la venta de los “servicios” de la universidad para recuperar la esencia del desafío educativo, pues de lo que se trata es de formar conciencias y voluntades que participen en la edificación de un modo de existencia social en el que quepamos todos. El compromiso medular de la universidad se encuentra precisamente en esta formación de espíritus libres que alimentarán a la sociedad para ayudarla a encauzar sus desafíos; su mayor reto es formar ciudadanos que participen, movilizando todas sus capacidades creativas y sus conocimientos, en la solución de los problemas de la sociedad. La ciencia, el arte y las humanidades son indispensables en este esfuerzo sustantivo, pues ellas cultivan en los individuos el diálogo, la comunicación y los enlaces reflexivos indispensables para edificar una nación más fuerte, que esté siempre abierta su composición plural y su diversidad. Es necesario reinsertar los procesos creativos y los modos de percepción en la investigación y la enseñanza, lo que permitirá el florecimiento de ideas que nos conduzcan a comportarnos con vena de artistas.

Necesitamos, por tanto, una nueva universidad que restituya el valor de la formación, superando la escisión de las ciencias y las humanidades, lo que daría lugar a una revolución en nuestras formas de conocer, enseñar y aprender. Este es el tercer puntal de las preocupaciones de Porter en la segunda parte de la obra, y puede ser planteado con las siguientes preguntas: ¿Es posible una práctica docente distinta que atienda las necesidades y aspiraciones de los sujetos del proceso educativo? ¿Es concebible una relación de conocimiento más humana, horizontal, desinteresada e incondicional? Para responderlas, nos dice Luis, se debe partir de un hecho fundamental: la educación no es neutral, ella supone una elección política en la que asumimos si respetamos las reglas y prácticas que indican qué y cómo enseñar o conocer, o si las rechazamos corriendo el riesgo –o, mejor, viviendo la aventura– de actuar buscando nuevos modos que se alimenten de todo lo que ha sido excluido: arte, humanismo y creatividad. En el fondo, lo que está en cuestión es el modelo aún dominante de enseñanza que se preocupa por informar, adiestrar y habilitar, y las posibilidades de sustituirlo por otras modalidades que acepten que los agentes del proceso educativo son sujetos activos que participan en una tarea colectiva, ejerciendo su capacidad reflexiva como modo de conocer.

Luis Porter, además de especialista autocrítico y zorroespín, es un zoon politicon . Esta condición, aunque se encuentra diseminada en toda la obra, se hace plenamente presente en los textos de la tercera parte, en los que apreciamos su inquebrantable voluntad de expresarse y participar, por propia convicción, a favor de la universidad y las nuevas realidades que la desafían. Como condensación de las dos facetas anteriores, los textos de este apartado final proyectan el modo de existencia elegido por su autor como ciudadano de la universidad, y el proyecto utópico al que aspira. Se trata de una elaboración compleja en la que confluyen la actitud autocrítica del asesor experto con el atrevimiento epistemológico del arquitecto y el académico, para proyectar al individuo que lucha a favor de la universidad mediante un proyecto ético específico y cierta aspiración de futuro.

Esta parte final recupera y reelabora algunas de las ideas en torno a la universidad que el poder, la burocracia y el positivismo han negado o escondido tras montañas de papel que ahogan nuestro entendimiento. De manera destacada, Luis discute la poca fortaleza, la incipiente consolidación y la gran diversidad de las universidades mexicanas, advirtiéndonos sobre los graves riesgos que se corren al querer reproducir experiencias internacionales calificadas de exitosas. Llama también nuestra atención sobre los peligros de políticas elaboradas en el centro que no alcanzan a apreciar, o no les interesa, las especificidades de cada región, de cada localidad y de cada institución. El reiterado centralismo que ha caracterizado a las políticas universitarias en México, y su insistencia de pasar por alto los atributos y las diferencias de sus componentes, han reforzado a la universidad de papel, postergando ad infinitum la solución de los problemas de cada institución y la atención a sus necesidades locales. Se requiere por ello de un regionalismo crítico , como lo denomina Porter, que nos permita confrontar la uniformidad y el egoísmo propios de la autoridad central, con el conocimiento detallado y complejo de cada espacio universitario particular.

Por otra parte, Luis Porter da forma a sus convicciones políticas al introducir dos argumentos indisociables, sin duda polémicos, pero a nuestro entender absolutamente convincentes. En primer lugar, apuesta a cierto individualismo , como singularidad en provecho del otro, que se sustenta en esa capacidad reflexiva y autocrítica que puede conducir a cada individuo a su propia transformación en corto y en pequeño, propiciando con ello la propia minúscula y cotidiana transformación de la universidad. En segundo lugar, aspira a una nueva universidad social , institución pública por la naturaleza inalienable de sus realizaciones, que no deben ser apropiadas de manera privada e intercambiadas en el mercado. La formación de ciudadanos libres, capaces y creativos tiene este sentido, como lo tienen también la producción de conocimientos para propiciar el bienestar de la sociedad, o la difusión y preservación de la cultura que otorga identidad a la nación.

Es desde esta institución, aún en proyecto, desde la que sería posible aspirar a la plena realización de cada individuo, potenciando su libertad de actuar. En ella florecerían el académico artista y el estudiante creativo, pero también el funcionario como servidor reflexivo y el experto modesto, dispuestos todos ellos a enfrascarse en la construcción estética de la existencia en la universidad. Como dice Luis, esta visión puede ser criticada por impráctica e ilusoria, como sueño que va en contra de la naturaleza humana. Quienes así piensan, no llegan a comprender que se mantienen atrapados entre las cuatro paredes de esa universidad de papel, que les ha arrancado su capacidad de soñar. Es necesario escapar para apreciar los colores del mundo y luchar por derrumbar, con imaginación y voluntad, los muros y pisos de un edificio que nos ha mantenido por tanto tiempo en la ignorancia y la pasividad. Es momento de volver a soñar y de convencernos de que podemos dar forma y contenido a una universidad distinta, en la que su futuro se construya con cada acto singular.

En suma, leer a Porter se presenta como una oportunidad, cada vez más extraña, de dialogar sin dogmatismos, considerando argumentos críticos que incomodan pero que abren también rutas de escape que conducen al optimismo. Confronta a los lectores con un tono radical, directo y fuerte, pero inteligente, emocionado y abierto. Estamos seguros de que el lector coincidirá con nosotros, al finalizar su propia lectura, de que valió la pena, pues sus argumentos amplían los modos de pensar y comprender a la universidad, y con ellos, de pensarnos y comprendernos a nosotros mismos. Leer esta obra es, por todo esto, una ganancia personal y social, pues nos permite afrontar con fuerzas renovadas la recreación de nuestra existencia en la universidad.

 

Estados del Conocimiento

La universidad de Papel

Raquel Glazman Nowalski
Posgrado Pedagogía Facultada de Filosofía y Letras, UNAM

El libro de Luis Porter sintetiza el análisis del cambio organizacional visto desde los especialistas en la teoría del cambio con sus visiones particulares y las aplica a la universidad pública para sugerir una serie de medidas que contribuirían a superar su inercia. Es un trabajo de reflexión que suma las experiencias personales con las lecturas de clásicos de diferentes campos para conformar una propuesta propia ampliamente matizada por la subjetividad del autor.

Refleja su profunda vocación universitaria manifestada en la preocupación por algunos de los problemas que aquejan a las instituciones públicas de educación superior hoy en nuestro país. Es un resultado que comparten los universitarios representativos de una época que busca integrar una explicación global de las instituciones sociales y políticas y del propio quehacer hoy que se captan las múltiples divisiones, exclusiones y separaciones que afectan al conocimiento y a la propia educación superior.

Intenta y busca conjugar saberes, propuestas teóricas, planteamientos metodológicos, campos de conocimiento y explicaciones, no en vano acude a autores como Edgar Morin o Isaiah Berlin, buscando los orígenes, el curso y la forma de operar del pensamiento, su complejidad y su integración a los tiempos que corren.

Desde una postura que tiende a colocarse fuera para mirar el funcionamiento de las universidades, el quehacer de los docentes, las conductas de los administradores, los valores de los políticos y las ideologías de los intelectuales incorpora particulares visiones personales sobre el devenir universitario a veces con una mirada bastante endurecida hacia sus colegas o de los propios centros de trabajo.

Muchas afirmaciones de Luis efectivamente pueden irritar y en algunos casos esperaríamos un libro completo que explicara ampliamente algunos de sus planteamientos que aparecen como generalizaciones . Así no siempre se puede estar de acuerdo con esta mirada pero es indiscutible que suscita reflexiones, que provoca y que sería la base para discusiones originales en torno al quehacer del conocimiento.

Porter atiende a las condiciones particulares de la mayor parte de las universidades públicas del país vistas desde su propia experiencia analítica o práctica en una época específica. Mira a la anuies , la sesic , y a instancias como conaeva o los ciees , desde un lugar asumido a partir de su paso por las mismas (en las que el curso rapidísimo de las propuestas, los cambios y las prácticas en la política educativa neoliberalizada, determina cambios veloces). Sus textos permiten: entender una forma de operación que rigió y probablemente sigue rigiendo en algunos aspectos la política educativa del nivel superior, los orígenes de las decisiones que hoy sufren buena parte de los representantes de los distintos sectores de universitarios y da pautas para prever algunos lineamientos y líneas de acción de la política educativa del nivel superior.

Refiere a las innumerables formas de exclusión que buscan presentar una explicación racional a las decisiones planteadas en función de presupuestos reducidos paulatinamente en las universidades públicas. En efecto, ante los aumentos de población demandante en las universidades públicas (ya sea por expectativas creadas o por el deterioro económico en la clase media) que implica la dificultad creciente de pagar las universidades privadas- y ante la reducción generalizada de los dineros destinados a la educación pública hoy se somete a las universidades los investigadores, los docentes los alumnos las escuelas y facultades a evaluaciones, calificaciones, acreditaciones, certificaciones y anexas, que permiten justificar la existencia de los que quedan fuera y los que quedan dentro con explicaciones poco convincentes y con participaciones obligatorias en un juego en el que estar fuera, se paga muy caro económica y socialmente.

El olvido del papel social de la universidad, incide en su pérdida de identidad. Si bien es cierto que hoy se cuestionan las grandes v erdades entre ellas la de la universidad como centro de búsqueda de una Verdad única , también lo es que la reducción paulatina de sus finalidades ligadas a las grandes metas de la humanidad, a la for mación de un sujeto integrado o a la función de crítica social han conducido a perder un rumbo que pareciera irrecuperable, un ejemplo de lo anterior se representa con la declaración de uno que otro eminente funcionario en torno a la inutilidad de la enseñanza de la filosofía.

De cierta forma, Porter aborda en su trabajo, el juego dialéctico que hoy enfrenta el académico o el intelectual, entre una situación que lo obliga a precisar su identidad, su vocación reflexiva y analítica y una fuerza que lo lleva a la producción y la productividad masivas impulsadas desde propuestas mercantiles específicas. Este juego dialéctico en el investigador o el docente universitario, más que llevarlo a una síntesis resultante del enriquecimiento de tesis y antítesis, lo conduce frecuentemente por el camino de la esquizofrenia. En esta pérdida de la identidad vemos a muchos colegas inclinarse peligrosamente a la arena de las manías, las autocomplacencias o las depresiones frente a un “futuro que ya no es lo que era”. Así el conocimiento pierde su papel trascendental y el académico deja de conservar su status, las Universidades pierden sus finalidades y buscan “misiones” en el mejor de los lenguajes religiosos o la mayor de las confusiones con los objetivos empresariales. Políticos, burócratas, académicos y estudiantes universitarios buscan una identidad perdida o fraccionada, se debaten en la incertidumbre, se ubican en el ámbito de los informes que reclaman el dato: hacer algo cuantificable ofrece la seguridad para llenar lo solicitado y sustituye la búsqueda de producción de un conocimiento trascendente.

En el libro de Porter y a partir de la introducción de Ibarra Colado, puede verse con claridad la forma de operación de las cúpulas administrativas gubernamentales o institucionales que buscan darle un contenido real a una forma imaginada, en el fondo Luis propone acercarse a las condiciones específicas de operación de los centros y de los sujetos del conocimiento .

Frecuentemente los funcionarios y directivos de nuestras entidades de dirección escolar enfatizan su papel de emisores de informes diseñados para engañar o persuadir a los superiores inmediatos y convencerlos de su calidad, productividad, eficiencia y eficacia, así un mecanismo diseñado para convencer al otro paradójicamente acaba convenciendo a los propios emisores quienes terminan constituyéndose en los sujetos de su autoengaño, convenciéndose más a sí mismos que a los receptores potenciales. Al leer el trabajo de Porter, no deja de pensar uno en la multiplicación de estos mecanismos que hoy rige la vida nacional.

No dudo que en La Universidad de Papel , se dicen muchas cosas que quisiéramos haber afirmado, revisado o discutido en distintas situaciones, lector constante, escribidor de múltiples facetas y hoy autor editado en un libro universitario, Luis afirma, propone o niega puntos que deben ser objeto de un tratamiento amplio por parte de los distintos sujetos de la educación , su texto lejos de dejarnos indiferentes dispara catapulta pensamientos de diversa naturaleza, hoy la discusión de los universitarios, debe continuar y el trabajo de Porter es una invitación a la misma para generar una nueva forma de educación superior acorde a la época.

 

Estudios e Investigaciones

José Rangel
Curvas de proyección de trayectoria escolar y mapas de probabilidad de egreso

Análisis Temático: Marco Normativo de la Educación Superior

Presentación

Ángel Díaz Barriga
Autonomía universitaria.
Origenes y futuro en la realidad mexicana

Guillermo Jiménez Fernández
Autonomía y rendición de cuentas
Yolanda Legorrete Carranza
Un estudio de política legislativa sobre la necesidad de una ley de educación superior
Carlos Pallán Figueroa

La larga (y a veces poco fructífera) marcha de la Autonomía universitaria en México
Agustín Pérez Carrillo
La jubilación en las universidades públicas
Ernesto Villanueva
El marco jurídico de la educación superior en la Argentina

Reformas e Innovaciones

José Trinidad Padilla López y Elia Marúm Espinosa
La vinculación de la universidad pública con el sector productivo

Mirador

María Concepción Verona Martel
La univerisdad y el profesor universitario reflexiones y comentarios

Estados del Conocimiento

Eduardo Ibarra Colado
Las tres facetas de Luis Potter en la "Universidad de papel": especialista autocrítico, zorrespín y zoon politicon
Raquel Glazman

La universidad de papel


Información para Colaboradores
Informe 2003

se aceptan colaboraciones