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Efectos sistémicos de la evaluación de
la investigación basada
en incentivos: El caso argentino
Sonia Araujo Correo e: mailto:saraujo@fch.unicen.ar
Investigadora del Núcleo de Estudios Educacionales
y Sociales, Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional del Centro
de la Providencia de Buenos Aires.
Resumen
El propósito de este trabajo es exponer las características
del Programa de Incentivos a los Docentes Investigadores aplicado en
la Argentina mediante el Decreto 2.427/93; presentar algunos datos sistematizados
que dan cuenta del logro de determinados efectos en la dirección
de los cambios esperados, y avanzar algunas hipótesis respecto
de otros efectos colaterales, que también se despliegan en los
académicos cuando participan en programas de este tipo. Se trata
de una mirada sistémica en la que se analiza una selección
de efectos del programa a partir de la información sistematizada
por quienes se encargan de su aplicación y seguimiento: la Secretaría
de Políticas Universitarias.
Palabras clave: Calidad, evaluación, investigación, incentivos,
efectos sistémicos.
Abstract
T he purpose of this paper is to introduce the characteristics of the
Incentive Program used for Research Faculty Members in Argentina, and
the presentation of systematized data that shows the achievement of some
effects in the course of expected changes. Moreover, some hypotheses
are presented on other collateral effects observed on faculty members
when they participate in this type of programs. The goal is to analyze
a set of effects of the program based on systematized data provided by
those in charge of its application and follow-up: The University Policy
Secretariat.
Key words: Quality, evaluation, research, incentives public policies,
Argentina.
* Investigadora del Núcleo de Estudios
Educacionales y Sociales, Facultad de Ciencias Humanas, Universidad
Nacional del Centro de la Provincia
de Buenos Aires.
Correo-e: saraujo@fch.unicen.ar
Introducción
Desde el último cuarto del siglo XX la educación superior
universitaria fue siendo partícipe de un lento proceso de cambio
en el marco de la constitución de una nueva agenda destinada a
la transformación de las instituciones del sector. En la década
de los noventa asistimos a la implantación de sus puntos clave
a través de acciones conjuntas –aunque no simultáneas– promovidas
por diversos organismos internacionales de financiación, y de
cooperación técnica y cultural, y de la definición
de políticas gubernamentales particulares a través de la
creación de organismos específicos en diferentes contextos
nacionales. Así, la evaluación de la calidad se ubicó en
el centro de la escena a través de un agresivo proceso de transferencia
internacional que la incorporó como una estrategia de gestión
de los sistemas de educación superior y, bajo el paraguas de la
calidad, se aglutinaron un conjunto de temas y problemas que aún
hoy filtran los sistemas de educación superior con un alto grado
de articulación interna y externa –o en su relación
con cambios sociales más profundos. (Araujo, 1999)
Una serie de términos tales como transparencia, rendición
de cuentas, competencia, rendimiento, calidad, flexibilidad y eficiencia
ha afectado el gobierno de las instituciones al mismo tiempo que el trabajo
de los académicos. El descubrimiento del mercado por parte del
Estado desplazó el poder de la oligarquía académica
(Clark, 1983) introduciendo una nueva ética competitiva entre
y dentro de las instituciones de educación superior. En esta nueva
modalidad de relación entre el Estado, la sociedad y las instituciones
de este sector educativo, el gobierno sigue siendo el actor más
importante por cuanto mantiene la iniciativa pero tiende a retirarse
de las intervenciones operativas, para pasar a ejercer un control a distancia
y a posteriori, estableciendo los límites legales y financieros,
y empleando instrumentos de control de calidad (Neave, 1988; Neave y
van Vught, 1994; Brunner, 1990; Enders, 2000; García Garrido,
2000).
En un contexto caracterizado por un recorte creciente de los recursos
fiscales destinados al sostenimiento de la educación superior
pública, la financiación selectiva de las actividades que
se intentan promover en el nivel institucional y la presencia de pagos
salariales adicionales –o incentivos– para los académicos
que las realizan, constituyen poderosos instrumentos que calan profundamente
en el trabajo académico al mismo tiempo que orientan los cambios
en una dirección específica y predeterminada en tanto envían
mensajes de aquello que se considera valioso e importante en la institución
(Jackson, 1999). En este sentido, la potenciación de la universidad
como espacio primordial y estratégico en el desarrollo de la investigación,
la consideración de esta última como un indicador relevante
de su grado de modernización y la confianza en la competencia
para la distribución de recursos financieros escasos como garantía
del mejoramiento de la calidad, han dado lugar a la implantación
de sistemas que, articulados en el trípode evaluación del
desempeño de la actividad investigadora, rendición de cuentas
y remuneración diferenciada, pretenden construir nuevos patrones
de comportamiento e institucionalizar y legitimar una nueva cultura institucional.
Situación que, en tanto establece una serie de condicionantes
a quienes ejercen la profesión académica, cualquiera sea
el área disciplinar de procedencia, afecta valores históricamente
arraigados a quienes la ejercen, tales como la autonomía, la libertad
de cátedra, y la originalidad y la creatividad en la investigación
científica.
Si bien la utilización de remuneraciones diferenciadas, incentivos,
recompensas o el sistema merit pay como instrumento para inducir cambios
en la educación no es nueva, la implantación de recompensas
individuales o institucionales así como de retribuciones diferenciadas,
a través de una política gubernamental claramente definida
y ejecutada se ha extendido a diferentes países, dando lugar a
una nueva ética competitiva en la regulación del acceso
a más y mejores recursos de financiación públicos.
Según Enders (2000) estas iniciativas presuponen la disminución
de la confianza general en la capacidad de autogobierno de los académicos;
la caricaturización del homo academicus como el profesor perezoso,
a quien hay que mantener en el trabajo mediante una gestión de
incentivos a breve plazo y sanciones visibles; y la visión del
académico como un homo economicus que puede ser controlado por
unos gestores centrados en costes que establezcan localmente normas,
reglamentación e instrumentos, y para un trabajo y una producción
eficaces.
La tendencia al empleo de esta estrategia que, en algunos países
suele ser la única vía para incrementar los ingresos económicos
frente al congelamiento o el recorte –como es el caso argentino– de
un porcentaje de los salarios de los docentes universitarios, se observa
tanto en países de Europa Occidental como de América Latina.
En efecto, el Reino Unido, España, México y Venezuela,
por ejemplo, han desarrollado sistemas que muestran una manera particular
de articulación del trípode al que hiciéramos referencia
más arriba. Aún cuando la intención no sea profundizar
cada uno de estos sistemas es importante señalar que, además
de otras características, comparten el hecho de ser propuestas
de estímulos a la investigación que suscitan todo tipo
de reacciones, con excepción de una, la indiferencia. Así,
son objeto de análisis, críticas, valoraciones, adhesiones,
rechazos según el papel y el impacto que han tenido estos programas
en el sistema universitario en su conjunto, y en instituciones, campos
disciplinarios y agentes específicos. Reacciones que, a su vez,
provienen tanto de parte de quienes están fuera como dentro del
sistema: autoridades encargadas de su aplicación en el nivel central,
autoridades universitarias, docentes inscritos en los programas de estímulos
a la investigación, docentes que no perciben incentivos por desarrollar
esta actividad, entre otros.
En el marco de las consideraciones descritas anteriormente, el propósito
de este trabajo es exponer las características del Programa de
Incentivos a los Docentes Investigadores aplicado en la Argentina mediante
el Decreto 2.427/93, presentar algunos datos sistematizados que dan cuenta
del logro de determinados efectos en la dirección de los cambios
esperados, y avanzar algunas hipótesis respecto de otros efectos
colaterales, que también se despliegan en los académicos
cuando participan en programas de este tipo. Cabe resaltar, sin embargo,
que se trata de una mirada sistémica en la que se analiza una
selección de efectos del programa a partir de la información
sistematizada por quienes se encargan de su aplicación y seguimiento.
Objetivos declarados en la creación del
Programa de Incentivos a los Docentes Investigadores
Como en la mayoría de los países del mundo occidental,
la Argentina no ha estado ajena al fenómeno de reestructuración
de su sistema de educación superior, durante la década
de los noventa. El Programa de Incentivos a los Docentes-Investigadores
constituye una iniciativa sectorial que, junto a otras, materializó la
versión local de la agenda modernizadora para la educación
universitaria en la Argentina, sustentada en los principios del Banco
Mundial desarrollados en Educación Superior: lecciones derivadas
de la experiencia. Así, la evaluación de la investigación
llevada a cabo por los docentes de universidades públicas bajo
la modalidad descrita sucintamente en el apartado anterior, se introduce
con anterioridad a la sanción de la Ley de Educación Superior
Nro. 24.521/95. En este sentido, anticipa la legalización de la
evaluación así como la creación de organismos intermedios –o
de amortiguación de choques entre la autoridad pública
y el sistema académico– que, descentralizando el poder estatal,
llevan a cabo diferentes tareas para su implantación en las instituciones
universitarias (Krotsch, 1998; 1999).
Como instrumento de la política pública, el Programa de
Incentivos a los Docentes Investigadores, creado por el Decreto 2.427/93
y puesto en marcha por la Secretaría de Políticas Universitarias,
tuvo los siguientes objetivos o efectos esperados:
• Promover el desarrollo integrado de la carrera académica,
esto es, el desarrollo de la docencia e investigación por parte
de los docentes universitarios.
•
Aumentar la participación del profesorado universitario en actividades
de investigación científica y tecnología (de alrededor
de 100,000 docentes del sistema de universidades nacionales sólo
participaba el 15% de ellos).
•
Recuperar el papel de la universidad en la investigación científica
y en el desarrollo de nuevas tecnologías de productos y procesos.
•
Utilizar el incentivo como un medio para aumentar las tareas de investigación
y desarrollo a nivel nacional.
•
Fomentar la reconversión de la planta docente motivando una mayor
dedicación a la actividad universitaria y la creación de
grupos de investigación incentivando la constitución de
estos últimos en universidades jóvenes con la participación
de docentes de otras universidades nacionales.
•
Utilizar el incentivo como una asignación de presupuesto en función
de programas específicos basados en criterios que favorecen el
rendimiento del trabajo académico.
Cabe destacar que tres requisitos fueron establecidos
para la participación
de los docentes de las universidades públicas en el sistema: realizar
actividades de enseñanza en las carreras de grado según
la dedicación al trabajo universitario; participar en proyectos
de investigación acreditados por entidades habilitadas; y poseer
una Categoría Equivalente de Investigación (CEI) mediante
un proceso de evaluación realizado por comisiones integradas por
académicos con reconocimiento y prestigio en las disciplinas de
origen. La permanencia en el sistema requiere de una evaluación
positiva del informe anual de investigación; informe que valora,
principalmente, la productividad científica y, con una ponderación
menor, la transferencia y la formación de recursos humanos.
Según C. Palacios (1999) –coordinadora del programa en el
nivel nacional–, en el diseño e implantación de este
instrumento fueron considerados una variedad de aspectos. La necesidad
de lograr un cambio cultural centrado en la modificación en el
esquema de valores propios de la vida académica como condición
para la instalación y el mantenimiento de pautas de excelencia.
Debía promover la calidad científica y académica
con el propósito de acercarse a parámetros internacionales.
Desde el punto de vista financiero significó la utilización
de recursos con fines específicos destinados a promover el incremento
de la calidad y la objetividad en la distribución de los recursos.
En este sentido, la confianza en la aplicación de incentivos para
la promoción de cambios implicó un nuevo criterio en la
distribución presupuestaria pues se sustentó en indicadores
de situación y desempeño de las universidades, según
programas específicos de reforma estructural dirigidos a aumentar
la calidad de las ofertas y los servicios universitarios, la formación
de recursos humanos altamente calificados, y la producción de
nuevos conocimientos y tecnologías. Finalmente, y desde el punto
de vista organizativo, se trataba de incidir en la organización
del régimen académico articulándose con las demás
herramientas definidas por el Ministerio de Cultura y Educación
destinadas a incitar la anhelada modernización de las universidades.
Continuidades y cambios
en el Programa de Incentivos a los Docentes Investigadores
El programa de incentivos aplicado en la Argentina,
como en algunos países donde se han implantado programas de este tipo, ha sido
objeto de modificaciones. Dos versiones podemos identificar en su puesta
en práctica: la primera que podríamos calificar como la
versión más optimista pues se caracterizó por la
apertura y el énfasis en los premios como mecanismo para la promoción
de la actividad investigadora; la segunda, que a través de una
normativa especialmente diseñada en el año 1997, el Manual
de Procedimientos, restringe el acceso al programa y acentúa el
régimen de penalizaciones.
Primera versión: apertura, optimismo
y énfasis en los premios como mecanismo para la promoción
de la actividad investigadora
La primera versión del programa –que coincide con el decreto
de creación– reconocía cuatro categorías de
docentes-investigadores denominadas Categoría Equivalente de Investigación
(CEI): A, B, C y D. Las dos primeras corresponden a los investigadores
formados, y quien accedía a ellas estaba habilitado para dirigir
proyectos individuales o grupales de investigación y para constituirse
en miembro de las comisiones evaluadoras de proyectos de investigación
o de investigadores. Las otras, incluyen a los investigadores en formación
que se constituyen en participantes de proyectos dirigidos por investigadores
con CEI A o B. Si bien la presentación del curriculum vitae introducía
una variedad de items para la evaluación de los docentes que contemplaba
actividades no relacionadas estrictamente con la actividad investigadora –como,
por ejemplo, la participación en actividades de gestión–,
los referentes para el otorgamiento de la CEI se asentaron en indicadores
de prestigio académico que han participado de un proceso de transferencia
internacional: entre ellos, las publicaciones, la cooperación
internacional, y la educación de posgrado y el entrenamiento para
la investigación (S. Boffo et al., 1999). En el caso de las publicaciones,
la jerarquización institucionalizada que va desde los artículos
en revistas internacionales con evaluadores externos como las más
valorados, hasta la presentación a reuniones científicas,
no sólo suponen la asignación de diferentes estatus entre
ellas sino que también origina disputas en torno al lugar y al
valor de cada una en los distintos campos del conocimiento. Las decisiones
sobre la distribución y asignación de prestigio académico
que se materializó en una CEI estuvieron a cargo de segmentos
de la comunidad académica organizados en Comisiones Evaluadoras
por disciplinas integradas por profesores universitarios con reconocida
trayectoria como investigadores.
Para el acceso a la remuneración diferenciada –además
de cumplimentar la carga horaria necesaria destinada a la actividad de
enseñanza–, fue requisito la acreditación de un proyecto
de investigación por parte de organismos denominados Entidad Habilitada
que financiaran total o parcialmente los costos de su ejecución
(equipamiento, materiales y útiles, trabajo de campo, relevamiento,
procesamiento y análisis de información). Para su aprobación
al menos uno de los docentes-investigadores participantes debía
poseer CEI no inferior a Docente Investigador B o equivalente, y dedicación
exclusiva, independientemente de la CEI en la que hubiese sido categorizado.
Cabe señalar que las dedicaciones docentes suponen diferentes
cargas horarias y regímenes de incompatibilidad con el desarrollo
de actividades en otros ámbitos y/o universidades: la exclusiva
es equivalente a tiempo completo y la semiexclusiva a tiempo parcial.
El incentivo se asigna según la CEI obtenida en el proceso de
evaluación, y es proporcional a la dedicación docente.
La remuneración fue otorgada en tres momentos sujeta al mecanismo
de “accountability” o rendición de cuentas. La primera,
entregada al inicio del incentivo; la segunda, luego de la presentación
del formulario de seguimiento; y la tercera, a posteriori de la presentación
del informe final. En este sistema, la evaluación negativa del
proyecto o de alguno de sus integrantes significa la pérdida del
incentivo, aunque no la CEI obtenida en el proceso de evaluación.
Cabe destacar, además, que de acuerdo con lo dispuesto en el Decreto
177/95 los montos abonados con esta modalidad tienen carácter
de becas de investigación siendo, en consecuencia, no remunerativos
y no bonificables.
En la actualidad se trata de un programa de incentivos sin incentivos
o con incentivos diferidos pues los pagos adicionales se efectúan
con un marcado retraso, en el marco de la restricción presupuestaria
que afecta al sector público, y de la cual no está exenta
la educación pública. Como ejemplos cabe señalar
que la tercera cuota del pago de incentivos del año 1999 se efectuó en
el mes de mayo del año 2000 y que la primera cuota de éste último
se realizó recién en el mes de octubre. En septiembre de
2002 aún no se han abonado las dos cuotas correspondientes al
año anterior. Los reclamos de la asociación gremial de
docentes universitarios recogen el pago en término como una de
sus reivindicaciones permanentes.
Segunda versión: Manual
de Procedimientos, restricción
y acentuación del régimen de penalizaciones
A cuatro años de su aplicación, y a solicitud de la Subsecretaría
de Coordinación Universitaria del Ministerio de Cultura y Educación
y del Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) –integrado por
los rectores de las universidades nacionales–, se introducen modificaciones
en las que “el centro” define, coordina, especifica y regula
el proceso de categorización de los docentes restando autonomía
a las instituciones universitarias individuales en dicho proceso.
Así, por Resolución Ministerial Nro. 2.307 de 4 de diciembre
de 1997 se aprobó el Manual de Procedimientos –inexistente
en la primera versión– para la aplicación del programa.
Este define como autoridad de aplicación la Secretaría
de Políticas Universitarias (SPU) y la Secretaría de Ciencia
y Tecnología (SECyT) del Ministerio de Cultura y Educación.
La administración estuvo a cargo de un coordinador bajo la órbita
de la SPU, quien fue asistido por una Comisión Asesora integrada
por cuatro miembros: dos provenientes del CIN, y dos del Ministerio de
Cultura y Educación.
Esta segunda versión del programa mantiene los requisitos básicos
para ingresar y permanecer en él: el desempeño como docente
en una universidad nacional, el cumplimiento de las actividades docentes
requeridas y la participación en un proyecto de investigación
acreditado. Se observa una restricción con respecto al acceso
puesto que sólo pueden participar en el programa los docentes
con dedicación exclusiva y semiexclusiva. Quienes revistan con
dedicación simple pueden formar parte de él, sólo
si son autoridades universitarias, o forman parte de un organismo reconocido
de investigación, becarios de CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas) o de la CIC (Comisión de
Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires),
miembro de la carrera de Investigador Científico del CONICET,
de la CIC o de otros organismos que se determinen.
Las categorías iniciales incluidas en el año 1993, A, B,
C y D, fueron reemplazadas por otras, I, II, III, IV y V. El nuevo sistema
de categorización incorporó un nuevo estrato y la redefinición
de funciones al interior del sistema. Así, se amplía el
abanico de jerarquías –cinco en lugar de cuatro CEI– y
de los docentes que pueden ejercer la tarea de dirección de proyectos –antes
A y B, ahora I, II y III. Una combinación de criterios tales como
jerarquía docente, y antecedentes en actividades de investigación
y en la formación de recursos humanos, constituyeron la base sobre
la cual se asignó la CEI. El proceso de evaluación fue
acompañado de una grilla –que surgió en el Acuerdo
Plenario del CIN Nro. 265/97– en la que se establecen los índices
para su otorgamiento así como el puntaje asignado a cada uno de
los items del curriculum vitae presentado por el docente-investigador.
Dos cuestiones merecen señalarse. Por un lado, en la evaluación
se ponderó el ejercicio de los docentes en cargos de gestión
universitaria –Rector, Decano, Secretario, etc.– lo cual
fue cuestionado por los miembros de las comunidades científicas
y académicas. Por el otro, el proceso de categorización
que se inicia en 1998 para la obtención de las categorías
I y II fue revisado íntegramente por la cantidad de reclamos presentados
luego de conocidos los resultados de la evaluación realizada por
las Comisiones Evaluadoras. Los problemas devinieron de la coexistencia
de la grilla con puntajes mínimos para la obtención de
diferentes C.E.I. y del Manual de Procedimientos. Así, la obtención
de un puntaje igual o superior a la CEI I o II no significó el
acceso a dichas categorías pues fue considerada la trayectoria
en la formación de recursos humanos pautada en el artículo
16 del Manual de Procedimientos. Por ejemplo, para el caso de la Categoría
II, además de acreditar la capacidad de planificar, dirigir y
ejecutar proyectos de investigación y de haber alcanzado la categoría
de profesor, deben haber contribuido a la formación de becarios
y/o tesistas de doctorado y maestría. A la situación anterior
se agregan otras en las que docentes-investigadores con CEI B desde el
año 1994, no obtuvieron en esta instancia la CEI II, equivalente
en este nuevo sistema.
El proceso de evaluación también se hace más complejo
en esta segunda versión del programa pues fue realizado a través
de la constitución de un Banco de Evaluadores definido por la
SPU y la SECyT, organizado por disciplina y constituido por docentes-investigadores
con categorías I o II, o con antecedentes equivalentes a los docentes
evaluados, buscando una equilibrada integración regional y disciplinar.
La innovación radica en la conformación de una Comisión
Regional de Categorización integrada por un representante de cada
universidad de la región para la categorización de los
aspirantes a categorías I, II, III y IV. Las categorías
asignadas por el procedimiento previsto tenían una vigencia de
tres años, periodo durante el cual no podía solicitarse
una nueva categorización.
Las condiciones para acreditar el proyecto de investigación también
fueron modificadas: la dirección puede estar a cargo de docentes-investigadores
con las categorías I, II y III que no tuvieran más de dos
proyectos a su cargo y es imprescindible la participación de un
docente-investigador con dedicación exclusiva, como mínimo,
con CEI III. Esta última condición es más restrictiva
respecto de la normativa anterior en la cual se requería la presencia
de un docente-investigador con dedicación exclusiva, independientemente
de su CEI.
Para la acreditación de proyectos se articulan aspectos relacionados
con el desarrollo de la investigación tanto en el ámbito
grupal como individual. Así, se evalúa el director, el
equipo de investigación, el proyecto de investigación presentado,
el financiamiento y las facilidades disponibles para su desarrollo. La
evaluación se lleva a cabo a través de informes de avance
o finales en los que se valoran los resultados alcanzados en términos
de publicaciones, trabajos enviados a publicar o en prensa, tesis finalizadas,
becarios dirigidos, patentes, grado de financiación alcanzado
con respecto al presupuesto original, transferencia, etc. La rendición
de cuentas requiere la documentación que certifique y avale el
cumplimento de los resultados especificados.
Como afirmáramos en el inicio, el Manual de Procedimientos legaliza
un sistema bien claro de penalizaciones pues las evaluaciones negativas
de los proyectos significan la pérdida del incentivo tanto como
la exclusión del programa, llegando a quedar el investigador fuera
del mismo con dos evaluaciones negativas. El sistema de controles aumenta
aún más con las auditorías que también se
incorporan en el nuevo marco normativo. Estas son efectuadas al universo
o una muestra representativa de diferentes grupos de investigación
por parte de Comisiones ad hoc, también integradas por expertos.
La calificación de “No Satisfactorio” en una auditoría
da lugar a las sanciones enunciadas anteriormente.
Efectos sistémicos del Programa de Incentivos
a los Docentes-Investigadores
Ahora sí serán analizados algunos efectos sistémicos
del programa a partir de la información cuantitativa sistematizada
por el órgano de aplicación. Interesa visualizar, particularmente,
el modo como a través del proceso selectivo se conforma un sistema
estratificado en el que juegan un papel significativo la dedicación
al trabajo universitario y el sexo de los docentes investigadores.
En primer término, durante los tres primeros años de aplicación
del programa, los datos cuantitativos parecen avalar una tendencia hacia
el logro de uno de los objetivos públicos declarados: el aumento
de la actividad de investigación en la universidad. En efecto,
como puede observarse en el Cuadro 1, hasta el año 1996 se registra
un aumento en el número absoluto de docentes-investigadores en
el programa y, por lo tanto, en el desarrollo de la investigación
en el sistema universitario público. Dicha tendencia, sin embargo,
comienza a tener un signo contrario a partir del año 1997, lo
cual evidenciaría la construcción progresiva de un sistema
más exigente en los procesos de evaluación y, por lo tanto,
más selectivo en cuanto se vuelven más rígidas las
condiciones para permanecer en él. Luego de cierta estabilidad
en el número de docentes-investigadores registrados en el sistema,
el año 2000 evidencia una recuperación cuyo número
se acerca al año de mayor cantidad de docentes-investigadores
inscritos en el programa.
Si observamos el comportamiento según CEI, el porcentaje de docentes-investigadores
con categoría A tiende a permanecer estable –con un leve
aumento luego del segundo proceso de categorización– mientras
que el porcentaje con categoría B muestra una disminución
a través del tiempo, con una tendencia estable en el lapso 1997-1999
y una disminución significativa en el año 2000 con respecto
al porcentaje de docentes-investigadores en esta categoría cuando
se puso en marcha el programa. El incremento se desplaza hacia la categoría
C –casi un 25% con respecto al año anterior–, mientras
que el porcentaje de docentes-investigadores categorizados como D, luego
de un aumento significativo en 1995, tiende a disminuir levemente en
los dos últimos años consignados, con una baja considerable
en el año 2000. Se observa, así, una mayor movilidad ascendente
entre las categorías inferiores –de D hacia C– pero
también un descenso desde la B hacia la C. Cabe observar que la
composición de los diferentes estratos evidencia una pirámide
con una base amplia cuya tendencia a estrecharse cada vez más
en la parte superior, constituye un indicio de la estratificación
que el programa introduce en el profesorado universitario.
Cuadro 1
Docentes investigadores que perciben incentivo,
por categoría equivalente de investigación. Periodo 1994-2000
Fuente: Elaboración propia basada en datos
de la SPU- Programa de Incentivos.
La distribución de docentes-investigadores en el sistema universitario
público está vinculada con el tamaño de las instituciones
del sector. Por ejemplo, en el año 1998 el Programa de Incentivos
contaba con 16,905 docentes-investigadores concentrados, principalmente,
en las universidades nacionales de Buenos Aires (17%), La Plata (12%),
Córdoba (9%), Rosario (6%) y Tucumán (6%). El resto, aunque
con diferente porcentaje de participación en el total nacional,
se distribuía entre las 27 universidades nacionales restantes.
Para el año 2000, con excepción de las universidades de
Rosario (7.1%) y Tucumán (6.7%), el resto disminuye la participación
porcentual: las universidades de Buenos Aires (15.3%), La Plata (9.8%)
y Córdoba (7.2%).
En el Cuadro 2 se observa que el porcentaje de docentes de cada dedicación
que participan en el programa de incentivos muestra un incremento en
cada una de las dedicaciones: exclusiva, semiexclusiva y simple. Puede
visualizarse, también, que a medida que disminuye la dedicación
docente es menor la proporción de docentes que participan en el
programa, aunque en el periodo 1994-1996 fue creciendo la participación
de docentes con dedicación semiexclusiva. En los años 1997-1998
disminuye la participación de los docentes con dedicación
simple y continúa la tendencia creciente del número de
docentes exclusivos. Pareciera, entonces, que los docentes con dedicaciones
más bajas son los más perjudicados en este sistema. De
manera que el tiempo de dedicación a la actividad universitaria
incide en las probabilidades de éxito o de fracaso en tanto los
datos indicarían que se vuelve más selectivo en función
de esta variable. Otro dato de relevancia es el bajo porcentaje de docentes
que perciben incentivos en el sistema universitario público: el
11.5% en 1994, el 16.0% en 1995 y el 18.2% en 1996. Aunque se trate de
un porcentaje que registra un leve aumento en los tres primeros años
de aplicación, el dato es un indicador más de su carácter
selectivo. De nuevo la mayor proporción de docentes con dedicación
exclusiva con relación a la totalidad de profesores que poseen
esta dedicación, permite prever que éstos son quienes tienen
más probabilidad en el ingreso y la posterior continuidad en tanto
la mayor dedicación al trabajo universitario facilita, obviamente,
el cumplimiento de los requisitos de la evaluación en el programa.
Cuadro 2
Participación de los docentes que perciben incentivo
respecto a la planta docente de cada dedicación. Periodo 1994-1996
Fuente: Elaboración propia basada en datos
de la SPU- Programa de Incentivos.
El crecimiento del porcentaje de docentes que
perciben incentivos respecto de la planta docente de cada dedicación a través del tiempo,
no se observa cuando se analiza el comportamiento de cada dedicación
docente según el número total de docentes-investigadores
que perciben incentivos en un año determinado. Como puede leerse
en el Cuadro 3, si bien se registra un leve aumento en el número
de docentes-investigadores con dedicación exclusiva que perciben
incentivos en el lapso 1994-2000, la participación porcentual
disminuye en el periodo 1995-1997, con un leve aumento a partir de 1998.
Un incremento en el lapso 1994-1996 se observa en la participación
porcentual de las dedicaciones semiexclusiva y simple, con una disminución –aunque
levemente más significativa en el caso de los docentes-investigadores
con dedicación simple–, en el periodo 1997-1999 para las
primeras y 1997-2000 para las segundas. Estos datos evidenciarían
que al mismo tiempo que decrece el número de docentes-investigadores,
la disminución afecta más a quienes poseen la menor dedicación
a la actividad universitaria. En efecto, mientras que en el periodo 1994-1998
para el caso de quienes poseen dedicación semiexclusiva y exclusiva
se observa un crecimiento de 2.3% y de 2.1%, respectivamente, para los
docentes-investigadores con la menor dedicación a la actividad
universitaria significa un decrecimiento del 4.4%. Como ya lo afirmamos
esta situación se produce en el marco de la disminución
de docentes-investigadores que participan en el programa a partir de
1997. Para los años 1998-1999 se observa estabilidad en la cantidad
de docentes-investigadores incluidos en el sistema que va acompañada
de un incremento porcentual de quienes tienen dedicación exclusiva
y semiexclusiva en detrimento de quienes poseen menor dedicación
a la actividad universitaria.
Cuadro 3
Distribución porcentual del número de docentes investigadores
que perciben el incentivo según dedicación docente. Periodo
1994-2000
Fuente: Elaboración propia basada en datos
de la SPU- Programa de Incentivos.
Veamos, a continuación, cómo se distribuye la cantidad
de docentes-investigadores según sexo. Como puede leerse en el
Cuadro 4, para los años en los que se registran datos, es mayor
el número y porcentaje de mujeres que forman parte del programa.
Cuadro 4
Distribución porcentual del número de docentes-investigadores
que perciben incentivos según sexo. Periodo 1998-2000
Fuente: Elaboración propia basada en datos
de la SPU- Programa de Incentivos.
Como dijimos anteriormente, si bien es cierto que el número de
docentes-investigadores mujeres supera al número de varones, las
condiciones de trabajo en cuanto a la dedicación docente a la
actividad universitaria, son más favorables para los segundos.
En efecto, como puede observarse en el Cuadro 5 los hombres tienen un
porcentaje mayor de dedicaciones exclusivas en tanto que las mujeres
tienen una dedicación semiexclusiva al trabajo universitario.
En cambio, no se registran diferencias significativas en la distribución
de las dedicaciones simples según esta variable.
Cuadro 5
Distribución porcentual de dedicaciones a la docencia
universitaria de los docentes investigadores según sexo. Periodo
1998-2000
Fuente: Elaboración propia basada en datos
de la SES- Programa de Incentivos.
En cuanto al tiempo de dedicación a la investigación según
porcentaje de la dedicación exclusiva, se observa que también
son los varones quienes más tiempo dedican a la investigación
pues lo hacen en un 50% de la mayor dedicación. Las mujeres tienden
a dedicar un 25% de la dedicación exclusiva en comparación
con los varones, y un porcentaje similar de varones y mujeres le dedica
un 12.5% de la dedicación exclusiva a la actividad de investigación.
De manera que si el tiempo del cual se dispone para el trabajo universitario
es un factor que incide en el éxito o el fracaso en el programa
es de esperar que las mujeres estén más expuestas a las
sanciones propias del sistema de evaluación de la actividad de
investigación que se realizan en el marco del programa.
Cuadro 6
Distribución porcentual del tiempo de dedicación
a la investigación de los docentes-investigadores según
sexo. Periodo 1998-2000
Fuente: Elaboración propia
basada en datos de la SES- Programa de Incentivos.
Al análisis anterior agregaremos otras apreciaciones respecto
de los efectos del programa en la vida académica formuladas por
quienes se han encargado de su administración. El programa de
incentivos modificó la inserción de los investigadores
de la Comisión Nacional de Investigaciones Científicas
y Técnicas (CONICET) pues comenzaron a dedicarle más tiempo
a las actividades de docencia. No varió sustancialmente el número
de proyectos de investigación y desarrollo, pero se verificaron
cambios en la estructura de los mismos y el promedio de integrantes por
proyecto pasó de 1.8 a 3. Así, disminuyó la participación
de los proyectos unipersonales al 3%, en contraste con el 20% que registraban
las universidades 15 años antes. Se redujo la cantidad de proyectos
con una duración menor a un año. La participación
promedio de investigadores equivalente a jornada completa por proyecto
aumentó sensiblemente de 0,64 en 1982 a casi 2 en 1997 (Palacios,
1999).
Otros cambios positivos observados desde quienes han gestionado el programa
se refieren a su impacto en la formación de recursos humanos,
en las publicaciones, en la difusión y en su impacto social. En
el primer caso, cada investigador formado aumentó el número
de becarios y de tesistas y se incrementaron las tesis de posgrado aprobadas
por cada cuatro o cinco proyectos de investigación una proporción
de 52% de doctorado y 48% de maestría. Desde el punto de vista
de las publicaciones, los artículos publicados en revistas por
estos investigadores representan el 73% del total nacional del año
1996, y el 70% de las publicaciones argentinas de 1996, indexadas en
el Science Citation Index, corresponden a las universidades nacionales.
Se observa un promedio anual de tres participaciones en congresos por
proyecto. En cuanto a su impacto social, los datos disponibles muestran
que las patentes declaradas en los proyectos de investigación
y desarrollo del programa, representan el 35% del total de las patentes
otorgadas a residentes en el país en 1996. Para 1999, uno de cada
cuatro docentes estaba participando en tareas de investigación,
en contraste con la proporción de uno a siete de 1993. (Palacios,
1999; Palacios y Curti, 1998; Palacios, Curti y Alonso, 1996)
Evaluación de la investigación, incentivos, docencia y
carrera académica
Visto el programa desde su cara pública o en términos
de los objetivos declarados, puede ser concebido como un instrumento
tendiente a la profesionalización académica pues promueve –y,
efectivamente, promovió– la investigación en la universidad
y una mayor dedicación al trabajo universitario, como un intento
destinado a erosionar algunos rasgos que caracterizan un sistema tradicional
de educación superior. Según Brunner y Flisfisch (1989)
en un sistema con estas características: la actividad académica
se centra en la docencia; la docencia implica una dedicación marginal
en la actividad profesional; el prestigio se obtiene a través
de la calidad en la actividad de enseñanza cuya adjudicación
queda más ligada a los estudiantes que a la evaluación
de pares académicos; entre otros. En este sentido, los programas
de estímulos a la actividad investigadora, por definición,
incluyen rasgos constitutivos de la profesión académica:
la institucionalización de un sistema de competencia por prestigio
entre académicos en la cual interviene la propia comunidad disciplinar
(evaluación a través de pares); y la constitución
de un mercado académico con posiciones académicas definidas
formalmente al interior de las universidades y jerarquizadas según
prestigios diferenciales (constitución de jerarquías en
el sistema de investigación).
Como quedara expresado, entonces, la pretensión central del programa
de incentivos a los docentes-investigadores en la Argentina fue institucionalizar
un sistema de investigación en las universidades públicas
con un doble propósito: por un lado, constituyó un instrumento
destinado a potenciar la actividad de investigación en docentes
que dedicaban su tiempo de trabajo casi exclusivamente a la enseñanza
y, por el otro, articular la actividad de investigación con la
de enseñanza cuyo divorcio se daba en científicos que,
estando adscritos a organismos que tradicionalmente han pautado la carrera
de investigadores (CONICET, por ejemplo), no realizaban actividades de
docencia. A este objetivo explícito concebido como una vía
capaz de promover el mejoramiento de la calidad de la enseñanza
en las aulas universitarias se añade una derivación que
deviene de su propia lógica de aplicación: se trata de
un sistema selectivo que introduce una nueva modalidad de asignación
de poder y prestigio académicos al que preexistía con anterioridad
a su implantación. En efecto, el ingreso y el ascenso en las diferentes
categorías docentes –Profesor (Titular, Asociado o Adjunto)
o Auxiliares Docentes (Ayudante o Jefe de Trabajos Prácticos)
se realizaba a través de concursos públicos de antecedentes
y oposición con la participación de jurados evaluadores
provenientes de la comunidad académica, de miembros del cuerpo
estudiantil y de graduados universitarios. En esta estructura el cuerpo
docente incluía dos categorías amplias: los profesores
con capacidad de organizar y dirigir la enseñanza, y los auxiliares
docentes encargados de realizar las tareas de apoyo a los primeros. Esta
modalidad de regulación de la carrera docente que, aún
hoy constituye el mecanismo legítimo para acceder y obtener la
promoción en un cargo universitario, se superpone con la evaluación
de la investigación, dando lugar a un nuevo sistema de jerarquías
en cuanto construye un nuevo sector: los docentes-investigadores. Como
ya fuera planteado, se trata de un sistema estratificado que combina
jerarquía en el programa –expresada a través de la
CEI obtenida– con retribuciones económicas diferenciales,
asignadas en términos del status jerárquico logrado y de
la dedicación al trabajo universitario.
Con la implantación del programa de incentivos a la investigación
se superpone una nueva escala de prestigios que se asienta en criterios
del modelo clásico de la profesión académica en
países desarrollados: la posesión de títulos de
posgrado –valoración del grado de doctor por sobre el de
maestría-; la calidad de la institución formadora; el tipo
de carrera profesional y las experiencias profesionales exhibidas; la
productividad científica demostrada; y la calidad y las características
de su producción escrita y los medios en que se ha realizado la
publicación. Este proceso de implantación, como en todo
proceso de reforma, no se produjo sin pugnas ni conflictos en las comunidades
disciplinarias en la base de las instituciones. Allí donde no
existían enclaves de profesionalización académica,
docentes que a través de concursos habían obtenido las
categorías superiores en la carrera docente, no accedieron a una
categoría que les permitiera dirigir proyectos de investigación
en la evaluación realizada según los parámetros
del programa de incentivos a la actividad investigadora. Sin embargo,
no puede desconocerse que el estímulo y la ponderación
de esta actividad a través de incentivos promovieron el aumento
de los programas y estudios de posgrado, de la investigación en
las universidades y de la productividad académica de los universitarios.
Criterios que, a su vez, se trasladaron hacia la evaluación para
el ingreso, la continuidad y la promoción en la carrera como docente.
Pareciera, entonces, que se ha asistido a un proceso de evaluación
de la investigación que ha impactado en la docencia, en cuanto
a los criterios de acceso y promoción, atenuando la presencia
de jerarquías disímiles en las carreras de los académicos
en las actividades de enseñanza y de investigación. Este
proceso adquirió diferentes particularidades en función
de las tradiciones disciplinarias y su acercamiento a los criterios empleados
en la evaluación de la investigación y los investigadores.
Reflexiones finales
Podemos decir que, en el caso argentino, la modernización de
las instituciones universitarias encaminada a promover la actividad investigadora
de los académicos a través de la utilización de
estímulos específicos, permitió aumentar la actividad
de investigación, tal como lo demuestran los datos expuestos.
Sin embargo, el programa tuvo un impacto diferencial en el sistema universitario
en su conjunto, puesto que se asentó sobre un conjunto de instituciones
universitarias caracterizadas por su heterogeneidad en términos
de origen, historia, y tradición científica y académica.
Ante una situación de congelamiento de los salarios docentes,
a través de incentivos económicos adicionales, el programa
incentivó la presentación de proyectos de investigación
en docentes y grupos sin tradición en esta actividad. Así,
la constitución de una estructura de investigación que
favorecía la formación de recursos humanos, no tuvo los
mismos efectos esperados en grupos con una trayectoria de investigación
consolidada y reconocida, que en grupos conformados en el momento de
la incorporación al programa. Los datos también muestran
que potenció el desarrollo de los estudios de posgrado en un sistema
caracterizado por una escasa oferta de programas de formación
en este sentido en el momento de su aplicación.
También es cierto que el desarrollo de la actividad de investigación
en la universidad se realizó a través de un sistema en
el que sólo un pequeño porcentaje de académicos
participa del sistema. En este sentido, como se ha constatado en otros
países, se trata de una propuesta que en la selección que
realiza sobre unos indicadores explícitos que se asientan en la
valoración del mérito a la actividad científica
expresado en términos de productividad académica, introduce
una marcada estratificación interna entre docentes-investigadores
y externa entre docentes-investigadores y docentes universitarios que
no participan del programa.
A la estratificación interna que deviene de la CEI que se adjudica
a los docentes-investigadores, se agrega la que surge de la dedicación
al trabajo universitario pues, como queda constatado en los datos presentados,
quienes logran más éxito son aquellos que tienen una mayor
inserción en la institución a través de dedicaciones
docentes más altas. En este caso, son las mujeres quienes se encuentran
en una posición más desfavorable, pues los hombres han
accedido a un mayor porcentaje de las dedicaciones exclusivas. Desde
esta perspectiva resulta interesante la profundización de estudios
que aborden las cuestiones de género en el campo de la investigación,
la ciencia y la tecnología. La información relativa a la
menor dedicación al trabajo universitario de las mujeres tanto
como algunos datos sistematizados en un estudio concreto (Araujo, 2000),
en el que se evidencia que las mujeres son las que tienen inferiores
CEI, quienes están más expuestas a situaciones de estrés,
quienes más seleccionan sus actividades en el ámbito universitario
para mejorar su posición en el sistema de investigación,
entre otros, que confirmarían su situación de desventaja
frente a los hombres, podrían estar indicando que la feminización
de la matrícula universitaria observada para América Latina,
en general, y para la Argentina, en particular, no ha implicado las mismas
posibilidades y oportunidades para el ascenso y promoción profesional,
al menos, en el ámbito universitario (cfr. Brunner, 1990; Carnoy
y de Moura, 1997).
Cabe destacar que la contracara de la estratificación que introduce
el programa de incentivos es la presencia de conductas que contradicen
los objetivos públicos y esperados. En efecto, en el ámbito
institucional la diferenciación suele potenciar comportamientos
de rivalidad y competencia antes que de colaboración y cooperación
entre docentes-investigadores y grupos de investigación.
Como se desprende de la información presentada el programa estimuló la
productividad académica expresada en el aumento de las publicaciones
en revistas especializadas y en congresos. Sin embargo, cabe señalar
que dicho aumento suele ir acompañado de otras conductas que han
sido categorizadas como fraudulentas (Noah y Eckstein, documento inédito;
Moreno Olmedilla, 1999), pues la rendición de cuentas anual para
la continuidad en el programa –que está sujeta a la valoración
positiva del informe final del proyecto de investigación–,
estimula la aparición de conductas especulativas en términos
de la adopción de estrategias individuales y grupales de publicación
y de rendición de cuentas, que suelen provocar la pérdida
de la originalidad, la calidad y del carácter inédito de
las publicaciones. Es probable que este tipo de respuestas esté asociado
al grado de desarrollo de los sistemas de educación superior y
de los campos científicos en cuanto a la distancia que los separa
de aquellos más modernos en términos de la incorporación
de la investigación como actividad central de la universidad,
y al modo particular como se articulen, en programas nacionales específicos,
remuneración diferenciada y tipo de sanciones implicados en los
procesos de evaluación.
Otra consecuencia que no se desprende del análisis cuantitativo,
y que estaría socavando la calidad de la investigación,
es la rigidez y excesiva burocratización del trabajo como resultado
de una continua y permanente rendición de cuentas de los resultados
del proyecto de investigación a las que están expuestos
los docentes-investigadores. El tiempo y esfuerzo que se consume en el
llenado de formularios tanto para renovar anualmente la inscripción
en el programa como la presentación anual de los resultados del
proyecto de investigación, le quita un tiempo excesivo al desarrollo
de la actividad científica en sentido estricto. La rendición
de cuentas, también, va acompañada de otros efectos colaterales
no contemplados en el programa y que se traducen de diversas maneras:
en la disminución de la atención a las demandas de los
estudiantes y un menor tiempo dedicado a las tareas de docencia y extensión;
en la presencia de una menor autonomía para definir temas de investigación;
en la selección y orientación de las actividades con el
propósito de mejorar la categoría como investigador; en
la utilización de artilugios y situaciones en las que se infla
artificialmente el curriculum vitae para lograr una mejor la categoría
como investigador; en la presencia de situaciones de amiguismo que, para
algunos docentes-investigadores, favorecen a determinados colegas en
los procesos de evaluación tanto como la valoración de
actividades no científico-académicas en los procesos de
evaluación; entre otros. Cabe destacar que muchos de estos efectos
han sido constatados y sistematizados a través de la aplicación
de un cuestionario y de entrevistas en un esfuerzo por desentrañar
y aprehender la cara más opaca del programa que hemos presentado
en este trabajo (Araujo, 2000; Araujo, 2001).
Y, como colofón, quizá convenga plantear la necesidad de
profundizar el desarrollo de estudios sistemáticos tendientes
a captar los efectos de programas que, con las características
que hemos descrito en este abordaje, tienen una corta historia. Los estudios
comparados entre sistemas de educación superior en diferentes
países donde se emplean programas de este tipo, entre instituciones
de educación superior dentro de un mismo sistema de educación
superior y campos disciplinarios, constituirían aportes relevantes.
La investigación de la cara explícita o pública,
tal como se ha constatado en el análisis realizado, permite comprobar
su eficacia en la orientación y dirección del comportamiento
de un sector de los docentes universitarios. Los efectos logrados, a
su vez, se han prolongado más allá de la obtención,
en los plazos previstos, del pago adicional por participar en el programa.
En el marco de las ideas expresadas es posible detectar la presencia
de un currículum oculto que se desarrolla paralelamente a los
aprendizajes implicados en los objetivos declarados por la política
gubernamental pues implica, también, la adquisición de
valores, actitudes, normas que suelen ser contradictorios con los propósitos
públicos o declarados por la política gubernamental. Puesto
que se trata de una temática casi inexplorada resulta necesario
indagar los efectos esperados e inesperados de estos programas puesto
que las modalidades de incentivos a la actividad investigadora, tal como
se institucionalizan en la década de los noventa en el marco de
las políticas de evaluación de la calidad universitaria,
como dijéramos más arriba, son recientes.
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El conocimiento de la función de extensión
universitaria
por parte de sus trabajadores en la UABC
Luz María
Ortega Villa*
* Facultad de Ciencias Humanas, UABC.
Correo e:
lucyo@uabc.mx
Resumen
La extensión de la cultura y los servicios es reconocida como
una función sustantiva de las universidades mexicanas; sin embargo,
en la práctica enfrenta diversos problemas, entre los que se cuenta
la falta de inteligibilidad que tiene tanto para la comunidad externa
como para los propios universitarios, en especial los que laboran en
las áreas de la función de extensión.
La investigación que sustenta este artículo tuvo cuatro
objetivos particulares, de los cuales se muestran los resultados relativos
a los niveles de conocimiento que tienen los extensionistas de la Universidad
Autónoma de Baja California, acerca de la misión universitaria
y de los fines de la función extensión.
Palabras clave: Extensión universitaria,
trabajadores universitarios.
.
Abstract
The extension services are acknowledged in Mexican universities as a
fundamental function; nevertheless, it faces several problems in the
practice, like the lack of understanding of the extension among the external
an internal communities, especially in the case of those who work in
the different areas involving this function.
The research on which this article is based upon had five specific purposes;
in this article results are showed concerning only the goal of establishing
the degree of knowledge of the university’s mission and the purposes
of that function among the workers of the extension services at the Autonomous
University of Baja California.
Key words: Extension services, workers of the extension.
Antecedentes
La extensión de la cultura y los servicios se reconoce, según
lo acordado por el Consejo de Universidades Públicas e Instituciones
Afines de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones
de Educación Superior (ANUIES), como una función sustantiva
que tiene como propósito el hacer partícipes de los beneficios
de la educación y la cultura nacional y universal a todos los
sectores de la sociedad, “tratando de incidir en su integración
y transformación, mediante la difusión, divulgación,
promoción y servicios del conocimiento científico, tecnológico,
artístico y humanístico” (ANUIES, 2000: 71).
Sin embargo, aun cuando se reconoce su carácter de función
sustantiva, esto es, de ser esencial para realizar los fines de una universidad,
desde que fue incorporada a la normativa institucional la también
llamada extensión universitaria ha estado en franca desventaja
respecto de la docencia y la investigación, lo que en la práctica
cotidiana se traduce en una serie de obstáculos como: menor participación
presupuestal; escaso conocimiento de la función por parte de instancias
federales encargadas de elaborar los proyectos nacionales de educación
superior; poca o nula vinculación con las otras dos funciones
sustantivas; ausencia de programas de formación y actualización
permanente del personal a cargo de la extensión; y necesidad de
integrar las áreas que conforman la función, de llevar
a cabo una adecuada planeación y de contar con procesos administrativos
integrales que sustenten su operatividad (Lloréns, 1992; Ruiz,
1992).
Así, independientemente de las características específicas
que la función adquiere en cada institución de educación
superior, la situación predominante sigue siendo la de una extensión
universitaria eminentemente ornamental, accesoria respecto de la docencia
y la investigación; una función que si bien forma parte
de la estructura institucional, no incide en que ésta se transforme
a partir de la realización de los valores que la sustentan. La
extensión se presenta entonces como una función que crece
por el número de actividades que se le asignan, pero que no se
articula orgánicamente en sí misma, ni presenta una identidad
clara e inteligible para los universitarios o para la sociedad con la
que interactúa (Lloréns, 1992).
Tal situación ya ha sido reconocida en el nivel nacional por parte
de las instituciones de educación superior (IES) afiliadas a la
ANUIES al enunciar algunas debilidades de la función, entre las
que se cuenta el hecho de que no se ha logrado articular adecuadamente
a la extensión con la docencia y la investigación; que
la orientación de las acciones de extensión ocupa –en
algunas instituciones– un espacio marginal al considerar a esta
función como una actividad ornamental; que la función no
ha logrado generar una imagen como actividad académica; y que
la planeación de la extensión no ha podido rebasar los
modelos de gestión espontáneos y reactivos a los requerimientos
(ANUIES, 2000).
De este modo, como función sustantiva encomendada a las instituciones
de educación superior, la extensión de la cultura y los
servicios enfrenta actualmente el reto de redefinir sus propósitos,
estrategias y formas de acción, con el fin de estar en posibilidades
de responder adecuadamente –en su campo de actividad–, a
los requerimientos que la comunidad plantea a las IES, para lo cual se
hace necesario iniciar una profunda reflexión sobre el papel que
en el contexto presente corresponde a esta función, a la cual
se concibe como el espacio que permite articular los esfuerzos de la
docencia y la investigación con el propósito de incidir
en la sociedad (ANUIES, 2000).
En la Universidad Autónoma de Baja California (UABC) se ha hecho
manifiesto que existe una clara intención de modificar la dinámica
actual de la institución en aras de propiciar la formación
integral de los universitarios, incluyendo a la comunidad interna a través
de acciones que propicien su creciente participación en actividades
de extensión, en el marco de una estrategia de desarrollo institucional
que teniendo al estudiante como eje, busca cumplir su misión con
cada vez mayores niveles de calidad (UABC, 1999).
No obstante, en toda estrategia de desarrollo organizacional es menester
tomar en cuenta que las organizaciones son sistemas abiertos, insertas
en un ambiente y constantemente influenciándolo y siendo influenciadas
por él (Argyris, 1993). Al concebir a la organización como
un sistema, se la define como un conjunto de elementos dinámicamente
relacionados que desarrollan una actividad para lograr un objetivo o
propósito, que opera con datos/energía/materia como resultado
de su actividad. Así, en las organizaciones, y sin importar su
complejidad, existen dos elementos: el elemento básico y los elementos
de trabajo. El elemento básico de toda organización son
las personas, ya que sus interacciones conforman a la organización.
Esas interacciones pueden ser: individuales, entre los individuos y la
organización, entre la organización y otras organizaciones,
y entre la organización y el ambiente total (Chiavenato, 1997).
En opinión de Chiavenato (1997) una organización, como
sistema de actividades coordinadas de manera consciente y formado por
dos o más personas, existe solamente cuando hay individuos que
siendo capaces de comunicarse, están dispuestos a actuar conjuntamente
a fin de lograr un objetivo común, lo cual implica que en los
individuos exista la disposición para sacrificar su comportamiento
en beneficio de la organización. En tal sentido, la teoría
Y de la administración busca integrar los intereses individuales
con los objetivos de la organización (Mc Gregor, 1982).
La teoría Y pone en la gerencia la responsabilidad de la solución
a los problemas de la empresa, debido al desconocimiento de los recursos
humanos con que cuenta, y da por hecho que el individuo va a ejercer
el autocontrol en su esfuerzo por alcanzar los objetivos de la organización
en que labora en la medida en que se comprometa al logro de dichos objetivos
(Mc Gregor, 1982). No obstante, ese compromiso podrá darse en
tanto que esos objetivos sean conocidos y reconocidos como valiosos por
el individuo.
Por ello, si bien las organizaciones existen para cumplir un propósito,
una finalidad, es menester establecer objetivos, metas y ambiente interno
que necesitan los participantes para poder alcanzar los fines organizacionales;
en otras palabras, se hace necesario definir el deber ser. Aún
más, es necesario que a quienes conforman la organización
se les requiera el cumplimiento de objetivos y metas que estén
claramente relacionados con la organización como un todo (Argyris,
1993). La falta de claridad o de conocimento respecto de esos fines hace
que se corra el riesgo de ir a la deriva y que sean las condiciones del
momento las que determinen qué hacer (Chiavenato, 1997). Esto,
que es válido para las organizaciones, no lo es menos para los
individuos dentro de ellas, pues ante el desconocimiento de los propósitos
de su quehacer, puede suceder que las personas desempeñen su trabajo
en función de las exigencias inmediatas por una determinada actividad,
sin establecer su relación con los fines de la organización,
que en el caso de la universidad pública mexicana contemporánea
son los del servicio a través de sus tres funciones principales,
llamadas sustantivas.
Lo anterior resulta importante ya que a partir de los ejercicios de evaluación
de la función extensión realizados por la Comisión
Nacional para la Evaluación de la Educación Superior (Conaeva)
en 1991, se llegó a la conclusión de que el personal dedicado
a esa función se había formado en la práctica y
contaba con un alto grado de movilidad, además de que se carecía
de marcos de referencia que orientaran las actividades que a ella se
le asignan (ANUIES, 2000).
Por otra parte, en 1994 la UABC fue objeto de evaluación en lo
relativo a la función de extensión por parte de uno de
los Comités Interinstitucionales para la Evaluación de
la Educación Superior (CIEES), cuyo reporte ya señalaba
la necesidad de poner en marcha estrategias que permitieran al personal
operativo de la función, conocer y hacer propia la normatividad
en la materia, con el fin de que su participación fuese más
congruente con los objetivos institucionales. (Comités Interinstitucionales
para la Evaluación de la Educación Superior, 1995).
Como un esfuerzo reciente hecho por la UABC, relativo al impacto de la
extensión entre los propios universitarios, el nivel de logro
de la función al interior de la institución ha sido descrito
en el trabajo titulado “Estudio de preferencias culturales de la
comunidad universitaria” (Estrella y Ortega, 1996), específicamente
en la sección dedicada a la audiencia de medios internos, cuyos
resultados demuestran el escaso nivel de conocimiento y consumo de los
productos culturales de la UABC por parte de los universitarios en general
y que se agrava entre el personal administrativo, grupo en el que se
ubica la mayor parte de los trabajadores de la Dirección General
de Extensión Universitaria (DGEU).
Objetivos
Con base en los antecedentes descritos, se llevó a
cabo un estudio cuyos objetivos particulares fueron:
1. Determinar el perfil general de quienes se
dedican a las labores de extensión universitaria a partir de su adscripción
laboral en la DGEU de la UABC.
2. Establecer los niveles de conocimiento de la misión institucional
de la UABC y de los fines de la función extensión dentro
de ella, que tienen los trabajadores de extensión universitaria.
3. Identificar la opinión que se tiene entre el personal asignado
a la función, respecto de la calidad con que se realizan las actividades
de extensión en general y las de su área de trabajo en
particular.
4. Registrar la proporción de personal adscrito a la DGEU –así como
de sus familiares–que participan en actividades de extensión
universitaria diferentes a las que se llevan a cabo en el área
de trabajo del extensionista.
Debido a lo extenso del instrumento utilizado
para la investigación,
en este artículo se dan a conocer los resultados correspondientes
al segundo y tercer objetivos, con el propósito de conocer un
aspecto hasta ahora poco abordado en la investigación en educación
superior y en especial en lo relativo a la extensión de la cultura
y los servicios: la comprensión de la misión institucional
y de la extensión universitaria por parte de los propios universitarios,
en este caso los trabajadores de esa función sustantiva.
Método
Se realizó un estudio de tipo exploratorio mediante la aplicación
de un instrumento que consta de dos grandes secciones: la primera se
ubica en lo que Ander-Egg (1996) identifica como cuestionarios de respuesta
directa, tanto precodificadas como algunas postcodificadas; la segunda
sección está elaborada bajo la forma de escala de actitudes
(Aiken, 1996). Los 73 reactivos de que consta el instrumento corresponden,
por su temática, a cinco bloques:
1. Perfil sociodemográfico general: edad, sexo, estado civil,
escolaridad, antigüedad en la UABC, antigüedad en la función
extensión, área en que labora, existencia de otra fuente
de ingresos, acceso a televisión por cable, familiares que laboren
en la misma institución.
2. Conocimiento de la misión institucional y de la función
extensión: conocimiento de la Ley orgánica, de la misión
de la UABC de acuerdo con el Plan de desarrollo institucional, de la
misión y objetivos de la extensión, de la estructura organizativa
de la DGEU, de los beneficiarios del trabajo que se realiza y de las
políticas establecidas en materia de extensión.
3. Opinión sobre la calidad con que se realiza la función
de extensión.
4. Participación del trabajador en actividades de extensión
fuera del horario de trabajo, o de sus familiares: asistencia a eventos
artístico-culturales, audiencia de medios de comunicación
universitarios (radio, publicaciones, canal de televisión), participación
en cursos o conferencias.
5. Opinión sobre diversos aspectos de la función: qué sería
conveniente mejorar, importancia de la extensión en el desarrollo
personal.
El instrumento fue sometido a la revisión por parte de cinco
especialistas (en psicología, educación, economía
y ciencias sociales) a fin de garantizar la claridad en su redacción
y presentación. Posteriormente, se aplicó una prueba piloto
con base en la cual se realizaron las pruebas de validez y confiabilidad
del instrumento.
Se llevó a cabo una campaña promocional (carteles y cartas
personalizadas) con el propósito de motivar a los trabajadores
de la DGEU para que participaran en el estudio y solicitar su colaboración.
Dos semanas después se envió el cuestionario para su autoadministración,
incluyendo un sobre para su retorno rotulado a nombre de la investigadora,
a los 354 trabajadores (administrativos y académicos) que en el
periodo del estudio (mayo-septiembre de 2000) estaban adscritos a la
Dirección General de Extensión Universitaria en las cuatro
unidades universitarias de la UABC en el estado de Baja California.
Se recibió un total de 250 cuestionarios respondidos, que corresponde
al 63% de la población total, a partir de los cuales se llevó a
cabo la captura y procesamiento de la información con el programa
Statistical Package for the Social Sciences (SPSS 9.0).
Resultados
De los 250 cuestionarios recibidos, 180 (72%) correspondieron a Mexicali;
39 (15.6%) fueron de Ensenada; 17 (6.8%) provinieron de Tijuana; y 14
(5.6%) fueron de Tecate.
En la Tabla 1, relativa al conocimento que tienen los trabajadores de
extensión respecto de la UABC y de la función misma, se
observa que poco más de la tercera parte de ellos declararon no
conocer la misión de la universidad en la que laboran (38.4%),
y que de entre quienes eligieron opciones que corresponden a ella, la
cuarta parte seleccionó respuestas que no corresponden a lo que
la propia UABC establece como su misión (26.1%) y solamente el
2.5% de los encuestados señaló las cinco opciones que resumen
la misión institucional de la UABC.
Las mayores frecuencias de respuesta se ubican entre quienes señalaron
una, dos o tres opciones correctas, por lo que al sumar las frecuencias
se tiene que el 55.9% de los que respondieron conocen parcialmente la
misión de la UABC. Más notorio aún es el desconocimiento
respecto del documento fundador de la Universidad Autónoma de
Baja California, su Ley orgánica, ya que el 74.4% de los trabajadores
encuestados respondieron no haberla leído.
En estos dos casos, un análisis más detallado mostró que
el desconocimiento de la misión tanto de la UABC como de la extensión
es mayor entre quienes tienen menos antigüedad como trabajadores,
pues el 46.9% del total de los que respondieron no conocer la misión
de la UABC tienen entre cero y cuatro años de antigüedad,
y el 24% corresponde a los que tienen de cinco a nueve años de
laborar en la UABC, con un comportamiento descendente en el peso porcentual
a medida que aumentan los años de antigüedad. De igual modo,
la proporción de quienes no han leído la Ley orgánica
es mayor entre los trabajadores con menos tiempo de laborar en la UABC:
34.4% para quienes tienen de cero a cuatro años, y 26.9% para
los que tienen de cinco a nueve años de antigüedad, también
con proporciones descendentes en función de la mayor cantidad
de años de servicio.
Tabla 1
Elementos de conocimiento de la UABC y la función extensión
De manera específica en lo que concierne a los postulados que
sobre la extensión universitaria contiene el PDI, los resultados
muestran que el 80% de los respondientes declaró no haber leído
el texto que orienta las acciones universitarias durante la administración
en turno, y entre quienes expresaron brevemente lo que dice aquel documento,
poco más de la tercera parte (35.3%) lo hizo de manera adecuada
o cercana a los conceptos expresados en el PDI. Sin embargo, en cuanto
al conocimiento de la misión de extensión universitaria,
los resultados muestran un elevado porcentaje de trabajadores que señalaron
una, dos o tres opciones correctas (84.9%), por lo que se puede afirmar
que es mejor conocida la misión de la extensión que la
de la UABC.
Si el escuchar o leer los informes que presenta la Rectoría de
la UABC permite conocer el desarrollo de la universidad en general, el
40.4% de los trabajadores encuestados declaró no leerlos o escucharlos,
el 44% afirmó hacerlo de alguna manera (a veces o no en forma
completa) y el 8.4% respondió de manera afirmativa.
Debido a la importancia de que la función de extensión
sea inteligible para los propios universitarios (Lloréns, 1992),
y en especial para quienes la desarrollan, es de hacer notar que poco
más de la mitad (52%) de quienes respondieron el cuestionario
declaran haber ido descubriendo por sí mismos la importancia de
la función en que laboran, y que solamente el 11.6% recibió orientación
en este sentido.
Las respuestas al cuestionario revelaron que la estructura administrativa
en la cual se ha organizado la Dirección General de Extensión
Universitaria no es conocida adecuadamente, ya que entre los encuestados
no hubo uno solo que señalara en las opciones del instrumento
la totalidad de los departamentos o coordinaciones que integran a la
DGEU (15 en total). El mayor porcentaje se ubica en la elección
de entre nueve y 13 opciones correctas (50.4%). Por su parte, los resultados
de la Tabla 2 muestran que los extensionistas encuestados identifican
como instancias de decisión en cuanto a esta función, al
director general de extensión universitaria (34.77%), al rector
(22.58%) y a los jefes de departamento (19.18%), en una clara alusión
a la verticalidad en la toma de decisiones.
Tabla 2
Quién establece lo que debe hacerse en materia de extensión
en la UABC
En cuanto al grupo que se ubica como principial
beneficiario del trabajo del extensionista, en la Tabla 3 destaca por
su peso porcentual como
primera opción la comunidad (38%), que muestra consistencia en
el total de menciones, ya que es de entre todas la que ocupa el mayor
porcentaje (24.54%), seguida por los universitarios en segunda opción
(29.2%) y la propia institución como tercera (14.4%). La jerarquía
de las dos últimas opciones se invierte en el total de menciones,
ya que la institución ocupa el 20.93% y los universitarios el
20.8%. Así, se deduce que si bien los extensionistas encuestados
no tuvieron una orientación explícita respecto de la importancia
de la función, tienen ubicados como principales receptores de
su actividad a la comunidad externa e interna.
En un posterior procesamiento de los datos se observó que los
departamentos en los que se muestra un mayor peso porcentual en la opinión
de que es la comunidad el primer beneficiario de su trabajo son Radio
Universidad, Educación Continua, Actividades Culturales y Extensión
Universitaria Ensenada. En cambio, Extensión Universitaria Tijuana
y el Departamento de Información son las dos áreas en donde
se muestra con mayor preponderancia la opinión de que son los
universitarios los primeros beneficiarios de sus acciones. Por lo que
hace a la opinión de que es la institución la principal
instancia que se beneficia con las labores de los extensionistas, fue
en los departamentos de Vinculación y Diseño donde se manifestó de
manera predominante esta opinión. Esas diferencias locales pueden
deberse a la ubicación, a las condiciones de desarrollo de las
actividades y al público al que dirigen sus acciones en cada departamento,
ya que por ejemplo, Extensión Universitaria Tijuana – ubicado
en la unidad universitaria y alejado físicamente del centro de
actividades de la ciudad– orienta sus acciones a la comunidad interna,
en tanto Extensión Universitaria Ensenada está localizado
fuera de la unidad universitaria –en el centro de la ciudad–,
por lo que puede tener mayor contacto con la comunidad externa.
Tabla 3
Beneficiarios del trabajo
Según lo anotado en la Tabla 4, los trabajadores encuestados
consideran que los dos primeros objetivos de la extensión universitaria
son actualmente difundir la cultura y ser ventana de la UABC hacia el
exterior, que comparten un 13.6% de menciones como primera opción
y que, en ambos casos, se refieren a las acciones orientadas hacia la
comunidad externa. Como segundo objetivo se menciona nuevamente a la
difusión de la cultura (12.4%), mientras que como tercer objetivo
los extensionistas mencionaron con mayor frecuencia la promoción
del arte y la cultura entre los universitarios, que representa el 14.4%
del total de respuestas en este rubro.
Respecto del cuarto objetivo importante de la función extensión,
se observa que la distribución de frecuencias tiende a hacerse
menos contrastante, si bien la opción de promover la imagen de
la UABC en la comunidad es la que tiene mayor porcentaje de menciones
(8.0%), mientras que como quinto objetivo y con igual proporción
(11.6%), a las opciones de promover el arte y la cultura entre los universitarios
y de difundir la imagen de la UABC en la comunidad. Así, las acciones
orientadas al exterior son consideradas como las que mayor importancia
tienen actualmente para la función extensión, y en menor
medida las orientadas hacia el interior de la comunidad universitaria,
que está conformada, en su gran mayoría, por estudiantes.
Por lo que se refiere a lo que los trabajadores encuestados consideran
que deberían ser los objetivos más importantes de la función
extensión, la Tabla 6 muestra con mayor proporción de menciones
el de “llevar cultura al pueblo” (14%), y como segundo objetivo
el de difusión de la cultura (10%). De acuerdo con los datos,
se observa que los encuestados consideran que un tercer objetivo importante
debería ser contribuir en la formación integral de estudiantes
y trabajadores (9.6%), que es también la opción con mayor
frecuencia como cuarto objetivo propuesto. Como quinto objetivo que se
considera debería ser importante, los encuestados mencionaron
el de promover la imagen de la UABC en la comunidad (8.8%). Por lo que
respecta al total de menciones independientemente de su jerarquía,
el objetivo que se propone con mayor frecuencia es el de contribuir a
la formación integral de estudiantes y trabajadores (8.24%), seguido
por el de difundir la cultura (7.04%).
A partir de los datos de ambas tablas, es notorio que entre los extensionistas
encuestados prevalece la consideración de las acciones orientadas
hacia el exterior como objetivos que son y deberían ser los más
importantes de la función, lo cual se hace aún más
explícito en la segunda de estas tablas, cuando al concepto de
llevar cultura al pueblo, acuñado desde la creación de
la UABC, se suma el de difusión de la cultura, que fue durante
muchos años la denominación para lo que hoy es la extensión
de la cultura y los servicios.
Tabla 4
Son objetivos importantes de la función extensión
Tabla 5
Deberķan ser objetivos importantes de la función extensión
Las políticas institucionales en materia de extensión,
si bien no son explícitas de manera particular en la función,
tienen su fundamento en las que establece el Plan de Desarrollo Institucional
de la UABC. En este sentido, la Tabla 6 muestra que el 26.8% de los trabajadores
encuestados declararon no conocerlas y 63.2% identificaron en el cuestionario
algunas de ellas, como son: en primer lugar, difundir la cultura, que
tiene un 13.31% del total de las menciones; en segundo lugar, vincular
a la universidad con los sectores externos, con un 13.10%; con 11.29%
del total de respuestas, la que se refiere a atender las necesidades
de la comunidad en cuanto a difusión de la cultura y los servicios;
con 10.89%, la opción relativa a fortalecer los valores y expresiones
culturales nacionales y universales; y en quinto lugar, con 10.48% del
total de menciones, la que hace alusión a promover el arte y la
cultura entre los universitarios. Se observa, pues, que predomina entre
los extensionistas la consideración de que las políticas
relativas a la extensión se orientan fundamentalmente hacia la
atención a los sectores externos a la universidad y no tanto a
atender a su comunidad interna, conformada por los propios trabajadores
universitarios y los estudiantes. Discusión
El elemento básico de toda organización son las personas
(Chiavenato, 1997), y la clave para la efectividad de aquélla
radica en la forma en que los componentes encajan en el sistema-organización,
donde la gente, la misión y estrategia de la organización
aparecen como algunos de esos componentes (Rowland et al., 1983). Ante
ello, el adecuado conocimiento que tengan las personas respecto de los
otros elementos de la organización se vuelve fundamental para
lograr la integración de los intereses individuales con los organizacionales.
Sin embargo, en el caso del presente estudio es evidente el desconocimiento
acerca de las áreas que componen la DGEU, que es el ámbito
inmediato en que se desempeñan laboralmente los encuestados.
Los datos indican la necesidad de realizar acciones de inducción
a la función sustantiva de extensión universitaria, como
lo muestra el hecho de que 74.4% de los encuestados no han leído
la Ley orgánica por la que se crea la UABC y el 80% no ha leído
el Plan de desarrollo institucional 1999-2002 (PDI) (Tabla 1), que solamente
el 11.6% de los respondientes recibió algún tipo de orientación
acerca de la importancia de la extensión universitaria (Tabla
1), y que ninguno conoce en su totalidad la estructura administrativa
de la dirección general a la cual están adscritos. Ante
ello, Chiavenato (1997) hace énfasis en que –en un sistema– es
posible reducir la incertidumbre al disponer de información para
orientar la toma de decisiones cotidianas, para lo cual es necesario
que se lleve a cabo un verdadero proceso de comunicación, al que
entiende como la puesta en común de una determinada información.
Es de hacer notar que los trabajadores de extensión encuestados
manfiestan a través de sus respuestas tener claridad respecto
del principal beneficiario de sus acciones, en este caso la comunidad
(Tabla 2), lo que lleva a concluir que el discurso relativo a la vocación
de servicio a la sociedad que corresponde a las universidades (Arredondo,
1995), acuñado desde principios del siglo XX, está presente
y vigente entre la población objeto de estudio.
Por lo que se refiere a lo que los encuestados opinan que son y deberían
ser objetivos de la función extensión, se observa que predomina
la concepción basada en el carácter asistencial de sus
actividades (Ángeles, 1992), pues en el caso de lo que son objetivos
de la extensión, la actividad de difusión de la cultura
es identificada como predominante tanto en las frecuencias totales como
al ser elegida como primera opción, seguida en importancia por
la opción de llevar cultura al pueblo (Tabla 5). Y aun cuando
en las respuestas sobre lo que se considera que deberían ser objetivos
de la extensión se invierten las posiciones (Tabla 6), tanto una
frase como la otra corresponden a lo que Tünnermann (2000) describe
como una relación de subordinación, donde la universidad
se concibe como la institución portadora de alta cultura y vida
mientras que la comunidad –el pueblo– representa la inferioridad
o carencia de aquéllas. En este sentido, cabe hacer notar que
esta concepción está claramente establecida en la Ley orgánica
de la UABC, en la frase poner al alcance del pueblo los conocimientos
humanos (Congreso del Estado de Baja California, 1957: 4), si bien los
encuestados respondieron en su mayoría no haber leído ese
documento.
Tabla 6
Conocimiento de las políticas
institucionales en materia de extensión
Además, se observa una presencia incipiente de la concepción
relativa a la formación integral de los estudiantes como objetivo
de la extensión y que se establece en el Plan de desarrollo institucional
(UABC, 1999), pues tanto la opción de complementar la formación
de los estudiantes como la de contribuir en la formación integral
de estudiantes y trabajadores, tienen el tercer lugar en frecuencia de
menciones como primer objetivo actual (Tabla 4), con una leve ventaja
de esta última en las respuestas sobre lo que se considera que
deberían ser objetivos de la función (Tabla 5). A ello
se puede añadir que si bien en las frecuencias totales de la Tabla
4 estas opciones se mantienen por debajo de los objetivos de difundir
la cultura, promover la imagen de la UABC y realizar vinculación
con el sector productivo, en la Tabla 5 –que concentra las opiniones
sobre los que se consideran objetivos deseables–la opción
de contribuir en la formación integral de estudiantes y trabajadores
es la de mayor número de menciones.
Respecto de las políticas actuales en materia de extensión,
quienes las identificaron (63% del total encuestado) otorgaron un mayor
porcentaje de respuestas a las de difundir la cultura (13.31%) y vincular
a la universidad con los sectores externos (13.10%). De ello se deduce
que los trabajadores respondientes tienen identificadas dos concepciones
preponderantes que sobre las políticas de extensión existen
actualmente en la UABC: por una parte, la que corresponde al discurso
asistencialista establecido desde la fundación de esa casa de
estudios e influido por las ideas heredadas del movimiento de Córdoba
(Ángeles, 1992; Ruiz, 1992); y por otro, la noción más
reciente de la función extensión como vinculación –sobre
todo con el sector productivo– promovida desde principios de los
años noventa y fortalecida en las políticas nacionales
en materia de educación superior (Ángeles, 1992).
Además, es mayoritaria la consideración de que en la UABC
las políticas actuales relativas a la extensión se orientan
fundamentalmente hacia la atención a los sectores externos a la
universidad y no tanto a atender a su comunidad interna (conformada por
los propios trabajadores y los estudiantes), lo que indica una contradicción
entre lo que se percibe como la realidad y lo que se ha expresado en
el Plan de desarrollo institucional como objetivo de formación
integral de los universitarios. De lo anterior se concluye que las opiniones
respecto de los objetivos y políticas que los encuestados consideran
que deberían orientar la función de extensión difieren
de los que ellos mismos manifiestan como vigentes en la UABC y de los
que están expresados en el Plan de desarrollo institucional, lo
que denota que entre los trabajadores de extensión prevalecen
uno o varios conceptos sobre la extensión distintos al que la
propia UABC tiene establecido.
Así, con base en los resultados, es posible hacer las siguientes
recomendaciones:
• Iniciar acciones tendientes a socializar entre los trabajadores
de la función de extensión universitaria, los postulados
que sustentan tanto la misión institucional como las actividades
que en materia de extensión se llevan a cabo, con el propósito
de lograr mayor congruencia entre aquéllos y el quehacer cotidiano
de los extensionistas, y proveer a este último de sentido en función
de los objetivos y proyectos institucionales.
•
Aprovechar la identificación que se hace de la Dirección
General de Extensión Universitaria como principal instancia de
decisión en materia de esta función sustantiva, para promover
desde las jerarquías superiores un esfuerzo de comunicación
directa y explícita acerca de las políticas que orientan
las acciones de las diversas áreas de la extensión universitaria
y de los públicos a los que se desea llegar (beneficiarios).
•
Establecer eventos de inducción específicos para las actividades
extensionistas. Lo anterior con el fin de acortar el tiempo que transcurre
entre el ingreso a las actividades de extensión y la comprensión
de su importancia por parte del trabajador.
•
Promover, entre el personal dedicado a la extensión de la cultura
y los servicios, la reflexión acerca de los objetivos de la función
con el propósito de lograr integrar las aspiraciones individuales
con las de la organización, así como con el fin de proveer
oportunidades para escuchar y tomar en cuenta las opiniones de quienes
día con día ejecutan las acciones que dan vida a esta función
sustantiva.
Con todo ello se buscaría contribuir a un mejor entendendimiento
tanto de la institución y de sus fines como de la propia función
sustantiva que es la extensión de la cultura y los servicios,
a la vez que se pondrían al alcance de los extensionistas elementos
para, de manera consciente, asumir como propios los fines institucionales
y trabajar por su consecución.
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Estudios
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Sonia Araujo
Efectos sistémicos de
la evaluación en la investigación basada en incentivos:
el caso argentino.
Luz Ma.
Ortega Villa
El conocimiento de la función de extensión universitaria por
parte de sus trabajadores en la UABC Análisis
Temático
Presentación
Marķa Ruth Vargas Leyva
La educación superior
tecnológica
Víctor Manuel Gómez
Campo
¿ Educación
tecnológica o formación profesional? El caso de Colombia
Michael Schorr Wiener, Benjamín
Valdez Salas y Guillermo Hernández-Duque Delgadillo
Educación tecnológica:
preparación de la juventud para su incorporación en
la sociedad moderna
Eduardo L. de la Garza Vizcaya
Las universidades politécnicas.
Un nuevo modelo en el sistema de educación superior en México
Elizabeth Obregón Barbosa
Los actores y las reformas en el
contexto de la educación superior tecnológica
Alfredo Hualde
Trayectorias laborales, aprendizaje
y condiciones de empleo de técnicos: un análisis en Tijuana
y Mexicali
Reformas e Innovaciones
Javier Prado D.
Los nuevos mecanismos relacionales de financiación de la educación
universitaria pública: la aplicación del contrato programa en España
Estadística
Jesús Francisco Estévez García
y María Jesús Pérez García
El impacto de la educación superior en la ocupación y en las remuneraciones
por trabajo: el caso de la zona metropolitana de la ciudad de México
Mirador
Ignacio González López
Del compromiso a la decisión:
las características de la evaluación institucional universitaria
en España
Estados del Conocimiento
Armando Alcántara Santuario
La investigación educativa
en México y Brasil
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