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Frida Díaz Barriga
Facultad de Psicología, UNAM.
fdba@servidor.unam.mx Marco Antonio Rigo
marcoantoniorigo@prodigy.net.mx
Realidades y Paradigmas de
la Función Docente: Implicaciones sobre la Evaluación Magisterial
en ducación Superior
Resumen
Se aborda un doble enfoque de temas que no son relacionados
regularmente: las condiciones profesionales e institucionales de la
actividad docente y los paradigmas psicopedagógicos que han dominado
el desempeño docente en las aulas. Se concluye que existe una
tensión permanente entre la realidad y los paradigmas pues no
se aborda al docente como un actor complejo y contradictorio inmerso
en una realidad institucional que tiende a condicionar su labor pero
que pocas veces se propone una visión equilibrada entre lo deseable
y lo efectivamente posible.
Palabras clave: Docencia, evaluación,
paradigmas psicoeducativos.
Abstract
A double scope of topics which are not regularly related to each other
is taken: the professional and institutional conditions of teaching
and the psychopedagogical paradigms ruling teaching in the classroom.
It is concluded that constant tension exists between reality and paradigms
because the teacher is not considered as a complex and contradicting
actor in an institutional reality which tends to condition his/her activity,
but which rarely suggests a well balanced vision between that which
is desirable and that which is actually possible.
Key words: Teaching, evaluation, psychoeducational paradigms.
El presente artículo aborda dos temas que no suelen tratarse
simultáneamente. Más aún: es posible que sean vistos
como asuntos relativamente inconexos o al menos distantes. En un primer
apartado, se pasa breve revista a la realidad –o las realidades– que
viven los profesores mexicanos de educación superior, considerando
la multiplicidad de situaciones a las que se enfrentan y la diversidad
de roles que desempeñan: como profesionales sociales, como miembros
de instituciones escolares, como participantes de un gremio laboral,
como didactas y como seres humanos permanentemente sometidos a tensión.
En un segundo apartado, se analizan someramente los principales paradigmas
psicopedagógicos que han dominado la investigación del
desempeño docente en las aulas. A saber: el paradigma proceso-producto,
el mediacional y el ecológico o etnográfico.
Sin duda, cada una de estas dos secciones refleja una temática
y una tradición científica acompañante, que han
sido de gran importancia en el estudio de la docencia. A la vez, como
anticipamos en las palabras iniciales, se trata de discursos que no
suelen aparejarse. Uno se asocia más cercanamente con la investigación
sociológica y profesiográfica; el otro, con la indagación
psicopedagógica. El primero se orienta preferentemente en la
dirección de la descripción, la explicación y acaso,
el análisis crítico de la situación real de los
maestros, señaladamente los que se ubican en nuestro contexto
geográfico y cultural: el ser docente, si se nos permite la simplificación.
El segundo apunta, más tarde o temprano, a la postulación
de modelos relativamente ideales –o al menos parcialmente posibles
y deseables– de la tarea profesoral: el deber ser docente. ¿Por
qué conviene amalgamar o confrontar estos discursos tradicionalmente
separados, a veces incluso divergentes? Por una parte porque mantenemos
la convicción, con Savater (1997), de que los educadores hemos
de dosificar balanceadamente realismo e idealismo, hemos de constatar
realidades y de movilizarnos a la vez en torno a fines que frecuentemente
parecen muy ambiciosos. Pero por otra parte porque se trata de focos
de atención desafortunadamente disociados, que en nuestra opinión
deberían aparecer con mayor frecuencia en el mismo campo visual
de los estudiosos educativos. El artículo intenta este doble
enfoque y, después de presentar suscintamente los argumentos
de cada uno, finaliza con algunas reflexiones que no son concluyentes
sino necesariamente abiertas y provocadoras.
La situación actual del docente universitario
mexicano
En esta sección hacemos una caracterización breve, que
esperamos significativa, del profesor que labora en el nivel escolar
superior, el profesional que se dedica fundamentalmente a la enseñanza
en universidades, institutos y tecnológicos consagrados a la
formación en los niveles de licenciatura y posgrado. Intentamos
perfilar la realidad que vive actualmente este agente educativo, tanto
en sus condiciones generales como en su carácter de enseñante.
Aunque nos referimos particularmente al docente mexicano, buen parte
de este análisis puede hacerse extensivo a los educadores universitarios
de otras latitudes, que comparten con aquél realidades y desafíos
inquietantes.
A nuestro juicio, una caracterización de esta naturaleza resulta
necesaria cuando se habla de evaluación docente, pues implica
situar en el centro de nuestra atención, desde un principio,
la materia prima que interesa al propio proceso evaluativo: el enseñante,
sus necesidades y sus circunstancias, sus coherencias y sus contradicciones.
Por otro lado, conviene señalar que tal caracterización
no puede ser sino limitada y esquemática: el profesorado que
labora en nuestros centros escolares de nivel superior conforma hoy
en día un amplio mosaico de manifestaciones, se muestra como
un cuerpo profesional sumamente diversificado. No resulta fácil
analogar al personal docente que trabaja en universidades privadas con
el que lo hace en las instituciones públicas, al que se desempeña
en institutos asentados en las grandes ciudades con el que labora en
los tecnológicos rurales, al maestro que vive en la zona metropolitana
de la capital nacional con el que busca abrirse camino en la provincia
mexicana. Sin embargo, pese a las dificultades que impone dibujar un
perfil nítido del docente universitario mexicano, consideramos
muy relevante trabajar en su conformación y aventuramos algunos
trazos que a nuestro parecer nos permiten reconocer tendencias generales,
identificar con mayor claridad de quién estamos hablando.
Varias investigaciones (ANUIES, 2000; Gil, 1994 y 1998, entre otras)
pueden ayudarnos en esta tarea: nos muestran de manera persuasiva la
compleja fisonomía que caracteriza al personal académico
de las instituciones de educación superior en nuestro país.
Algunos de sus resultados sobresalientes se consignan enseguida:
a) El número de personas que se dedican al trabajo académico
en el sistema de educación superior ha crecido en los últimos
años hasta alcanzar un total nacional cercano a las 200,000 plazas.
b) De este total, aproximadamente el 82% corresponde a la licenciatura;
el 9% a la educación normal y el 9% al posgrado.
c) El 30% de las plazas es de tiempo completo, el 9% de medio tiempo
y el 61% por horas 1.
d) El personal académico masculino representa cerca de un 75%
del total, mientras que el femenino representa el 25% restante.
e) El 26% de los maestros universitarios ingresó con menos de
24 años y el 74% lo hizo con menos de 30 años. Se trata,
empero, de un sector que propende al envejecimiento ya que sus posibilidades
de renovación son cada vez menores, habida cuenta de las dificultades
que enfrenta hoy en día la contratación de nuevas plazas
o de nuevos candidatos en el sector universitario.
f) Desde el punto de vista pedagógico, el perfil predominante
entre los docentes universitarios mexicanos continúa siendo tradicionalista,
en tanto que se encuentra centrado en la figura hegemónica del
profesor frente al grupo, los métodos de enseñanza siguen
siendo prevalentemente expositivos y las estrategias de evaluación
generalmente se asocian a la adquisición memorística del
conocimiento.
g) En estrecha correlación con el inciso anterior, se observa
que un 77% de los maestros del nivel superior reportan haberse iniciado
en el trabajo académico sin experiencia docente previa, y cerca
de un 80% admite contar con una preparación didáctica
deficiente, ya que no participa –o lo hace poco– en actividades
de formación y actualización para el adecuado ejercicio
magisterial.
Por otra parte, en cuanto a las actividades
que desempeñan cotidianamente,
sabemos que los profesores del nivel superior en México dedican
una parte muy importante de su tiempo laboral a la impartición
de clases, a la realización de actividades de planificación
y gestión académica que son inherentes a la docencia,
y al desarrollo de diversas tareas académico-administrativas
solicitadas por la institución escolar en la que prestan sus
servicios; en menor medida, los profesores universitarios se dedican
también a tareas de difusión y extensión de la
cultura, investigación, elaboración de materiales didácticos
y, recientemente, a la tutoría (Loredo, 2000 y Rueda, et al.,
2001).
Por si fuera poca la problemática que de modo implícito
o explícito plantea la descripción anterior, dentro de
esta sintética exposición resulta deseable comentar algunos
desafíos adicionales que enfenta hoy el profesorado universitario
en México. Cualquier intento de caracterización de este
profesional sería incompleto sin una visión crítica
de esta índole. Aunque es posible alargar la enumeración
casi interminablemente, consideramos que otros problemas que aquejan –y
que caracterizan– al docente del nivel superior en nuestro país,
son los siguientes (Pacheco y Díaz Barriga, 2001):
a) Los bajos niveles salariales que, a pesar
de las compensaciones introducidas a través de los sistemas de evaluación y
reconocimiento económico de la labor docente, en la mayor parte
de las veces no han sido debidamente resarcidos, por lo que continúan
produciendo un deterioro de las condiciones de vida de los profesores
así como una actividad laboral polivalente y multisituada.
b) El pobre reconocimiento social que experimentan mayoritariamente
los enseñantes, y que se traduce en una pérdida del atractivo
que tradicionalmente ejercía la profesión sobre los jóvenes
y en una cierta desvalorización hacia quienes la practican como
ocupación principal.
c) La insuficiente participación de los maestros universitarios
en los procesos de diseño y desarrollo curricular, con relación
a los cuales habitualmente sólo intervienen en los niveles últimos
de la concreción curricular –la redacción de programas
de asignatura y de guiones de clase– así como en la ejecución
operativa del plan de estudios formalmente establecido por otros.
d) La escasa productividad en publicaciones que se observa entre una
proporción mayoritaria del profesorado universitario en nuestro
país, lo que suele asociarse con su precario involucramiento
en actividades de investigación y con una lamentable tendencia
a no documentar las experiencias profesionales relevantes en que eventualmente
participa.
e) Por su pertinencia al presente artículo, debemos enfatizar
por último un indicador que puede ser también negativamente
considerado: los docentes mexicanos del nivel superior muestran por
lo general una deficiente participación en los procesos de evaluación
de su propio trabajo, ya que raramente juegan un papel protagónico
en la definición de los mecanismos evaluativos que se les aplican,
pocos parecen practicar una auténtica autoevaluación de
su labor académica y sólo unos cuantos tienen una incidencia
directa en la valoración de los méritos de sus pares (Hernández
y Pérez, 2001).
Como puede verse, el profesorado universitario
en México constituye
hoy en día un colectivo amplio, complejo y seriamente problematizado,
tanto en su realidad profesional general como en las circunstancias
sociales y laborales concretas que habitualmente confronta. En el apartado
siguiente pasaremos revista a algunos de los principales enfoques psicopedagógicos
que modelan u orientan la actividad magisterial contemporánea,
y conviene recordar aquí que tal revisión puede ser incompleta
sin plena conciencia de las limitaciones que la caracterización
practicada en las páginas anteriores nos impone.
Paradigmas psicoeducativos sobre la enseñanza y su relación
con la evaluación docente
En este apartado analizaremos el problema que
representa la conceptualización
del deber ser de la enseñanza desde la perspectiva de diversos
paradigmas educativos (Shulman, 1989) y esquemas básicos (Coll
y Solé, 2001) propios del estudio de los procesos de enseñanza-aprendizaje,
así como sus repercusiones sobre la evaluación del quehacer
docente en el nivel de educación superior.
De acuerdo con García (2000), la multidimensionalidad de la función
docente y la complejidad de contextos en que se desarrolla a nivel de
la educación superior no suele reconocerse en la mayoría
de los instrumentos empleados para evaluar la efectividad docente. En
dichos instrumentos no siempre es explícita y congruente la teoría
educativa o del aprendizaje que subyace a la evaluación de la
actuación de los profesores en el aula, aunque siempre está latente
una determinada visión de los roles que debe desempeñar
el docente en el aula, y en ese sentido, el recurso de evaluación
modela el deber ser de la enseñanza.
Si bien es cierto que la evaluación de la docencia en contextos
universitarios ha tenido como recurso metodológico principal
la administración de cuestionarios de opinión estudiantil
acerca de la labor educativa de sus enseñantes, la literatura
actual ofrece opciones interesantes y novedosas, que van desde una reconceptualización
del empleo de dichos cuestionarios hasta las observaciones en el aula,
la retroalimentación de episodios de enseñanza videograbados,
el análisis de las producciones didácticas de los profesores,
la conformación de portafolios de evidencia docente, las entrevistas
a profundidad, el análisis del rendimiento académico de
los alumnos, el estudio de las representaciones o pensamiento docente,
entre otras (Millman y Darling-Hammond, 1997; Rueda y Díaz Barriga,
2000).
Ante esta gama de opciones, puede suceder que los evaluadores confundan
los medios, la parte técnica, con los fines de la evaluación
docente, lo que entraña el peligro de asumir un abordaje tecnocrático
o instrumentalista del problema, que es lo que habitualmente hacen las
administraciones de las instituciones escolares. Desde nuestra perspectiva,
cada método de evaluación docente tiene sus propias fortalezas
y puntos débiles; ninguno por si sólo responde a la complejidad
del estudio de la docencia universitaria en su conjunto, ni tampoco
resuelve las controversias teóricas, metodológicas e incluso
políticas que se derivan de su empleo. En todos los casos está presente
la situación de dilucidar la visión del deber ser de la
docencia que se propugna, los roles que define (y a la vez modela o
privilegia) en cuanto a la actuación del profesor y las consecuencias
derivadas de tal toma de postura.
Los paradigmas vinculados al estudio de la enseñanza
La forma de conceptuar la labor del docente
y los acercamientos a la evaluación de dicha labor, guardan una relativa correspondencia
con un conjunto de programas de investigación o paradigmas que
intentan explicar diversos aspectos vinculados con la enseñanza
de acuerdo con la denominación de Shulman (1989), o que desde
la perspectiva de Coll y Solé (2001) se refieren a un conjunto
de esquemas básicos que dan cuenta de la investigación
empírica de los procesos escolares de enseñanza y aprendizaje.
Ambos autores coinciden en que en los últimos 25 años
los paradigmas o esquemas básicos que han dominado la investigación
empírica sobre la enseñanza son aquellos que se centran
en el análisis de las relaciones entre las actividades docentes
y los productos de aprendizaje de los alumnos. Así, los estudios
sobre la enseñanza conducidos desde dicha perspectiva, vinculan
de forma directa el rendimiento de los alumnos con los rasgos de personalidad
del profesor, con sus comportamientos y estilos de enseñanza.
Su objetivo último es identificar los componentes de la “enseñanza
eficaz” o las características del “profesor eficaz”,
por lo que puede afirmarse que comparten la idea de que la clave para
entender lo que ocurre en el aula se encuentra en el profesor, ya que
parten del supuesto de que los resultados de aprendizaje observables
en los alumnos dependen del comportamiento del profesor o de sus atributos.
En consecuencia, este tipo de estudios ha recibido, de acuerdo con Shulman,
la denominación de “paradigma proceso-producto”.
Este paradigma constituye una visión de la docencia donde los
alumnos prácticamente son “cajas negras”, y donde
la comprensión de aspectos como el contexto del aula, las interacciones
educativas entre profesores y alumnos, los procesos cognitivos o motivacionales,
resultan ausentes o muy limitadas.
Dos de las aportaciones tecnológicas más sobresalientes
de esta perspectiva son las escalas para valorar el comportamiento docente
y los llamados “modelos de la enseñanza efectiva”.
En buena medida, esta visión encuentra correspondencia con los
enfoques tradicionales de evaluación docente donde se administran
instrumentos y escalas que pretenden medir conductas discretas del profesor
como indicadores de sus atributos personales o estilos de enseñanza,
bajo la premisa de que de éstos depende la eficacia docente.
Se orientan a establecer relaciones significativas desde el punto de
vista estadístico entre variables que informan acerca del comportamiento
del profesor y variables elegidas como indicadores del producto de la
enseñanza, que se define las más de las ocasiones como
el nivel de aprovechamiento académico de los alumnos o la satisfacción
u opinión reportada por éstos. No obstante, la identificación
y ponderación de las variables y dimensiones relacionadas con
la eficacia docente es compleja y ha generado importantes polémicas.
Una de las raíces de la polémica de lo que constituye
una docencia efectiva estriba en reconocer si esta actividad es un arte
o una ciencia (García, 2000: 44). Si la opción es la primera,
es muy probable que se privilegiarán en el instrumento de evaluación
de la docencia las dimensiones relativas a actitud, carácter,
disposición, iniciativa o estilo personal, pero desde la segunda
podrían privilegiarse la formación tendente a la profesionalización
del docente, su conocimiento o adhesión a determinados abordajes
científicos de la docencia, sus estrategias de planeación
y conducción de la clase, el empleo de ciertos métodos
y técnicas didácticas o su dominio de recursos informáticos
o tecnológicos aplicados a la enseñanza.
La crítica principal que se hace a este paradigma del estudio
de la docencia es que asume una relación causal simple y unidireccional
entre los comportamientos del profesor y los resultados de los alumnos.
Sin embargo, dicha relación está modulada por muy diversos
factores (contexto del aula, contenidos de la enseñanza, características
y motivos de los alumnos, representaciones y experiencias previas del
profesor, expectativas y atribuciones de los alumnos, actividad mental
y estratégica desplegada, etc.) por lo que la generalización
de sus resultados resulta inadecuada y su poder explicativo –y
por ende las posibilidades que tiene de contribuir a la teorización
de la docencia–, deben tomarse con la debida precaución.
No obstante, a pesar de sus limitaciones, diversos autores reconocen
que esta tradición ha hecho aportaciones importantes a la comprensión
de la enseñanza. Su meta fundamental ha sido la reconstrucción
descriptiva de la instrucción exitosa dentro del aula, o más
precisamente de la caracterización de la competencia profesional
de los maestros. Shuell (1996, en Colomina, Onrubia y Rochera, 2001:
442) recupera las principales aportaciones de la investigación
sobre las características del profesor eficaz, donde destacan
aquellos comportamientos docentes centrados en la cantidad y ritmo de
la enseñanza, la manera de presentar la información y
hacer preguntas a los alumnos o la forma de darles retroalimentación.
Es decir, se centra en las funciones docentes de presentación
de contenidos y en cierto tipo de intercambios comunicativos en el aula,
donde el profesor hace preguntas y los alumnos responden a éstas.
Algunas de estas características son tomadas en cuenta en los
procedimientos de evaluación docente, en particular, hay coincidencia
con algunos items propios de los cuestionarios y escalas de opinión
de los alumnos (por ejemplo, en la dimensión referida a la forma
de presentar la información: “Es claro”, “Muestra
entusiasmo”, “Repite y revisa los conceptos e ideas clave”,
etc.).
Por otra parte, los enfoques donde se estudian las representaciones,
cogniciones y expectativas de los docentes con la intención de
explicar cómo ejercen una función de mediación
en relación con los comportamientos de los propios profesores
y de sus alumnos, y de qué manera influyen también en
la práctica docente y sus resultados, muestran un avance en relación
a la visión arriba descrita. En este caso, se introduce la comprensión
de una diversidad de fenómenos y procesos psicológicos
o representaciones mentales compartidas para dar cuenta de las relaciones
entre la enseñanza y el aprendizaje en el aula. A este paradigma
o programa de investigación sobre la enseñanza, siguiendo
a Shulman, se le denomina “paradigma de la cognición del
profesor” o del “pensamiento docente”. Esta perspectiva
ha permitido indagar los procesos cognitivos y las expectativas de los
profesores desde que planean, cuando realizan la enseñanza y
después que concluyen; asimismo, ha conducido a dilucidar las
teorías implícitas de los profesores respecto a la enseñanza
y al papel de los actores educativos.
La novedad que imprimen los estudios propios del paradigma del pensamiento
del profesor en relación a los estudios de eficacia docente en
el paradigma proceso-producto, es la incorporación de factores
mediacionales y representacionales en la explicación de la enseñanza
y el acercamiento a las teorías cognitivas. Este paradigma ofrece
la posibilidad de trabajar con los docentes en interesantes procesos
de reflexión sobre el propio pensamiento y actuación pedagógica,
en estrecho vínculo con esfuerzos de autoevaluación y
formación docente (Arbesú y Figueroa, 2001; Monroy y Díaz,
2001).
No obstante, permanece la crítica de que el protagonismo o acento
está puesto en el docente, y que este abordaje no siempre permite
una comprensión del contexto en que ocurre la enseñanza
(Coll y Solé, 2001). Es frecuente que no haya tampoco una correspondencia
con las prácticas educativas reales, puesto que no necesariamente
existe congruencia entre el pensamiento y la actuación del profesor.
Por último, el cambio de perspectiva más reciente en el
estudio de la enseñanza se relaciona con las aproximaciones que
pretenden analizar las interacciones reales entre profesores y alumnos,
así como la práctica educativa que ocurre en contextos
educativos situados y en relación con contenidos o saberes culturales
concretos. En esta perspectiva se reconoce la complejidad y multidimensionalidad
de la labor docente y se asume un protagonismo compartido entre docentes
y alumnos, por lo que el foco de atención se deposita en “lo
que ocurre en el aula”.
Aquí también encontramos diversas aproximaciones teóricas
e intereses divergentes relativos al estudio de la docencia. Shulman
(1989) denomina “paradigma ecológico” o “etnográfico” al
estudio de los procesos contextuales, físicos, cognitivos y socioculturales
que ocurren alrededor de la enseñanza. En este caso, se nota
la influencia de la aproximación fenomenológica en filosofía
y de las metodologías sociológicas, antropológicas
y lingüísticas. Por su parte, Coll y Solé (2001),
entre los diversos esquemas básicos que plantean, destacan como
los más avanzados a los que analizan la actividad mental constructiva
de los alumnos y resaltan los procesos psicológicos y de aprendizaje,
los que se centran en los segmentos de actividad como unidades básicas
de organización social y académica en el aula, o los que
estudian la actividad conjunta, discursiva y no discursiva, durante
la realización de labores escolares. Aunque en definitiva no
son estudios abocados a la evaluación de la docencia per se,
sino a la comprensión de la enseñanza y el aprendizaje
en el aula, aportan una nueva concepción que acentúa los
procesos culturales, sociales e interpersonales, el papel activo y constructivo
de los alumnos y la relevancia de las interacciones entre los actores
educativos en entornos educativos e instruccionales concretos.
Conclusiones
En afán de síntesis, son tres las conclusiones más
relevantes que desprendemos del presente documento:
A grandes rasgos y salvo excepciones poco numerosas, podemos decir que
el enseñante mexicano del nivel educativo superior enfrenta hoy
en día una problemática de reconocimiento social y económico,
de valoración laboral, de formación y actualización,
de identidad, que lo hace experimentar situaciones profesionales sumamente
complejas y frecuentemente desmotivadoras.
Los paradigmas fundamentales de investigación que se han acercado
a explorar e interpretar la función docente, han derivado de
modo tácito o manifiesto en modelos valorales de dicha función.
Estos modelos –a veces alcanzables, a veces francamente inaccesibles–,
establecen referentes para la conformación del deber ser magisterial
y sirven como fuentes de inspiración (reconocidas o encubiertas)
en el desarrollo de propuestas orientadas a la evaluación docente.
En este orden de ideas, es necesario reconocer en el ámbito pedagógico
la existencia de una tensión permanente entre realidad e idealidad.
Tal reconocimiento, en el caso específico de la ocupación
docente, supone en lo esencial que las propuestas conducentes a la mejora
de dicha ocupación han de tamizarse necesariamente con una actividad
de toma de conciencia: la que nos lleva a identificar las resistencias
y los obstáculos que nos impone la problemática actual
del maestro mexicano, y nos mueve a intentar una visión más
equilibrada de lo que es deseable y efectivamente posible cuando le
tomamos como sujeto de nuestras preocupaciones.
Referencias
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en el estudio de la enseñanza: una perspectiva contemporánea”,
en M.C. Wittrock (Comp.). La investigación de la enseñanza,
I. Enfoques, teorías y métodos, Barcelona, Paidós.
PIE
1
Debemos puntualizar que esta notable desproporción entre quienes
se dedican prioritariamente a la actividad académica (como maestros
de medio tiempo o de tiempo completo, a los que suele llamárseles “profesores
de carrera”) y los que se dedican a la actividad académica
de modo secundario (que son conocidos como “profesores de asignatura” en
la denominación corriente de las universidades públicas),
ha sido reiteradamente condenada por organizaciones nacionales e internacionales,
que ven en ella una debilidad estructural de nuestro sistema de educación
superior sobre la que conviene urgentemente introducir ajustes.«volver«.
Benilde García Cabrero
La Evaluación de
la Docencia en el Nivel Universitario: Implicaciones de las Investigaciones
acerca del Pensamiento y la Práctica Docentes
Mario Rueda Beltrán
Leticia Elizalde Lora
Alma Delia Torquemada González
La Evaluación
de la Docencia de la Docencia en la Universidades Mexicanas
José María García
Garduño
Los Pros y los Contras del
Empleo de los Cuestionarios para evaluar al Docente
Edna Luna Serrano
Maria Consuelo Vañlle
Espinoza
Guadalupe Tinajero Villavicencio
Evaluación de
la Docencia: Paradojas de un Proceso Institucional
María Isabel Arbesú García
Javier Loredo Enríquez
Miguel Monroy Farías
Alternativas Innovadoras
en la Evaluación de la Docencia
se aceptan colaboraciones
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