ALGUNAS NOTAS SOBRE LA EDUCACIÓN SUPERIOR EN VENEZUELA

 ORLANDO ALBORNOZ*
* Universidad Central de Venezuela.

 Contenido del Artículo:
INICIO
LA EDUCACIÓN SUPERIOR: NUEVAS REALIDADES, NUEVOS PARADIGMAS
NUEVOS CONCEPTOS EN EL ANÁLISIS DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR
LA EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LOS MODELOS DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR VENEZOLANA
RETÓRICA Y TECHNE EN EL ANÁLISIS DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR
LA INFORMACIÓN ACERCA DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR
EL ETHOS DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR VENEZOLANA
EL MAPA CUANTITATIVO-CUALITATIVO DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR VENEZOLANA
CONCLUSIÓN
NOTAS


EL MAPA CUANTITATIVO-CUALITATIVO DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR VENEZOLANA

Contenido

Venezuela tiene un sistema de educación superior excepcional en cuanto al ethos de nuestra academia. Nos proponemos señalar algunas de las características que definen ese ethos académico. En forma errática, señalamos algunas de las características que avalan este excepcionalismo. En primer lugar es perfectamente funcional, pues satisface las demandas de la sociedad. Por funcional entendemos que es un sistema legal, legitimado, aceptado y apreciado por la sociedad venezolana. Si bien las mayorías de la población se hallan al margen de pisar una institución de educación superior, en su vida, estas instituciones acogen de una u otra manera a una proporción importante de nuestra sociedad y de una u otra manera todos los miembros de las élites dirigentes y del proletariado profesional han tenido algún contacto con la educación superior. Tanto así que como se sabe en el lenguaje coloquial venezolano se atribuye el titulo de doctor a cualquier persona que tenga aspecto de "ejecutivo", e incluso las propias instituciones académicas cuando publican sus avisos institucionales suelen llamar a todos "doctores", para evitar susceptibilidades.

Este trato generalizado que atribuye un título académico a cualquier persona ha sido interpretado como un rango de igualitarismo social común en la sociedad venezolana, pero ocurre que el ethos de la academia venezolana sugiere al menos dos principios de igualitarismo que cabe destacar y analizar: por una parte el principio de la homologación, por la otra, el de la academia como un recinto de gobierno democrático. Pero en todo caso, estos conceptos nos permiten afirmar que el espacio de la educación superior venezolana es, en esencia, un espacio de índole burocrática, en el sentido clásico del término, en donde las funciones están preestablecidas y legitimadas, en consecuencia aceptadas.

Lo interesante y fascinante del análisis en este sentido es cómo los principios que podemos denominar del estado burocrático, de subsidio ciego, como la homologación en el pago de sueldos, salarios y beneficios y la democracia como sistema de atribución de méritos, soportan la instalación de otros principios, esta vez de la doctrina del neoliberalismo, como son aquellos de la productividad, la eficiencia, la competitividad y, de hecho, la meritocracia sobre la base del rendimiento individual y no colectivo. En este caso hablar del ethos de la academia venezolana debe hacerse desde el punto de vista histórico, para poder captar en ese sentido una perspectiva correcta. Del mismo modo, me permito introducir en el análisis del ethos de la educación superior venezolana un proceso importante, lo que he dado en definir como un proceso dual de dispersión y transferencia/traslado de los problemas.

En el primer caso pretendo sugerir la desaparición de la universidad como unidad de referencia, sustituida por la idea y realidad operativa del núcleo, en el terreno físico, y la transferencia/traslado de la escolaridad al nivel de posgrado, repitiendo allí los mismos problemas del nivel de pregrado. Un tercer nivel de la dispersión lo vamos a encontrar en la creación de las fundaciones, proceso mediante el cual se produce una mitosis o partenogénesis académica, como en el caso de la Universidad Virtual, creada por la Universidad Simón Rodríguez, un caso del mayor interés, según mi criterio.

Pero es oportuno movernos hacia otros elementos que caracterizan eso que hemos dado en llamar el ethos de la educación superior venezolana. Dos aspectos adicionales que debemos discutir son los siguientes: las formas de gobierno de la educación superior venezolana y lo que daríamos en denominar la criticidad de la academia. Comencemos por lo segundo.

Por criticidad entendemos la capacidad del académico y de la propia academia de definir su conducta y comportamiento según los objetivos naturales de la misma, esto es, prescindiendo de intereses y externalidades que puedan comprometer el juicio y la propia techne de la academia y de los académicos. Es decir, mercado y opinión pública son irrelevantes en el juicio técnico, porque de darles espacio debilitan la fortaleza crítica, añadiendo que crítica, en este caso, es la capacidad de elaborar un pensamiento autónomo desvinculado de intereses circunstanciales. No se trata de proponer un ivory tower, por supuesto, pero sí de defender la existencia de un espacio incontaminado de presiones y valores del mercado, de la opinión pública y de otros que examinamos de seguidas.

La academia y los académicos no pueden elaborar su discurso en atención a corrientes ideológicas y/o doctrinarias, provengan de la moda o de los dictámenes del Estado o del gobierno de una institución. Del mismo modo no puede, no debe aceptarse el imperio de un partido político o grupo de presión de la misma índole, como, finalmente, no debe aceptarse la presión de la opinión pública, que a menudo se halla tergiversada por las presiones del mercado a través de los medios de comunicación social, publicidad y propaganda, así como admitir la existencia de los intereses del mercado, tangenciales a la opinión técnica y dirigidos a intereses empresariales que no necesariamente coinciden con los intereses académicos, de carácter técnico.

Criticidad no equivale a criticismo, sino a crítica: "conjunto de opiniones expuestas sobre cualquier asunto", pero que en sentido académico equivale, por su parte, a una opinión técnica, esto es, avalada en hechos empíricamente recolectados y con bases teóricas, lógicas y epistemologías, válidas y verificables, ajenas, en todo lo posible, a juicios de valor, a interpretaciones subjetivas, sino precisamente a interpretaciones objetivas. La capacidad crítica no sugiere apreciaciones convencionales y, por lo contrario, se halla dispuesta al debate y a la controversia, si es menester, no obstante que evita el protagonismo, el sensacionalismo y la falsa interpretación que pueda hacerse de un juicio técnico, porque la ética de la academia es la verdad, teológica, filosófica o científicamente considerada. Naturalmente, el académico y la academia suelen ser descalificadas por la visión convencional, calificándola de "polémico", "excesivamente crítico", para no mencionar aquellas connotaciones de "amargado", lleno de "rencor" y hasta "enfermo" o ya los ataques ad homini, que suelen en la sociedad venezolana referirse a menudo a aspectos de índole muy personal, como la vida sexual de las personas.
Ahora bien, ese espíritu crítico se ha ido debilitando en la sociedad venezolana en la era del neoliberalismo.

Existen razones históricas, para explicar ese complejo fenómeno. En la década de los sesenta la situación de la académica era distinta a la actual y, en consecuencia, para efectos del análisis, vamos a hablar de la academia rebelde y de la academia convencional. Bottomore ha analizado este fenómeno histórico, en tanto el pensamiento radical se mueve, por así decirlo, ejemplo de lo cual fue en los Estados Unidos de América el fenómeno MacCarthy, como consecuencia de la guerra fría y ahora el quieto campus dirigido a los intereses vocacionales.

Es decir, la rebelión de Berkeley, la lucha contra la intervención norteamericana en Vietnam, la protesta de Martin Luther King y otros fenómenos paralelos vis a vis; el campus asociado a la hegemonía del periodo del presidente Bill Clinton, quien encarna no solo la hegemonía militar y política de los Estados Unidos de América, sino el mimetismo del líder de la Casa Blanca que parece salido de un film de Hollywood y que se aproxima al ideal del macho man que nos es tan familiar en los países de América Latina y el Caribe.

Para apreciar y estimar con cierta precisión objetiva el mapa de la educación superior venezolana, cabe establecer como principio técnico que habida cuenta de la relativa ausencia de datos es improbable arribar a conclusiones relativamente ciertas, en la materia. Para ensayar una aproximación objetiva cabría elaborar una serie de tablas con índices variados, tales como los siguientes:

Cuadro 6
Indicadores de calidad de las instituciones
de educación superior

  • Indice/escala de producción/productividad académica
  • Indice/escala de producción académica en términos de horas/aula/año
  • Indice/escala relativo a la planta física, medido en área de terreno disponible, área de construcción, equipamiento para actividades deportivas
  • Indice/escala de equipos bibliotecarios y recursos técnicos para el acceso a información. Número de computadoras personales e institucionales (per capita)
  • Indice/escala de movilidad social vertical
  • Indice/escala de utilidad social, extensión compromisos con la comunidad
  • Indice/escala de formas de gobierno y principios de la gobernabilidad académica institucional
  • Indice/escala de prestigio/reputación
  • Indice/escala de empleabilidad
  • Indice/escala de "conflictividad" -política, social e ideológica
  • Indice/escala de libertad académica
  • Indice/escala de publicaciones (libros, revistas, videos, películas, periódicos)

Ocurre que a veces no es posible levantar este tipo de información, habida cuenta de la ausencia de datos confiables, pero en todo caso es menester establecer que la calidad no es una variable abstracta, sino relacionada con la práctica cotidiana de las instituciones. En este sentido en cualquier país de América Latina y el Caribe una institución, al interno de un país, o un país en relación con los otros, se hallará en una u otra posición en cada uno de los indicadores a medir.38

Es decir, es indispensable aplicar una metodología comparada, que evalúe el papel de cada institución dentro de cada índice/escala, pero, del mismo modo puede evaluarse cada país en tanto se halla o no un sistema integrado de educación superior. En el caso venezolano este sistema no existe, y más bien hallamos un conjunto no integrado de instituciones de educación superior, aisladas las unas de las otras.

El ethos de la educación superior venezolana, en términos de su calidad, entonces, debe referirse a estas diversas posibilidades enunciadas en la forma de índices/escalas, de distintas variables, caso en el cual no es posible hablar de un criterio único y común de institución de educación superior, sino que ello depende, evidentemente, de cómo se mueve cada institución en cada una de los posibles instrumentos de medición señalados anteriormente. Todo ello conduce a lo que Shils denominaba un ethos académico under strain. Al margen de posturas emocionales o ideológicas Venezuela tiene uno de los sistemas de educación superior más originales del mundo. En esta oportunidad no se trata de decir si es bueno o malo, tiene de todo, pero sobre todo el excepcionalismo, es un sistema excepcional, soporta huelgas, paros de vacaciones colectivas oportunidades en las cuales cierran hasta las bibliotecas.

Como elementos críticos del sistema se pueden señalar, sin que la mención sugiera, en modo alguno, un juicio de valor sino de hecho, que tenemos los venezolanos, en la ciudad de San Fernando de Apure, un ejemplo de la originalidad que señalamos anteriormente. En efecto, es bastante improbable que existe en el mundo otro caso en donde una ciudad que se halla en el lugar 26 en el país, en calidad de vida, en donde no existen los elementos de una vida cultural moderna (cine, teatro, bibliotecas, librerías y otros), con una población de menos de 200 mil habitantes, operen seis o siete universidades, a saber: Universidad Simón Rodríguez, Universidad Experimental de los Llanos Occidentales, Universidad Pedagógica Libertador, Universidad Bicentenaria de Agarra, Universidad de Carabobo, Universidad Nacional Abierta y Mejoramiento Profesional, una unidad de la misma UPEL, que al parecer opera en forma separada. Es decir, una universidad por cada 30.000 personas. Es evidente de suyo que en este caso la oferta excede a la demanda, generándose un ejemplo interesante de hypolearning.

Por otra parte, la operación de algunas unidades del sector privado dejan mucho que desear, pero ponen de manifiesto la ausencia de supervisión y los costosos errores conceptuales en los cuales hemos incurrido, al calificar a las instituciones de educación superior. Por ejemplo, existe una institución denominada el ISUM (Instituto Universitario de Mercadotecnia). Esa es una institución que califica de lo que entre colegas se llama "buhonería académica", porque sus condiciones son absolutamente marginales. Carece de aulas salobres, no tiene biblioteca, sus profesores son todos a tiempo convencional, los estudiantes ocupan los pasillos públicos, carecen de todo lo que se supone es "superior", pero funciona, nadie la cierra, nadie protesta y al parecer debe ser un negocio excelente, porque se observan centenares de estudiantes que con certeza cancelan sus matrículas con regularidad. No tiene nada de "universitario", por supuesto. En verdad esta y otras instituciones análogas deberían eliminar el uso de "universitario", como otras instituciones que se denominan según nociones simbióticas, como "universidad tecnológica", por ejemplo, porque simplemente una universidad no puede ser "tecnológica"; ello es una aberración conceptual, pero nadie protesta, nadie dice nada.

El acceso estudiantil está diseñado para que aquellos de mayores ingresos tengan mayor posibilidad de ingreso, incluyendo las universidades públicas, algunas de las cuales son en la práctica instituciones privadas financiadas con dineros públicos, como es el caso más notorio, el de la Universidad Simón Bolívar, en donde el 90% de sus estudiantes provienen de sectores de altos ingresos. Hay una profunda discriminación social y exclusión social, en la sociedad venezolana, aceptada por el sistema social. Es más difícil hallar un indígena o una persona de origen africano en la Universidad Metropolitana que en el mismo espacio celestial. Sin embargo, se mantiene vigente el mito de la "gratuidad" de la educación, cuando en verdad se trata, en todo caso, de la gratuidad del costo de la matrícula; los profesores tienen empleo de por vida y una vez que terminan se jubilan y buscan otro empleo, no se cumple la dedicación exclusiva, ya que todos aquellos que pueden, que son la mayoría, tienen otros empleos, paralelamente con sus obligaciones académicas, que pueden ser organizadas para satisfacer estas situaciones de doble empleo. La jubilación es muy atractiva, entre otras cosas porque no pagan impuesto por ese ingreso y al mismo tiempo, en edades activas alrededor de los cincuenta años, puede obtener un segundo empleo y eventualmente incluso una segunda jubilación.

En otro orden de ideas, cabe señalar que a pesar de los esfuerzos efectuados la educación superior venezolana continua desarrollando, en su generalidad, una tecnología educativa del aula, con la investigación y las otras actividades propias de estas instituciones como cuestiones de orden marginal. Existe escasa investigación empírica en este sector de la educación y de hecho ni siquiera estadísticas confiables. Probablemente, es un tema interesante, la educación superior venezolana no es una actividad intelectual y académica, sino una actividad de orden burocrático y no solamente hay una baja productividad académica, sino un bajo consumo de los bienes de la cosa intelectual.

CONCLUSIÓN

Contenido

Todo lo anterior no impide que la educación superior venezolana sea extremadamente útil a nuestra sociedad. Entrena a los profesionales que de una u otra manera conforman ese espacio social denominado, con cierta soltura conceptual, la clase media, al mismo tiempo que legitima la posición social de los hijos de las clases adineradas. Permite la estabilización política del sistema, porque estos sectores de clase media son sumamente radicales en la defensa de sus intereses y por ello, si acaso, no van más allá de la protesta informal, porque son sectores interesados en aquello que en los años sesenta se llamaba "el mantenimiento del statu quo".
Las unidades del sector llamado a veces con elegante ironía "superior" son instituciones que emplean a una buena porción de ese sector ya mencionado, la clase media, y sus beneficios sociales, incomparables en otras sociedades, proporcionan seguridad y estabilidad a sus miembros. Por ello es una situación con muchos defensores, lo cual conduce a la estabilidad política del sistema, porque aparte de los famosos y célebres encapuchados nadie quiere cambio alguno. Por todo lo antes dicho debemos prepararnos para una larga estabilidad de nuestra educación superior. Hemos inventado el mejor de los mundos posibles y ello es en sí meritorio y contrario a las críticas que suelen hacer los cínicos de ocasión es algo plausible de lo cual podemos vanagloriarnos los venezolanos.

En otras palabras, nuestro excepcionalismo es algo vigente y activo, como estable e indispensable. Mi argumento, entonces, es que es inútil tratar de señalar deficiencias para a su vez tratar de modificarlas. El sistema es perfecto, según todas las evidencias. De ser imperfecto las protestas no se harían esperar, pero estas, cuando ocurren, son exclusivamente por aumentos de sueldos y salarios no por exigencias académicas. La educación superior venezolana es anticuada (cursos, aulas presenciales, tiza y borrador) no forma un sistema y es de baja calidad o al menos de calidad desigual. No hay cultura académica ni de la investigación. Hay aislamiento institucional, por ende ausencia de un sistema integrado de educación superior, como de hecho hay desvinculación entre los distintos niveles de la escolaridad.

¿Qué se puede concluir acerca del ethos de la educación superior venezolana dentro del esquema de la doctrina neoliberal? ¿Cuál será el papel del Estado en esta materia en los próximos años y cuáles presiones podrá ejercer el sector privado para legitimar y expandir su espacio de influencia? ¿Cuál es el destino de la intelligentsia en nuestra sociedad? ¿Serán los académicos e intelectuales venezolanos un ejemplo de la truhison des clercs, esa deserción de los intelectuales de su papel de crítica a la sociedad? ¿Se convertirán más bien en pasivos rentistas de un modelo académico conservador, en donde se impone lo que pudiera llamar la cohesión de los sueldos, para significar a los académicos como los miembros de una burocracia surtidora de empleos y ausente del trabajo intelectual? ¿Podremos eventualmente racionalizar nuestra educación superior y hacer de ella un sistema que impida el aislamiento institucional que resulta un costo social demasiado elevado de acuerdo con las crecientes dificultades del país para cubrir las demandas de gasto interno?

En todos los casos, sin embargo, cabría concluir este ensayo comentando, como es bastante probable que las tendencias se mantengan, con un sector público con baja capacidad de crecimiento institucional -más bien se crearán nuevas dependencias de las instituciones ya creadas, en la forma de núcleos y el crecimiento del sector privado se frenará, igualmente, porque la capacidad financiera del mismo es baja y el mismo mercado que demanda educación superior crecerá ya solamente a un ritmo lento, porque quizás se halle relativamente saturado.

Quiere decir esto que el sistema de educación superior venezolano se halla en un punto de estabilidad institucional, de equilibrio y de tendencias que cambiarán poco, en los próximos años, hasta donde puede decirse. Esto es, las tendencias actuales se van a mantener, sin posibilidades de transformación, a corto plazo. El sector público se halla en dificultades, por los problemas de presupuesto y por mantener diseños institucionales costosos y de bajo rendimiento, amén del hecho de formas de gobierno que tienden hacia el manejo personal de las instituciones. El sector privado es sumamente complejo, con instituciones que tienen un concepto, un proyecto de educación superior, mientras que otras instituciones ingresan al mercado con fines de lucro, descuidando los aspectos académicos.

Las presiones por la modernización del aparato escolar superior se mantienen, pero del mismo modo el conjunto de resistencias al cambio. La nueva Ley de Educación Superior legitima distorsiones de este sistema y no ofrece lugar para cambios necesarios. De modo, entonces, que estas notas ofrecen una perspectiva general de la educación superior venezolana, en una era convencional y de presión neoliberal, de modo que los cambios, en todo caso, marchan en esa dirección.

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