EDUCACIÓN SUPERIOR EN BRASIL Y LOS ESTADOS UNIDOS:
PRIVATIZACIÓN Y ENSEÑANZA DE PAGA1

MARÍA LIGIA PRADO COELHO*

* Departamento de Historia, Universidad de São Paulo, Brasil.
Traducción del portugués por J. Rafael Campos Sánchez.


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Es interesante observar que la UNB, creada en 1961, propuesta como un espacio de producción de conocimiento científico y de entrenamiento profesional que el avance de la industrialización brasileña pedía, asentaba sus anhelos nacionalistas sobre las bases concretas de una organización moldeada por las universidades norteamericanas: una estructura basada en la integración de institutos y escuelas, teniendo al departamento como unidad básica de enseñanza e investigación, —aboliendo, por lo tanto, la vieja cátedra— con ma-trículas y cursos semestrales y el abandono de la seriación. Los edificios estaban integrados en un espacio físico, el campus, con autonomía didáctica, administrativa y científica. Las universidades federales, creadas después de 1964, seguirán esta misma pauta, con regímenes de fundaciones, estructura departamental y dirección de cuerpos colegiados.6

Las discusiones de dos décadas desembocaran en las llamadas reformas de 1968, comandadas por el gobierno federal, guiado por una visión centralizadora, tratando el país de manera homogénea. Los objetivos de la misma eran la implantación de una universidad moderna, eficiente y productiva. Según Laura de Veiga, fueron tres sus fuentes de inspiración: a) la Universidad de Brasilia, quitando de ella el contenido político (esto es, la orientación nacionalista y la participación interna democrática); b) la autonomía en el marco de la seguridad nacional, junto con una concepción tecnocrática de la enseñanza, despolitizando a la universidad; c) los consultores extranjeros, principalmente los de la USAID, cuyas sugerencias fueron introducidas en gran medida en las reformas: modernización de las estructuras, departamentalización, matrículas orientada por empresas y el mercado de trabajo; despolitización; énfasis en los programas de posgrado y, finalmente, la enseñanza de paga. En realidad, este último punto fue el único que no fue enteramente implementado.

En función de la gran presión social, particularmente de las clases medias, se aumentó el número de lugares en la enseñanza superior. Por tanto, se redujeron las exigencias legales para el surgimiento de nuevas facultades y universidades y se incentivó la creación de establecimientos privados, que crecieron visiblemente, después de las reformas. En suma, la perspectiva sobre el sentido y los fines de la enseñanza superior cambió; la universidad, pasó a ser pensada como un elemento integrado al mercado y al proceso de producción, y entendida

como el lugar de la formación de recursos humanos y de la cualificación del estudiante como mano de obra especializada, preparada para enfrentar los desafíos del mercado de trabajo.

De una manera general y ya pensando en la comparación con el sistema norteamericano, el funcionamiento actual de la enseñanza superior en Brasil presentaba características que podrían ser resumidas así: sistema relativamente pequeño, tiene un control estatal centralizado, presenta patrones homogéneos de estructuración de cursos y no se distingue por la competitividad.

En 1988, Brasil poseía 871 establecimientos de enseñanza superior, contando universidades —52 públicas y 31 particulares— federaciones y facultades aisladas, 181 públicas y 607 particulares. Los profesores sumaban 125,000 y los alumnos 1,500.000, de los cuales 900,000 estaba en escuelas particulares, lo que significa que la mayoría de los alumnos de este ciclo pagan sus estudios.7

Ya nos referimos a la centralización de las normas que rigen el sistema de enseñanza superior brasileño. Desde los referidos decretos federales de 1931, todas las leyes que cambiaron la estructura de la educación mantuvieron una rígida centralización de control de la enseñanza superior, con reglas bastante estrictas que deben ser seguidas por todas las escuelas, incluyendo la organización de los curricula —con la exigencia, de un curriculum mínimo para todas las áreas— y a la aprobación de los diplomas por el Ministerio de Educación. El sistema no se distingue por la diversidad y cada reforma de enseñanza es pensada de manera uniforme para todo el territorio nacional. La competitividad entre las escuelas superiores brasileñas es bastante limitada, pues todo el sistema está organizado de manera que no se integre.

Actualmente es cada vez más común oír hablar de fracaso y crisis de la universidad; se desprende de esos discursos que las reformas introducidas no pudieron solucionar las cuestiones de la modernización, de la racionalización de los recursos y de la eficiencia en su aplicación. En especial, la universidad pública, gratuita, mantenida por el Estado, que pasó a ser blanco privilegiado de críticas. Muchas de las soluciones apuntan simplemente la enseñanza de paga y la creciente separación del Estado de sus responsabilidades sobre la enseñanza superior, como la única salvación. En este punto del debate, se enfatiza la excelencia de las universidades, mostrando sutilmente que tal nivel se debe, básicamente, al sistema de escuelas privadas, donde, por consiguiente, los alumnos pagan cuotas. La insistencia en esa relación entre excelencia de calidad y enseñanza de paga me lleva a las reflexiones que siguen. Pienso que no se puede retirar del todo, tan solo un aspecto o un elemento, para llegar a conclusiones globales; es fundamental entender la enseñanza de paga dentro de un análisis incluyente del sistema de educación superior norteamericano.

Las primeras universidades norteamericanas fueron fundadas en el periodo colonial, ligadas a grupos religiosos protestantes, por lo tanto, con una concepción religiosa de enseñanza. Así surgió la más antigua de ellas, Harvard, como seminario congretational8, en 1638; de una disidencia religiosa entre sus pares, nació Yale en 1702, con una perspectiva dominante presbiteriana; todavía antes de la independencia, fueron creadas, entre otras: Princeton, de 1747 (presbiteriana), Columbia de 1754 (anglicana); Brown en 1765 (bautista).9


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