Revista de la Educación Superior
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Revista de la Educación Superior
Vol. XXXII(3), No. 127, Julio-Septiembre de 2003.
ISSN: 0185-2760


Julio - Septiembre
..................................... Contenido
Consejo Editorial
Análisis Temático

Mario Rueda Beltrán
Presentación
La evaluación de la docencia en la universidad ha sido uno de los temas atendidos más tardíamente por las políticas generales en el sector de la educación superior, así como por los directivos y cuerpos colegiados de los propios planteles. Si se le compara con los esfuerzos realizados para evaluar la investigación, la docencia tiene una menor tradición y representa un reto por la naturaleza tan compleja que conlleva dicha actividad. En primer lugar se destaca la opacidad respecto al mandato institucional, es decir las universidades al contratar a su planta docente no dan indicaciones claras de qué es lo que se espera que el académico realice; sí, se dice, impartirá clases ¿Pero lo hará de la misma manera si se trata de enseñar química o danza? ¿Se le solicitará lo mismo en los primeros años de la licenciatura que en los cursos de posgrado? ¿Formará estudiantes de la misma manera en el contexto de una universidad pública o privada? ¿Tendrá un comportamiento idéntico en situaciones como una cátedra, el laboratorio o la práctica de campo? ¿Será fuente principal de información, animador o acompañante de los procesos de aprendizaje de los estudiantes?
La evaluación de la docencia, entendida principalmente como la interacción del profesor con sus estudiantes en los salones de clase en el contexto de un programa de formación profesional, plantea un desafío, en principio porque durante décadas se ha desconocido o se tiene información fragmentada sobre lo que acontece en las aulas y el tipo de relaciones que ahí se establecen. Quién no recuerda la vehemencia del profesor que contagiaba su pasión por el conocimiento o por una disciplina o, al contrario, la convicción de que su vocación estaba en otra parte; cuantos casos no se pueden nombrar de enamoramientos (imaginarios o reales) de profesores y estudiantes. Es contundente la importancia de la experiencia escolar para los individuos, sin embargo esto mismo pone de relieve la parcialidad de los intentos de valorar las acciones del maestro al interior de las aulas. Toda evaluación es parcial y se requiere que cada experiencia evaluativa reconozca sus límites.
Sin duda el tema de la docencia invita a reconocer las paradojas presentes en las universidades: ¿Si es una actividad tan importante por qué no se le reconoce? ¿Por qué se tiene que hacer investigación para ser considerado buen profesor? ¿Por qué para impartir clases en las universidades basta con mostrar el título que acredita los conocimientos en una área disciplinaria sin exigencia del dominio de aspectos pedagógicos?
La docencia como una de las principales funciones de las universidades reclama nuestra atención para propiciar un conocimiento sistemático de las prácticas cotidianas de profesores y estudiantes que sin duda contribuirá a una mejor perspectiva para su evaluación.
Los materiales que conforman esta sección constituyen una invitación para reflexionar en la evaluación de la docencia en el nivel universitario, aceptando su complejidad; reconociendo la necesidad de propiciar una participación colegiada en el diseño y puesta en marcha de estos procesos; señalando la conveniencia de sistematizar y compartir las experiencias para acumular un conocimiento que recupere a la evaluación como un instrumento de información para mejorar dicha actividad.
Un primer aspecto a resaltar es la escasa atención que se le ha otorgado al problema y retos de la docencia desde el ámbito de las políticas públicas. En ausencia de lineamientos claros de impulso y valoración de la actividad docente, el desarrollo de la actividad ha dependido más del interés personal y tal vez institucional, pero no de iniciativas estatales que le concedan importancia a la actividad. Este es el tema que aborda el texto de Canales y Luna, quienes se ocupan de mostrar que las políticas de los noventa se dirigieron a mejorar el nivel de escolaridad de los profesores de la enseñanza superior, a instaurar un esquema de rendición de cuentas del desempeño y a un intento de regular las plantas del personal académico en las instituciones, pero no ofrecieron opciones para la actividad docente. Por el contrario, las políticas privilegiaron la investigación sobre la docencia y restaron mérito a esta última. Canales y Luna, llaman la atención para el urgente diseño de una política realista para mejorar la actividad docente, una política que reconozca la diversidad del trabajo académico y también las diferencias institucionales.
Dentro de la educación superior en México, dos focos de atención poco asociados en la actualidad se refieren a las problemáticas que viven los docentes universitarios, así como a las funciones derivadas de su tarea profesional. En este sentido, Díaz-Barriga y Rigo discuten la necesidad de amalgamar estos dos factores abordando la multiplicidad de actividades y diversidad de roles que desempeñan los profesores en nuestro país. Partiendo de este contexto, analizan la polémica que representa la conceptualización del deber ser de la enseñanza desde la perspectiva de los principales paradigmas psicopedagógicos presentes en la investigación del desempeño docente en las aulas. Para los autores, un proceso de evaluación implica situarse en las características del enseñante, sus necesidades, circunstancias y contradicciones.
En las últimas décadas se ha desarrollado una línea de investigación que tiene como tema de interés el pensamiento del profesor y la práctica educativa. En este contexto, el trabajo de García plantea cómo la proliferación de términos que han sido utilizados para describir el conocimiento y las creencias de los profesores ha conducido a crear una confusión conceptual entre los investigadores de la enseñanza. Así, se discuten algunos aspectos teóricos y metodológicos de investigaciones realizadas sobre las creencias, el conocimiento y la práctica de los profesores, resaltándose la necesidad de desarrollar metodologías de evaluación de la docencia que contemplen tanto lo que el maestro piensa y cree, como lo que conoce y puede realizar en el aula.
Actualmente las instituciones de educación superior en México llevan a cabo prácticas de evaluación docente, con escaso conocimiento entre sí y todavía menos de lo que ocurre en el amplio conjunto de instituciones de educación superior. Sin embargo, a partir de las experiencias concretas de algunas universidades Rueda, Elizalde y Torquemada plantean que la concepción, la antigüedad, el tipo y el uso de cada sistema de evaluación es diferente en cada caso. No obstante, se aprecia la presencia generalizada del cuestionario de opinión de los estudiantes como instrumento de evaluación, por lo que se destaca la necesidad de definir los aspectos que se desean evaluar, así como las formas y usos de la evaluación.
En la discusión actual, la definición de los propósitos de la evaluación, las estrategias de aplicación de los cuestionarios y el uso de los resultados han cobrado relevancia, por ello el trabajo de Luna et al. que da cuenta del proceso de construcción de los cuestionarios, las características del sistema que los administra y su uso resulta importante en la medida que muestra una experiencia institucional en proceso. Experiencia que sostiene que no es posible pensar en una mejor enseñanza cuando solamente se dan a conocer los resultados de los cuestionarios. Enfrentar una tarea no sólo como respuesta mecánica a la orientación de una política es posible cuando se conceptualiza la evaluación de la docencia como prácticas sociales con aspectos instrumentales (métodos y técnicas), componentes políticos y estrategias de análisis de los resultados; elementos que deberían al conjugarse proporcionar una orientación hacia el mejoramiento de la calidad de la enseñanza.
Diversas propuestas en torno a la evaluación docente tanto en universidades públicas como privadas, se plantean en el trabajo de Arbesú, Loredo y Monroy; algunas de las cuales forman parte de proyectos de investigación a nivel institucional. En ellas se enfatiza el carácter formativo de la evaluación y la retroalimentación hacia la mejora de la práctica educativa. Se aprecia el diseño de un sistema de evaluación desde un enfoque humanista, el análisis de la práctica docente a través de talleres de reflexión desde la perspectiva del profesor y la puesta en marcha de herramientas para evaluar los cursos en línea. Los autores coinciden en señalar el involucramiento de los docentes en procesos innovadores de evaluación.
El conjunto de trabajos muestra distintos ángulos de los procesos de evaluación de la docencia en las universidades, esperamos que su lectura aliente el análisis crítico de las prácticas actuales y contribuya a consolidar los procesos futuros más claramente vinculados con una mejor manera de enseñar y aprender.


Alejandro Canales
Edna Luna
¿Cuál política para la docencia?

Frida Díaz Barriga
Marco Antonio Rigo

Realidades y Paradigmas de la Función Docente: Implicaciones sobre la Evaluación Magisterial en ducación Superior

Benilde García Cabrero
La Evaluación de la Docencia en el Nivel Universitario: Implicaciones de las Investigaciones acerca del Pensamiento y la Práctica Docentes

Mario Rueda Beltrán
Leticia Elizalde Lora
Alma Delia Torquemada González
La Evaluación de la Docencia de la Docencia en la Universidades Mexicanas

José María García Garduño
Los Pros y los Contras del Empleo de los Cuestionarios para evaluar al Docente

Edna Luna Serrano
Maria Consuelo Vañlle Espinoza
Guadalupe Tinajero Villavicencio
Evaluación de la Docencia: Paradojas de un Proceso Institucional

María Isabel Arbesú García
Javier Loredo Enríquez
Miguel Monroy Farías
Alternativas Innovadoras en la Evaluación de la Docencia

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