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Éxito
Y Fracaso
Escolares un Análisis
por Cohortes de la Carrera de Sociología de la UAM Azcapotzalco
(1974-2000)
Oscar
Cuéllar Saavedra
Correo-e:oscarcuellar993@hotmail.com Víctor
Hugo Martínez Escamilla Correo-e: vmartibt@avantel.net
Departamento de Sociología,
UAM Azcapotzalco.
Resumen
El artículo analiza la información sobre el desempeño
de los estudiantes de la carrera de Sociología de la Universidad
Autónoma Metropolitana, Unidad Azcapotzalco, en el periodo 1974-2000,
distinguiendo por cohortes de ingreso. Primero se entregan antecedentes
sobre la organización de los estudios y se discuten los aspectos
metodológicos relevantes. Después se presenta un resumen
de la información general para el universo de estudiantes, como
preámbulo al estudio del éxito y el fracaso escolar por
cohortes de ingreso a la carrera. En esta parte, el trabajo examina las
trayectorias escolares de cada cohorte, incluyendo datos sobre la duración
mediana de los estudios y los créditos obtenidos. El trabajo acaba
con un resumen y el planteamiento de algunos temas que exigen de más
investigación futura.
Palabras clave: Estudiantes, sociología, trayectoria escolar.
Abstract
This article analyses data on the performance of sociology students at
the Metropolitan Autonomous University (Universidad Autónoma
Metropolitana, UAM), Azcapotzalco Unit, in the 1974-2000 period, distinguishing
by enrolment cohorts. First, the study presents a background of the
organization of studies, and then discusses relevant methodological
aspects. The article includes a summary of general information on the
universe of students as preamble for the study of school success and
failure by enrolment cohorts to the career. This portion of the study
examines school trajectory of each cohort, including data on mean duration
of studies and credits obtained. This paper finally includes a summary
and poses some issues that call for deeper future research.
Key words: Students, sociology, school trajectory.
Introducción
En el campo de la política educativa, el último tercio del
siglo XX se caracterizó por una decidida acción del Estado
para ampliar las oportunidades de educación superior, dando continuidad
a -y, en cierto sentido, complementando- los esfuerzos y logros ya obtenidos
en materia de educación básica, que constituyeron una de las
prioridades de los gobiernos posteriores a la revolución (sobre lo último,
ver Padua, 1989). El mayor impulso se dio en la década del setenta,
en que se incrementó considerablemente el número de instituciones
públicas de educación superior -así como la matrícula,
los cuadros docentes y las carreras- para luego, ya desde mediados de los
ochenta, disminuir el ritmo de crecimiento y ceder parte del espacio a las
instituciones privadas (ver, por ejemplo, Casillas, 1989; Cuéllar,
1995; Ortega, Lorey et al.,1997). En esa década, los problemas de
la educación superior se vieron agudizados por las crisis de 1982-1983
y de 1986-1987, con el resultado de que, al igual que en otros campos, se
reorientó la política estatal. Entre otros aspectos, esta puso énfasis
en el mejoramiento de la calidad de la formación proporcionada y en
la necesidad de conocer y evaluar el desempeño institucional (Valenti,
2002; Kent, 1997).
Haciéndose eco de estas preocupaciones, varios investigadores realizaron
estudios sobre el desempeño de los estudiantes y la eficiencia terminal,
sobre todo desde una perspectiva centrada en las instituciones (por ejemplo,
Tinto, 1989; Chaín Revuelta y Ramírez Muro, 1997); pero también,
aunque menos frecuentemente, tomando en cuenta la situación a que
se vieron expuestos los estudiantes (Martínez Rizo y Carrillo Flores,
1988) o sus familias durante los periodos de crisis. En particular los trabajos
de Muñiz (1996; 1997) sobre la Universidad Autónoma Metropolitana,
mostraron que en el periodo que estudió (1974-1990), la eficiencia
terminal fue baja y que, a lo largo de los años ochenta, hubo cambios
en el origen social y en la composición por sexo de los estudiantes,
así como aumentos en la deserción y, sobre todo, en el rezago
escolar1.
En este trabajo nos proponemos contribuir a estos desarrollos, presentando
un breve análisis de algunos aspectos de la organización y
funcionamiento de la carrera de sociología de la Universidad Autónoma
Metropolitana, Unidad Azcapotzalco (UAM-A), desde su creación en 1974
y hasta fines del año 2000. En particular, queremos ofrecer una descripción
global del desempeño de los estudiantes, con especial énfasis
en los casos de éxito en los estudios -es decir, terminación
de los requisitos exigidos para obtener el grado universitario- y de fracaso
por baja definitiva o abandono de los estudios, distinguiendo por cohortes
de ingreso. Las preguntas que se trata de responder son las siguientes: ¿qué diferencias
surgen en las proporciones de éxito y fracaso de los alumnos al distinguir
entre distintas cohortes de ingreso a la carrera?; ¿en qué momento
de las trayectorias escolares se da más probablemente la baja de los
estudios?; y ¿hay variaciones relacionadas con el periodo en que ingresaron
a la universidad?
Debemos aclarar que, por razones de espacio, nos limitaremos al examen y
análisis de la estadística universitaria, tomando al conjunto
de los estudiantes y sin distinguir por sexo, aunque hay certeza de un rendimiento
más eficiente entre las mujeres. Por la misma razón, y pese
a la importancia que han tenido para modular el decurso de las trayectorias
escolares, aquí no haremos más que someras referencias al contexto
y a los procesos extrauniversitarios acaecidos en el periodo (sobre esto,
remitimos a Muñiz, 1996 y 1997; y a Tuirán, 1994, sobre los
impactos de las crisis de los ochenta en la situación de los hogares).
El trabajo se ordena de la siguiente forma: partiremos reseñando los
lineamientos reglamentarios que organizan la carrera, para luego precisar
los aspectos conceptuales y metodológicos relacionados con el análisis
de la información, en particular, los que se refieren a la manera
como definimos y medimos las trayectorias escolares y las cohortes de ingreso.
En seguida, presentaremos un panorama general de algunas características
de los estudiantes y de sus trayectorias, considerando al conjunto de los
inscritos desde 1974 hasta el año 2000. En la sección siguiente,
examinaremos la situación de los estudiantes a fines del año
2000, distinguiendo por cohortes de ingreso a la carrera y destacando las
diferencias entre quienes habían avanzado en sus estudios y terminado
la carrera, por un lado, y quienes causaron baja o abandonaron sus estudios,
por otro. Finalmente, haremos algunas anotaciones sobre la duración
de las trayectorias de éxito y fracaso por cohortes de ingreso. En
las conclusiones resumiremos los resultados y haremos algunos comentarios
generales sobre la información analizada.
Algunos antecedentes
sobre la carrera de
Sociología de la UAM
Azcapotzalco
En la UAM, la carrera de Sociología existe desde que se creó la
institución, en 1974, en la fase de más agudo crecimiento
del sistema de educación superior. La fundación de la UAM
se efectuó con el establecimiento de tres unidades ubicadas en
distintos puntos de la ciudad de México: Azcapotzalco, Iztapalapa
y Xochimilco, que comparten una dirección y una reglamentación
generales, manteniendo sin embargo, bastante autonomía en sus
formas de operación. Las normas generales de la nueva universidad
se establecieron con la meta de evitar algunas de las dificultades presentes
en otras instituciones, en particular, en la Universidad Autónoma
Nacional de México, como el tamaño excesivo de la masa
estudiantil, la separación entre docencia e investigación,
el largo tiempo transcurrido entre el ingreso y la salida de los estudiantes,
y la baja tasa de titulación. En este sentido, se podría
decir que se trataba de disminuir el tiempo de duración de los
estudios sin perder calidad en la formación ni flexibilidad en
las opciones abiertas a los alumnos, en especial a los que trabajan.
Por ello, se buscó regular el tamaño estableciendo cupos
de ingreso anuales, de suerte de mantener un número razonable
de estudiantes. Para evitar la excesiva prolongación de la estadía
de éstos en la universidad, se delimitó un plazo máximo
de diez años, contados desde el ingreso, para la terminación
de los requisitos académicos exigidos para el egreso y se diseñó un
curriculum que, en ciertas condiciones, permite hacerlo en un plazo de
entre cuatro y cuatro y medio años2. Por otra parte, y con el
fin de dar sentido unitario, teórico y práctico, a la formación,
se propició la contratación de profesores-investigadores
y se estableció el concepto de “enseñanza-aprendizaje” como
criterio orientador de la docencia. También el diseño curricular
optó por favorecer la formación mediante grupos relativamente
pequeños que pudieran trabajar intensivamente durante cortos lapsos
de tiempo (cursos de un trimestre de duración).
Aunque a diferencia de otras carreras, sociología es la única
que se ofrece en todas las unidades de la UAM, el criterio de la autonomía
académica ha estado presente, entre otras cosas, en la manera
como en cada unidad se han organizado las currícula y en las modalidades
adoptadas respecto de la manera de llevar adelante los procesos de enseñanza-aprendizaje.
En Azcapotzalco, los estudios de Sociología se dividieron en troncos
- general, básico profesional y de especialización (o áreas
de concentración)-, cada uno compuesto por un número variable
de cursos que deben acreditarse hasta completar el total requerido para
egresar. En el primero se entregan conocimientos considerados básicos,
como preparación para la formación propiamente profesional
de las distintas carreras de la División de Ciencias Sociales
y Humanidades, dentro de la que se inscribe Sociología. La formación
sociológica se inicia con las asignaturas del tronco básico
profesional, para terminar en las áreas de concentración.
El tronco básico profesional comprende cursos de teoría
y metodología, además de otros, relacionados con algunos
campos de trabajo sociológico específico, incluyendo los
cursos introductorios a los contenidos propios de las áreas de
concentración (sociología política, rural, urbana
y -desde principios de los noventa- de la educación).
En las áreas se ofrece un principio de especialización,
con la mira de facilitar la concentración de los alumnos en el
desarrollo de sus trabajos terminales. Los criterios relativos a la duración
de los estudios y a la flexibilidad explican también la apertura
existente en principio respecto de las modalidades que puede asumir el
trabajo terminal. Reglamentariamente, este puede realizarse en varias
formas, pero la que ha predominado es la tesina, que implica exigencias
bastante menores que las tesis tradicionales. Hay que señalar
que, en la carrera de Sociología, se acredita la terminación
de los requisitos cursativos cuando el estudiante ha terminado y defendido
su tesina; por tanto, desde un punto de vista académico, un egresado
puede ser considerado como un caso de éxito en los estudios. Además
de estos requisitos, los alumnos deben realizar un trabajo de servicio
social, que pueden hacerlo desde que han completado el 70% de los créditos
escolares exigidos.
Cuadro 1
Esquema de los momentos de la trayectoria escolar normal y de su duración
esperada
Momentos de la
Trayectoria escolar |
Actividades y logros |
Duración de la
Trayectoria (exitosa) |
1. Ingreso a la carrera =
ingreso al tronco común |
Terminación de los estudios
del tronco común |
3 trimestres académicos
o 1 año natural |
2. Ingreso al tronco básico profesional |
Terminación de los estudios
del tronco básico profesional |
6 trimestres académicos
o 2 años naturales |
3. Ingreso a una área de concentración |
Terminación de los estudios del área de concentración
Terminación de la tesina Servicio social* |
3 trimestres o 1 año natural
1 trimestre o 3 meses naturales
|
4. Procesos terminales |
Servicio social*
Examen profesional
Egreso de la carrera
Trámites de titulación |
1 trimestre o 3 meses naturales
Total: min.: 12 trimestres máx: 14 trimestres
|
* El Servicio social puede hacerse a partir de haber
completado el 70% de los créditos, o -normalmente- desde el décimo
trimestre. En el cuadro no se calcula el tiempo de duración del
Servicio social, ya que puede llevarse a cabo mientras se realizan los
estudios.
El Cuadro 1 reseña la información
pertinente.
Por otro lado, y dado que se trataba (y se trata) de facilitar el ingreso
a los postulantes que lo ameriten, se permite que un postulante que ha
aprobado el examen de admisión sin alcanzar cupo en la carrera
de su preferencia se inscriba en otra afín, con la posibilidad
de cambiarse más adelante si cumple con ciertos requisitos (un
mínimo de créditos y de promedio de calificaciones). Sin
embargo, de hecho es difícil que se autoricen los cambios, y la
flexibilidad que establece este mecanismo parece funcionar más
bien para regular el flujo de ingreso a las carreras menos solicitadas
por los candidatos3.
A pesar de que se estimó una duración normal (ideal) de
los estudios de cuatro años o algo más si se incluye el
trabajo terminal, el criterio se relajó con la distinción
entre estudiantes de tiempo completo y de medio tiempo, a lo que hay
que agregar el plazo de diez años para completar los estudios
que, en casos calificados puede ser ampliado. También se permite
volver a cursar una materia reprobada -o dar exámenes especiales-
en repetidas oportunidades (hasta cinco veces en total), sin perder la
calidad de estudiante. En los hechos, por estos factores y otras causas,
en particular relacionadas con la incidencia de lo que antes llamamos “condiciones
ambientales”, que pueden afectar el funcionamiento de la institución
y el desempeño de los alumnos, la duración media de una
trayectoria exitosa es bastante más larga que la ideal (entre
seis y 6.3 años) (Cuéllar y Martínez, 2001).
Por último, aquí importa también referirse a la
baja de los estudiantes. Esta puede ser voluntaria o reglamentaria; y
la última normalmente se declara al completarse el plazo de diez
años sin haberse terminado los estudios o cuando no se cumplen
algunos requisitos (por ejemplo, no presentar ciertos documentos, no
haber aprobado una materia en la que se ha inscrito el máximo
posible de veces permitido, etc.). Cabe agregar que la institución
considera que la no inscripción en al menos un curso por más
de seis trimestres consecutivos (dos años naturales), es un claro
indicio de que el estudiante se encuentra expuesto a la baja (“abandono
de los estudios por más de seis meses”). Aspectos metodológicos
Para este trabajo, usamos información proporcionada por la Comisión
de Planeación de la Unidad Azcapotzalco, referida a un total de
4,841 estudiantes alguna vez inscritos en la carrera de Sociología
desde 1974 hasta fines del año 2000. La base incluye datos sobre
sus antecedentes escolares preuniversitarios, el periodo de ingreso a
la universidad, ciertos aspectos de su desempeño en sus estudios,
la situación en que se encontraban en relación con la carrera
al finalizar el año 2000, etc., lo que permite hacer análisis
sobre trayectorias escolares, eficiencia terminal, comportamiento de
las áreas de concentración y otros de similar interés.
En particular, la información sobre la situación escolar
de los alumnos alguna vez inscritos en la carrera al momento de cerrarse
la base de datos mencionada, permite una cierta aproximación al
estudio de su desempeño o, en otra óptica, de las trayectorias
escolares en que este se traduce. En este trabajo usaremos el término “trayectorias
escolares” para referirnos a la secuencia de eventos académicos
institucionales que conforman el proceso de formación profesional,
desde el ingreso del estudiante a la carrera, hasta la terminación
de sus estudios (trayectorias completas) -o, en otro caso, hasta el abandono
de éstos (trayectorias truncadas)-. Esto implica que cualquier
carrera universitaria puede verse como un “sistema relativamente
abierto”, que se delimita como un campo de actividades de enseñanza-aprendizaje
vinculadas y que: a) está circunscrito por puntos de “entrada” y
de “salida” a la vez que b) reconoce momentos discernibles,
relacionados con la organización del curriculum y la normatividad
vigentes4.
De acuerdo con el esquema presentado en el Cuadro 1, los momentos relevantes
están conformados por el ingreso a (y la salida de) los troncos
(común y básico profesional), la incorporación a
las áreas de concentración y el egreso, seguido de la titulación.
Sin embargo, hay diferencias en lo que toca a las facilidades para distinguir
claramente entre las transiciones del tronco común al tronco básico
profesional a partir de la información de la estadística
universitaria: si bien el ingreso al primero es claramente identificable,
la salida (que teóricamente precede al ingreso al tronco básico
profesional) no lo es, y ello, debido a que en la organización
del curriculum no siempre ha existido una definición clara de
secuencias de cursos. Así, no necesariamente coincide un cierto
número de créditos aprobados por el estudiante con los
cursos que hacen parte del tronco común o, en su caso, del tronco
básico profesional. Un alumno puede haber tomado cursos de este último
antes de terminar con las asignaturas del tronco común; de suerte
que si, como criterio para establecer la terminación de un momento
e inicio de otro, se usa el número de créditos aprobados,
la aproximación puede resultar equivocada.
Aunque algo semejante sucede con la incorporación a las áreas
(sólo recientemente se estableció la exigencia de haber
aprobado todas las asignaturas de los troncos para incorporarse), la
diferencia respecto de los momentos anteriores consiste en que, en este
caso, la universidad registra la inscripción del estudiante en
un curso del área como entrada a ésta. Por estas razones,
en este trabajo nos reduciremos a distinguir entre los siguientes momentos
de la trayectoria: 1) ingreso a la carrera -es decir, al tronco común-;
2) ingreso a las áreas de concentración; 3) egreso de la
carrera y 4) titulación.
Respecto de las cohortes de ingreso a la carrera, las definimos como
la población de estudiantes que se incorporaron al tronco común
en un cierto periodo de tiempo. La delimitación de éste
se hizo tomando en cuenta los resultados de estudios anteriores, que
mostraron que la duración media de los estudios para los alumnos
que egresaron es algo más de seis años (Cuéllar
y Martínez, 2001), y el hecho de que -como se mencionó en
la introducción- las crisis de los años ochenta parecen
haber tenido un fuerte impacto sobre la duración de los estudios
e, incluso, sobre la baja de la carrera (Muñiz, 1997). Por otra
parte, es obvio que el análisis debe tomar en consideración
que, para un subconjunto de alumnos de reciente incorporación
(1997 en adelante), todavía no ha transcurrido un lapso suficiente
de tiempo como para que una parte significativa de ellos pueda haber
completado los estudios; por ello, se tomará en cuenta solamente
a aquellos estudiantes que ingresaron a la carrera entre 1974 y 1996
-es decir, a un total de 4,016 alumnos (alrededor de 82% del total de
estudiantes alguna vez inscritos). Así, definimos las siguientes
cohortes de ingreso: 1) 1974-1979; 2) 1980-1985; 3) 1986-1991; y 4) 1992-1996
(en esta última cohorte el periodo de ingreso se reduce a cinco
años).
Por último, precisemos qué entenderemos por “éxito” y “fracaso”.
En sentido estrecho, diremos que un estudiante ha tenido éxito
en sus estudios cuando se ha titulado; pero usaremos también de
manera más laxa el término, para incluir a quienes egresaron
sin llegar a titularse. Con respecto al “fracaso”, en sentido
estrecho este comprenderá sólo los casos de baja definitiva,
mientras que en sentido amplio incluirá también el “abandono
de los estudios por más de seis trimestres”, dadas las altas
probabilidades de que los que se encuentran en esta situación
acaben en la baja.
Algunas características
de los estudiantes y sus
trayectorias escolares
Con estas aclaraciones, y a fin de tener una base inicial de referencia
para el análisis, conviene ahora que echemos una mirada a la información
disponible sobre el total de estudiantes. Entre 1974 y 2000, 4,841 estudiantes
se inscribieron alguna vez en la carrera de Sociología, de los
cuales 55 % eran mujeres. Casi 60 % de ellos se registró entre
1974 y 1990; y, a fines del año 2000, otro porcentaje igual había
alcanzado a incorporarse a las áreas de concentración.
De acuerdo con el registro universitario, en esa fecha el 21.4 % del
total había egresado, otro 21.3 % se encontraba activo y el resto
(57.3 %) se había dado de baja o había dejado de registrarse
por más de seis trimestres seguidos.
Veamos ahora algunos datos del subconjunto de los 4,016 estudiantes que
se inscribieron entre 1974 y 1996 (Cuadro 2).
Algunas características de los estudiantes de la carrera de Sociología,
UAM Azcapotzalco. (Total de estudiantes que ingresaron en el periodo
1974-1996) *
|
Cuadro 2 |
|
Cohorte de ingreso |
Frecuencia |
Porcentaje |
Total |
4,016 |
100.0 |
1974-1979 |
566 |
14.1 |
1980-1985 |
1,104 |
27.5 |
1986-1991 |
1,366 |
34.0 |
1992-1996 |
980 |
24.4 |
Sexo de los estudiantes |
|
|
Total |
4,016 |
100.0 |
Hombres |
1,869 |
46.5 |
Mujeres |
2,147 |
53.5 |
Situación de los estudiantes |
|
|
Total |
4,016 |
100.0 |
Titulado |
767 |
19.1 |
Egresado |
268 |
6.7 |
A tiempo, activos |
220 |
5.5 |
A tiempo, no activos |
106 |
2.6 |
Abandono + 6 trim |
475 |
11.8 |
Baja |
2,180 |
54.3 |
Ingresaron a un área |
|
|
Total |
4,016 |
100.0 |
Si, ingresaron |
1875 |
46.7 |
No / no corresp. |
2141 |
53.3 |
* La fuente de este cuadro y los que siguen es el registro de estudiantes
de la carrera de Sociología de la UAM Azcapotzalco, facilitado por la
Comisión de Planeación de la Unidad.
Puede apreciarse que el
porcentaje de mujeres es ligeramente menor que cuando se cuenta el total
de los alguna vez inscritos, a la vez que aumenta la proporción
de los ingresos más antiguos (alrededor de 75% se inscribió entre
1974 y 1991). Como sería de esperar, por el hecho de tratarse
entonces de una institución y de una carrera nuevas, la primera
cohorte (1974-1979) es la de menor tamaño, mientras que las dos
siguientes muestran un fuerte crecimiento de los inscritos, al punto
que la cohorte que ingresó entre 1986-1991 más que duplica
a la primera. La cohorte siguiente (1992-1996) tiene un tamaño
menor, seguramente como resultado de la política institucional
que fija cupos al ingreso anual por carreras.
En el cuadro también se puede ver que poco menos de la mitad se
había incorporado a alguna de las áreas de concentración
(14 puntos porcentuales menos en comparación con los datos sobre
el total de estudiantes alguna vez inscritos en la carrera), y que más
de la cuarta parte había egresado, en comparación con algo
menos de la quinta parte cuando se considera el total.
En cuanto a las otras categorías, los estudiantes que se habían
dado de baja o que no se había registrado en ningún curso
durante dos años seguidos llegaban a casi las dos terceras partes
(nueve puntos de diferencia en relación con el total), mientras
que alrededor de 8% eran activos, estuviesen o no inscritos en el último
trimestre de 2000 (13 puntos de diferencia respecto del total inscrito
entre 1974 y 2000).
Por cierto, estas diferencias en relación con el total de alumnos
alguna vez inscritos, muestran el resultado del truncamiento de las cohortes,
a la vez que sugieren que los estudiantes que se inscribieron después
de 1996 tienen, en conjunto, un desempeño más eficiente
que el de las cohortes anteriores (menores niveles de bajas y abandonos,
y mayores tasas de egreso; sobre esto, más adelante).
A este panorama general, habría que agregar que la mitad de los
inscritos entre 1974 y 1996 habían cursado diez trimestres académicos,
con diferencias relacionadas con el sexo, la incorporación a las áreas
de concentración y, más generalmente, con el grado de avance
alcanzado en los estudios. En breve, las mujeres habían cursado
más trimestres académicos que los hombres (medianas de
12 y ocho trimestres, respectivamente) y los que se habían incorporado
a las áreas sobrepasaban holgadamente a los que no lo habían
hecho (medianas de 17 y tres trimestres y promedios de 17.6 y 5.2). La
mitad de los estudiantes que se habían titulado habían
cursado 17 trimestres (con una media de 18.7 trimestres) mientras que,
en el otro extremo, la mitad de los que se habían dado de baja
o abandonado los estudios por dos años o más apenas tenían
cuatro trimestres cursados (con medias de 5.3 y 7.5 trimestres, respectivamente)
(Cuéllar y Martínez, 2001: 19). Una mirada al éxito
y al fracaso escolares
por cohortes
Cabe ahora preguntarse si hay diferencias por cohortes de ingreso, en
particular, en la incorporación a las áreas de concentración
y en los niveles de éxito y de fracaso. En el Cuadro 3 se presentan
los datos generales.
Cuadro 3:
Características de los estudiantes alguna vez inscritos en la carrera
de Sociología de la UAM Azcapotzalco por cohorte de ingreso (periodo 1974-1996)
Algunas caracteristicas
de los estudiantes |
Cohortes de ingreso a la carrera |
1974-1979 |
1980-1985 |
1986-1991 |
1992-1996 |
Total |
Sexo de los estudiantes |
100%
(N=566) |
100%
(N=1104) |
100%
(N=1366) |
100%
(N=980) |
100%
(N=4016)
|
Hombres |
48.1% |
45.1% |
46.3% |
47.7% |
46.5% |
Mujeres |
51.9% |
54.9% |
53.7% |
52.3% |
53.5% |
Situación escolar de los estudiantes |
100%
(N=566) |
100%
(N=1104) |
100%
(N=1366) |
100%
(N=980) |
100%
(N=4016)
|
Titulados
|
33.7% |
21.1% |
16.4% |
12.1% |
19.1% |
Egresados
|
3.7% |
2.9% |
6.9% |
12.3% |
6.7% |
A tiempo, activos |
|
|
1.0% |
21.0% |
5.5% |
A tiempo, no activos
|
|
|
0.7% |
9.9% |
2.6% |
Abandono + 6 trim. |
|
|
8.9% |
36.1% |
11.8% |
Baja definitiva |
62.5% |
76.0% |
66.2% |
8.5% |
54.3% |
Se incorporaron a las áreas
de concentración |
100.0%
(N=531) |
100.0%
(N=959) |
100.0%
(N=1162) |
100.0%
(N=971) |
100.0%
(N=4016) |
Si |
93.8% |
36.4% |
36.2% |
45.6% |
46.7% |
No (o no corresp.) |
6.2%%
|
63.6% |
63.8% |
54.4% |
53.3% |
Aparte el hecho de que el predominio de las mujeres
se mantiene con pocas variaciones en todas las cohortes, llaman la atención las diferencias
que surgen tanto en la incorporación a las áreas de concentración
como en las proporciones de éxito y de fracaso de los estudiantes.
En efecto, 1) mientras que en la primera cohorte casi todos los estudiantes
llegaron a las áreas, las dos siguientes -los que se inscribieron
durante la década de los ochenta- registran un fuerte descenso,
con poco más de una tercera parte que lo hizo. La situación
mejora en la cohorte 1992-1996, con alrededor de 45% de alumnos que se
incorporaron a las áreas, porcentaje que podría aumentar
en un futuro próximo, si se considera que en comparación
con las inscripciones más antiguas una fracción de sus
miembros tenía, y tiene todavía, relativamente poco tiempo
de haber ingresado a la universidad. Por otra parte, también podría
haber contribuido a este resultado el que la crisis económica
de 1995 y 1996 haya tenido menos impacto en las condiciones de los hogares
que el que tuvieron las crisis de los ochenta. O bien -y no excluyente-,
porque los sectores sociales de los cuales provienen los estudiantes
cambiaron en la década de los noventa5.
2) El porcentaje de titulados desciende continuamente
a medida que nos aproximamos al presente -de 33.7% en la primera cohorte,
a 12.1% en la última-,
mientras que el egreso que incluye a quienes terminaron sus requisitos
académicos pero no se titularon aumenta, de alrededor de 3% en
las dos primeras cohortes, a 7% en la tercera y a 12.3% en la última,
llegando a igualarse con la titulación.
3) Las bajas definitivas son muy altas en las tres primeras
cohortes (62.5%, 76% y 66.2%), para disminuir notoriamente en la última
(8.5%). Por otra parte, los casos de abandono de los estudios por más
de seis meses, inexistentes en las dos primeras, aumentan de la tercera
a la cuarta cohorte, llegado en ésta a superar ampliamente a las
bajas (36.1% del total de la cohorte 1992-1996).
Como señalamos antes, tomados en conjunto, egresados y titulados
pueden considerarse como casos de éxito escolar, y compararse
con las bajas, que representan el fracaso escolar (es decir, la pérdida
de los derechos a seguir cursando la carrera, sea porque ya se cumplió el
plazo máximo autorizado por la institución o por cualquiera
otra razón). Sin embargo, es necesario tener precauciones, debido
precisamente a dicha cláusula. Su aplicación significa
que en el caso de las dos primeras cohortes los datos dan cuenta de resultados
invariables, ya dados, por lo que presentan una situación dicotómica
(éxito o fracaso), mientras que en las otras, y especialmente
en la última, la información se refiere a procesos en curso,
cuyos resultados sólo en parte aparecen reflejados en la estadística
universitaria.
Con estas precauciones, podemos dar algo más de detalles:
•
En la primera cohorte, el “éxito escolar” llega a
poco más de 37%, en comparación con más de 60% de
estudiantes que se dieron o fueron dados de baja.
• En la segunda cohorte disminuye tanto el porcentaje de titulados como
el de egresados
-comprendiendo, en conjunto, a casi una cuarta parte de los estudiantes-,
mientras que las bajas alcanzan su cúspide: las tres cuartas partes
restantes de la cohorte.
•
En la tercera cohorte los titulados descienden a algo más de 16%,
para llegar a 12% en la más reciente; sin embargo, también
aumentan los egresados. Si las dos categorías se suman, los porcentajes
de “éxito” se elevan a niveles similares a los de
la cohorte anterior (1979-1985): 23% para los que ingresaron entre 1986
y 1991; y algo similar sucede en el caso de la cohorte 1992-1996 (24%
de egresados y titulados).
•
En relación con los “fracasos”, hay que señalar
que la categoría “abandono de los estudios por más
de seis trimestres”, no aparece en los datos de las dos primeras
cohortes, en que la distribución es de hecho dicotómica
(“éxito” o “fracaso”); su significación
se cuenta sólo para las dos últimas cohortes, en las que
se distingue de las bajas.
Ahora bien, si, al igual que hicimos con los egresados y titulados, reunimos
a las bajas y abandonos en una sola categoría (“fracasos” en
sentido amplio), resulta que estos alcanzan a más de 60% en la
primera cohorte, para subir a alrededor de tres cuartas partes de los
inscritos en la segunda y tercera cohortes, y descender a casi el 45%
en la cohorte 1992-1996, con la diferencia que en ésta el mayor
porcentaje corresponde a los “abandonos” (36%), mientras
que en la cohorte 1986-1991, a las bajas (66%).
•
Ya dijimos que en las dos primeras cohortes la distribución es
dicotómica (éxito o fracaso) debido a que se ha sobrepasado
ampliamente el plazo máximo de diez años establecido para
completar los estudios. Pero en las dos últimas cohortes, y sobre
todo en la que ingresó entre 1992 y 1996, los alumnos están
-en su mayoría- todavía dentro de plazo, lo que queda en
evidencia en los datos de las categorías de estudiantes “a
tiempo”. Estos constituyen una ínfima proporción
de los que ingresaron a la carrera en el periodo 1986-1991 (menos de
2%), pero superan al 30% en la cohorte de más reciente ingreso.
En resumen, los datos sobre el desempeño de las cohortes nos muestra
que estamos en presencia de dos tipos de situaciones radicalmente distintas,
debido a la cláusula relativa al tiempo máximo concedido
para terminar los estudios: por un lado, tenemos las dos primeras cohortes,
que presentan datos de procesos ya terminados y, en este sentido, definitivos:
los estudiantes o bien egresaron (y eventualmente, se titularon) o no
lo hicieron, en cuyo caso se registran como bajas. En las dos últimas
cohortes, en cambio -y sobre todo en la última- los datos también
dan cuenta de procesos en curso representados por los alumnos que se
encuentran activos, estuvieran o no inscritos en el último trimestre
de 2000, y por los que el registro estadístico clasifica como “abandono
de los estudios por más de seis trimestres”.
Cabe recordar que las dos cohortes intermedias corresponden al ingreso
a la carrera en la década de los ochenta, es decir, en el periodo
en que, de acuerdo con las investigaciones existentes, mayores fueron
los impactos negativos de las crisis sobre la situación económica
de las familias del Distrito Federal y sobre las posibilidades de los
estudiantes universitarios de mantener el paso en sus estudios. Si Muñiz
destacó sobre todo el aumento de los rezagos antes que de las
bajas en ese periodo, la información que ahora presentamos, y
que subraya el peso de las bajas, resulta concordante con la que ella
manejó, una vez que se toma en cuenta que hacia fines de 1990
los estudiantes rezagados se encontraban todavía dentro del plazo
fijado para terminar los estudios, mientras que a fines del año
2000 éste ya había expirado para casi todos ellos (salvo
una ínfima minoría que obtuvo autorización para
prolongarlo).
En el caso de la cohorte 1992-1996, en principio la información
resulta más esperanzadora, ya que el porcentaje de éxito
es similar al de las dos cohortes anteriores (24%), mientras que el de
fracasos es mucho menor -componiéndose, sobre todo, de abandonos-,
y la enorme mayoría de los estudiantes considerados se encuentra
dentro de los plazos fijados para completar sus estudios. De todas maneras,
si la hipótesis que subyace a la clasificación del registro
universitario es cierta, esto significaría que en esta cohorte
las bajas deberían aumentar todavía bastante a corto plazo,
aunque probablemente sin llegar a alcanzar los niveles de las cohortes
anteriores. El papel de la incorporación a
las áreas en relación con el éxito y el fracaso escolares
Corresponde ahora examinar los datos acerca del papel de la incorporación
a las áreas de concentración en relación con el éxito
y el fracaso.
Cuadro 4
“É
xitos” y “fracasos” de los estudiantes de Sociología
de la UAM Azcapotzalco,
según si se incorporaron o no a un área de concentración,
por cohorte de ingreso
(estudiantes que ingresaron entre 1974 y 1996)
Cohorte de ingreso
incorporación a las áreas |
Cohorte de ingreso
incorporación a las áreas |
|
Se incorporaron a un área |
Egresados y titulados |
A tiempo |
Bajas
y abandonos |
Total |
974-1979 |
Si (531)
No (35)
Total (566) |
39.9%
37.5% |
|
60.1%
100.0%
62.5% |
100.0%
100.0%
100.0% |
1980-1985 |
Si (402)
No (702)
Total (1104)
|
65.9%
24.0%
|
|
34.1%
100.0%
76.0%
|
100.0%
100.0%
100.0% |
1986-1991 |
Si (495)
No (871)
Total (1366)
|
64.2%
23.3% |
4.2%
0.2%
1.7%
|
31.5%
99.8%
75.0%
|
100.0%
100.0%
100.0% |
1992-1996
|
Si (447)
No (533)
Total (980)
|
53.7%
24.5%
|
43.6%
20.3%
30.9%
|
2.7%
79.7%
44.6%
|
100.0%
100.0%
100.0% |
Total |
Si (1875)
No (2141)
Total (4016) |
55.2%
25.8% |
11.5%
5.1%
8.1% |
33.3%
94.9%
66.1% |
100.0%
100.0%
100.0% |
En el Cuadro 4 presentamos la información, con la
aclaración de que colapsamos los datos de egresados y titulados,
por una parte, y de bajas y abandonos, por otra (o sea, en “éxitos” y “fracasos” en
sentido amplio), agregando también los datos sobre los estudiantes
que están “a tiempo”. Aquí también reunimos
en la misma categoría a los activos que estaban inscritos con
los que no lo estaban cuando se cerró la base de datos.
En la parte inferior del cuadro aparecen los totales referentes a los éxitos
y fracasos para los estudiantes considerados, distinguiendo entre los
que se habían incorporado a un área de concentración
y quienes no lo habían hecho, mientras que en la parte superior
además se presentan las distribuciones por cohortes (los datos
detallados por “éxitos” y “fracasos” en
sentido estrecho para las dos últimas cohortes se presentan en
el Anexo 1).
Partiendo por los totales, tenemos que para el conjunto de los estudiantes
inscritos entre 1974 y 1996, el hecho de haber llegado a incorporarse
a un área de concentración se asocia con altas probabilidades
de éxito, mientras que lo contrario sucede en el caso de los estudiantes
que no llegaron a las áreas. En efecto, entre los primeros, más
de la mitad (55%) egresaron, mientras que el 95 % de los que no llegaron
a las áreas habían causado baja o habían abandonado
sus estudios por más de seis trimestres (el resto se clasificaba “a
tiempo”).
Sin embargo, no puede pasarse por alto que el ingreso a las áreas
de concentración no asegura que el estudiante terminará su
carrera, como lo indica el hecho de que una tercera parte de ellos causaron
baja (otro 11% se encontraba todavía a tiempo a fines del año
2000).
Veamos ahora los resultados por cohortes.
Respecto de las dos primeras cohortes, puede apreciarse que el haberse
incorporado a las áreas de concentración hace una diferencia:
todos los que no se incorporaron causaron baja, en comparación
con sólo una fracción -variable, según la cohorte-
de los que se incorporaron: en la cohorte 1974-1979, el porcentaje de
bajas entre los que ingresaron a las áreas alcanzó al 60%,
para descender a 34% en la siguiente (cohorte 1980-1985).
En las dos cohortes siguientes, además de “éxitos” y “fracasos”,
encontramos también estudiantes que están “a tiempo”,
de acuerdo con el reglamento acerca del plazo máximo para terminar
sus estudios. Estos constituyen un porcentaje menor en la cohorte 1986-1991
(4% de los que ingresaron a las áreas y menos de 1% entre los
que no lo hicieron), pero en la última cohorte (1992-1996), llegan
casi al 44% de los que se incorporaron a las áreas, y al 20% de
los que no lo hicieron.
En lo que toca a los “éxitos”, éste alcanza
al 64% de los miembros de la cohorte 1986-1991 que se incorporaron a
las áreas, es decir, poco menor que en el caso de la cohorte 1980-1985,
pero mayor que el correspondiente a los estudiantes en las áreas
de la cohorte siguiente, en que es de casi 54%.
En las dos últimas cohortes hay una fuerte diferencia en el porcentaje
de bajas entre los que ingresaron a las áreas: mientras que en
la primera (1986-1991), casi una tercera parte de los estudiantes en
las áreas se dieron o fueron dados de baja, en la cohorte 1992-1996
las bajas son menos del 3%. De manera similar acaso de las cohortes anteriores,
en estas los mayores porcentajes de bajas se encuentran entre los estudiantes
que no se incorporaron a las áreas: 99.8% en la cohorte 1986-1991,
y 80% en la cohorte 1992-1996 (con 20% todavía a tiempo).
En resumen, en todas las cohortes, salvo la primera, los estudiantes
que se incorporaron a las áreas tienen porcentajes considerablemente
mayores de éxito que de fracaso, mientras que entre los que no
llegaron a incorporarse predominan ampliamente los fracasos (entre 100%
y 80%). Por otra parte, el porcentaje de fracaso entre los que estaban
en las áreas descienden de una cohorte a otra (de 60% en la primera,
hasta 2.7% en la última).
Respecto de los estudiantes a tiempo, estos no existen más que
en las dos últimas cohortes, constituyendo una proporción
muy baja de los que ingresaron a las áreas en la primera (4%),
y muy alta en la última (casi 44%). En el caso de los estudiantes
que no se habían incorporado a las áreas, el porcentaje
era ínfimo en la cohorte 1986-1992, pero representaba una quinta
parte de los miembros de la cohorte 1992-1996.
A lo anterior, hay que agregar algunas aclaraciones respecto del peso
de los componentes del “éxito” y del “fracaso” en
las dos últimas cohortes. Como puede apreciarse en el Anexo 1en
que se desagregan los datos, registrando los porcentajes de titulados
y egresados (“éxitos”), por una parte, y de bajas
y abandonos por más de seis trimestres (“fracasos”),
por otro, hay diferencias que no pueden pasarse por alto. En breve:
En las cohortes 1974-1979 y 1980-1985, entre los “éxitos” predominan
los titulados (36% de los que se incorporaron a las áreas en la
primera, y 58% en la segunda); en la cohorte 1986-1992, los titulados
siguen siendo la parte más importante (45% de inscritos en las áreas,
por comparación con 19% de egresados), pero en la última
cohorte prácticamente se iguala el porcentaje de titulados y de
egresados (alrededor de 27% del total de incorporados a las áreas).
En el caso del “fracaso”, hay que distinguir entre los que
se registraron en las áreas y los que no lo hicieron. Entre los
primeros, como señalamos, en las dos primeras cohortes todos son
casos de baja (60% y 34%). En la tercera, las bajas son casi el 28% de
los incorporados a las áreas, frente a 12% de abandono de los
estudios por más de tres trimestres (el resto 8%, corresponde
a estudiantes a tiempo). En la última cohorte, la situación
cambia fuertemente, ya que las bajas desaparecen (0.4%), y la categoría
de “fracasos” viene a componerse casi exclusivamente de abandonos
(43.6% del total de incorporados a las áreas).
En el caso de los “fracasos” de estudiantes que no ingresaron
a las áreas, en todas las cohortes se trata básicamente
de bajas, salvo en la última. En efecto, si las bajas son el 100%
de los fracasos en las dos primeras cohortes, para pasar al 88% en la
cohorte que ingresó a la universidad entre 1986 y1991 (frente
a 12% de abandonos), en la cohorte 1992-1996 desciende a 15% (frente
a casi 65% de abandonos).
Acerca de la duración de los
estudios, por cohortes
Hasta aquí, hemos dado respuesta general a las preguntas plantadas
en la introducción a este trabajo. Sin embargo, falta tener una
idea de las duraciones de las distintas trayectorias escolares involucradas.
Para ello, en el Cuadro 5 presentamos los datos sobre las medianas del
número de créditos aprobados, de trimestres académicos
inscritos por los estudiantes y de los años naturales pasados
en la carrera.
Cuadro 5
Duración de las trayectorias escolares por cohorte de ingreso, carrera de Sociología,
UAM Azcapotzalco: créditos aprobados, trimestres académicos registrados
y años naturales (medianas)
Situación de los estudiantes por cohorte de ingreso |
Créditos |
Trimestres Académicos |
Años Naturales |
|
Número |
|
Medianas |
|
Titulados |
767 |
432 |
17 |
5.7 |
1974-1979 |
191 |
432 |
15 |
5.0 |
1980-1985 |
233 |
432 |
19 0 |
6.3 |
1986-1991 |
224 |
432 |
18 |
6.0 |
1992-1996 |
119 |
444 |
15 |
5.3 |
Egresado |
268 |
444 |
18 |
6.0 |
1974-1979 |
21 |
432 |
20 |
6.7 |
1980-1985 |
32 |
432 |
23 |
7.3 |
1986-1991 |
94 |
444 |
24 |
7.7 |
1992-1996 |
121 |
------------------- |
16 |
5.3 |
A tiempo, activos |
220 |
367 |
16 |
5.7 |
1986-1991 |
14 |
410 |
25 |
10.7 |
1992-1996 |
206 |
364 |
16 |
5.7 |
A tiempo, no activ. |
106 |
334 |
16 |
5.8 |
1986-1991 |
9 |
432 |
25 |
9.7 |
1992-1996 |
97 |
312 |
15 |
5.7 |
Abandono + 6 trim |
475 |
48 |
4 |
1.3 |
1986-1991 |
121 |
60 |
4 |
1.3 |
1992-1996 |
354 |
42 |
3 |
1.3 |
Baja |
2,180 |
18 |
4 |
1.3 |
1974-1979 |
354 |
s.i. |
5 |
1.7 |
1980-1985 |
839 |
s.i. |
4 |
1.3 |
1986-1991 |
904 |
42 |
4 |
1.3 |
1992-1996 |
83 |
51 |
4 |
1.3 |
Total cohortes |
4,016 |
102 |
10 |
3.3 |
1974-1979 |
566 |
90 |
12 |
4.0 |
1980-1985 |
1,104 |
33 |
7 |
2.3 |
1986-1991 |
1,366 |
93 |
7.5 |
2.7 |
1992-1996 |
980 |
237 |
13 |
4.7 |
En la parte inferior del cuadro (en negrita) se encuentran los datos
para el total de estudiantes considerados, a la vez que para el conjunto
de miembros de cada cohorte. Podemos ver que en todos los indicadores
los puntajes más altos corresponden a la cohorte 1992-1996, y
los más bajos, a los estudiantes que se inscribieron durante la
década de los ochenta, en especial, en la primera mitad de ésta
(1980-1985). En otras palabras, los que ingresaron en el periodo 1992-1996,
en su mayoría, se han registrado en más trimestres, han
acumulado más créditos que los miembros de las cohortes
anteriores y han permanecido más tiempo en la escuela que ellas,
en especial, que los que entraron a la carrera durante la década
de los ochenta.
El análisis de las situaciones escolares, tal como las registra
la estadística universitaria, a fines del año 2000, permite
darse una idea más clara de las variaciones en el éxito
y el fracaso escolar por cohortes de ingreso.
Veamos, en primer término, las medianas por tipo de situación
escolar -o categorías de estudiantes (cifras en negrita, tercera
columna del cuadro)-, y sin considerar todavía el comportamiento
por cohorte de ingreso.
La mitad de los titulados en todo el periodo cursó 432 trimestres
-es decir, menos que los egresados, que tuvieron una mediana de 444 créditos-,
pero, naturalmente, más que las demás categorías
de estudiantes. Asimismo, la mitad de los titulados se inscribió en
17 trimestres académicos, y la duración mediana de los
estudios fue de 5.7 años. En cuanto a los egresados, los valores
de las medianas son algo mayores: 18 trimestres académicos y seis
años de duración de los estudios.
En el otro extremo, tenemos a los que se dieron o fueron dados de baja
y a los que abandonaron sus estudios por dos años consecutivos
o más. La mitad de los que causaron baja sólo acumuló 18
créditos, con medianas de cuatro trimestres académicos
y de poco más de un año de duración de los estudios.
La diferencia con la mitad de los que han abandonado sus estudios es
que en este último caso el número de créditos acumulados
es mucho mayor (48 versus 18 de las bajas).
Los estudiantes clasificados como “a tiempo” tienen medianas
mucho más próximas a las de los titulados, con pequeñas
diferencias entre los que estaban y los que no estaban inscritos a fines
de 2000 (más créditos acumulados y menor tiempo natural
en la carrera en el caso de los inscritos).
Veamos ahora con un poco más de detalle las mismas medidas, desplegando
la información por tipo de situación de los estudiantes
y cohorte de pertenencia. En resumen, tenemos:
1) Titulados: en todas las cohortes de ingreso, salvo la última,
la mitad de los titulados aprobó 432 créditos (que es también
el valor mediano para todos los titulados del periodo analizado). Por
otra parte, la mediana de los trimestres cursados fue menor en la primera
y la última cohorte (la mitad de los titulados cursó 15
trimestres), y mayor en las correspondientes a la década de los
ochenta. Las diferencias en el número de años naturales
que tardaron en titularse siguen una pauta semejante.
2) Egresados: en el caso de los egresados, no hay datos actualizados
respecto de los créditos acumulados para la última cohorte;
de cualquier modo, la mediana para todos los egresados es mayor que para
los titulados (444) e igual a la de la cohorte 1985-1991; en las anteriores,
el valor de la mediana es igual que para los titulados (432 créditos).
No acontece lo mismo, sin embargo, cuando se trata de los trimestres
en que se registraron y los años naturales demorados en terminar
los estudios: los valores son más altos que en el caso de los
titulados, con la salvedad de la cohorte 1992-1996, la mitad de cuyos
egresados cursó 16 trimestres académicos y tardó 5.3
años en egresar ( igual valor que el de la mitad de los que se
titularon en la misma cohorte).
3) Estudiantes “a tiempo”: entre los activos, el número
de créditos aprobado por la mitad de los estudiantes en el total
de la categoría es de 367, con fuertes diferencias entre las cohortes
1986-1991 y 1992-1996. Estas diferencias se repiten cuando se considera
el número de trimestres y los años naturales demorados.
Sin embargo, no puede olvidarse que los 14 estudiantes que ingresaron
entre 1986 y 1991 constituyen una excepción (todos obtuvieron
autorización para extender el plazo máximo establecido
por la universidad para la terminación de los estudios).
Aunque los estudiantes a tiempo no inscritos en el último trimestre
del año 2000 han aprobado menos créditos y han demorado
más tiempo en sus estudios que los inscritos, no presentan diferencias
cuando se trata de los trimestres académicos registrados.
4) Abandono de los estudios y bajas: en estas dos últimas categorías,
el número de créditos aprobados es muy escaso (no hay datos
sobre los créditos aprobados por los que se dieron de baja en
las dos primeras cohortes), al igual que los trimestres inscritos y los
años naturales demorados; como vimos antes, en la enorme mayoría
de los casos se trata de estudiantes que dejaron sus estudios muy tempranamente.
Al referirnos a los “fracasos” y a los estudiantes “a
tiempo”, en el análisis precedente no distinguimos entre
los que se habían incorporado a las área de concentración
y los que no lo habían hecho. Cabe entonces un breve comentario
sobre ésto (los datos se presentan en el Anexo II, excluyendo
a titulados y egresados, que por definición ingresaron a las áreas,
y sobre los cuales ya se comentó).
Partamos por los estudiantes “a tiempo”, distinguiendo entre
los que estaban inscritos y los que no lo estaban a fines del año
2000. En la cohorte 1986-1991, los inscritos eran sólo 14, y todos,
menos uno, se habían incorporado a un área de concentración.
La mitad había acumulado 412 créditos, y cursado 25 trimestres.
En todos estos casos, se trata de alumnos que habían obtenido
autorización para prolongar sus estudios más allá del
plazo máximo establecido. En cuanto a la cohorte 1992-1996, los
estudiantes a tiempo, inscritos, representaban una cuarta parte del total
de sus miembros, la mitad de los cuales (139) se había incorporado
a un área. Para estos alumnos, las medianas de créditos
y de años naturales son altas (402 créditos y 5.7 años),
mientras que el número de trimestres es un poco menor que entre
los titulados y egresados. La diferencia con respecto a los que no se
incorporaron a las áreas radican en que estos habían acumulado
muchos menos créditos (240).
Los estudiante a tiempo de la cohorte 1986-1991 no inscritos a fines
del 2000, presentan un perfil muy similar a los inscritos, con poco menos
tiempo de duración de sus estudios (mediana de 9.7 años)
y más créditos acumulados. En la cohorte 1992-1996, la
mayoría se había incorporado a las áreas y la mitad
había acumulado casi el total de créditos exigidos, en
poco más de seis años (y 16 trimestres académicos).
La mitad de los que no habían ingresado en las áreas tenía
poco más de una tercera parte de los créditos, menos de
cinco años de estudios y 13 trimestres cursados.
Veamos ahora los datos del “fracaso escolar”, comenzando
por el abandono de los estudios por más de dos años. En
la cohorte 1986-1991, más de 80% corresponde a estudiantes que
no se incorporaron a las áreas, y la mitad de ellos dejó los
estudios luego de un año en la universidad. De los pocos que alcanzaron
las áreas, la mitad llevaba siete años en la carrera y
casi había completado los créditos exigidos en 18 trimestres.
En la cohorte 1992-1996, la diferencia debida a la incorporación
a las áreas de concentración es todavía más
marcada: casi todos los casos ocurren antes de ingresar a las áreas,
especialmente al cabo del primer año en la escuela. Entre los
pocos que habían adelantado sus estudios, la mitad llevaba algo
más de seis años y tenía casi completados los créditos
exigidos.
En el Anexo 2 presentamos los datos sobre las bajas -el componente central
del fracaso escolar- para todas las cohortes. En el caso de la primera,
ella acontece sobre todo entre los estudiantes que ingresaron a un área
de concentración, mientras que en la segunda se presenta sobre
todo entre los estudiantes que no llegaron a hacerlo. Los datos muestran
pocos créditos y trimestres y cortas estadías en la carrera,
salvo para los de la cohorte 1980-1985 que llegaron a las áreas:
la mitad de éstos pasaron siete años en la universidad.
Más interés tienen las bajas de las dos cohortes más
recientes. Tanto entre los ingresados en el periodo 1986-1991 como entre
1992 y 1996 -y en especial en ésta- las bajas se asocian con la
no incorporación a las áreas, un bajo número de
créditos y de trimestres y escaso tiempo en la carrera. Las bajas
entre los que se incorporaron a las áreas son prácticamente
inexistentes en la cohorte más reciente, y constituyen el 15%
del total de bajas de la cohorte 1986-1991. La mitad de estos estudiantes
llevaba ocho años en la universidad, 22 trimestres académicos
y casi había completado los créditos requeridos. A manera de conclusiones
En este trabajo nos hemos preguntado por las diferencias que surgen
en el éxito y el fracaso al examinar las trayectorias escolares
por cohortes de ingreso, con especial atención al momento
de ocurrencia de las bajas. En breve, cabe destacar algunos resultados
relevantes, a saber:
Primero, hay que notar la importancia de las bajas, que afectan en
distinta medida a todas las co-hortes, pero especialmente a las que
cubren la
década de los ochenta, para disminuir en la cohorte 1992-1996.
Segundo, las bajas ocurren mayormente antes de que los estudiantes
se incorporen a las áreas y, en especial, al cabo de los primeros
tres o cuatro trimestres de iniciados los estudios (con la salvedad de
la primera cohorte, en que las bajas se dieron sobre todo entre quienes
se habían incorporado a las áreas).
Tercero, que en la última cohorte hay claros indicios de una importante
mejoría relativa en el desempeño de los estudiantes, expresada
tanto en mayores porcentajes de incorporación a las áreas
como de egreso y titulación (aquí tomamos en cuenta el
tiempo todavía disponible para buena parte de los alumnos de
la cohorte).
También importa subrayar la pertinencia del criterio del registro
universitario, que ve en el abandono de los estudios por más de
seis trimestres un claro indicio de baja futura. De acuerdo con este
criterio, en el caso de la cohorte 1992-1996 deberíamos esperar
que las bajas lleguen a un nivel relativamente alto, junto con un incremento
en el egreso y la titulación.
Aquí habría que anotar que los tiempos ocupados por la
mitad de los estudiantes, que ingresaron entre 1992 y 1996, en egresar
y en titularse, han disminuido, tanto en comparación con los datos
globales como con los correspondientes a las cohortes que ingresaron
a la universidad en la década de los ochenta.
En relación con estas últimas, parece necesaria una referencia
a los hallazgos de Muñiz respecto del desempeño de los
estudiantes de la UAM en el periodo de las crisis económicas de
1982-1983 y de 1986-1987. Como señalamos, entre otros puntos,
ella destacó el aumento del rezago escolar y, en menor medida,
del aumento de la deserción; agreguemos que ella, además,
sugirió que estos fenómenos podían verse como resultado
de un conjunto de factores que se combinaron, a saber: el cambio en los
orígenes sociales de los alumnos, el impacto de las crisis en
la situación de los hogares, y los efectos perversos de los determinantes
de género operantes en el ámbito familiar. Según
su planteamiento, durante los ochenta los estudiantes provinieron, en
medida creciente, de estratos económicos más bajos que
en los setenta, que al parecer resintieron fuertemente los impactos de
las crisis. La respuesta típica habría sido incrementar
el trabajo de sus miembros que, debido a los determinantes de género
presentes en las familias, se habría expresado en un aumento en
la proporción de alumnos -sobre todo varones- que trabajaban.
El resultado habría sido un mayor rezago escolar y, en menor medida,
un incremento en la tasa de deserción.
La información actualizada al año 2000 que hemos manejado
muestra que los ingresados durante los ochenta tuvieron altísimos
porcentajes de bajas; puesto que debido a la cláusula del límite
de diez años, los rezagos (abandonos) de entonces en la mayor
parte de los casos, necesariamente, se convirtieron en bajas hoy; podemos
indicar la concordancia general entre los hallazgos de Muñiz y
nuestros resultados. En una palabra: el impacto de las crisis de los
ochenta se habría traducido, primero, en rezagos y abandonos prolongados
de los estudios y luego, por la aplicación de la cláusula
del plazo máximo de diez años, en deserción y bajas.
Sin duda, un análisis que incluyera las diferencias de sexo (género)
en el desempeño de los alumnos podría ayudar a precisar
más aún (o, en su caso, a corregir) la señalada
concordancia.
Para terminar, debemos recordar la importancia de los estudios de seguimiento
de los estudiantes de la carrera, desde su ingreso y hasta su salida
(egreso o salida “anticipada”), porque a pesar de la mejoría
en los niveles de incorporación a las áreas, y de egreso
y titulación que muestran los datos de los estudiantes de la cohorte
1992-1996, sigue siendo cierto que la mayor parte de las bajas ocurre
alrededor del primer año de haberse iniciado los estudios.
Anexo 1
Situación de los estudiantes de la carrera de Sociología
de la UAM Azcapotzalco
(“éxitos” y “fracasos” en sentido estrecho),
según incorporación
a las áreas de concentración y cohorte de ingreso, cohortes
1986-1991 y 1992-1996
Cohorte de ingreso
|
Ingresaron
a un área
|
Situación escolar
|
Total
|
1986-1991 |
Si: 495 |
36.3% |
Titulados 224 |
45.3% |
Titulados 16.4% |
|
|
Egresados 94 |
19.0% |
Egresados 6.9% |
A tiempo 21 |
4.2% |
A tiempo 1.7% |
Abandono 19 |
3.8% |
Abandono 8.9% |
Baja 137 |
27.7% |
Baja 66.2% |
No: 871 |
63.8% |
A tiempo: 2 |
0.2% |
Total |
|
Abandono 102 |
11.9% |
cohorte 100.0% |
Baja 767 |
88.1% |
|
Total 1366 |
100.0% |
|
|
|
1992-1996 |
Si 447 |
45.6% |
Titulados 119 |
26.6% |
Titulados 12.1% |
|
|
Egresados 121 |
27.1% |
Egresados 12.3% |
A tiempo 195 |
43.6% |
A tiempo 29.9% |
Abandono 10 |
2.2% |
Abandono 36.1% |
Baja 2 |
0.4% |
Baja 8.5% |
|
|
|
No 533 |
54.4% |
A tiempo 108 |
20.3% |
Total |
|
|
Abandono 344 |
64.5% |
cohorte 100.0% |
Total:980 |
100.0% |
Baja 81 |
15.2% |
|
Anexo 2
Duración de los estudios, por situación escolar, cohorte de ingreso
e incorporación
a las áreas de concentración. Carrera de Sociología,
UAM Azcapotzalco, 1974-1996 (medianas) (Excluyendo a titulados y egresados)
Situación
de los estudiantes
|
Cohorte
de ingreso
|
Inscorporación
a un área
|
Créditos
(medianas)
|
Trimestres
académicos (medianas)
|
Años
naturales
(medianas)
|
A tiempo,
|
1986-1991
|
Si=13
|
412
|
25
|
10.7
|
insc.
|
|
No=1
|
|
|
|
|
Total=14
|
410
|
25
|
10.7
|
|
1992-1996
|
Si= 139
|
402
|
15
|
5.7
|
|
No= 67
|
240
|
16
|
5.7
|
Total= 206
|
364
|
16
|
5.7
|
|
A tiempo,
|
1986-1991
|
Si= 8
|
432
|
26
|
9.7
|
no insc.
|
|
No=1
|
|
|
|
|
Total=9
|
432
|
25
|
9.7
|
1992-1996
|
Si=56
|
430
|
16
|
6.2
|
|
No=41
|
149
|
13
|
4.7
|
Total=97
|
312
|
15
|
5.7
|
|
Abandono
|
1986-1991
|
Si= 19
|
432
|
18
|
7
|
|
|
No=102
|
51
|
3
|
1
|
Total= 121
|
60
|
4
|
1.3
|
|
1992-1996
|
Si= 10
|
423
|
15
|
6.2
|
|
No= 344
|
42
|
3
|
1
|
Total= 354
|
42
|
3
|
1.3
|
|
Baja
|
1974-1979
|
Si= 319
|
.00
|
5
|
1.7
|
|
|
No= 35
|
.00
|
4
|
1.3
|
|
Total= 354
|
.00
|
5
|
1.7
|
1980-1985
|
Si=137
|
327
|
21
|
7
|
|
No=702
|
0
|
3
|
1
|
Total=839
|
0
|
4
|
1.3
|
|
1986-1991
|
Si= 137
|
426
|
22
|
8
|
|
No=767
|
27
|
3
|
1
|
Total=904
|
42
|
4
|
1.3
|
1992-1996
|
Si=2
|
428
|
21
|
6.8
|
|
No=81
|
51
|
4
|
1.3
|
Total=83
|
51
|
4
|
1.3
|
1 Más
precisamente: durante los ochenta, aumentó sostenidamente
la participación de las mujeres, aun en las carreras “masculinas”,
los estudiantes provinieron sobre todo de hogares con niveles de ingreso
y educación menores que durante los setenta, y se incrementó notoriamente
el rezago en los estudios, sobre todo entre los hombres. Por otra parte,
las mujeres fueron más regulares en sus estudios y superaron ampliamente
a los hombres en los porcentajes de egreso y titulación (Muñiz,
1997). Sobre otros problemas relacionados con el diseño y desarrollo
institucional de la UAM y la crisis económica de los ochenta, ver
Ibarra Colado et al. (1993). «volver«.
2 Las condiciones supuestas comprenden
aspectos relacionados con el estudiante (que se inscriba todos los
trimestres en cuatro asignaturas,
que las apruebe todas y que no cometa errores en la selección
de las asignaturas), con el funcionamiento de la institución (en
particular, que la oferta de cursos sea suficiente y comprehensiva) y
con el ambiente (que no haya huelgas, problemas familiares o catástrofes
que puedan afectar negativamente el funcionamiento institucional y el
desempeño de los estudiantes). «volver«
3 Al
postular a la universidad, el candidato debe jerarquizar sus preferencias
de carrera. Por tanto, el ingreso a una
carrera es el resultado de la
demanda de los candidatos, el puntaje obtenido en el examen de ingreso
y los cupos asignados a cada carrera. Aunque no disponemos de la información para la totalidad de la población de la carrera de sociología, sabemos que al menos para las últimas cinco generaciones, alrededor de dos terceras partes de los estudiantes aceptados colocaron otra carrera en primer lugar (Pérez
Franco, 2001). «volver«
4Según Greniewski (1971: 14-15), las entradas y salidas de un “sistema
relativamente abierto” están asociadas con un “calendario”,
es decir, con un conjunto de momentos o intervalos de tiempo entre ellas,
y un repertorio de eventos. Así, suele llamarse “trayectoria” a
la manera como se relaciona el repertorio de eventos con el tiempo. En
el caso de los estudios sobre trayectorias escolares, tanto las entradas
y salidas como los momentos que median entre ellas están en principio
determinados reglamentariamente por la organización del curriculum
y las normas establecidas para su operación. Por cierto, otros
factores pueden afectar las temporalidades establecidas, lo que lleva
a plantear la distinción entre trayectorias “ideales” (normativas)
y “reales”, o existentes de hecho. Entre éstas, caben
tanto las trayectorias truncadas como las podríamos llamar “incompletas” y/o “en
proceso”. Para una visión de distintas formas de estudiar
trayectorias escolares universitarias, puede consultarse los trabajos
de Blanco y Rangel (2000); Chaín y Ramírez (1997); y Muñiz
(1997 y 1996). Los artículos de Astin (1999) y Martínez
Rizo (1999) contienen sugerencias útiles sobre el tema. «volver«
5Hay que notar que el estudio de
Muñiz (1997),
al igual que este trabajo, truncó las cohortes de estudiantes
en consideración a las duraciones reales de las trayectorias escolares,
y que debió trabajar con datos de ingreso que llegaban sólo
hasta el año 1990. De hecho, no hay -o al menos no conocemos-
información sobre la composición socioeconómica
de los alumnos de la UAM a lo largo de los noventa, por lo que la afirmación
sobre el posible cambio en la última década sólo
tiene el carácter de conjetura. En último término,
con ella nos preguntamos si la tendencia a reclutar estudiantes de sectores
socio-económicos de menor ingreso durante los ochenta (en comparación
con los setenta) que encontró Muñiz, no pudo revertirse
en la última década. «volver«
Referencias
ASTIN, A. (1999). “¿Es en verdad ‘buena’ la
tasa de retención en su institución?”, Revista de
la Educación Superior, México, ANUIES, Vol. XXVIII, No.
111.
BLANCO, J. y J. Rangel (2000). “Eficiencia de ingreso de las IES.
Propuesta de análisis alternativo al índice de eficiencia
terminal”, Revista de la Educación Superior, México,
ANUIES, Vol. XXIX, No. 114.
CASILLAS, Manuel (1987). “Notas sobre el proceso de transición
de la universidad tradicional a la moderna. Los casos de la expansión
institucional y la masificación”, Sociológica, México,
UAM Azcapotzalco, año 2, No. 5.
CUÉLLAR, Óscar (1995). “Crisis y modernización
de la educación superior. Instituciones públicas y privadas
en la segunda mitad de los ochenta”, en J. E. Esquivel, (Coord.).
La universidad hoy y mañana. Perspectivas latinoamericanas, México
CESU-UNAM.
CUÉLLAR, Óscar y Víctor Hugo Martínez Escamilla
(2001). “Trayectorias escolares y eficiencia terminal. La carrera
de sociología en la UAM Azcapotzalco”, en Argumentos, No.40,
diciembre.
CHAÍN REVUELTA, R. y C. Ramírez Muro (1997). “Trayectoria
escolar: la eficiencia terminal en la Universidad Veracruzana”,
Revista de la Educación Superior, México, ANUIES, Vol.
XXVI, No.102.
GRENIEWSKI, H. (1971). Cibernética sin matemáticas, México,
Fondo de Cultura Económica (Colección Breviarios, 186).
IBARRA COLADO, Eduardo (coordinador) (1993). La universidad ante el espejo
de la excelencia. En juegos organizacionales, México, UAM Iztapalapa.
KENT, Rollin (1997). “Las políticas de educación
superior en México (1989-1993)”, en Silvia Ortega y David
E. Lorey, (Coords.). Crisis y cambio de la educación superior
en México, México, UAM Azcapotzalco.
MARTÍNEZ RIZO, F. (1999). “¿Es en verdad buena la
eficiencia de su institución? En busca de alternativas equitativas
de evaluación, a propósito de la propuesta de Alexander
Astin”, Revista de la Educación Superior, México,
ANUIES, Vol. XXVIII, No. 112.
MARTÍNEZ RIZO, F., e I. Carrillo Flores (1988). “Las causas
de la deserción en la Universidad Autónoma de Aguascalientes”,
Reporte núm. 12, Serie de investigación educativa, México,
Centro de Artes y Humanidades, Universidad Autónoma de Aguascalientes.
MUÑIZ, Patricia (1997). Trayectorias educativas y deserción
universitaria en los ochenta, México, Asociación Nacional
de Universidades e Instituciones de educación Superior, (Temas
de hoy en la educación superior, 19).
————————
(1996). “Transiciones y trayectorias educativas universitarias”,
Sociológica, México, UAM Azcapotzalco, año 11, No.
32.
ORTEGA S., Silvia y David E. Lorey, (Coords.)(1997). Crisis y cambio
de la educación superior en México, México, UAM
Azcapotzalco.
PADUA, Jorge (1989). “Los desafíos al sistema escolar formal
en los albores del siglo XXI”, en Revista Latinoamericana de Estudios
Educativos, México, Centro de Estudios Educativos, Vol. XIX, No.
3.
PÉREZ FRANCO, Lilia (2001). “Proyecto de investigación
sobre Trayectorias escolares de los estudiantes de Sociología
de la UAM Azcapotzalco”, Reportes de investigación Serie
II, números 511 a 514, México, Depto. de Sociología,
UAM Azcapotzalco, Octubre (mecanografiados).
TINTO, Vincent (1989). El abandono de los estudios superiores; una nueva
perspectiva de las causas del abandono estudiantil y de su tratamiento,
México, ANUIES.
TUIRÁN, Rodolfo (1994). “Trayectorias de vida familiar en
México: una perspectiva histórica”, ponencia presentada
en el Seminario Hogares, familias: desigualdad, conflicto, redes solidarias
y parentales, Aguascalientes, SOMEDE / INEGI.
VALENTI, Giovanna (2002). “Veinticinco años de políticas
de posgrado en México”, en J. E. Esquivel (Coord.). La universidad
hoy y mañana (II). El posgrado latinoamericano, México,
CESU UNAM.
.
se aceptan colaboraciones
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