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LA INVESTIGACIÓN EDUCATIVA EN MÉXICO
(1992-2002)
José Luis Ramírez Romero*
Aramando Alcántara Santuario**
Rebeca Caballero Álvarez***
* Profesor-investigador de la Universidad
de Sonora.
** Investigador del Centro de Estudios sobre la Universidad, UNAM.
*** Pasante de la licenciatura en Pedagogía, Facultad de Filosofía
y Letras, UNAM. Rueda, Mario (coordinador).
La investigación educativa en México
(1992-2002). México, Consejo Mexicano de Investigación
Educativa, 2003, 11 volúmenes.
La investigación educativa (IE) en México (1992-2002)
es una colección de 11 volúmenes distribuidos en 14 tomos
coordinados por Mario Rueda y publicados por el Consejo Mexicano de Investigación
Educativa (COMIE), asociación académica fundada en 1993
donde participan la mayoría de los principales investigadores
del área educativa en México. Los trabajos iniciaron en
mayo de 2000 con la conformación de 11 equipos temáticos
que a su vez correspondían a las áreas de interés
del COMIE.
En la elaboración de cada uno de los volúmenes participaron
de manera voluntaria más de 400 académicos, en un esfuerzo
sin precedentes, por concentrar, sistematizar y difundir los trabajos
de investigación educativa (IE) realizados principalmente en México
en el periodo 1992-2002.
Cada uno de los volúmenes constituye un punto obligado de referencia
para cualquier trabajo serio de investigación educativa realizado
en México; por constituir el esfuerzo más completo de sistematización
de la investigación educativa existente hasta el momento, y llevada
a cabo, en el país. La colección se puede considerar como
una especie de memoria del quehacer científico sobre educación
en México. Por otra parte, cada volumen corresponde a una de las
11 áreas temáticas, siendo su objetivo principal “identificar
los objetos bajo estudio y sus referentes conceptuales, las principales
perspectivas teórico-metodológicas, tendencias y temas
abordados, el tipo de producción generada, los problemas de investigación
y ausencias, así como su impacto y condiciones de producción” (Rueda,
2003:4). Por ello cada tomo se considera un estado del conocimiento,
pues presentan un análisis y valoración detallada sobre
un campo de estudio determinado.
De suma importancia resulta mencionar que el conjunto de trabajos lo
dirigió un comité académico, el cual estuvo compuesto
por un coordinador general, los responsables de las once áreas
del conocimiento y un representante del comité directivo y del
consejo consultivo del COMIE.
El volumen I, coordinado por Eduardo Weiss, titulado El campo de la Investigación
Educativa 1993-2001, se compone de 21 capítulos organizados en
tres partes. Para su elaboración se analizaron más de 200
trabajos publicados en México sobre el tema, incluyéndose
finalmente 102: 100 publicaciones y dos tesis sin publicar. La primera
parte consta de una introducción y nueve capítulos y en
ella, además de una discusión sobre el campo de la IE desde
diversas perspectivas teóricas y una caracterización de
la producción de investigación sobre ésta de 1993
al 2001, se revisaron las publicaciones sobre investigación de
la IE según los siguientes ejes temáticos: reflexiones,
epistemología, método y agentes de la IE en México;
las instituciones y condiciones institucionales, las comunidades académicas
especializadas a nivel interinstitucional, la comunicación, usos
e impactos de la IE; y las políticas de apoyo y financiamiento.
En el segundo apartado se presentan los resultados encontrados en diferentes
entidades federativas del país, abarcando las siguientes: Baja
California, Estado de México, Guanajuato, Jalisco, Puebla, Sonora,
Tlaxcala y Yucatán. En la tercera parte se ofrece una serie de
conclusiones organizadas en tres capítulos: uno sobre un balance
de la IE en México en el periodo 1993-2001, otro de Pablo Latapí con
algunas reflexiones sobre el desarrollo de la misma, y un tercero sobre
una propuesta integral para conocer dicha actividad a nivel nacional.
Acciones, Actores y Prácticas Educativas es el título del
volumen dos de la colección y fue coordinado por Juan Manuel Piña,
Alfredo Furlán y Lya Sañudo. Dicho volumen se integró por
tres grandes campos temáticos: a) “La construcción
simbólica de los procesos y prácticas de la vida escolar”;
b) “La investigación de la práctica y las acciones
educativas en la década de los noventa”; y c) “Procesos
y prácticas de disciplina y convivencia en la escuela. Los problemas
de la indisciplina, incivilidad y violencia”.
Con respecto al primer campo temático, éste no se agota
en las prácticas efectuadas dentro del aula ni tampoco en aquellas
generadas en la institución escolar, sino en las que se realizan
en el contexto histórico cultural. En virtud de lo anterior, los
autores decidieron analizar las investigaciones sobre las prácticas
educativas en el aula, así como los estudios de las prácticas
que se generan y recrean en diferentes espacios físicos de los
establecimientos escolares (patios, bibliotecas y cafeterías).
También se revisaron investigaciones sobre contextos fuera de
la escuela, pero que repercuten en ella, tales como la comunidad, la
familia y la religión.
El segundo campo temático se desarrolla a lo largo de tres capítulos
en los que se examinaron las investigaciones acerca de la práctica
y las acciones educativas efectuadas en los estados de Jalisco y Guanajuato
a lo largo de los años noventa. Por último, el tercer campo
temático que integra el volumen en cuestión, aborda una
serie de temas (disciplina, incivilidad y violencia), que han estado
ausentes en los debates tradicionales de la educación. Es indudable
que la problemática tratada en este campo resulta crucial para
entender los obstáculos que dificultan la adecuada interacción
dentro de los establecimientos escolares y, en última instancia,
dificultan el logro de los objetivos de enseñanza, aprendizaje
y formación que dichos establecimientos se han fijado como su
razón de ser.
El volumen tres, Educación, Derechos Sociales y Equidad, es el
más extenso de la serie ya que comprende tres gruesos tomos. En
ellos se reúnen las investigaciones referidas a las dimensiones
culturales, sociales y valorales que configuran los procesos educativos
y de escolarización. Más específicamente, se identifican
los estudios relacionados con dichos procesos en pueblos y grupos con
características lingüísticas y étnicas distintivas;
la educación para la sustentabilidad ambiental y el uso racional
de los recursos naturales; la adquisición de competencias escolares
para la vida y el trabajo en personas jóvenes y adultas; la noción
de género y educación de hombres y mujeres; la difusión
tecnológica, los medios masivos de comunicación y la cultura
globalizada en educación. También se incluyeron temas como
la educación en valores y derechos humanos, los valores en las
políticas educativas, la ética en la educación y
el ejercicio de la ciudadanía.
El tomo I del tercer volumen se enfoca al análisis de trabajos
publicados en los temas de “Educación y diversidad cultural” y “Educación
y medio ambiente”. La razón para ponerlos juntos es la estrecha
relación que existe entre cultura, control territorial y medio
ambiente natural. El tomo II se aboca a examinar la producción
acerca de “Educación de jóvenes y adultos”,
así como de “Educación y género”. El
motivo para agruparlos en el segundo tomo es “el énfasis
que en ambos casos adquieren la formación en el trabajo y para
la vida, así como la conformación de hombres y mujeres
adultas en contextos educativos y sociales diversos” (p. XLVI).
Por último, el tomo III agrupa a los campos temáticos relacionados
con “Comunicación, cultura y pedagogías emergentes” y “Educación,
valores y derechos humanos”. Ambos representan el marco político, ético,
valoral y comunicacional en el que se inscriben los principales retos
educacionales del mundo actual. Por otro lado, todos los campos temáticos
incluidos en estos tres tomos revisan los siguientes aspectos: 1) El
contexto nacional e internacional en el que se inscriben las investigaciones
y las contribuciones en el periodo comprendido; 2) Las condiciones institucionales
de producción; 3) Los segmentos educativos atendidos; 4) Los principales
debates filosóficos, teóricos y metodológicos que
intervienen en la configuración del campo; 5) Los descriptores
temáticos; y 6) El impacto y las redes electrónicas, las
páginas web y los recursos multimedia disponibles, además
de una visión prospectiva.
El volumen IV, titulado Aprendizaje y Desarrollo, tiene como objetivo,
según Pedro Sánchez coordinador de la obra, “compilar
las investigaciones que en la frontera de las ciencias de la educación
y psicología se han desarrollado en el último decenio,
primordialmente en las vertientes de crianza y desarrollo, cognición
y educación especial” (Sánchez, 2003:21). El volumen
se compone de tres partes. En la primera, “Sociocultura, aprendizaje
y desarrollo”, se analizan las influencias familiares y las del
sistema educativo, así como los factores preactivos del logro
escolar y permanencia. La segunda, “Cognición y educación
1991-2001” presenta los trabajos sobre cognición desarrollados
en México en el periodo señalado. Finalmente, en la tercera, “Educación
especial en México (1990-2001)” se pretende evaluar la producción
en torno a la educación especial en México y presentar
el estado del conocimiento en esta área.
La investigación curricular en México. La década
de los noventa, coordinado por Ángel Díaz, es el quinto
volumen de la colección, y está compuesto por cinco capítulos
y una sección de conclusiones. El propósito central del
volumen es mostrar la investigación que se generó en la
década de los noventa en “los ámbitos de producción
del conocimiento e investigación curricular en México” (Díaz,
2003:21). Para su elaboración se recolectaron y analizaron 719
documentos, desde documentos internos y artículos publicados en
revistas hasta tesis de licenciatura y posgrado. El volumen está compuesto
por cinco capítulos, que a su vez corresponden a los ámbitos
o grandes subtemas en que los autores decidieron organizar su trabajo.
El primero capítulo titulado “Conceptualización de
la esfera de lo curricular”, analiza el concepto de curriculum
y otros aspectos afines a éste, así como los diferentes
enfoques teóricos y epistemológicos empleados en la teorización
curricular. En el segundo capítulo, “Desarrollo del currículo” se
ofrece un panorama general de las tendencias y modelos imperantes durante
la década de los noventa, en cuanto a diseño y operación
de proyectos curriculares se refiere. “Curriculum y formación
profesional”, es el título del tercer capítulo, el
cual presenta información sobre propuestas y estudios de diseño
del curriculum, formación de profesionales, estudio de las profesiones
y seguimiento de egresados. En el cuarto capítulo, “Procesos
y prácticas curriculares” se revisa la dinámica gestada
al interior del aula o institución educativa, conjuntamente con
la relación directa que establece con el curriculum; es este capítulo
también se abordan las ideas y vivencias de los sujetos o grupos
en relación al curriculum. Finalmente, en el quinto capítulo, “La
evaluación curricular en la década de los noventa” son
analizadas las tendencias, modelos, propuestas y enfoques de la evaluación,
que en esa década, se aplicaban con mayor frecuencia al terreno
de lo curricular.
El volumen VI fue coordinado por Sonia Reynaga, y se titula Educación,
Trabajo, Ciencia y Tecnología. Está organizado en tres
campos: estudios de seguimiento de egresados, estudios sociales de la
ciencia y la tecnología, y educación y trabajo. El campo
de estudios de seguimiento de egresados fue organizado a su vez en tres
sub-campos temáticos: 1) Evaluación curricular, 2) Pertinencia
de la formación académica recibida, y 3) Inserción
laboral. El campo de estudios sociales de la ciencia y la tecnología, “se
centra en el análisis de los documentos que abordan los procesos
históricos, sociales, económicos y políticos que
intervienen tanto en la generación como en la transferencia y
aplicación de los conocimientos científicos y tecnológicos” (Reynaga
et al., 2003:26). Los contenidos se distribuyeron en dos grandes ámbitos:
1) Estudios sociales de la ciencia, y 2) Tecnología e innovación.
En el tercer campo, “Educación y trabajo”, se recuperaron
y analizaron documentos de investigación “que abordan el
conjunto de procesos económicos y educativos relacionados con
el trabajo, reconociendo para ello el trabajo como actividad genérica.
Este campo de dividió en cuatro subcampos, a saber: 1) Educación,
formación, profesiones y mercado de trabajo; 2) Educación,
competencias y trabajo; 3) Educación y economía y 4) Educación
y vinculación.
El volumen VII, coordinado por Ángel D. López y Mota, titulado
Saberes científicos, humanísticos y tecnológicos:
procesos de enseñanza-aprendizaje se compone de dos tomos del área
denominada oficialmente “Didácticas específicas y
nuevos medios y tecnologías” que incluye los siguientes
temas: educación en Ciencias Naturales, educación matemática,
didáctica de las Ciencias Histórico-Sociales, y Tecnologías
de Información y Comunicación. Originalmente se intentó incluir
también trabajos sobre didáctica del arte y lenguas, y
casi al término de los trabajos hubo la intención de desarrollar
el campo de la educación para la salud, recreación y deporte,
pero por diversas razones no fue posible, quedando pendientes para su
publicación posterior. El primer tomo está referido al
campo de la educación matemática, así como a la
de Ciencias Sociales. La primera parte de este tomo, el cual se aboca
concretamente al campo de la educación matemática, está integrado
por grupos de investigaciones que corresponden a los diversos niveles
del sistema escolar (preescolar, primaria, secundaria, bachillerato y
superior). En el análisis de los hallazgos encontrados durante
el periodo bajo estudio, los coordinadores de este estado del conocimiento
destacan la existencia de una “vigorosa producción y el
número de investigadores que en ella participan” (López
y Mota, 2003:352). Asimismo, observan una contracción en el análisis
del saber que es propia del nivel superior, en tanto que en la educación
media se aprecia un mayor interés por la cognición, así como
por la “puesta a prueba de medios tecnológicos como potenciadores
de los aprendizajes” (p. 352). En el nivel básico el predominio
corresponde al análisis de la enseñanza como fenómeno
situado en las escuelas comunes. Por último, la falta de rigor
que los compiladores puntualizan, parece ser un signo de que la comunidad
bajo estudio aún no ha adquirido la madurez necesaria. La segunda
parte del primer tomo se enfoca a estudiar diversos aspectos del curriculum,
las concepciones al cambio conceptual, los modelos de representación,
la historia y la filosofía en la enseñanza de la ciencia;
además, se analizan los ambientes de aprendizaje y la evaluación
del mismo, así como la equidad. En lo que respecta al desarrollo
de la investigación sobre la educación en ciencias naturales,
objeto de esta parte del tomo I, se destaca la reducida cantidad de reportes
de investigación encontrados en revistas arbitradas, así como
una dedicación a la investigación condicionada por el desempeño
de otras funciones académicas, falta de formación especializada
entre los investigadores del campo, deficiente estructuración
de grupos de investigación y ausencia de una revista especializada
en el campo.
El tomo II del séptimo volumen indaga diversos aspectos de la
didáctica en ciencias histórico-sociales en los niveles
básico, medio superior y superior: productos de investigación,
productos de reflexión y propuestas pedagógicas. Una de
las conclusiones a las que arriban los participantes en este campo temático,
se refiere al todavía incipiente desarrollo de la didáctica
basada en un conocimiento generado por la investigación. Por otro
lado, fue alentador observar un creciente interés por contribuir
al desarrollo del campo por parte de académicos residentes en
un número considerable de entidades del país. Las tecnologías
de la información y la comunicación (TIC) fueron el objeto
de análisis de la segunda parte del tomo II. Llama la atención
que la revisión de trabajos sobre el tema abarcó, tanto
países de América Latina como diversas entidades de México.
Entre las conclusiones apuntadas por los responsables de las distintas
secciones, destaca el hecho de que aún hay poco conocimiento empíricamente
validado acerca del impacto del uso de las computadoras en el rendimiento
escolar. Asimismo –y esto no es privativo de este campo temático– señalan
que el estudio de la dimensión educativa en el desarrollo de las
TIC ha sido un campo más de intervención que de indagación
sistemática. Destacan también las “ausencias” detectadas
en los trabajos de este campo temático, tales como los problemas
de equidad en el acceso, la intrusión cultural, las diferencias
de género, así como el potencial de las tecnologías
en cuestión con respecto a la formación de una ciudadanía
más justa, humana y solidaria. Este tomo concluye con una reflexión
sobre el uso benéfico que podrían proporcionar los nuevos
instrumentos tecnológicos al aprendizaje.
El volumen VIII, Sujetos, Actores y Procesos de Formación, coordinado
por Patricia Ducoing, se compone de dos tomos que abarcan seis campos:
estudiantes, formación docente y en educación, formación
para la investigación, profesores de educación básica
y normal, académicos, y actores y organizaciones. En el primer
tomo se incluyen los trabajos relacionados con la formación para
la investigación, los académicos, y diversos actores y
organizaciones. El apartado correspondiente al primer campo, formación
para la investigación, se encuentra organizado en cinco secciones:
método de trabajo, delimitación del campo temático,
caracterización global de la producción, reporte de hallazgos
y consideraciones sobre el desarrollo del campo. Los trabajos incluidos
en el campo de “Académicos” están organizados
en una introducción y cuatro secciones: la génesis y evolución
de los cuerpos académicos y de los grupos disciplinarios; los
procesos de constitución simbólico-imaginaria de los académicos
desde su propia experiencia, las políticas públicas y las
nuevas formas de organización y regulación del trabajo
académico; y la profesión académica en Estados Unidos.
Los trabajos del tercer campo, actores y organizaciones, están
organizados sólo en dos secciones: una primera sobre el Sindicato
Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) y una segunda
sobre los organismos internacionales en México, “a pesar
de la diversidad de trabajos sobre actores colectivos y organizaciones
que fueron publicados en esta década. Las razones están
estrechamente vinculadas con la disposición y el tiempo que demanda
por parte de los investigadores que trabajan estas temáticas y
de ninguna forma aluden a una decisión de exclusión” (Ducoing,
2003:31).
Políticas educativas se titula el noveno volumen de esta colección.
Las coordinadoras del mismo, Margarita Zorrilla Fierro y Lorenza Villa
Lever, centran su atención en dos niveles fundamentales del sistema
educativo mexicano: la educación básica y la educación
media superior. Conformado por dos capítulos, este libro pretende
analizar la importancia del conocimiento con respecto a su uso y peso
en las decisiones que han llevado a constituir la política educativa
mexicana. Las coordinadoras contextualizan ambos ámbitos educativos,
describiendo su dinámica particular, reconociendo su problemática
concreta e intentando aportar elementos que contribuyan no sólo
al balance de la situación, sino, también, a la elaboración
de propuestas que modifiquen favorablemente la situación de la
educación básica y media superior en México. El
capítulo primero, dedicado a la educación básica,
centra su interés en tres cuestiones. La primera de ellas se refiere
a la elaboración de un diagnóstico sobre las políticas
de educación básica en los años noventa. Dentro
de este tema se abordan puntos como la equidad, la cobertura y la calidad
educativa, así como el federalismo y financiamiento educativo.
La segunda cuestión central del capítulo tiene como eje
el estudio de los actores en las políticas educativas y su participación
social. Finalmente, este capítulo realiza un análisis sobre
la planeación y la evaluación del sistema educativo mexicano
y, también, de las políticas de profesionalización
del magisterio. En cuanto al segundo capítulo, éste expone
los objetos de estudio más frecuentes en las investigaciones realizadas
sobre educación media superior; y de igual forma hace mención
de tales estudios, dando a conocer las instituciones a cargo de ellos
y la manera en la cual realizaron su publicación. La lectura de
este libro permite conocer las transformaciones que el sistema educativo
mexicano ha sufrido en estos dos niveles, las políticas que se
han desarrollado y la perspectiva que varios especialistas han estructurado
con respecto a esta cuestión. De esta manera, el mosaico construido
por Margarita Zorrilla Fierro y Lorenza Villa Lever permite conocer la
problemática que la educación básica y media superior
han venido sufriendo desde la década de los noventa. Una omisión
en este volumen es el análisis de las políticas de educación
superior.
El volumen X de la colección, titulado Historiografía en
México es, como su propio título lo indica, un estudio
sobre los trabajos relacionados con la historia de la educación
en México. Las coordinadoras del mismo, Luz Elena Galván,
Susana Quintanilla Osorio y Clara Inés Ramírez, en colaboración
con otros investigadores del tema, presentan un estado del conocimiento
de los trabajos de investigación sobre la vida educativa de México
durante la colonia y los siglos XIX y XX. Estructurado en tres apartados,
este texto permite al lector o lectora conocer aspectos de suma relevancia
sobre la educación colonial y la Real Universidad de México,
temas centrales de la primera parte del libro. La segunda parte de este
tomo engloba estudios sobre acontecimientos educativos tanto del siglo
XIX como del XX; de tal forma que el lector o la lectora puede conocer
los estudios realizados hasta el año 2002 con respecto a la educación
preescolar y elemental del siglo XIX, la formación del magisterio
durante el siglo XX; además de obtener información sobre
investigaciones cuyo objeto de estudio han sido los colegios civiles
y los institutos científicos y literarios, las escuelas particulares,
o la educación técnica. Finalmente, la tercera parte de
este libro está formado por temas contextualizados en el siglo
XX. Cuatro son los principales focos de interés en esta última
parte: la educación superior, el magisterio, la educación
indígena y la educación rural. Esta última parte
también cuenta con un apartado destinado a los anexos, en este
caso conformado por la presentación de un proyecto colectivo titulado
Diccionario de Historia de la Educación en México, el cual
surge por un interés genuino de propiciar un trabajo continuo
en torno a la historia de la educación en México. El otro
apéndice que forma esta última parte es un listado de tesis
tanto de licenciatura como de maestría y doctorado, cuyo tema
central es el mismo que da origen a este tomo X.
El volumen XI, último de la colección, se titula Filosofía,
Teoría y Campo de la Educación. Perspectivas Nacional y
Regionales, fue coordinado por Alicia de Alba. En esta obra, donde se
articulan diversas perspectivas y posturas, se pretende recuperar, sistematizar
y valorar los trabajos de los académicos mexicanos “que
contribuyen a la conceptualización, la teorización e incluso
al trabajo meta teórico en educación” (Yurén,
2003:29). El objetivo del trabajo, el cual no solamente se logró sino,
incluso, se rebaso ampliamente, fue la constitución y genealogía
de los elementos integrantes del campo de la Filosofía, Teoría
y Campo de la Educación (FTyCE) en el periodo 1992-2002 en México.
El volumen se compone de ocho capítulos y un anexo, “que
van desde el planteamiento de las herramientas conceptuales hasta la
constitución y genealogía del campo” (De Alba, 2003:41).
En el primer capítulo se presentan los elementos conceptuales
y las herramientas metodológicas utilizadas en el proceso investigativo.
En el segundo, se expone el sistema de bases de datos empleado para la
sistematización de la información, así como su construcción
conceptual, metodológica y técnica. En el tercer capítulo
se ofrece una aproximación al contexto teórico internacional “asumiendo
una original forma de abordaje que se centra en la significatividad de
aspectos particulares y concretos de la interlocución con intelectuales
del campo a nivel internacional y complejiza las relaciones conceptuales,
teóricas y metodológicas como parte del entramado de FTyCE”.
En el cuarto capítulo aparece la producción en el periodo
1992-2002, iniciando con un mapa del campo donde se presentan los temas,
perspectivas y tendencias, y cerrando con una mirada hacia el futuro
unas reflexiones finales. El quinto capítulo se centra en los
eventos académicos realizados en México en el lapso en
cuestión, destacando los espacios, agentes y debates. En el sexto
capítulo se abordan los programas curriculares y la formación
en filosofía, teoría y campos de la educación donde
se analizan 87 posgrados en educación y su relación con
la formación en FTyCE. En el octavo capítulo se hace un
análisis e interpretación general de la investigación
y se ofrece un balance y algunas perspectivas. Finalmente, el volumen
cierra con un anexo donde se sintetizan los antecedentes, problemática,
metas y avances del proyecto.
Cada uno de los libros que conforman esta colección representa
el interés de los participantes sobre la educación en México.
Es de reconocer la dedicación, el esfuerzo y el compromiso mostrado
por los involucrados en este proyecto, cuya máxima satisfacción
es contribuir al desarrollo de la investigación educativa en México,
para así impulsar transformaciones benéficas en el ámbito
educativo.
Referencias
ALBA, Alicia de (Coordinadora) (2003). Filosofía, Teoría,
y Campo de la Educación. Perspectivas Nacional y Regionales, México,
Consejo Mexicano de Investigación Educativa.
DÍAZ, B. Ángel (2003). La Investigación Curricular
en México. La década de los noventa, México, Consejo
Mexicano de Investigación Educativa.
DUCOING, Patricia (2003). Sujetos, Actores y Procesos de Formación,
México, Consejo Mexicano de Investigación Educativa.
LÓPEZ y MOTA, Ángel (2003). Saberes Científicos,
Humanísticos y Tecnológicos: procesos de enseñanza
y aprendizaje, México, Consejo Mexicano de Investigación
Educativa.
REYNAGA, Sonia (2003). Educación, Trabajo, Ciencia y Tecnología,
México, Consejo Mexicano de Investigación Educativa.
RUEDA, Mario (2003). “Presentación de la Colección”,
en Eduardo Weiss, El Campo de la Investigación Educativa 1993-2001,
México, Consejo Mexicano de Investigación Educativa.
SÁNCHEZ, Pedro (2003). Aprendizaje y Desarrollo, México,
Consejo Mexicano de Investigación Educativa.
YUREN, María Teresa (2003). “Prefacio”, en Alicia
de Alba (Coordinadora) Filosofía, Teoría, y Campo de la
Educación. Perspectivas Nacional y Regionales, México,
Consejo Mexicano de Investigación Educativa.
REPRESENTACIONES, IMAGINARIOS
E IDENTIDAD. ACTORES
DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR
Estela Ruiz Larraguivel
Investigadora del CESU-UNAM.
Piña Osorio, Juan Manuel (Coord.) (2003). Representaciones,
imaginarios e identidad. Actores de la educación superior, México,
UNAM-CESU-Plaza y Valdés, 239 p.
Por mucho tiempo, las ciencias sociales y en particular la investigación
educativa, se abocaron en sus niveles más amplios, al análisis
de los impactos que presentaban los grandes fenómenos sociales
en los distintos grupos sociales. En el caso de la investigación
educativa nacional, el interés se centraba en el conocimiento
de los efectos que producían los procesos educativos en el desarrollo
de una sociedad y en el crecimiento económico.
En la década de los ochenta del siglo pasado, las formulaciones
funcionalistas y estructuralistas, comenzarían a recibir el contrapeso
de las teorías críticas de la educación, las cuales
demostrarían los efectos un tanto perversos que conllevaban las
explicaciones dominantes. De pronto, la literatura se vio enriquecida
por las aportaciones, muchas de ellas inspiradas en los planteamientos
neomarxistas, para entender que lo que verdaderamente se perseguía
a través de las políticas y prácticas educativas,
era la conservación y reproducción de las clases sociales,
que el conocimiento se distribuía desigualmente entre los distintos
grupos sociales y que detrás de los contenidos formales de la
educación, subyacían tratamientos diferenciados y excluyentes.
Ante lo convincente de estas formulaciones, la investigación educativa
gira en torno a este nuevo esquema interpretativo, pero era necesario
formularse una serie de preguntas que desde mi punto de vista, sería
determinante en el devenir de la propia investigación: ¿cómo
se lleva a cabo la reproducción?, ¿en qué momento
del proceso educativo se realiza?, ¿quiénes en la cotidianidad
de la escuela la promueven?, ¿hacia quiénes iba dirigida
esta intención? y estas preguntas tienen mayor sentido, porque
aún cuando los enfoques reproduccionistas pusieron al descubierto
los “auténticos” propósitos de la política
educativa, el sujeto en su carácter más individual, se
diluía entre los conceptos de clase social, de grupos sociales,
de colectividades culturales.
Hubo necesidad de recuperar a los sujetos activos, en tanto actores participantes
en los procesos y prácticas educativos, en su espacio social,
con todas sus particularidades, su respaldo cultural y formas de interpretación
de la realidad social. Como lo señala Juan Manuel Piña
en su introducción: “[...] los actores o agentes son portadores
de papeles que desarrollan en distintos espacios particulares. Los papeles
o roles son sociales, pero se expresan individualmente”
Bordieu y Passeron en su obra “La Reproducción”, bajo
una perspectiva sociológica, demuestran que el sujeto, el actor
individual, interpreta y visualiza el acontecer social y natural que
marca su cotidianidad, conforme los lineamientos que le plantea su habitus
y que bajo una incesante interacción con su realidad objetiva
inmediata, le permite conformar un capital cultural y social que vista
desde un plano más amplio, aparece como diferenciado y desigual.
La investigación y la literatura tanto sociológica como
educativa de los últimos treinta años se impregnaron de
estudios cuya unidad de análisis comprendía al sujeto,
en tanto actor social que se mueve y comporta a través de las
formas de interpretación de sus imágenes, percepciones
y creencias adquiridas y vivenciadas en su cotidianidad. Ello obligó muchas
veces a descartar las metodologías de corte cuantitativo y en
su lugar, privilegiar los enfoques cualitativos que a la luz de las aportaciones
y categorías construidas en los estudios antropológicos
en los que se destacan las categorías de cultura, pertenencia
social e identidad, permitieron a las ciencias sociales llenar ese vacío
teórico y metodológico que las caracterizaba con el fin
de atender los aspectos asociados con las particularidades y detalles
específicos que el abordaje microsocial impone en los distintos
temas y problemas de investigación.
El libro intitulado Representaciones, imaginarios e identidad. Actores
de la educación superior, coordinado por Juan Manuel Piña,
se plantea justamente este propósito. Teniendo al sujeto como
su principal eje de análisis, la obra presenta cuatro trabajos
resultados de investigaciones, en donde se profundiza en el conocimiento
de los modos en que los actores se desenvuelven en su individualidad
en los escenarios escolares de la educación superior, tomando
en cuenta las representaciones sociales, imágenes, pensamientos
y creencias que construyen en torno a su roles como docentes, estudiantes,
investigadores o funcionarios. Pues como bien lo señala Juan Manuel
Piña, estos actores de la educación superior son seres
humanos enteros, con “historias personales construidos con otros”,
con sus vivencias personales, con todo y sus expresiones en una manera
de actuar e interpretar los acontecimientos sociales y educativos.
Cada uno de los trabajos, busca penetrar en la caracterización
del sujeto-actor, reconstruyendo sus percepciones e imágenes,
así como las formas que le dan significado a determinadas realidades
concretas que se suceden en su espacio social inmediato, es decir, el
contexto en donde se mueve y le da sentido a sus acciones y prácticas.
Para ello, cada investigación procura el empleo por cierto, muy
cuidadoso de metodologías y técnicas de corte cualitativo,
como los cuestionarios semiestructurados y las entrevistas en profundidad
tanto para la recolección de información, como para el
tratamiento de las respuestas, narraciones, testimonios y otras declaraciones
aportadas por los informantes claves. De la misma manera, los cuatro
trabajos se inscriben en las conceptualizaciones y categorías
de análisis provenientes de las teorías de las representaciones
sociales y las aportaciones de Bourdieu, lo que hacen de cada investigación,
una experiencia interesante, muy dinámica, con resultados muy
sugerentes que dan cuenta que las interpretaciones que realiza el sujeto,
siempre diverso, son a la vez únicas, pese a la constancia de
su interacción con otros sujetos con los que comparte el escenario
en donde se inserta y convive, en un contexto específico y sobre
todo en momentos en que la aplicación de nuevas políticas
educativas y reglas de juego, están generando formas de resignificación
entre los actores de la educación.
Quisiera mencionar lo difícil que resulta analizar la información
recopilada en entrevistas y cuestionarios, bajo las formas de narraciones,
testimonios y percepciones. Hay que tomar en cuenta que la dificultad
estriba en el carácter único e idiosincrásico que
posee la experiencia individual, lo cual, no prohíbe la generalización.
La preocupación por aclarar que los hallazgos no pretenden ser
generalizables, no tiene lugar en las investigaciones centradas en el
sujeto y por consiguiente, la realización de entrevistas a un
número importante de sujetos sólo traería consigo,
un enfrentamiento en torno a las distintas voces que hablan sobre un
pedazo de la vida escolar, educativa y social.
Juan Manuel Piña en su investigación “Imágenes
sociales sobre la calidad de la educación. Los actores de tres
carreras de la UNAM”, destaca la importancia del conocimiento de
sentido común y sus respectivas imágenes, creencias y representaciones
de los actores (estudiantes, maestros y funcionarios, éste último
encarnado en la figura del coordinador de cada carrera) de tres licenciaturas
(Economía, Pedagogía y Sociología) y en dos campus
de la UNAM: Ciudad Universitaria y la ENEP Aragón. Su propósito
fundamental, fue el de conocer las imágenes sociales y expectativas
que sostienen estos actores frente a lo que consideran como calidad de
la educación.
El autor maneja varios supuestos que sirvieron de justificación
a la hora de elegir estas carreras, uno de ellos, es el hecho de que
se tratan carreras cuyos contenidos se rigen por una parte, por los aportes
que marca la disciplina científica y por la otra, por tratarse
de profesiones, cuya formación exige el desarrollo de habilidades
de aplicación de conocimientos y solución de problemas
en el mercado ocupacional, lo que se traduce en perspectivas distintas
por parte de los actores, mediados por el lugar en donde se ubican. El
autor plantea que desde la década de los ochenta, pasando por
la de los noventa, se establecieron nuevas reglas de juego a las prácticas
académicas. Con la idea de elevar la calidad de la educación,
la nueva política educativa se centra fundamentalmente en la evaluación
del trabajo académico en todas sus dimensiones y vertientes. Esta
política impulsada por los organismos internacionales y nacionales
y basado en un discurso de exacerbación de la excelencia, propició cambios
importantes en las prácticas académicas y educativas dominantes
en los recintos universitarios.
No obstante el planteamiento de estas políticas y los mecanismos
operativos que se establecieron para cumplir con estas nuevas exigencias,
en aras de medir e impulsar la calidad de la educación, se hacía
indispensable conocer cómo los actores en su intersubjetividad
y en sus prácticas cotidianas, le otorgan significado, de tal
suerte que llegaron a modificar su accionar cotidiano dentro del escenario
escolar, independientemente de las resistencias y su renuencia inicial
por acatar el nuevo significado otorgado a una educación de calidad.
Haber entrevistado a estudiantes, profesores y funcionarios, demuestra
que los actores en su cotidianidad y como un efecto sociocultural, construyen
formas de pensamiento, valores, creencias e imágenes en torno
a una realidad objetiva y en el caso del trabajo de Piña, se destaca
que los sujetos edifican percepciones y valores en torno a la calidad
educativa, coincidentes o distantes de las consideraciones establecidas
en el discurso oficial. Y esto es lo interesante de las investigaciones
centradas en el sujeto, el encontrarse con la incomensurabilidad que
son nuestras vidas y en especial, la de los sujetos entrevistados por
Juan Manuel.
Son voces que para cada uno de ellos constituyen su verdad, la expresión
de los rasgos particulares que conforman su mundo social y por lo tanto,
no debe sorprender que manifiesten opiniones muy elaboradas en contra
o a favor de los discursos oficiales. Esta diversidad de representaciones
subjetivas, ayuda a entender el por qué en la formulación
de políticas tendientes a la elevación de la calidad de
la educación superior, los comportamientos y prácticas
que se experimentan cotidianamente durante el proceso de enseñanza-aprendizaje
y en el lugar más tradicional como lo es el salón de clases,
constituye la caja negra de las políticas. Hemos sido testigos
de los grandes transformaciones que han experimentado las instituciones
de educación superior desde principios del siglo XX, pero habría
que preguntarse porqué los procesos, representaciones y formas
de relación que se viven en el aula, han permanecido intactos.
Juan Manuel Piña, nos demuestra que la respuesta se sitúa
precisamente en la imágenes, roles y prácticas muy arraigadas
que se edifican en los alumnos y maestros. Como lo plantea el autor: “todo
maestro espera tener buenos alumnos” y lo que está en discusión
es: “qué es un buen alumno”, pero es a través
de las formas tradicionales como se da la relación maestro-alumno,
la mejor expresión de las representaciones sociales que sobre
esta interacción sostienen ambos tipos de actores.
Bien lo señala el autor, la importancia que tiene el escenario
escolar, las interacciones con los otros parecidos a él, las prácticas
cotidianas, etc. y todo aquello que en un momento dado, confirman su
realidad inmediata, su contexto social en la construcción del
sentido común en cada actor. La idea de concebir la calidad educativa
en términos de valores, responsabilidades y experiencia, es una
demostración de esta influencia. Una línea de investigación
que se antoja seguir, sería lo referente a las opiniones y creencias
que presentan los universitarios no académicos, con condiciones
laborales fuera de los recintos universitarios. Prueba de ello, es que
las construcciones particulares que los actores edifican sobre la calidad
educativa, no trasciende a las actividades desarrolladas en el aula,
un espacio en donde se refuerzan las representaciones que tiene en torno
a su rol como maestro. Con esta investigación, Juan Manuel Piña,
abre muchísimas otras vetas y descubre aristas que se antoja escudriñar.
El capítulo 2 incorpora la investigación de Carmela Güemes
García, intitulada “La identidad del maestro de educación
normal. Entre representaciones e imaginario sociales”. En dicho
trabajo, la autora busca mostrar una síntesis de los hallazgos
encontrados en una investigación sobre las representaciones sociales
en la construcción de los procesos identitarios del docente de
educación normal. La investigación siguió las técnicas
cualitativas de recolección de información aplicadas a
docentes de la Escuela Normal de Especialización.
La autora señala que el propósito principal se centró en
estudiar las expresiones culturales contenidas en el quehacer cotidiano
del docente normalista. ¿cómo se perciben a sí mismos
y en relación con los docentes no normalistas?, ¿en qué consiste
la identidad colectiva de los grupos de sujetos normalistas?, ¿cuáles
son sus principales valores y particularidades? Estas y otras cuestiones,
Carmen se propone analizar y discutir a la luz de las interpretaciones
que los distintos docentes manifestaron en las entrevistas. La autora
nos remite a la construcción del imaginario social que históricamente
se ha desarrollado para delimitar una definición amplia sobre “el
ser maestro normalista” y su función social en México.
Desde mi punto de vista, un historia más integrada sobre el desarrollo
del normalismo en México, nos ayudaría entender el porqué al
maestro normalista, se le adjudicó una misión de sacerdocio
o verdadero apostolado, como así lo señala la autora.
Con el soporte de las teorías sobre las representaciones sociales,
destacando autores como Gilberto Giménez, la autora incursiona
en los procesos sociohistóricos que llevaron al maestro normalista
a desarrollar y sobre todo legitimar una identidad colectiva. No obstante,
habría que tomar en cuenta que es el propio Estado el que ha impulsado,
promovido y le otorgado reconocimiento social a la figura del normalismo
y que esta identidad se ha visto envuelta en los avatares que implican
los cambios de política y acciones educativas, emprendidas por
las instancias gubernamentales.
De este modo, el normalismo se interpreta inicialmente como una actividad
práctica e intuitiva que posteriormente se transforma en una actividad
que requiere del saber teórico, con los conocimientos emanados
de la ciencia, sobre todo cuando en 1984, el cambio de política
educativa, eleva a la educación normalista al nivel de educación
superior, aunque no la conjunta con la educación superior universitaria
o tecnológica. Con el propósito de profesionalizar al desempeño
normalista, el ascenso de la educación normal al nivel superior,
derivó en nuevas asignaciones y roles al docente, en la que la
autora destaca la figura del docente-investigador.
Un punto interesante que se nota en la investigación de Güemes,
es que pese a estas transformaciones de origen curricular e institucional,
los actores normalistas no se desprenden del todo, de su imágenes
y representaciones construidas sobre la base de lo que significa “ser
normalista”. En estos tiempos, donde los normalistas ha perdido
parte de sus espacios laborales e intempestivamente se han visto en la
necesidad de compartir sus lugares de trabajo con otros docentes no normalistas
y de procedencia universitaria, las percepciones de los normalistas,
como así lo detecté en el trabajo de la autora, invocan
a la categoría de la vocación como el elemento que los
distinguiría de los otros, enalteciendo el carácter humano
y moral de su actividad formativa y formadora. En este sentido, tiene
razón Güemes cuando señala que frente a las transformaciones
que ha experimentado la actividad docente, algunos de los contenidos
identitarios del normalismo se han actualizado, “pero sin alterar
el núcleo figurativo de las representaciones sociales que dan
sentido al marco identitatario del maestro de educación normal”.
La autora concluye que es en el lugar de las representaciones sociales
que construyen los maestros en torno a su quehacer docente, donde se
mantiene el ideal legitimado y hasta ahora inmutable en torno a la capacidad
de “ser y saber hacer del maestro normalista”. Sería
una segunda línea de investigación, el determinar de qué manera
se percibe el maestro normalista que labora en las escuelas primarias
y secundarias, en tanto que son lugares de trabajo en donde confluyen
procesos de diversa naturaleza y en donde las interacciones se establecen
con un conjunto muy heterogéneo de actores como son los niños
y los adolescentes, los padres de familia y principalmente con maestros
cuya procedencia no es la escuela normal.
El tercer trabajo que se expone en la obra se intitula: “Excelencia
en el trabajo científico. Representaciones de los agentes del
posgrado” y fue desarrollado por Olivia Mireles Vargas. Su propósito
fue el de analizar las representaciones sociales y prácticas de
la excelencia escolar en tres programas de posgrado de la UNAM, en el área
de ciencias experimentales: Investigación Biomédica Básica,
Ciencias Fisiológicas y Biotecnología. Mediante la aplicación
de entrevistas en profundidad a maestros, alumnos y funcionarios en los
niveles de maestría y doctorado, la autora pretendió caracterizar
las representaciones sociales, imágenes, creencias y percepciones
que mostraban estos actores a los que Mireles prefiere llamarles agentes”,
sobre la categoría de excelencia, en el trabajo académico
y sobre todo en la formación de investigadores.
La autora parte de las teorías de la representaciones sociales
y las categorías de Bourdieu, para comprender como se desenvuelven
los actores de esos tres posgrados alrededor del logro de la excelencia.
La autora nos ofrece un interesante y muy completo análisis sobre
dichas teorías y su importancia en el entendimiento del papel
que juegan las representaciones sociales en la construcción de
imágenes, valoraciones, creencias, formas de pensamiento y acciones
muy particulares que desarrolla cada actor en lo individual. Es un abordaje
muy dinámico y muy claro sobre las principales teorías
de la representaciones sociales, que permite al lector entender e ilustrarse
sobre estas aportaciones.
Si bien la autora nos señala que en su trabajo sólo busca
describir las representaciones sociales que sostienen sus informantes
en torno al concepto de excelencia, observo que al momento de exponer
las declaraciones de los sujetos entrevistados, recupera poco de los
planteamientos teóricos que de manera muy completa revisa en la
primera parte, para entender el significado que le otorgan al concepto
de excelencia. Sin embargo, es de sorprender la coincidencia de visiones
que sobre la excelencia exhiben los actores con los planteamientos de
las políticas de la educación superior y el discurso oficial
que promueven los organizacionales internacionales y nacionales como
el CONACyT. A manera de suposición puedo plantear que ello se
debe a que la propia formulación conceptual y valoración
sobre la excelencia en el trabajo académico, provienen precisamente
de los criterios de rigurosidad científica, producción
científica, difusión de los resultados y experiencias de
investigación, establecidas por las comunidades científicas
internacionales y del país.
El cuarto y último capítulo: “Ser y Pensar. Aprendizajes
de las mujeres durante la huelga de la UNAM, 1999-2000”, desarrollado
por Margarita Mata Acosta, Gloria Luz Rascón Martínez y Mariana
Romo Patiño, aborda un tema muy sugerente y oportuno, el de conocer
y reconocer ¿quiénes fueron las mujeres estudiantes que participaron
en la huelga de la UNAM de 1999 al 2000?, ¿cómo son sus formas
de ser y de pensar”, ¿cuáles fueron sus experiencias en
un contexto que se alejaba de su cotidianidad preescrita, como señalan
las autoras?, ¿cómo era su contexto antes, durante y después
del movimiento estudiantil?, ¿qué rol jugaron?, con estas inquietudes,
las autores realizaron entrevistas en profundidad a 12 estudiantes pertenecientes
a distintas escuelas y carreras de la UNAM. El análisis de las historias
narradas por cada una de ellas, se hizo teniendo como principal eje de análisis
la perspectiva de género y se apoyó en la caracterización
de las representaciones sociales, entendida, según las autoras, como
aquellas imágenes que buscan traducir emociones y percepciones, como
construcciones de lecturas particulares de entramados sociales concretos.
A partir de tres aspectos generales: contexto, lectura de su participación
en el contexto social y forma de dar cuenta de su identidad de género,
las autoras ponen al descubierto aspectos sorprendentes de la caracterización
de las estudiantes. En lo personal, me llamó la atención la influencia
que tiene el tener padres con una participación política amplia
en movimientos anteriores, con un activismo político sea a nivel de
los partidos o mediante el desarrollo de la crítica y la reflexión
basada en la lectura. Resulta también muy interesante conocer las formas
en que estas mujeres fueron tratadas en un principio por los grupos sociales
externos a la huelga e inclusive por sus propios compañeros varones.
En este trabajo, las autoras en menos páginas, nos dicen mucho del tipo
de mujeres estudiantes que tenemos en la UNAM, a la vez que constituye una
expresión muy ilustrativa de la creciente feminización de la
educación superior y en general de su participación en la arena
política del país.
Estudios
e Investigaciones
Syvie
Didou Aupetit
¿Fuga de Cerebros o diásporas?,
inmigración y emigración de personal altamente calificado en
México.
Elia Marúm Espinosa
Los programas de
atraccción de trabajo altamente calificado de América del
Norte y su impacto para México
Ensayos Jorge Dettmer G.,
Globalización, convergencia
y diferenciación de la educación superior: Una revisión
teórico-conceptual
Eduardo Sánchez Martínez
Opciones de financiamiento
en la educación superior.
Susana Fernández
Alfaro y Sara Fernández López.
Modelos de financiación
de las universidades públicas en América Latina: el caso
de Argentina, México y Brasil
Reformas e Innovaciones
Marco Aurelio Navarro Leal e Iván
Sánchez Rodríguez.
Lecciones de la implementación
de la reforma curricular en la UAT.
Mirador
Mario Hernández Chirinos
El debate sobre la digitalización
de las universidades británicas: impacto y consecuencia
Estados del Conocimiento
José Luis Ramírez
Romero, Armando Alcántara Santuario y Rebeca Caballero.
La investigación
educativa en México
Estela
Ruiz Larraguivel
Representaciónes, imaginarios e identidad. Actores
de la educación superior
Lista de dictaminadores del aņo
2004
se aceptan colaboraciones
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