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La
educación continua a distancia en México: transformaciones y retos Rosario
Vega García
Jefa
del Departamento de Vinculación y Desarrollo
Coordinación
de Universidad Abierta y Educación a Distancia
Universidad Nacional Autónoma de México
Correo-e:vegarosario@yahoo.com
Resumen
Diferentes variables sociales, económicas, culturales y políticas
han impulsado las transformaciones que se han venido suscitando en el ámbito
educativo, generando un nuevo panorama en cuanto al uso de las diferentes
modalidades educativas. En México la educación a distancia
se ha caracterizado por las transformaciones que se han dado en estos últimos
tiempos por la aplicación de estrategias para impulsar la generación
del conocimiento científico y tecnológico, por las líneas
de investigación sobre sector y por el ejercicio docente, producto
de la inquietud por utilizar otras opciones que posibiliten una mayor
cobertura educativa. En el presente artículo se expone un panorama
de la educación continua a distancia en una de las instituciones
de educación superior más importantes de Latinoamérica,
la Universidad Nacional Autónoma de México.
Palabras clave: Educación a distancia,
UNAM.
Abstract
Several social, economic, cultural and political
variables have propelled transformations observed in education, therefore
giving rise to a new
scenario in the use of diverse modalities of education. In this regard,
distance education in Mexico has undergone transformations due to the
application of strategies to promote the generation of scientific and
technological knowledge following lines of research on the sector and
teaching practices derived from the urgency to resort to options that
may provide greater education coverage. This article presents a panorama
of continuous distance education at one of the most important Latin American
higher education institutions: The Universidad Nacional Autónoma
de México.
Key words: Distance education, UNAM, education technologies.
Retos de la educación superior en México
A pesar de los esfuerzos gubernamentales y de
las recomendaciones de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación
Superior (ANUIES), la transición de siglo se efectuó sin
poder superar retos y problemas de la educación superior mexicana,
entre estos destacan:
Durante los periodos presidenciales de Salinas, Zedillo y Fox siguen
habiendo problemas de masificación en las aulas de las instituciones
de educación superior (IES), aunque se da un crecimiento inferior
al que se produjo en la década de los ochenta. Las explicaciones
que ofrece la OCDE ante este fenómeno, son de carácter
financiero y organizativo (OCDE, 1997: 180). Este menor crecimiento no
fue lo suficientemente significativo como para que los efectos de la
masificación no afectara al nivel educativo en cuestión.
Otro de los grandes retos por sortear sobre la educación superior
ha sido el desarrollo de la capacidad de respuesta acorde a los rápidos
cambios que vienen caracterizando a la sociedad y economía mexicana.
La política educativa de los años noventa no pudo ofrecer
una solución adecuada ante esta situación, por lo que los
cambios en las instituciones de educación superior han seguido
dándose hasta la fecha de forma lenta.
En la visión de la educación superior al 2025 que proyectan
las autoridades gubernamentales, se pronostica que las IES incrementarán
su capacidad de respuesta para atender las necesidades académicas
de sus alumnos y crearán redes de intercambio académico
(SEP, 2000: 16).
En este mismo tenor, entre las conclusiones a las que llegaron los participantes
del seminario Universidades Virtuales en América Latina y Caribe,
organizado por la UNESCO, UNIVERSIA y el gobierno de Ecuador, cabe destacar
la necesidad de ampliar el acceso a una educación superior de
calidad en Latinoamérica, con la finalidad de contribuir al bienestar
socioeconómico de los países involucrados (UNESCO, UNIVERSIA,
2003: 1).
Por parte del gobierno mexicano, este aspecto había sido previamente
manifestado en el Programa Nacional de Educación 2001-2006, en
cuyo documento se contempla como meta alcanzar el incremento de la matrícula
en programas de educación superior abierta, semi presencial y
a distancia de 149,809 en el 2000 a 200,000 en el 2006 (SEP, 2000: 203).
“
Los jóvenes que provienen de grupos en situación de marginación
se enfrentan a serios obstáculos para tener acceso a la educación
superior, permanecer en ella y graduarse oportunamente. Mientras que
el 45% del grupo de edad entre 19 y 23 años, que vive en zonas
urbanas y pertenece a familias con ingresos medios o altos recibe educación
superior, únicamente el 11% de quienes habitan en sectores urbanos
pobres y el 3% de los que viven en sectores rurales pobres cursan este
tipo de estudios. Por su parte, la participación de los estudiantes
indígenas es mínima” (SEP, 2000: 189).
Uso de tecnologías de la información
y la comunicación en la educación
superior en México
El último estudio ofrecido por la ANUIES sobre el uso de las
tecnologías de la información y la comunicación
en las universidades e instituciones de educación superior afiliadas
a la misma, refleja el uso que se le están dando a estas tecnologías
dentro del ámbito educativo, destacando el papel de la Red de
Televisión Educativa (EDUSAT) de la Secretaría de Educación
Pública, cuya cobertura satelital abarca la República mexicana
y el resto del continente americano; la Corporación Universitaria
para el Desarrollo de Internet 2, red informática dedicada a apoyar
el sistema de educción superior y, finalmente, la conformación
del sistema e-México (ANUIES, 2004: 14-22).
Este estudio da a conocer la infraestructura tecnológica utilizada
con fines educativos, por las instituciones afiliadas a la Asociación
Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior.
En este sentido, ofrecemos un panorama del sector relacionado con el
número de equipos de recepción de la señal de
EDUSAT, número de salas de videoconferencia, número de
computadoras y el número de aulas con conexión a Internet
destinadas al uso educativo.
El 75% de las instituciones afiliadas a la ANUIES cuentan con equipo
para la recepción de la red EDUSAT, de éstas el 39% disponen
de un solo aparato, el 10% de ellas tienen instalados dos y el 26%
puede acceder a las emisiones televisivas y radiofónicas al
contar con tres o más equipos receptores 1.
El 19% de citadas instituciones utilizan radio y televisión,
teniendo la primera mayor presencia, con un 21%. También es
importante mencionar que el 60% de las instituciones afiliadas no cuentan
con ninguno de estos dos recursos.
De estas instituciones, el 78% utilizan una u otra tecnología
con fines educativos, en tanto que en el 22% restante no cuentan con
programación televisiva o radiofónica.
El 32 % son instituciones que disponen de radio universitaria, el 75%
de ellas cuentan con transmisiones educativas. En cuanto a televisión,
15 instituciones de educación superior afiliadas a la ANUIES
utilizan este medio, de las cuales el 80% transmiten programas educativos.
El 37% de las instituciones afiliadas cuentan con tres o más
instalaciones de salas de videoconferencia, el 22% tiene una y el 6%
cuenta con dos.
Por último, mencionaremos que el 35% de las instituciones no
disponen de este tipo de salas.
Cerca del 69% de las instituciones señalizaron que tienen a
su disposición tres o más laboratorios de cómputo,
el 22% de ellas indican que disponen de un laboratorio y el 5% tienen
dos. Dentro de estas cifras es significativo comprobar que el 4% de
las instituciones declararon no contar con ningún laboratorio
de cómputo.
Por último cabe concluir que la infraestructura con mayor accesibilidad
en las instituciones afiliadas a la ANUIES está constituida
por los laboratorios de cómputo con un 96%, seguida por la RED
de EDUSAT, con un 75%.
En el rubro en el que se abarca el uso de Internet, se arrojaron resultados
variables: en 40 instituciones se aportó el dato de que entre
0% y 19% tienen conexión; por otro lado, en otras 22 instituciones,
su porcentaje de conectividad varía entre el 80% y el 100% de
sus aulas; 15 instituciones tienen el 100% de sus salones con acceso
a la red.
La formación de los docentes en la aplicación de las
tecnologías de la información y la comunicación
en la educación, es una actividad básica para la generalización
del uso de estas herramientas con fines didácticos. Conscientes
de esta circunstancia, un representativo porcentaje de instituciones
afiliadas a la ANUIES, concretamente el 79% de ellas, han generado
la posibilidad de formación permanente de sus docentes, demostrando
de esta manera la preocupación de las instituciones por hacer
permear los proyectos en los que se implica el uso de este tipo de
tecnologías.
La Universidad Nacional Autónoma de México y la educación
continua
La Universidad Nacional Autónoma de México es una de
las instituciones de educación superior más importante
de Latinoamérica. Entre sus actividades se imparten 71 licenciaturas,
nueve carreras técnicas, 149 maestrías, 72 doctorados
y 48 programas de especialización, estudios repartidos en sus
22 escuelas y facultades distribuidas en un campus central llamado
Ciudad Universitaria y en 16 estados de la República Mexicana.
Además tiene 26 institutos, 12 centros y siete programas de
investigación en las áreas científica y humanística,
así como tres centros educativos en el exterior: la Escuela
Permanente de Extensión en San Antonio, Texas, EU; una Oficina
de Extensión en Chicago, Illinois, EU; la Escuela de Extensión
en Canadá, ubicada en Québec.
Atiende a más de 260,000 estudiantes de bachillerato, licenciatura
y posgrado; cuenta con más de 30,000 personas, entre docentes
e investigadores que integran su planta académica, y 26,000
forman su personal administrativo, que en total conforman una comunidad
universitaria de alrededor de 316,000 personas (UNAM, 2004: 17).
Tabla 1
Población escolar total 2002-2003
|
Población
escolar total |
|
Primer Ingreso |
Reingreso |
Total |
Posgrado |
6,974 |
11,556 |
18,530 |
Sistema Escolarizado |
6,904 |
11, 549 |
18,453 |
Sistema de Universidad Abierta |
70 |
7 |
77 |
Licenciatura |
31,784 |
106,239 |
138,023 |
Sistema Escolarizado |
30,059 |
101,432 |
131,491 |
Sistema de Universidad Abierta |
1,725 |
4,807 |
6,532 |
Técnico Profesional |
3 |
1 |
4 |
Técnico |
491 |
1,226 |
1,717 |
Sistema Escolarizado |
220 |
753 |
973 |
Sistema de Universidad Abierta |
271 |
473 |
744 |
Bachillerato |
33,401
|
66,710 |
100,111
|
Escuela Nacional Preparatoria |
14, 759 |
30,506 |
45,265 |
Colegio de Ciencias y Humanidades |
18,070 |
35,469 |
53,539 |
Iniciación Universitaria |
572 |
735 |
1,307 |
Propedéutico de la Escuela Nacional de Música |
231 |
420 |
651 |
Total |
72,884 |
186,152 |
259,036 |
En un universo de 259,036 alumnos
de los diferentes niveles del sistema escolarizado que abarca la UNAM,
existe un total de 31,478 miembros pertenecientes al personal académico
durante el 2003) 2 a los que cabría añadir
los 28,820 formadores de educación continua, haciendo un total
de 60,298 profesionales dedicados a las actividades vinculadas con
la investigación,
la docencia y la educación continua en la UNAM.
En las siguientes líneas aportamos más información
sobre la educación continua ofrecida por la UNAM a lo largo
del año de 2003.
En la Tabla 4 se puede comprobar el número y tipo de acto de
educación continua a distancia que se propusieron en cada una
de las dependencias de la UNAM en el 2003. Las dependencias no citadas
son aquellas que no reportaron actividades de educación continua
a distancia en el Catálogo de educación continua de la
UNAM 2003 (CUAED,
2003).
De los 19, 200 eventos de educación continua, originalmente
se programaron 99 dentro de la modalidad de educación a distancia,
distribuyéndose de la siguiente manera: 76 se programaron como
cursos, 13 como diplomados y diez como talleres. Asimismo, las dependencias
que programaron un mayor número de este tipo de actividades fueron
las facultades de Ingeniería, Contaduría y Administración
y la Coordinación de Universidad Abierta y Educación a
Distancia.
No todas las dependencias que programaron actividades de educación
continua a distancia para el 2003 (CUAED, 2003), especificaron el tipo
de herramientas didácticas que utilizarían, sin embargo,
de aquellas que sí lo hicieron, cabe destacar que en 41 actos
se planeó utilizar videoconferencias y en 29 la Internet.
Tabla 2
Educación continua de la UNAM en el 2003
|
Números totales en el 2003 |
Nº actos de educación continua |
19,200 |
Nº beneficiados |
240,260 |
Nº ponentes |
28,820 |
Nº horas |
390,406 |
Tabla 3
Universidad Nacional Autónoma de México
Actos académicos, beneficiados y ponentes 2003
Tabla 4
Dependencias de la UNAM |
Diplomados |
Cursos |
Talleres |
Facultad de Contaduría y Administración |
0 |
31 |
0 |
Facultad de Estudios Superiores Cuautitlán |
0 |
3 |
0 |
Facultad de Ingeniería |
7 |
32 |
0 |
Programa Universitario de Estudios de Género |
1 |
0 |
0 |
Centro de Enseñanza de Lenguas Extranjeras |
1 |
0 |
0 |
Dirección General de Planeación |
0 |
1 |
0 |
Dirección General de Servicios de Cómputo Académico |
0 |
1 |
0 |
Coordinación de Universidad Abierta y Educación
a Distancia |
4 |
8 |
10 |
Totales |
13 |
76 |
10 |
Tabla 5
Tabla 6
Dependencias de la UNAM |
Videoconferencia |
Internet |
No esp. |
Facultad de Contaduría y Administración |
31
|
0 |
|
Facultad de Estudios Superiores Cuautitlán |
|
|
X |
Facultad de Ingeniería 1 |
10
|
29 |
|
Programa Universitario de Estudios de Género |
|
|
x |
Centro de Enseñanza de Lenguas Extranjeras |
|
|
x |
Dirección General de Planeación |
|
|
x |
Dirección General de Servicios de Cómputo Académico |
|
|
x |
Coordinación de Universidad Abierta y Educación a
Distancia |
|
|
x |
Totales |
41
|
29 |
|
Los desafíos de la educación
continua a distancia en México
En el proceso de transformación que están viviendo instituciones
de educación superior como la UNAM, producto de la introducción
de las tecnologías de la información y la comunicación
aplicadas a la educación y la tendencia a utilizar otras modalidades
educativas con la finalidad de permitir mayor cobertura y accesibilidad
a la educación, ha generado un nuevo panorama educativo que nos
permite resolver necesidades educativas, como las ya citadas, pero a
su vez, provoca nuevos retos a enfrentar, entre ellos destacamos:
1.- Elaboración de estándares de calidad para el uso de
las tecnologías de la información y la comunicación
en la educación, con la finalidad de desarrollar prácticas
reguladoras.
2.- Aportar estrategias que involucren a los instructores en la aplicación
de las tecnologías de la información y la comunicación
en sus dinámicas formativas.
3.- Desarrollo de programas de formación de instructores, sobre
el uso de las tecnologías de la información y la comunicación.
4.- Creación de mecanismos de gestión de la información
y el conocimiento.
5.- Dentro de esta gestión del conocimiento, es importante promover
la creación e integración de grupos de trabajo de investigación,
para conformar redes regionales que faciliten el tránsito de información
y conocimiento.
6.- Vincular las líneas de investigación sobre educación
a distancia con las actividades de educación continua.
7.- Propiciar la edición de publicaciones, difundir experiencias
y productos de investigación sobre educación continua a
distancia.
8.- Promover una red regional de bibliotecas digitales.
9.- Generar una cultura de la capacitación en torno al uso de
las tecnologías de la información y la comunicación,
con la finalidad de aprovechar los recursos tecnológicos que las
instituciones de educación superior ofrecen como apoyo a las actividades
formativas.
10.- Planificar estratégicamente el crecimiento de las actividades
de educación continua a distancia.
Referencias
ANUIES (2004). Propuesta marco de referencia
para la evaluación
de la educación superior a distancia, México, ANUIES, (material
mecanografiado).
ANUIES (2004). Estudio sobre el uso de las tecnologías de comunicación
e información para la virtualización de la educación
superior en México, México, ANUIES (material mecanografiado).
ANUIES (2001). Plan maestro de educación superior abierta y a
distancia. Líneas estratégicas para su desarrollo, México,
ANUIES.
BATES, Anthony W., (2001). Cómo gestionar el cambio tecnológico:
estrategias para los responsables de centros universitarios, Barcelona,
Gedisa.
COORDINACIÓN DE UNIVERSIDAD ABIERTA Y EDUCACIÓN A DISTANCIA
(2003). Catálogo de educación continua de la UNAM 2003,
México, UNAM.
FERNÁNDEZ HERNÁNDEZ, Patricia (2002). “Competencias
y habilidades para el uso de nuevas tecnologías en la educación”,
en Foro de planeación académica, Área de Ciencias
Sociales: diálogo con expertos, (2 de agosto), Preparatoria N° 7,
Nuevo León, Monterrey, (material mecanografiado).
GARCÍA GONZÁLEZ, Eva Laura et al. (2004). Gestión
de la educación continua y la capacitación, México,
Manual Moderno.
MARTÍN RODRÍGUEZ, Eustaquio y Manuel Ahijado Quintillán
(Coordinadores) (1999). La educación a distancia en tiempo de
cambios: nuevas generaciones viejos conflictos, Madrid, Ediciones de
la Torre.
OCDE, (1997). Exámenes de las políticas nacionales de educación:
México, Educación Superior, París, OCDE.
PIÑERA RAMÍREZ, David (Coord.) (2002). La educación
superior en el proceso histórico de México: Tomo III. Cuestiones
esenciales. Prospectivas del siglo XXI, Baja California, Secretaría
de Educación Pública, Universidad Autónoma de Baja
California, Asociación Nacional de Universidades e Instituciones
de Educación Superior.
SECRETARÍA DE EDUCACIÓN PÚBLICA (2000). Programa
Nacional de Educación 2001-2006, México, SEP.
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO (2004). Agenda
estadística 2003, México, UNAM.
UNESCO, UNIVERSIA, (13 y 14 de febrero de 2003), Declaración de
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VEGA GARCÍA, Rosario (2004). “Aplicación y evaluación
de las tecnologías de la información y la comunicación
en la educación”, en Evaluación y tendencias en la
educación profesional técnica en Hispanoamérica
en el siglo XXI, México, Colegio Nacional de Educación
Profesional Técnica y Agencia Española de Cooperación
Internacional, (CD-ROM).
1En
este rubro caben destacar los casos de la Universidad Pedagógica
Nacional, que cuenta con 105 equipos; Universidad Autónoma de
Sinaloa, 83; Universidad Autónoma de Nuevo León, 67; Instituto
Politécnico Nacional, 48; y la Universidad Nacional Autónoma
de México con 34 receptores. «volver«.
2 Cabe aclarar en la
Agenda Estadística 2003
de la UNAM arroja una cifra de 39,162 nombramientos, véase CUAED,
2003. «volver«.
Reformas e Innovaciones
El aprendizaje cooperativo:
un modelo de intervención para los programas de tutoria escolar
cooperativo: un modelo de intervención para los programas
de tutoria escolar Rosamary Selene Lara Villanueva
CINCIDE Universidad Autónoma del Estado de
Hidalgo
Correo e: rselenelara@hotmail.com
Resumen
En este artículo se explica un modelo de intervención
educativa centrado en el aprendizaje cooperativo, propuesta que toma
en cuenta los procesos de interacción social, la cooperación
y los roles desempeñado por los estudiantes y profesores que juegan
un papel importante en la gestión y autonomía del aprendizaje.
El Programa Institucional de Tutoría Escolar emprendido por la
ANUIES, es un paraguas que brinda la posibilidad de desarrollar programas
que lleven a la mejora de la calidad educativa, por lo que, modelos como
el aprendizaje cooperativo se ajustan a los modos en que la Tutoría
escolar orienta sus objetivos. Este artículo se deriva de un proyecto
de investigación (2004-2006) emprendido en la Universidad Autónoma
del Estado de Hidalgo para implantar la metodología de Aprendizaje
Cooperativo en el área de Ciencias Sociales y Humanidades.
Palabras clave: Habilidades Sociales y académicas, aprendizaje
cooperativo, intervención, tutoría.
Abstract
This article explains a model of educational
intervention focused on collaborative learning, proposal which takes
social interaction processes
into consideration together with the collaboration and roles of students
and professors which play a relevant part in the management and autonomy
of learning. The Institutional Tutorship Program undertaken by the National
Association of Universities and Higher Education Institutions (ANUIES),
as an instrument to reinforce and strengthen academic and psychosocial
aspects on students, is an umbrella that offers the possibility to develop
programs leading to education quality, therefore, models such as collaborative
learning meet the ways in which school Tutorship orients its objectives.
This article emerges from a research project (2004-2006) undertaken by
the Autonomous University of the State of Hidalgo in order to implement
the Collaborative Learning methodology in the Social Sciences and Liberal
Arts’ area.
Key words: Social and Academic skills, collaborative learning, intervention,
tutorship.
Introducción
El mundo actual en el que estamos inmersos nos
obliga a replantearnos cada vez más el papel que representamos en la sociedad. Como educadores
y/o profesionales de la educación, la necesidad de formar individuos
con capacidades para adaptarse a los nuevos cambios es un reto que se
impone y nos obliga a cuestionar nuestras actuaciones cotidianas en las
aulas. Reflexionar sobre nuestras acciones es una práctica que
implica llevar a cabo una adecuada intervención educativa para
el desarrollo formativo de los estudiantes, desde una planificación
cuidadosa de los objetivos de aprendizaje, las actividades escolares
y su respectiva organización social bajo una perspectiva constructivista.
Desde tal perspectiva, la escuela puede cambiar sus modelos educativos,
utilizando estrategias que favorezcan el proceso de enseñanza-aprendizaje
y construir unas relaciones entre iguales y de alta calidad con el uso
apropiado de grupos cooperativos en el aula.
En este sentido, estamos de acuerdo en que las interacciones sociales
que se establecen en el proceso de enseñanza-aprendizaje juegan
un papel importante en la construcción de conocimientos y en la
realización de aprendizajes significativos. Sin embargo, perdemos
de vista que estos procesos dentro de la escuela tienen que fomentarse
de manera explícita dentro de un marco sociocultural de referencia
en el cual se encuentran los individuos (alumnos-profesores). Por ende,
no debemos olvidar, que la escuela constituye en esencia, un organismo
vivo en el que el que se configuran las relaciones de tipo social, cultural,
psicológico, determinada por las características de los
individuos que la conforman y por los rasgos comunes o diferenciadores
que éstos poseen.
En medio de esas unidades pequeñas de la escuela, llamadas aulas,
las relaciones interpersonales se amplían y enriquecen, desarrollándose
el conjunto de conocimientos y experiencias ofrecidas por otros contextos
(familia, sociedad). Así, en este sistema social, configurado
por el grupo de clase, las relaciones se establecen en dos niveles: entre
los alumnos y entre los profesores y los alumnos, y desde una concepción
integral del proceso formativo, la construcción de los esquemas
de conocimientos y de comportamiento necesario para interactuar adecuadamente
con el entorno. Desde el aspecto formativo, los procesos de enseñanza-aprendizaje
se estructuran en base a una amplia gama de contenidos (valores, normas,
hechos, ideas), por la naturaleza de los conocimientos subyacentes desencadenantes
de la conducta (morales, sociales, etcétera), la variedad afectiva
(interés, empatía, apego, cariño) y por las identidades
en el que el sujeto se relaciona (familia, compañeros, amigos)
(Serrano y González-Herrero, 1997).
Ante esta amplia gama de contenidos, es posible observar de manera multidimensional
cómo y dónde (contextos) se encuentran los sujetos y así emprender
acciones educativas que garanticen el desarrollo madurativo y armónico
de sus facultades intelectuales, afectivas y sociales.
Por ello, en este trabajo, se explica la manera en que los métodos
de aprendizaje cooperativo pueden enriquecer y estimular la conducta
de los estudiantes de nivel superior, hacia un aprendizaje constructivo
dentro del proceso escolar y, como modelo de intervención para
la mejora de programas escolares, se orienta a la atención de
los individuos en todas sus dimensiones social, afectiva, intelectual
y física.
En este sentido, la necesidad de instrumentar alternativas para mejorar
la calidad y la eficiencia de la educación superior, bien podrían
afianzarse en programas institucionales como el de la tutoría
escolar a nivel superior que buscan la utilización de modelos
centrados en el alumno y la orientación hacia el aprendizaje como
requisitos necesarios para la transformación que deben emprender
hoy las Instituciones de Educación Superior (IES). En este caso,
se considera que como una alternativa útil para atender a los
estudiantes e intervenir en su proceso de enseñanza-aprendizaje,
los Métodos de Aprendizaje Cooperativo (MAC), representan uno
de los mejores medios instruccionales para favorecer el cambio significativo
en la formación de nivel superior, ya que constituyen una experiencia
que da sentido a su formación profesional, por cuanto beneficia
sus habilidades académicas y sociales.
Dicho nivel educativo tiene como principio rector contribuir en el desarrollo
de una formación de calidad de los estudiantes, responder a las
necesidades académicas de los mismos, no importando el origen
social y étnico, hacer más flexibles los programas educativos
e incorporar en los mismos el carácter integral del conocimiento
que demanda la sociedad, propiciando aprendizajes duraderos y con una
alta significatividad para el desarrollo profesional, con directrices
científicas, humanistas y tecnológicas, donde se promueva
el espíritu creativo el manejo de lenguajes y pensamiento lógico,
formación de valores, principios éticos y competencias
que le permitan desenvolverse eficaz y eficientemente en su profesión.
Por supuesto, aunque puedan sonar poco realistas los principios orientadores
de los Métodos de Aprendizaje Cooperativo, es innegable no discrepar
en exceso de la realidad social, pues vivimos en una sociedad competitiva.
Sin embargo, se han de formar individuos preparados para organizar su
actividad de manera cooperativa pero teniendo presente una de las capacidades
adaptativas más relevantes de esta sociedad, como es la capacidad
de competir, lo que supone volver los ojos a la realidad. Por esta razón,
la capacidad de competir no debe ser desterrada totalmente del aula,
al menos mientras que la sociedad mantenga las características
actuales, se debe intentar atenuar los efectos negativos y perjudiciales
que, para el alumno, tiene una organización social, sea del tipo
que sea, en donde predominen los aspectos competitivos.
En este sentido, el presente artículo como parte del proyecto
de investigación: La metodología del Aprendizaje Cooperativo:
una experiencia educativa innovadora en aulas de educación superior,
plantea que la organización escolar debe estimular al máximo
la cooperación con los demás y la competición consigo
mismo.
Para el desarrollo estratégico de los modelos de intervención
con la Metodología del Aprendizaje Cooperativo, las aulas son
los espacios que configuran nuestra realidad educativa y en las que es
posible encontrar solución a las necesidades surgidas en su realización.
Por ello, la aplicación de cualquier marco metodológico
se encuentra estructurada en cuatro momentos, mismo que nos servirán
para orientar la investigación y realizar el modelo de intervención
educativa.
a) Análisis de la situación educativa: identificando las
necesidades a cubrir y comprobando los medios necesarios con que contamos
(habilidades, métodos, recursos) y determinando el punto de arranque
del proceso formativo (académico y social).
b) Configuración del proceso formativo: objetivos, tareas, relaciones,
previendo todos los detalles que desde un planteamiento teórico
estén a nuestro alcance dificultades inherentes a la estructura
de los modelos, a la naturaleza de los contenidos, a las habilidades
de los alumnos o a su estilo personal, a la posible identidad grupal.
c) Procesos de aprendizaje: dificultades de comprensión o de interacción,
adecuación de medios, y procediendo si fuera necesario a su regulación.
d) Valoración de la situación: nivel de consecución
de los objetivos, eficacia de los métodos, rentabilidad de los
medios, y determinando la forma de asegurar su progreso.
Los Métodos del Aprendizaje Cooperativo como modelo de intervención
escolar
Los Métodos del Aprendizaje Cooperativo, enmarcados
dentro de la corriente interacción nista (Jean Piaget, Lev Vygotski,
Jerome Bruner, Bandura, Kurt Lewin, Spencer Kagan), se circunscriben
dentro de un modelo de intervención por cuanto reconocen el valor
de las relaciones interpersonales en el ámbito escolar.
Como línea instruccional, el Aprendizaje Cooperativo se define
como una exitosa estrategia o conjunto de métodos de instrucción
en el que se trabaja en pequeños grupos, donde cada uno de los
estudiantes de diferentes niveles y habilidades, utiliza una gran variedad
de actividades de aprendizaje y mejora la comprensión o un tema
en cuestión (Balkom, 1992; Deutsch, 1949). Por ser una situación
social, en el aprendizaje cooperativo se destacan las contribuciones
y las distintas capacidades de los alumnos, en contraste con la competición
en la que unos individuos son mejores que otros. En este sentido, las
metas de los individuos separados van tan unidas que existe una correlación
positiva entre las consecuciones o logros de los objetivos, de tal forma
que un individuo alcanza su objetivo si y solo si también los
otros alcanzan sus propios objetivos. Por consiguiente, estas personas
tenderán a cooperar entre sí para alcanzar sus respectivos
objetivos.
Este enfoque grupal de la cooperación es aplicable en cualquier
nivel educativo, así como en distintas disciplinas académicas.
Para el estudio que nos interesa hemos elegido la educación superior,
en el área de Ciencias Sociales y Humanidades y aunque –hasta
el momento– no se ha decidido un contendido específico para
el diseño de las lecciones cooperativas, hemos pensado que materias
tipo teórico-prácticas podrían ser plausibles para
el desarrollo de proyectos de colaboración como estrategia metodológica
de enseñanza-aprendizaje. Ello puede permitir una rica experiencia
en el manejo de habilidades sociales, como en la toma de decisiones y
liderazgo académico, que los estudiantes adquirirán fuera
del ámbito universitario cuando pongan en juego sus potenciales
intelectuales y sociales.
Por consiguiente, las áreas de conocimiento en el cual se enmarca
este proyecto, se orientará principalmente en Ciencias de la Educación,
Derecho o en su caso Ciencias Políticas, pues suponemos (aunque
se develará esta hipótesis en el análisis de la
información) que las prácticas docentes entre una carrera
son diferentes debido a la cultura académica de los profesores
en el manejo de metodologías didácticas más tradicionalistas,
como podría ser el caso de Derecho, o bien el empleo de estrategias
innovadoras, en el caso de Ciencias de la Educación (suponiendo
que por el tipo de perfil disciplinar el profesorado conoce distintas
alternativas didácticas a desarrollar en el aula), sin embargo
y aunque son algunos supuestos, es posible que la formación académica
y el empleo de metodologías en el aula estén permeando
la actividad escolar y el aprovechamiento académico de los estudiantes
para estimular habilidades de orden cognitivo superior, así como
en el desarrollo de sus habilidades sociales.
Asimismo para poder entender lo anterior, se sugiere conocer y analizar
cómo se van dando las distintas situaciones escolares en el contexto
en el que se lleven a cabo los procesos de maduración cognoscitiva,
por lo que los profesores desde su experiencia en el aula tienen una
idea de cómo se organizan los objetivos, contenidos curriculares,
así como la estrategia pedagógica, –desde su particular
punto de vista– al organizar a sus alumnos dentro del aula.
En el modelo de intervención que nos ocupa, es necesario que los
profesores al inicio de toda actividad académica, conozcan cómo
es la enseñanza de un curso/asignatura, y la organización
en el aula, es decir si se agrupan/o distribuyen a los alumnos en función
de sus necesidades académicas, intereses, habilidades intelectuales
y sociales, así como comprender la importancia que representa
estructurar el proceso de enseñanza-aprendizaje, planificar y
prever situaciones de intervención, es decir, asignando competencias
académicas y mejorando las que tienen. En el Cuadro 1, se muestra
cómo en cada situación, competitiva, individualista o cooperativa,
se desarrolla la actividad en el aula, pudiéndose dar actitudes
que benefician o lleva a una desventaja académica en los estudiantes
(Pujolás et al., 1997).
Cuadro 1
|
En una situación competitiva |
En una situación individualista |
En una situación cooperativa |
Estructura de la actividad
|
Trabajo individual
Clases magistrales |
Trabajo individual
Clases magistrales |
Trabajo en grupos reducidos
Trabajo individual |
Estructura de la recompensa
|
Se da una interdependencia negativa: el
alumno alcanza su objetivo si, y sólo si, los
demás
no alcanzan su propios objetivos.
La capacidad para fortalecer habilidades sociales e interactuar
con otras personas es nula, con lo cual, en lugar de ver al otro
como posible fuente de aprendizaje, se convierte en rival, lo
que muchas veces ocasiona en los alumnos(as) la poca tolerancia
y la
frustración cuando se pierde. Sin embargo una competencia
sana consigo mismo y con los demás para verificar sus
potencialidades es un buen comienzo y un aspecto positivo para
fortalecer las interacciones*. |
No hay interdependencia entre los objetivos de cada miembro de
grupo. El hecho de que un participante consiga o no su objetivo,
no influyen en el hecho de que los demás consigan o no sus
objetivos.
La mayoría de las aulas tradicionales fomentan el individualismo
que deteriora el desarrollo de habilidades sociales para interactuar
y aprender de los otros*.
|
Se da una interdependencia positiva: el alumno alcanza su objetivo
si, y sólo si, los demás alcanzan sus propios objetivos.
|
Estructura de la autoridad
|
Autoridad preponderante del profesor. Poca autonomía de
los alumnos.
|
Autoridad preponderante del profesor. Poca autonomía de
los alumnos,
|
Mayor autonomía de los alumnos. Es importante la intervención
del profesor al igual que de los miembros del grupo para regular
y autorregular el aprendizaje*.
|
* Las cursivas son mías.
Como hemos podido observar, para
emprender acciones que conlleven a la atención de las capacidades psico-sociológicas
de los alumnos, la estructura de aprendizaje cooperativa es la más
idónea en estos casos, sin embargo, y aunque sabemos que en
nuestra sociedad las pautas de conductas competitivas coexisten con
las conductas cooperativas, es innegable el beneficio que representan
los métodos de aprendizaje cooperativo, porque en ellos, existe
una flexibilidad importante en la configuración de las interacciones.
Tal como nos señalan Serrano González-Tejero y González-Herrero
(1996:8):
...es necesario potenciar al máximo la cooperación con
los demás cada vez dentro de las posibilidades propias que vengan
determinadas por las capacidades individuales o lo que es lo mismo,
por la cooperación interindividual y competición intraindividual.
Como modelos de intervención, los métodos de aprendizaje
cooperativo presentan dos características:
a) la división del grupo de clase en pequeños
grupos que presenten el suficiente nivel de heterogeneidad como para
ser representativos de la población total del aula en cuanto
a niveles de rendimiento, sexo, etnia, personalidad, etcétera
y,
b) la interdependencia positiva que caracteriza las relaciones establecidas
por los miembros de dichos grupos, mediante la aplicación de
recompensas grupales y/o estructuración de la tarea acorde con
los objetivos propuestos (individuales y grupales).
La flexibilidad que caracteriza la intervención de las distintas
dimensiones en la configuración de una estrategia de instrucción,
nos permite disponer de un amplio abanico de opciones a la hora de
establecer el sistema social del aula, es decir, con la organización
de los alumnos en agrupamientos heterogéneos se permite una
mayor interacción y una interdependencia positiva entre las
metas y las recompensas de los alumnos. Es posible, entonces, que en
esta estructuración social, en el aula se pueden configurar
una diversidad de estrategias de aprendizaje cooperativo, entre las
que podemos mencionar algunas como: el JIGSAW I, el JIGSAW II, el Teams
Games Tournaments (TGT), Students Teams and Achievements y División,
el CO-OP CO-OP (para alumnos universitarios), y de los que mencionaré más
adelante (Serrano y Calvo, 1994).
La implementación exitosa de estos métodos requiere de
dos aspectos fundamentales que han de tomarse en cuenta:
a) Elementos estructurales: la estructura social
del aula, la estructura de los objetivos, la estructura de la tarea,
el entorno físico
y el estilo de interacción.
b) Organización de la actividad educativa: contexto sociocultural,
individualidad de los sujetos, identidad del grupo.
Dentro de estos dos elementos es importante
considerar que en el momento de establecer la intervención, tanto el profesor como los alumnos,
desempeñan distintos roles con respecto a las actividades programadas
y las características individuales y grupales. Esto se ve reflejado
en la organización social (según se distribuyan los alumnos
en el aula) cuando los sujetos saben y reconocen su responsabilidades
tanto individual como del propio grupo de aprendizaje en el que participan.
Por otro lado, el profesor, al tener una planificación cuidadosa
de la lección previene los momentos en los que puede intervenir,
(en caso de conflicto, por no darse acuerdos entre los puntos de vista,
holgazanería, etcétera). Con tal intervención,
es posible negociar los niveles de colaboración y participación
en las actividades escolares, mediando las relaciones que por desacuerdos
surjan en el interior del grupo, de tal forma que los estudiantes se
conviertan en gestores de su propio aprendizaje. Con estas participaciones,
se reconoce el papel del profesor como agente educativo porque actúa
como facilitador del conocimiento, recuperando y analizando los roles
y la participación de sus alumnos durante el proceso de enseñanza-aprendizaje.
Otro aspecto importante lo constituye la tarea de aprendizaje, porque
con la estructuración cuidadosa de ésta, los roles de
cada alumno se determinan en cada actividad, sea esta de tipo individual
y grupal. En este sentido, se produce el intercambio de conocimientos,
capacidades y destrezas que cada alumno trae consigo y se genera un
enriquecimiento intelectual y social (ya que cada individuo según
sus actuaciones tiene diferentes maneras de abordar los contenidos
de aprendizaje de acuerdo a sus experiencias escolares).
Visto desde estas dimensiones, el aprendizaje cooperativo representa
el mejor medio para enfocar el dominio del conocimiento fundamentado.
Los estudiantes son vistos como solucionadores de problemas. Esta perspectiva
ve la enseñanza como una “conversación” en
la que profesores y estudiantes aprenden juntos mediante un proceso
de negociación con el currículo para desarrollar una
visión del mundo compartido (Panitz, 1996).
Sin embargo, aún con todas estas bondades del trabajo cooperativo,
en nuestras escuelas todavía persiste la idea de que el trabajo
en grupos pequeños puede ser una pérdida de tiempo que
no garantiza oportunidades de éxito en el rendimiento académico
de los estudiantes y que es mejor continuar con el modelo tradicional
al planificar actividades de forma homogénea (las mismas actividades
con los mismos niveles de dificultad para todos en el aula). La justificación
es errónea desde la base porque se mira al alumno como un mero
depositario de información que hay que asignarle un número
para calificar sus habilidades de tipo académico, circunscribiéndose
a la idea de que todos son iguales y aprenderán de la misma
manera, evaluando conocimientos aprendidos de memoria sobre pruebas
de papel y lápiz y llevando a cabo actividades que fomenten
el individualismo y la memorización. Esto puede cambiar si realmente
se quiere que los estudiantes desarrollen habilidades de orden superior
(con un pensamiento activo en el que pongan a prueba sus talentos para
resolver problemas, tomar decisiones o bien disponer de herramientas
intelectuales para aplicarlas en situaciones específicas) y
encontrar un significado en lo que aprenden.
Por otra parte, en relación a comportamientos de discriminación
o de aceptación social dentro del aula y, que por efectos de
procedencia socio cultural, económica o étnica los alumnos
se sientan rechazados por el profesor y por sus propios compañeros
de clase. Cohen (1998), por ejemplo, señala que con el trabajo
cooperativo o con estrategias que fomenten los intercambios sociales,
es posible también modificar ciertos actitudes de inaceptación,
de status social y académico entre los estudiantes, ya que al
darse un mejor conocimiento del otro y teniendo una perspectiva diferente
se puede entender la experiencia y las capacidades de los alumnos que
provienen de distintas condiciones del resto del grupo, de ahí que
estrategias como la tutoría entre iguales, por ejemplo, sea
un elemento útil y significativo para mejorar las relaciones
interpersonales e intelectuales y sociales de los estudiantes.
Si bien es cierto que en algunos países de primer mundo esta
situación social en las aulas se ha venido trabajando durante
mucho tiempo, todavía es una preocupación importante
debido a las condiciones de migración y cambios geográficos
causados por las guerras y el terrorismo. En México, como en
otros países latinoamericanos, esto es más evidente,
la desigualdad (mayormente por pobreza) y la inequidad forman parte
de un escenario del que para algunos individuos no es posible salir
nunca y en tal situación es difícil acceder a la educación.
Sin embargo, para los alumnos de status socioeconómico bajo
que pueden acceder a la escuela, su situación se hace difícil
cuando tienen que enfrentarse con currículos homogéneos
y con profesores y compañeros de clase que los marginan debido
a sus características personales, sociales y culturales. En
este sentido, la desventaja académica y cultural se acentúa
haciéndose más aguda la situación de los alumnos
(as) diversos, sin encontrar un apoyo a sus necesidades educativas.
En la escuela, continuamos todavía con una crisis social en
la que parece, se ha estancado debido, en parte, al subdesarrollo académico
de sus estudiantes que quieren encontrar un apoyo y una salida para
superarse y desarrollarse como personas y profesionales, y por otra,
porque algunos profesores piensan que sus alumnos son iguales y que
todos operan con la misma “varita mágica” en el
aula.
Ante este panorama, la interrogante sería ¿Cómo
los profesores de educación superior podemos ayudar a resolver
estos problemas sin tener que sentirnos igualmente rechazados por una
sociedad que nos indica que lo mejor es seguir depurando nuestras aulas
de los menos competentes dadas su condiciones intelectuales, físicas,
sociales, culturales y psicológicas?
Algunos educadores y profesores en muchas partes del mundo han encontrado
mecanismos sociales y escolares que permitan coexistir con las actuaciones
individualistas, competitivas y colaborativas,
utilizando diferentes estrategias didácticas en las que el trabajo
en grupo es una característica
que se distingue, creyendo firmemente en las bondades que éstas
traen consigo para el desarrollo de habilidades sociales e intelectuales
de los alumnos de distintos niveles. La segunda cuestión que aquí se
plantea también, es ¿qué se puede hacer para que
estos trabajos en grupo den los resultados deseados pudiéndose
trabajar eficazmente? La literatura sobre el trabajo en pequeños
grupos de aprendizaje es extensa 1,
sin embargo, aunque se han explicado los resultados de éstos,
hoy en día se observa cierta resistencia
y, a veces, poca comprensión para llevarlos al cabo en las propias
aulas.
Al aplicar estrategias innovadoras de aprendizaje en grupo, los profesores
se equivocan algunas veces o bien desconocen cómo aplicarlas adecuadamente,
lo que trae consecuencias abrumadoras en los estudiantes. Muchos de ellos
piensan que sus esfuerzos en el desarrollo de las tareas sus metas o
logros de aprendizaje, no se reconocen, o bien se sienten marginados
de las actividades por el resto de sus integrantes, lo que puede causarles
baja autoestima y desmotivación.
Por ello, es importante que los profesores conozcan cómo se establecen
las interacciones y los objetivos que persiguen al utilizar los grupos
de aprendizaje.
A las personas que se sientan juntas a trabajar no se les puede llamar
trabajo de grupo cooperativo. Para asegurarse que un grupo es cooperativo
deben darse cinco componentes esenciales:
1. Clara interdependencia positiva entre los estudiantes
2. Regular autoevaluación del grupo
3. Comportamientos interpersonales que promuevan el éxito y
el aprendizaje de cada uno de sus miembros
4. Rendición de cuenta individual y responsabilidad personal
5. Uso frecuente de habilidades interpersonales y habilidades sociales
en pequeños grupos.
Los estudiantes en cada grupo deberán ser responsables no sólo
de aprender su propio material (el que se enseña en clases),
sino ayudar, animar a los otros para que aprendan sus materiales. Esto
es una meta de grupo.
Los aspectos importantes que puntualiza el aprendizaje cooperativo
como modelo de intervención en la mejora de los procesos escolares,
brinda la posibilidad de buscar respuestas a las distintas preocupaciones
(fracaso escolar, baja autoestima y desmotivación por los estudios,
individualismo, bajo rendimiento en asignaturas que tienen que ver
con la utilización de habilidades lógico-matemáticas,
lingüísticas, así como en la pérdida de valores
socioculturales de los alumnos), que actualmente se ponen en tela de
juicio con respecto a la educación que se brinda a los estudiantes
de distintos niveles académicos.
Por ende, un programa de intervención en las aulas de educación
superior debe estar encaminado no sólo hacia la valoración
de conocimientos académicos (rendimiento), sino también
a cuestiones afectivas y sociales, y enfocarlo desde una lógica
de la heterogeneidad en donde se reconozcan las capacidades y limitaciones
de los estudiantes (Lara, 2001).
Desde estos planteamientos, el trabajo en grupo cooperativo se podría
justificar porque:
• Mejora la capacidad de comprensión
de los que nos rodean, los compañeros/as, la tarea.
•
Desarrolla las habilidades de enseñanza y aprendizaje.
•
Aumenta la cohesión social y colaboración
dentro del grupo.
El Programa Institucional de Tutoría en la formación
de los estudiantes
En este camino que hoy emprenden la IES, la
necesidad de instrumentar alternativas para mejorar la calidad y
la eficiencia escolar, constituye
una preocupación. Surge así una propuesta para generar
nuevos cambios; el Programa Institucional de Tutoría está orientado
en dos vertientes: cualitativa y cuantitativa. Desde el plano cuantitativo
se busca disminuir el fracaso escolar o la deserción, revisando
y analizando los factores, influencias y estadísticas de reprobación
escolar, deserción, baja productividad y, en el plano cualitativo,
se propone dar respuesta atendiendo las necesidades socio-afectivas
de los estudiantes que favorecen o no el rendimiento académico.
En este sentido, la orientación prioritaria hacia el aprendizaje
autodirigido (aprender a aprender, aprender a emprender y aprender
a ser) y la formación integral con una visión humanista,
constituyen un gran valor para lograr los objetivos, con lo cual la
adaptación del estudiante al ambiente escolar y al fortalecimiento
de estudio de trabajo, son elementos puntuales a los que se da importancia
(ANUIES, 1998).
Si bien incrementar la calidad del proceso formativo es un asunto complejo
en el que intervienen múltiples aspectos de la organización
universitaria, se ha puesto poco énfasis en asuntos referidos
a las características de los estudiantes. En la mayoría
de las instituciones, las acciones emprendidas han seguido un planteamiento
homogeneizador y poco flexible, donde las características de
los alumnos y la formación del profesorado siguen siendo lineales
y poco comprensivas. Los programas académicos no toman en cuenta
la evidente heterogeneidad en aspectos como las habilidades básicas
y los conocimientos que se dominan; esta sigue poco abierta hacia mecanismos
que orienten una formación más integral. Según
el informe de la Organización de Cooperación y Desarrollo
Económicos (OCDE) (citado por el Centro de Estudios Sociales
y de Opinión Pública), el 44% de estudiantes mexicanos
de 15 años, tiene un bajo desempeño en capacidad de lectura,
con lo cual a lo sumo, las habilidades de lectura más básica
les permite realizar tareas simples, como identificar el tema principal
o hacer conexiones simples. Así, en dicho informe se señala
que estos estudiantes podrían no estar capacitados para continuar
adquiriendo el conocimiento y las habilidades necesarias para beneficiarse
totalmente de las oportunidades educativas. Si esta realidad educativa
se observa en el nivel básico y nivel medio superior, evidentemente
las limitaciones académicas se reflejan dadas las deficiencias
con las que ingresan a las universidades. En este sentido, el reto
para la formación profesional es mayor en las IES, debido a
estas circunstancias. Entre los problemas educativos que, organismos
como la Secretaría de Educación Pública, ANUIES,
OCDE, han señalado, sobresalen: la baja eficiencia, determinado
por altos índices de reprobación escolar y bajos índices
de titulación (50%), que en muchas ocasiones se convierte en
un proceso burocrático y económico, que también
obedece a otros factores, como la rigidez y la especialización
excesiva de los planes de estudio; por supuesto, el empleo de métodos
de enseñanza obsoleta, con una escasa vinculación entre
la teoría y la práctica; la inexistencia de programas
integrales de apoyo a los alumnos; el inadecuado rol del profesor frente
a las necesidades actuales de aprendizaje; una inadecuada orientación
vocacional y, si agregamos a estos aspectos factores como la discriminación
social, por género, procedencia socioeconómica y cultural,
las expectativas de éxito y oportunidades educativas son menores.
Si a estas problemáticas le aunamos las condiciones
de agrupamiento de los alumnos en el nivel superior, que se caracteriza
por un número mayor entre 50 a 70 estudiantes por aula –tal
es el caso, por ejemplo de la Universidad Autónoma del Estado
de Hidalgo– se incrementan las dificultades para implantar innovaciones
pedagógicas, con lo cual la práctica del docente se circunscribe
a un papel de mero trasmisor de información, en el empleo de
métodos de memorización, retención de la información
y criterios de evaluación supeditados a un examen. Santos Guerra
(2003: 72-73), describe la práctica de la evaluación
de la siguiente forma:
Practicar la evaluación potencia o debilita un tipo de operaciones
intelectuales u otro según los criterios que fija el evaluador.
Si se pide que se jerarquicen por orden de complejidad intelectual
las siguientes tareas (todas importantes, todas necesarias) está claro
que el orden tendrá carácter descendente. La de menor
potencia será memorizar y la de mayor potencia, crear: memorizar,
aprender algoritmos, comprender, estructurar, comparar y analizar,
argumentra, opinar, investigar y crear. La complejidad que encierra
el proceso de evaluación es tan grande que resulta sorprendente
el reduccionismo con el que frecuentemente se practica en el marco
de las instituciones. Una de las causas de la simplicidad es un reduccionismo
lingüístico que confunde evaluación con calificación.
Por otra parte, el papel del profesor se concentra
en el control del grupo y en exposiciones magistrales dejando a un
lado la riqueza de
las interacciones entre los alumnos como una actividad constructiva,
para desarrollar y comprender los contenidos significativos en la formación
profesional. Aunque estos aspectos no pueden generalizarse, aún
podemos ver estas modalidades de enseñanza en muchas instituciones
educativas, sin embargo, existen algunas de estas en las que se toman
criterios de evaluación muy distintas como los trabajos escritos:
ensayos, resolución de casos prácticos, trabajo en equipo
que estimulan las habilidades arriba señaladas por Santos Guerra.
En este sentido, si se enseñan estrategias de aprendizaje en
las que se construya un pensamiento de orden superior, la transformación
se puede dar en la organización social para dar cabida a procesos
de enseñanza-aprendizaje colaborativo; tal es el caso de las
universidades llamadas del cambio, que han orientado su filosofía
hacia el trabajo cooperativo.
Si las instituciones educativas emprendieran proyectos de este tipo
y se articularan las necesidades educativas de los estudiantes, se
atendieran la formación de los docentes, entonces cabría
considerar dentro de lo planes y programas de estudio una flexibilidad
curricular con abordajes metodológicos que propicien una adecuada
relación entre la teoría y la práctica, que promuevan
la capacidad crítica, creativa y el fomento de un espíritu
de trabajo cooperativo del desarrollo integral de las capacidades cognoscitivas
y valores que conlleven a prácticas más democráticas
e igualdad.
En este sentido, Joan Rué (1998: 25), señala que para
enmarcar dichas acciones, el aula debe caracterizarse como un “ambiente
social” y permitir explorarla a partir de ámbitos detallados
como:
• Ámbito de relación psicosocial.
•
Ámbito de enseñanza-aprendizaje, construido y regulado
por una instancia de poder institucional y de relación personal,
y estructurado desde: a) una cultura docente, b) una cultura institucional
y c) la autonomía personal y profesional del profesor.
Comprender estos ámbitos, implica entender la noción
de aula no sólo como un espacio, sino lo que ocurre en ella
con las relaciones educativas entre alumnado y profesorado, pues se
amplía en aspectos como el grado de responsabilidad y la autonomía
de los profesores, el papel activo que posee el alumnado en los intercambios
y parámetros de referencia bajo el que actúa: el tiempo,
los espacios, las normas, sus referentes, sus
estilos comunicativos; todo ello posee un valor potencial explicativo,
formativo y autoformativo
sobre el profesorado. Sin embargo, dado el carácter regulador
se destaca que las escuelas como instituciones contenedoras de los
distintos espacios y experiencias educativas concretas son distintas
entre sí y generan efectos que pueden explicarse por la propia
dinámica interna que en ellas se propician, por el tipo de interacciones
a que dan lugar, por la calidad de los intercambios efectuados y por
la riqueza o limitaciones de los recursos que se ponen en juego, que
por efectos como el tipo de centro educativo, clase social o el grupo
de pertenencia de los alumnos y sus diferencias socioculturales e intelectuales.
Por todo lo anterior, Rué (1998) señala que bajo contextos
específicos, las escuelas, sus profesores, alumnos y espacios
académicos y sociales configuran una cultura propia porque en
ellas se elaboran las propias experiencias educativas.
Cada programa de intervención educativa, sea este de tipo didáctico
o institucional, elabora y reelabora sus conceptos y experiencias para
implantar estrategias que resulten propicias para el contexto específico
en el que se encuentran (situaciones escolares, políticas, económicas,
culturales).
Es en este sentido, que los programas de Tutoría Escolar a nivel
superior cobran una importancia crucial, en la medida en que se pueden
ir estructurando mecanismos académicos y/o políticos
para alcanzar mejoras en la calidad educativa, sobre todo cuando se
tienen en cuenta los distintos factores que están afectando
el proceso formativo de sus estudiantes.
Es así, que con la cooperación social como un mecanismo
de mejora en el desarrollo de los programas, se ejerce una marcada
influencia en la construcción de los aprendizajes, que se sintetizan
en el Cuadro 2:
En efecto, no hay duda que el aprendizaje cooperativo implantado en
los programas de mejora de los procesos educativos producirá no
solamente la calidad de la propia interacción entre los alumnos
y los profesores, sino entre quienes intervengan como facilitadores
y tutores académicos; en algún momento del proceso escolar
se beneficiarán de los logros alcanzados (objetivos curriculares,
una mayor colaboración y confianza mutua), de ahí que
sea necesario incorporar, en la estructura de la clase, en el diseño
de las situaciones sociales de trabajo y en el perfil del propio trabajo,
características y procedimientos que faciliten la calidad de
la interacción y la gestión por el proceso de trabajo,
normas que faciliten la cooperación interpersonal y el mantenimiento
del grupo en los objetivos propuestos, ajustados a los rasgos o características
de los alumnos, del contenido de aprendizaje y de la organización
social del aula. En este sentido, con el desarrollo de tres aspectos:
intelectual, social y personal, se logra lo siguiente.
En relación a la ejecución de tareas (intelectual):
• Logro de objetivos cualitativamente más ricos en contenido,
pues reúne propuestas y soluciones de varias personas del grupo.
Cuadro 2
- Como estrategia de desarrollo cognoscitivo. |
- Como metodología para la interacción: para la
comunicación en la resolución de problemas, en el
contraste de procedimientos o para la construcción de conceptos
y de esquemas, sean éstos de carácter cognoscitivo, éticos,
de competencias o procedimentales. |
- Como una organización del trabajo que favorece hábitos
metacognoscitivos y de auto-evaluación. |
- Como estrategia para la socialización: lleva implícitos
unos determinados: |
- Valores sociales (integración académica, de género,
social y cultural), de cooperación, y la competición,
participación y favorecimiento de la autoestima, la moral
y la iniciativa personal de los alumnos y las alumnas (Rué,
1998: 32).
|
• Aumenta el aprendizaje,
debido a que se enriquece la experiencia de aprender.
•
Aumenta la motivación por el trabajo, puesto que hay una mayor
cercanía entre los miembros del grupo.
En relación a la dinámica grupal (social):
•
Aumento de la cercanía y la apertura
• Mejora de las relaciones interpersonales entre distintas personas (etnias,
discapacitados).
•
Aumento de la aceptación de estudiantes con necesidades especiales.
•
Aumento de la satisfacción por el propio trabajo.
• Se valora a otros como fuente para evaluar y desarrollar nuevas estrategias
de aprendizaje.
•
Se genera un lenguaje común, estableciéndose normas de
funcionamiento grupal.
A nivel personal:
• Se aumenta y/o desarrollan las habilidades
sociales.
• Se aumentan los sentimientos de autoeficiencia.
• Se disminuyen los sentimientos de aislamiento y disminuye el temor
a ser observados por otros.
•
Se disminuye el temor a la crítica y la retroalimentación
y se incentiva el desarrollo del pensamiento.
Modos de intervención
Así, como modos de intervención, este modelo de aprendizaje
cooperativo recoge estos tres aspectos adecuados a la realidad educativa
en los que puede llevarse a cabo el aprendizaje, los cuales se señalan:
1. Procesamiento de la información: tienen como finalidad el
desarrollo intelectual de los sujetos, ya que se centran en las funciones
de recepción, interpretación, representación,
respuesta y utilización de los estímulos del medio.
La puesta en práctica de un modelo de procesamiento de la información,
le plantea al profesor dos exigencias: tener un conocimiento sólido
del nivel de organización que presenta una noción determinada
en cada uno de sus alumnos y dominio sobre la materia, aunque también
le facilita la selección de conceptos a incluir en un tema o
unidad de aprendizaje, le permite incidir en el pensamiento del alumno
modificando sus estrategias y desarrollando su capacidad intelectual
y le facilita la valoración del proceso de aprendizaje.
2. Personales: tienen como finalidad el desarrollo de la personalidad única
del sujeto y configuran su estructura en torno al incremento de autoconciencia
que supone para el alumno el protagonismo de su propio proceso formativo.
Al profesor este modo de intervención le plantea tres exigencias:
una preparación específica que le permita asumir personalmente
los principios rectores de su aplicación, un profundo conocimiento
de sus técnicas y la posesión de cualidades personales
adecuadas a su función. Como contrapartida le facilita el logro
de los objetivos curriculares y le permite incidir en el desarrollo
afectivo del alumno favoreciendo su control. Para el alumno supone
desarrollar capacidades personales que le permitan conocer y controlar
su desarrollo y su autoconcepto mediante la ampliación de su
doble dimensión individual y social.
3. Sociales o de interacción social: tienen la finalidad de
desarrollar individuos como miembros de la sociedad y se centra en
dos tipos: la de una concepción común de la sociedad
que, como marco de desarrollo de los miembros, les permita progresar
hacia formas más ricas, complejas y evolucionadas de convivencia;
por otra, de realización personal diferenciada de las individualidades
que les permita, desde sus respectivos marcos de referencia, incrementar
la flexibilidad interpersonal, la capacidad de afrontar los cambios
y los sentimientos de pertenencia a una identidad grupal, necesario
para configurar una nueva realidad.
La puesta en práctica de un modelo de interacción social
le plantea al profesor las siguientes exigencias: capacidad para enfrentarse
al reto de su incorporación a los sistemas establecidos, superando
las resistencias personales e institucionales que ello conlleva. Aunque
también le ofrece considerables ventajas, le facilita la organización
de clase y la consecución de los objetivos académicos
personales y sociales, le proporciona un conocimiento más completo
de sus alumnos y le permite incidir en sus procesos de integración.
El papel del profesor universitario como tutor
en la intervención
escolar
Hemos dicho anteriormente la importancia que
representa el papel del profesor en la intervención escolar, sin embargo, es preciso
destacar cómo se dan las relaciones profesor-alumno, un rasgo
en el que la diferencia de poderes es condicionante en muchos sentidos
en el aula y repercute en la vida académica. En las aulas se
permite que casi todo el tiempo, los profesores tomen por lo general,
las decisiones que afectan el comportamiento de los alumnos. La diferencia
de poderes, se manifiesta en este aspecto, en los derechos asimétricos
de los alumnos y del profesor. Fruto de dicha interacción genera
desigualdad, el comportamiento de los alumnos en clase es producto
de y (respuesta a) las interpretaciones que de su rol hace el profesor
y de su estilo de enseñanza.
Esta manera de entender la interacción entre profesor y alumno,
se configura en una determinada forma de relacionarse en clase, ya
que los alumnos interiorizan el conocimiento y sus actuaciones tal
como se le presentan.
Como vemos, esta determinada actuación interactiva entre profesor
y alumno no es la única, hay razones justificadas que demuestran
que las metodologías empleadas (paradigma proceso-producto)
en los diseños experimentales presentan ciertas imperfecciones,
ya que no reflejan las complejidades del aula, con sus múltiples
interacciones. Como señala Zavala (1999) existen diferentes
factores o consecuencias que generan distintas conductas en los participantes
cuando se encuentran en una situación escolar. Tales factores
como los objetivos y tipos de contenidos, así como de las estrategias
didácticas que los profesores emplean en su clase y las que
determinan el tipo de participación de los protagonistas
Por tal razón, los roles desempeñados por el profesor,
la autoridad, la metodología didáctica y la organización
de los contenidos, influyen decisivamente en los sentimientos y actitudes
de los alumnos, así como en su desarrollo cognitivo.
Por ello, la interacción generada en el aula de diversos modos,
según el estilo de enseñanza (exposición magistral,
facilitación de la información, orientación, agrupamiento
de alumnos), permite al profesor seleccionar y delinear las expresiones
más adecuadas en los alumnos. Dicho proceso es posible cuando
el profesor es consciente de que existen otras formas de interactuar
en el aula, y pone de relieve la importancia de que cada alumno es
una entidad única que aporta sus conocimientos y trae consigo,
una serie de experiencias, capacidades y destrezas, de modo que cada
uno precisa de una intervención educativa distinta (Medina,
1989).
Desde el ámbito de la intervención que nos ocupa, para
alcanzar a comprender la vida en el aula y lo que se genera dentro
de ella, el profesor tiene que conocer los múltiples influjos
previstos o no deseados que tienen lugar en la misma. La actitud observadora
y reflexiva del profesor con respecto a las interacciones sociales
que se llevan a cabo con sus alumnos le permite intervenir en el momento
oportuno, no como imposición para reducir la indisciplina y
mantener el control, sino como una manera de ofrecer una ayuda educativa
ajustada a las necesidades académicas y socio-afectiva de los
alumnos. Con el aprendizaje cooperativo, la intervención del
profesor ayuda a activar los componentes afectivos, motivacionales
y significativos del contenido que resultan primordiales en el aprendizaje.
El papel del profesor como tutor en las instituciones educativas, tiene
hoy una importancia decisiva en el ámbito de la vida escolar
y, por ende, en el estudiante. La relación personal entre el
tutor y el educando implica confianza mutua para profundizar en los
procesos de enseñanza-aprendizaje, y en aspectos de desarrollo
personal, por ello, en la época que vivimos, el profesor de
educación universitaria tiene que ir cambiando sus roles y pasar
de ser un simple transmisor de conocimientos y un observador pasivo,
a ser un apoyo educativo que se ajuste a las necesidades de sus alumnos,
fortaleciendo y reforzando en la medida de lo posible, la formación
profesional del estudiante para prepararlo ante los nuevos retos que
se le presenten. Innegable es, entonces, que el profesor tiene que
prepararse y capacitarse para ser un profesor-tutor que coadyuve al
desarrollo humano-educativo de los sujetos que atiende y en el que
se desenvuelve, siendo así, que los cambios que se generen en
la relación alumno-profesor se oriente hacia una cultura de
colaboración/cooperación y respeto mutuo.
Métodos de Aprendizaje Cooperativos/Colaborativos
implantados en aulas
de educación superior
La literatura con relación a los métodos de aprendizaje
cooperativo es amplia, veamos algunos de ellos que han alcanzado un
reconocimiento importante en la educación superior. En este
sentido, autores como Kagan, (1985a; 1985b) desarrolló un método
específico para alumnos universitarios: el CO-OP CO-OP y que
Sharan y Hertz Lazarowitz, perfeccionaron, denominándolo Investigación
en Grupo. Este método pone el acento en la curiosidad de aprender,
en la inteligencia y en cómo expresan los conocimientos los
alumnos, más que en las propias motivaciones competitivas y
de recompensas extrínsecas. Maximiza las oportunidades que tienen
los grupos de alumnos al trabajar juntos para mejorar su propio conocimiento
y poder compartir después el resultado de la experiencia con
el resto de la clase, de manera que todos los compañeros se
puedan beneficiar de ello.
Aunque es una técnica flexible se recomienda de una cierta estructuración,
siguiendo estos diez pasos:
1. Discusión de los estudiantes en clase. Es recomendable antes
de su implantación animar a los alumnos a descubrir y expresar
sus intereses sobre la asignatura o la materia. Para ello es de gran
utilidad el uso de lecturas, de conferencias o cualquier otro tipo
de experiencias que permitan estimular la curiosidad.
2. Selección de los equipos de aprendizaje. Los alumnos pueden
asignarse ellos mismos, según sus preferencias, sin embargo,
si se pretende incrementar la acción tutorial entre iguales
con diferentes niveles de habilidad o mejorar aspectos como la etnicidad
o antirraciales, siendo necesario asignar grupos heterogéneos.
3. Ejercicios de formación de grupos. Son ejercicios muy básicos,
se utilizan con fines muy diversos, como pueden ser ayudar a los estudiantes
a conocerse, demostrar a los estudiantes que cada persona es un miembro
de valor único para el equipo, crear confianza.
4. Selección del tema del equipo. Durante esta fase, cada equipo
debe escoger un tema de acuerdo a sus intereses. Previamente se les
recuerda a los equipos cuáles serán los temas y que los
equipos resalten los elementos o bloques de sus intereses de los subtemas,
lo cual será de utilidad a toda la clase.
5. Selección del subtema. Cada individuo del equipo escoge uno
de los aspectos del tema que debe ser tratado y lo prepara. Sin embargo,
en cada subtema debe hacerse una contribución única al
esfuerzo del grupo creándose, de esta forma, una fuerte interdependencia
positiva entre el mismo.
6. Preparación del subtema. De manera individual, en el pequeño
grupo, cada alumno debe investigar e informarse lo más profundamente
posible sobre la parte o tema que le corresponda, sabiendo que hay
una responsabilidad intrínseca y que de ellos depende que se
cubra en su totalidad el tema en general elegido por el grupo.
7. Presentación del subtema. Una vez hecha la investigación
y habiendo explorado las distintas fuentes de información, organizado
sus temas, cada alumno debe presentar a sus compañeros de equipo
su trabajo individual, de tal manera que se integre toda la información
y todos conozcan lo que cada uno hizo.
8. Preparación de las presentaciones de equipo. En principio,
se sintetiza y organiza el material, en segundo lugar, se formulan
con claridad las ideas más importantes y, finalmente, se decide
la forma de presentación del material al resto de la clase (debates,
utilización de medios audiovisuales, exposición).
9. Presentación en equipo. Una vez preparado el tema el equipo
lo expone al resto de la clase durante un tiempo establecido de antemano.
En esta fase del método, el profesor debe supervisar la actitud
del resto de la clase.
10. Evaluación. Se realiza en tres niveles: a) de la presentación
del grupo, realizada por el profesor y por el resto de la clase; b)
evaluación de las contribuciones individuales, efectuada por
el profesor y los alumnos y c) evaluación por parte del profesor,
del proyecto o del material escrito sobre el tema.
Sólo por describir algunos de estos métodos, tanto el
CO-OP CO-OP como el método de Investigación en Grupo,
se encuentran orientados hacia el aprendizaje de tareas complejas,
como al hecho de que el alumno tenga la oportunidad de decidir sobre
el qué y el cómo del aprendizaje (qué aprender
y cómo hacerlo), todo lo cual se pretende conseguir a través
de una división de roles dentro de cada equipo y que la evaluación
del proceso se realiza de manera individual como grupal.
Experiencias educativas en educación
superior en torno al aprendizaje cooperativo
El Aprendizaje Cooperativo ha encontrado su
lugar en distintas universidades y tecnológicos; por ejemplo, ha sido exitosamente empleado en
el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, campus ciudad de México.
Asimismo, los efectos positivos del Aprendizaje Cooperativo en algunos
países (España, Estados Unidos, Israel, Canadá y
Australia), han tenido un impacto favorecedor entre los estudiantes.
En estos países las experiencias han sido positivas, con lo
cual las universidades que utilizan estrategias como el aprendizaje
cooperativo, se identifican como universidades de cambio, porque todas
ellas se distinguen por la innovación educativa que están
teniendo en sus aulas en distintos aspectos curriculares tales como:
el currículo integrado (Arizona State University; Rose Hulman
Institute of Techonoly, Texas A & M University; University of Alabama;
University of Massachussets Darmouth; University of Wisconsin y Babson
Collage); Prácticas, en relación con la industria y la
experiencia del mundo del trabajo (Kingston University; University
of Cincinnati), así como otras estrategias donde se promueve
el Aprendizaje basado en Problemas ABP (Maastricht University; Monash
University; University of Newcsatle; Linköping University; Roskilde
University; University of Salford; Aalborg University; Samford University);
Currículo basado en habilidades (Alverno College); Estudios
de casos, específicamente en áreas de ciencias (Kennesaw
State University; Sate University of New York Búfalo), entre
otras.
En cuanto a empresas, en Estados Unidos el uso de grupos de trabajo
autodirigidos y capacitación de equipos, está siendo
utilizado como modelo de aprendizaje en sus programas educacionales
y de capacitación.
Igualmente, podemos mencionar algunos experiencias realizadas en Latinoamérica
que me parecen muy importantes dadas las implicaciones que han tenido
en su desarrollo al aplicarlas en las aulas de educación superior.
En Argentina (Peluaga, 2002), se llevó a cabo una experiencia
de aprendizaje colaborativo en la Universidad Nacional de San Luis,
con estudiantes de licenciatura en Ciencias de la Educación,
en el marco de la asignatura de la educación de adultos. La
intención de este estudio fue realizar un encuentro científico
entre los estudiantes en el que pudieran desempeñar el rol de
participantes, elaborando comunicaciones escritas, con el acompañamiento
y guía de los docentes, utilizando la técnica de Congreso;
el propósito fue que los estudiantes se iniciaran en la investigación
mediante la redacción de producciones científicas, la
participación en reuniones científicas, el conocimiento
de la técnica y vivencia de la misma, lograda a partir de la
participación en todo el evento desde su planeación hasta
su evaluación. Por otro lado, encontramos en este mismo país,
otro trabajo en donde se aplica el modelo cooperativo-colaborativo
para formación/capacitación de recursos humanos en una
organización. Su uso y aplicación tienen como base los
ambientes de trabajo cliente/servidor que en general se encuentran
en las organizaciones. Sobre esta base se diseñó una
aplicación que integra las herramientas necesarias para ejecutar
las tareas cooperativas y colaborativas en grupo (Lage y Cataldi et
al., 2000).
Esta propuesta de trabajo en grupos se diseñó a partir
de la problemática que tienen las organizaciones para realizar
la capacitación de sus integrantes, ya que de este modo la pueden
realizar en forma sincrónica o asincrónica, o combinadas.
En Colombia, se han presentado trabajos similares con relación
a sistemas hipermedios colaborativos en nuevos ambientes de aprendizaje
(Zea et al., 1998), en este estudio se examina el impacto de estos
sistemas, frente a los retos que enfrenta la educación superior,
los avances de la tecnologías de información y comunicaciones,
para abrir posibilidades prometedoras en el uso educativo por cuanto
en la comunicación se genera un lenguaje común, estableciéndose
formas de funcionamiento grupal. En este caso, con el aprendizaje colaborativo
se hace necesaria una nueva concepción de usuario. Por otra
parte, en Chile se han identificado experiencias en torno a modelos
de aprendizaje basado en proyectos colaborativos a nivel superior,
en el cual se confía en el educando y en la capacidad de exploración
de su mundo, lo cual hace que éste se motive y desee desarrollar
sus habilidades y destrezas buscando lo mejor de sí (Vélez,
1998).
Como hemos podido observar, en la mayoría de estas experiencias
educativas resalta el desarrollo de las potencialidades intelectuales,
pero sobre todo en aspectos de tipo social, en los cuales se promueve
la creación de nuevos ambientes de aprendizaje, formación/capacitación
de recursos humanos, la construcción de conocimientos guiados,
el desarrollo de habilidades para la resolución de problemas
y toma de decisiones.
Indudable son los beneficios que proporcionan los Métodos de
Aprendizaje Cooperativo los estudiantes de nivel superior, por cuanto
es la etapa de formación profesional en la que se requiere del
manejo de herramientas intelectuales y sociales que le servirán
para desenvolverse en el ejercicio laboral. Sin embargo, es necesario
considerar que estructurar el aprendizaje cooperativo, requiere el
conocimiento de estrategias de enseñanza de colaboración,
así como una comprensión del aprendizaje y del desarrollo.
El cambio hacia este tipo de aprendizaje depende también de
políticas que no asuman una única organización
escolar y, de otra, que hagan posible el desarrollo de un conocimiento
profundo sobre este tipo de práctica por parte de los profesores.
El pensamiento que se promueve en aulas donde se trabaja cooperativamente
se externaliza a través del discurso entre los estudiantes,
los diálogos ocurren en el aula y en las conversaciones entre
iguales. Los proyectos en conjunto son estrategias de aprendizaje centradas
en la reflexión, análisis y comprensión de los
contenidos, que también provoca el desarrollo de competencias
en la resolución de problemas, de liderazgo y del espíritu
para crear ambientes en el que el debate proporciona un nivel desarrollo
del pensamiento más organizado y sistemático, cuando
se dan oportunidades en el que los estudiantes, en la interacción
con otros, estimulan sus zonas de desarrollo próximo.
Conclusiones
Las ventajas académicas y psico-instruccionales del aprendizaje
cooperativo dentro de los programas educativos, se ven reflejadas en
el proceso de interacción cuando los sujetos protagónicos
saben hacia donde dirigirse y reconocen las propias cualidades y las
de los demás, convirtiéndose, tanto profesores como alumnos
en andamiajes importantes para conducir a la autonomía y la
gestión del aprendizaje. En el ámbito que nos ocupa,
la tarea de la Tutoría escolar en los procesos de mejora educativa
se facilita la enseñanza-aprendizaje porque se aborda desde
distintas dimensiones: intelectual, social y personal. Así,
desde un enfoque comprensivo, la intervención escolar es una
actividad práctica que implica conocer, comprender e interpretar
las características y peculiaridades de la vida del aula, de
los individuos y de los grupos, en virtud de los intercambios e interacciones
que se producen, generando una gama de significados y construcción
de esquemas de conocimiento y nuevas formas de intervenir. Así,
con el uso apropiado de trabajo de grupos cooperativos, se atiende
la heterogeneidad de los estudiantes, en aspectos como la inequidad
social e intelectual. En este sentido, al cambiar la estructura organizativa
social de las aulas, se proporcionan oportunidades de acceder a conocimientos
elaborados que se van afinando conforme se desarrollan las competencias
académicas.
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1 Por
ejemplo, los estudios hechos por Noreen Webb (1982 y 1997) sobre la
interacción de los estudiantes y la evaluación
de proceso de aprendizaje en pequeños grupos durante el trabajo
de colaboración nos señalan que cuando a los estudiantes
se le asignan tareas existen mecanismos de influencia entre los distintos
aspectos cognitivos y socio-emocionales que repercuten en su rendimiento
académico. Asimismo, otros autores como Isabel Solé (1997),
señalan que el trabajo cooperativo va más allá de
las modas y que la puesta en marcha de estrategias de colaboración,
de distribución de roles, de reparto de funciones, constituyen
ocasiones de socialización y de establecimiento de relaciones
constructivas en un contexto real. «volver«.
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