LA SOCIEDAD Y LA EDUCACIÓN:
UNA CUESTIÓN FILOSÓFICA

ARMANDO RUGARCÍA*

* Universidad Iberoamericana Centro Golfo.

Contenido del Artículo:


INTRODUCCIÓN
LA SOCIEDAD
LA EDUCACIÓN
SOCIEDAD Y EDUCACIÓN
CONCLUSIONES
TABLAS
REFERENCIAS


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INTRODUCCIÓN

Con relativa frecuencia siento el aguijón de diversas críticas a mi postura acerca de la educación. Una de ellas puede resumirse en: "le falta la dimensión político-social al concepto de universidad y educación que siempre ha manejado".

Se afirma por doquier que la universidad debe servir a su sociedad, pero también se dice que es ella, la sociedad, quien la nutre al mismo tiempo que se alimenta de aquella. Ciertamente sería ocioso querer rebatir estas afirmaciones, pero el asunto que me atrevo a polemizar es cómo la universidad debe servir a la sociedad en la que se encuentra enclavada: ¿qué relación hay entre educación y sociedad? Veamos ciertas posturas.

Algunos como Ellacuría (Gorostiaga, 1993) dicen que la universidad debe ser la conciencia crítica de la sociedad. Otros como Gorostiaga (1995), Delors (1996) y Rugarcía (1996a) le apuestan a la educación como la esperanza de un pueblo para su desarrollo a largo plazo mediante la formación de personas. Cacho (1990) dice que la universidad es la transmisora de la cultura superior objetiva al realizar su tarea educativa. Durkheim (Gervilla, 1988) dice que la sociedad o generaciones adultas accionan sobre las que aún no lo son para educarlas, para transmitirles cultura.

Kern (1994) plantea el problema que la universidad cada vez más se convierte en un instrumento del gobierno y la industria. Fullat (1994), plantea lo mismo, pero en un ámbito más amplio: la universidad está presa del poder político y económico.

En el país, prácticamente todo el sector público educativo anuncia que las escuelas y universidades deben seguir los designios de los oráculos de la sociedad, cfr. BUAP (1996); aunque hay sus excepciones como Arizmendi (1986) y Rugarcía (1996) quienes plantean que lo mejor que puede hacer una institución por su sociedad es darle hombres educados.

Asimismo, Lonergan (1956) parece insinuar que la educación termina con los egresados del sistema educativo y que la relación esencial entre la educación y la sociedad es a través de dichos egresados. Lo mismo dirían Bazdresch (1984 y 1986), Herbst (Peters, 1979), Fullat (1986) y Rugarcía (1999).

La variedad de relaciones entre la sociedad y la universidad hasta ahora planteadas muestran que la historia denuncia que la civilización y la cultura, clara o implícitamente, han considerado a la sociedad abrazada con la educación; sea éste un abrazo fraterno, esperanzador, dependiente, indirecto, irresponsable o de cualquier tipo.

Se ha superado el concepto según el cual más años de estudio estaban asociados linealmente a mayor productividad y a mayor participación social. Los esfuerzos para aumentar la cobertura del sistema educativo han sido enormes. Sin embargo, los países donde la expansión cuantitativa ha sido exitosa comprueban hoy que los resultados obtenidos no son congruentes con el esfuerzo realizado tanto por los gobiernos como por las familias: tasas de repetición muy altas o logros de aprendizaje muy bajos indican que aun para resolver el problema de la cobertura, es necesario modificar la calidad de la oferta educativa. Escolaridad no es equivalente a buena educación ni a desarrollo social.

Las posturas parecen ubicarse entre dos extremos: la educación causa los cambios sociales o los cambios sociales afectan a la educación, es decir, educar para la sociedad o educar desde la sociedad.

Escotet (1993) parece expresar una postura intermedia al decir que la universidad y la sociedad deben tener la misma idea de lo que ésta última debe ser; postura muy difícil de sostener cuando la universidad y la sociedad destilan aromas de descomposición o quizá mejor dicho, de crisis de dimensiones cósmicas. ¿De dónde puede salir la renovación?

Algunos como Dewey (1926) y Freire y Faundez (1989) proponen llevar la escuela a la sociedad o viceversa. Sin embargo, cuando una sociedad está en crisis, esta relación puede caer y de hecho generalmente cae en una serie de círculos viciosos o programas de relación inertes desde el punto de vista educativo. Se atiende un reclamo social, pero se descuida el desarrollo educativo de sus participantes.

Al tratar de escudriñar la conjunción copulativa entre educación y sociedad emergen una serie de posturas y circunstancias históricas rodeadas de un halo de complejidad, con frecuencia llenas de esperanza y a veces de frustración.

Esta diversidad está causada, en gran medida, por las diferentes ideas de lo que tanto la sociedad como la educación debe ser; por lo cual es necesario revisar el asunto de lo social, lo educativo y posteriormente la "y".

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